Ben le deslizó un dedo bajo la barbilla para obligarla suavemente a que lo mirara.
– No más juegos, Gracie. Estoy aquí y no me voy a ir a ninguna parte. No hasta que me hayas dicho lo que tienes que decirme, y quizá ni siquiera lo haga después.
– Entiendo -asintió. La voz le temblaba ligeramente.
Ansiando borrar esa expresión de vulnerabilidad de su rostro, se acercó todavía más a ella.
– Ya me tienes solo para ti, princesa. Y ahora, ¿qué es lo que vas a hacer conmigo? -el pulso se le aceleró tanto que por un instante creyó que Grace también podría oírlo.
– ¿Hablabas en serio cuando me dijiste que tú no te comprometías con nadie?
Su pregunta la tomó por sorpresa.
– Hablaba en serio en aquel entonces. Pero no sabía que yo…
– ¿No sabías que tú qué? Te amo, Ben, y ése es un sentimiento demasiado intenso como para que lo sienta uno solo -le confesó, y se quedó sentada muy quieta, absolutamente inmóvil, con los ojos muy abiertos.
Hasta ese momento no fue consciente Ben de la desesperación con que había ansiado escuchar aquellas palabras. Ahora que lo había hecho, era como si el mundo hubiera recobrado su sentido.
– No sabía que yo también me había enamorado de ti -sacudió la cabeza-. Sí, me enamoré. En lo más profundo de mi ser lo supe nada más verte en aquella foto. Pero no podía permitirme sentir esas cosas, al igual que no podía permitirme revelarte la verdad. Pero debí haberlo hecho. Porque desde el principio tú fuiste mucho más importante para mí que este maldito caso, que Emma, incluso más que mi madre. Y eso ya es decir mucho.
Le acarició los labios con los suyos. Fue el tacto levísimo de una pluma, un pequeño beso de consuelo que bastaba sin embargo para excitarlos, para hacerlos desear mucho más.
– Hablando de tu madre, tienes que aceptar el dinero de Emma. Y no me discutas esto si no quieres que te vuelva a hacer pasar un mal trago. Y otra cosa: ¿cuándo voy a conocerla?
Grace contuvo el aliento y esperó. No cabía ya ocultar nada. Había vencido su propio miedo pero todavía no sabía si podría retirarse con el corazón intacto. Lo esperaba, pero necesitaba una prueba.
La tuvo cuando Ben la levantó en vilo y la sentó en su regazo, tal y como había hecho aquel día. Grace se acomodó debidamente sobre sus muslos y en seguida sintió la fuerza de su erección presionando entre sus piernas, excitándola.
– Antes tenemos que arreglar algunas cosas.
– Supongo entonces que no te irás a ninguna parte.
– Corazón, nada ni nadie podría separarme de ti. Ni ahora ni nunca -se inclinó hacia ella para enjugarle una lágrima.
– Eso me hace muy feliz.
– ¿Siempre lloras cuando eres feliz?
Grace se echó a reír.
– Quédate por aquí y lo comprobarás…
Emma se había asomado a la ventana, observando cómo Grace atraía a Ben dentro del coche y desaparecían después detrás de la esquina. Sólo entonces soltó un gran suspiro de alivio.
Eso de andar haciendo de casamentera estaba agotando a una mujer de su edad, se dijo mientras se dejaba caer en el sofá. Todo sería más fácil si al menos la gente joven de hoy día dejara al menos de poner trabas a su trabajo… Pero, a fin de cuentas, había satisfecho sus objetivos con el mayor de los éxitos. Logan se hallaba felizmente casado, y Grace estaba en camino de lo mismo. Se atusó el moño con un gesto de satisfacción. Si Ben era tan bueno como Grace creía que era, los dos tardarían todavía un buen rato en volver a doblar aquella esquina. Evocando su juventud, sabía que con un poquito de imaginación, un coche podía ser un lugar muy sugerente para tener relaciones íntimas…
Estiró las piernas. Le dolían después del largo viaje del día anterior, pero lo cierto era que nunca se había sentido tan feliz ni tan rejuvenecida. Su presencia allí era justo lo que habían necesitado aquellos dos jóvenes para dar el paso final y definitivo: admitir sus verdaderos sentimientos.
Después de su éxito con Grace y con Logan, Emma ya podía descansar tranquila. Pero no podía quedarse sentada durante mucho rato. No, una mujer de su talento… sería una vergüenza que desperdiciara un solo minuto del tiempo que todavía le quedaba por estar en este mundo. Que no pretendía que fuera poco. Al menos el suficiente para ver a los hijos de Grace y de Ben sentados en sus rodillas. Pero… ¿qué podría hacer mientras tanto?
¡Seguir haciendo lo que se le daba tan bien! De pronto se le ocurrió una brillante idea y chasqueó los dedos. Tenía sobrinos y sobrinas que entrarían en edad casadera al cabo de unos pocos años. Y su círculo social estaba lleno de viudas, viudos, divorciadas y divorciados. Todos en desesperada necesidad de compañía. Descolgó el teléfono y marcó un número. Sonrió complacida cuando Alice Farnsworth respondió a la primera llamada.
– Alice, ahora mismo estoy visitando a mi nieta, pero mañana estaré en casa a tiempo de asistir a la fiesta benéfica del Country Club. Mi chófer está enfermo y me preguntaba si te importaría pasar a recogerme… -escuchó su respuesta-. ¿No hay problema? Bueno, gracias. ¿Te he dicho que le había prometido al pobre Ralph Nadelson que le llevaría en mi coche? No es el mismo desde que murió su esposa…
Sí, pensó Emma. Decididamente había nacido para el oficio de casamentera. Miró su reloj. Después de todo, Ben y Grace todavía no habían vuelto a aparecer y todavía tardarían una media hora o más incluso.
Ah, ser joven y poder ser capaz de amar sin límite. Grace y Ben, sin duda, eran muy afortunados…
Carly Phillips inicio su carrera como escritora en 1999, desde entonces ha publicado más de 20 novelas, que han estado entre las más vendidas en las listas más conocidas de Estados Unidos. Actualmente publica en dos sellos, Harlequín y Warner.
Carly vive en Purchase, New York con su marido, sus dos hijas pequeñas y un juguetón Wheaton Terrier.
Su pasatiempo favorito es leer, le gusta escuchar opera y le encanta recibir correos de sus lectoras, ya sea por mail o por correo normal. También se confiesa adicta a la televisión, especialmente a las telenovelas y acostumbra a tenerla puesta incluso mientras trabaja. Pero no todo es “diversión” en la vida de Carly, cuando no se encuentra escribiendo, colabora activamente con varias asociaciones benéficas.
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