– Está bien -le apretó una mano-. O al menos lo estaba hasta esta noche -se dijo que había llegado la hora de poner las cartas boca arriba-. No habrá ningún informe más, ni escrito ni oral.
Emma asintió, comprensiva.
– Ya no quiero saber ningún detalle. Ahora comprendo lo equivocado que ha sido todo esto.
– Me alegro, porque no podría suministrarle más informaciones sobre Grace y vivir al mismo tiempo en paz conmigo mismo. Pero sí puedo devolverle el dinero que me adelantó para esta misión y…
– Absurdo. Tú hiciste tu trabajo y yo siempre pago los servicios que contrato.
Ben se dijo que aquél era precisamente el problema. Si aceptaba el dinero de Emma, Grace nunca creería que el interés que había mostrado por ella había sido real, nada que ver con el apellido y la fortuna de los Montgomery. Corría incluso el riesgo de que no le creyera de todas formas.
Porque Ben había hecho realidad el mayor de sus miedos y probablemente había destrozado la autoestima que tanto trabajo le había costado adquirir. Hasta hacía poco había estado tan seguro de que volvería a su privilegiado estilo de vida, una vez agotado el carácter novedoso de su independencia… Pero ahora sabía que nunca abandonaría la vida que se había ganado a pulso. Una vida que él había amenazado con sus engaños.
– Mira -insistió Emma-, no tiene sentido que sigamos discutiendo sobre esto. Ahora mismo tendrías que estar hablando con Grace, así que te sugiero que salgas ya a buscarla.
– Dígame antes una cosa.
– ¿De qué se trata?
– ¿Por qué ha aceptado, como futuro compañero de su nieta, a alguien que no pertenece a su mismo nivel social? ¿Alguien que no podría desagradar más al padre de Grace?
– Muy sencillo. Porque tú la haces feliz.
Ben se dijo que quizá había conseguido hacer eso una vez. Pero ya no. Aun así, le resultaba imposible enfadarse o disgustarse con Emma Montgomery por muchos trastornos que le hubiera causado. En lo más profundo de su ser abrigaba un corazón de oro.
Como Grace. Y Ben había roto ese corazón. Sólo esperaba que pudiera deshacer parte del daño que le había infligido. Si no, dispondría del resto de su vida para lamentar las consecuencias.
Ben se le acercó por detrás. La había localizado en el parque, dando patadas a la arena en la zona de juegos para niños. A primera vista podía parecer una cría que acabara de perder a su mejor amiga, pero no. Era una mujer que acababa de perder a su amante y su fe en el hombre en el que había confiado. Aquella angustia no podía ser aplacada con un caramelo o un beso en la mejilla. De todas formas, tenía que intentarlo.
– Hola.
Grace no levantó la mirada del suelo.
– Supongo que ése es uno de los inconvenientes de ser investigador privado. La capacidad para encontrar a gente que no quiere que la encuentren.
– Si no quisieras que te encontraran, no habrías venido aquí -Ben suspiró profundamente-. Y no te he localizado por ninguna habilidad profesional. Te he encontrado porque te conozco.
– Es una pena que no pueda yo decir lo mismo -Grace soltó una carcajada cargada de amargura, tan distinta de la risa alegre que Ben siempre había asociado a su persona.
– Cuando acepté el caso, no te conocía. Trabajar para Emma sólo era una misión más.
– Muy bien pagada, sin duda.
A Ben le habría encantado negarlo, pero no podía.
– ¿Supondría alguna diferencia si te dijera que necesitaba el dinero para proporcionar una mejor atención a mi madre?
– No estoy furiosa porque aceptaras un trabajo -pronunció Grace dando otra patada a la arena-. Tenías perfecto derecho a hacerlo. Lo que no puedo entender es cómo pudiste… acostarte conmigo sabiendo que habías cobrado dinero por acercarte a mí. No entiendo cómo… cómo hicimos las cosas que hicimos juntos y ni una sola vez intentaste contarme la verdad.
Al verla enjugarse una lágrima que le corría por la cara, a Ben se le encogió el estómago de arrepentimiento y vergüenza. Y comprendió que con unas simples palabras no podría aliviar el daño que le había causado.
– Y, sobre todo -añadió ella, mirándolo con unos ojos desprovistos de la luz y de la vida que tanto había adorado ver-, lo que no entiendo es cómo me dejaste creer durante todo el tiempo que lo que compartíamos era lo único de mi vida… que no tenía que ver ni con el dinero ni con el nombre de mi familia -se le quebró la voz, pero no dejó por ello de hablar y Ben tampoco intentó detenerla-. Tú sabías lo mucho que valoraba yo mi independencia. Sabías, aunque no te lo hubiera dicho yo en voz alta, que toda mi percepción de mí misma estaba conformada por lo que la familia Montgomery podía comprar presuntamente en mi beneficio. Pero tú… jamás pensé que también a ti te podían comprar. Y eso fue exactamente lo que sucedió. Emma te compró.
– Grace…
– Compró tus servicios como investigador privado como un medio para que te enredaras conmigo. Esperaba que tú te enamoraras de mí. Porque no creía en mi propio valor como persona.
Ben sintió verdaderas náuseas al escuchar su versión de lo sucedido. Ni una sola vez se le había pasado por la cabeza que le hubieran comprado para que se enamorara de Grace.
– ¿Me toca hablar a mí ya?
– Sí. Pero como te dije antes, ya es demasiado tarde.
– Quizá, pero no cejaré hasta que me hayas escuchado.
– Adelante -musitó ella-. Este es un país libre y la libertad de expresión está garantizada. Nadie te puede impedir que hables.
– Vaya, gracias -repuso, irónico-. Pero esto es demasiado serio como para que te lo tomes a broma.
Grace ladeó la cabeza y lo miró con sus enormes ojos castaños.
– ¿Más serio que un derecho constitucional tan importante?
– Mira -le tomó una mano-, no sé si lo conseguiré o no, pero voy a intentar explicarte todo esto bien. Con toda mi alma.
El sol se estaba poniendo a su espalda y acababa de levantarse una brisa fresca. Aquélla era su última oportunidad. Su última posibilidad de ganar, o de perder, a la mujer que amaba. Teniendo en cuenta que parecía haberse puesto en contra suya, dudaba que cualquier cosa que le dijera significara alguna diferencia. Pero no podría vivir tranquilo el resto de su vida si no lo intentaba.
– Nunca fue simplemente un trabajo. Desde el momento en que vi tu foto…
– ¿Viste mi foto? -Grace sacudió la cabeza-. No importa. Emma le ha estado enseñando mi foto a más hombres de los que puedo recordar. Continúa.
– Desde el momento en que vi tu foto, quedé seducido. Me dije que debía retirarme, no aceptar el caso, pero no pude.
– El dinero.
– Mi madre, el dinero y tú. Los tres factores mezclados. Ahora mismo mi madre necesita más cuidados de los que yo puedo pagarle. Necesitaré aceptar un buen número de casos en poco tiempo, casos que normalmente no aceptaría, para poder financiarle una residencia con atención personalizada.
Inesperadamente, Grace le puso una mano en el brazo, haciéndolo estremecerse.
– La quieres. Eso puedo comprenderlo.
– No estoy seguro de que puedas. Creciste en una mansión. Yo crecí en el otro polo del espectro social. Sólo ahora puedo entender que, a pesar de la miseria, tuve suerte. Porque yo tuve amor y tú no -le cubrió la mano con la suya-. Tú tuviste que complacer en todo a tu padre, y aun así no conseguiste su amor. Un amor que te merecías, y que habría debido ser incondicional. Pero tenías dinero. Y criados -Ben suspiró profundamente-. Y mi madre fue uno de ellos. ¿Puedes imaginar lo que es eso? Una mujer que había pasado toda su vida trabajando en casa, de repente se encuentra sin dinero.
Así que tiene que hacer lo único que sabe: hacer de ama de casa para los otros. Y esos otros no eran tan generosos como suponía.
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