– ¿Ben? ¿Qué es eso que mi abuela no quiere decirme?
– Grace, ¿no podríamos hablar de esto más tarde… a solas?
– Hasta ahora lo que sentía era solamente una intuición, sin ninguna evidencia concreta. Pero dado que tú acabas de admitir que sí hay algo entre vosotros dos, necesito saberlo de una vez. Ahora mismo.
– Preferiría no hacer esto ahora -la reluctancia de Ben no podía resultar más evidente.
Emma le puso entonces una mano en el brazo, un gesto que no le pasó desapercibido a Grace.
– Me temo que nos tiene acorralados -pronunció la anciana, nada encantada con la perspectiva.
La molestia que antes había sentido Grace en el estómago se convirtió en un doloroso nudo.
– ¿Acorralados? ¿A qué diablos te refieres?
– A esta maldita farsa -dijo Ben, y se levantó para acercarse a ella e intentar tocarle una mejilla.
Pero Grace retrocedió; necesitaba espacio para pensar.
– Así que os conocéis.
– Acabamos de conocernos -terció Emma.
– No intentes distraernos, abuela. ¿Cómo os conocisteis? ¿Dónde?
Ben y Emma se miraron como cediéndose mutuamente la palabra, mientras Emma los miraba expectante, con el corazón acelerado. Finalmente fue él quien habló primero.
– Nos conocimos en la finca de los Montgomery hace unas semanas, cuando Emma me contrató -dejó escapar un gemido y se pasó una mano por el pelo, ya despeinado.
– ¿Que te contrató? -ésa era una posibilidad que nunca había contemplado.
– Podríamos hablar de esto más tarde. Por favor…
Grace detectó el tono de súplica de su voz, pero lo ignoró.
– ¿Te contrató para hacer qué?
– Para vigilarte, informarla de tus actividades y protegerte.
Era como si alguien le hubiera arrancado las palabras del pecho, pero el conocimiento de que también Ben se sentía dolido no consiguió atenuar el impacto que recibió Grace.
– Tienes que comprender los motivos de Emma -continuó él-. No sabía nada de ti y estaba preocupada.
– Eres muy amable al intentar disculpar el comportamiento de mi abuela, pero eso no la exonera de culpa. Ni a ti tampoco -Grace se dejó caer en la silla más cercana, desgarrada de dolor.
El hombre que había creído que no tenía nada que ver con el apellido de la familia Montgomery ni con su dinero… había sido contratado para dedicarle la atención que le había prestado desde un principio. No había velado por su bienestar porque la quisiera. Empezó a abrumarla una sensación de traición. Le faltaba el aire. Apenas podía hablar. No la extrañaba ahora que Ben no hubiera podido prometerle nada más que una relación a corto plazo… hasta que Emma dejara de pagarle sus servicios.
Alzó la mirada y no se sorprendió de que su abuela no se atreviera a mirarla a los ojos. Pero Ben sí lo estaba haciendo. Grace había visto aquellos mismos ojos brillando de pasión e iluminados por la risa. En aquel instante una emoción temblaba en sus profundidades, y ella quería agarrarse a ese sentimiento como si fuera una tabla salvavidas. Pero qué patética le resultaba esa reacción. Debido a su ansia de esperanza, estaba deseosa de ver amor y cariño donde no había nada de eso. Se había engañado al pensar que Ben se había enamorado de ella como ella de él.
Lo había creído sólo porque había querido creerlo. Pero al mirar a Ben en aquel momento, con sus mentiras al descubierto, era como si no lo reconociera. Eso dolía. Y mucho.
– Grace… -su voz penetró a través de la nube de dolor.
Sacudió la cabeza. No quería escuchar nada de lo que tuviera que decirle. ¿Qué podía justificar una mentira tan colosal? A partir del momento en que se convirtieron de vecinos en amantes… ¿cómo pudo no haberle revelado la verdad?
– Si me permites que te lo explique…
La voz de Emma parecía más frágil de lo normal. Grace se sentía como si estuviera a punto de resquebrajarse en mil pedazos si seguía escuchándolos. Necesitaba huir de ellos. De las dos personas a las que más quería en el mundo. Las mismas que la habían traicionado.
Grace salió del apartamento dando un portazo. Ben no intentó detenerla. La expresión de dolor que se había dibujado en sus delicados rasgos no la olvidaría nunca. Si quitarse de en medio podía servir para algo, eso era lo único que podía hacer. Se volvió hacia Emma. La anciana parecía haberse encogido en su asiento, con aspecto agotado.
– Tenía que haber una manera mejor de decírselo.
Nunca sabría si Grace habría aceptado mejor la noticia de haber hablado antes a solas con él. La llegada de Emma había acabado con cualquier esperanza de ese tipo.
Tenía la mejor de las intenciones, pero aun así le he hecho muchísimo daño.
– No fue culpa suya -Ben le puso una mano en el hombro. Si hubiera dejado las manos quietas, si hubiera hecho su trabajo para luego desentenderse sin más, nada de aquello habría sucedido.
– Siéntate, Benjamin.
Ben parpadeó, convencido de que no debía de haberla oído bien. Nadie le llamaba Benjamin, ni siquiera su madre, y Emma no podía haber recuperado tan rápidamente su coraje y fortaleza. Una mirada a aquellos ojos castaños de majestuosa expresión le confirmó que la había subestimado de nuevo. Así que hizo lo único que podía hacer bajo aquellas circunstancias. Se sentó.
– No consentiré que te culpes a ti mismo por algo de lo que soy yo la responsable. No te equivoques. Había oído maravillas de tu trayectoria profesional y necesitaba de tu ayuda para vigilar a mi nieta, pero nada más fijarme en ti comprendí que serías el hombre adecuado para ella. Intuición femenina, ya me entiendes.
– ¿Me está diciendo que me contrató por un asunto profesional… pero que al mismo tiempo quería que me enredara con su nieta?
Emma asintió.
Así que él se había dejado manipular como Grace. De alguna forma, dudaba que eso pudiera proporcionarle algún consuelo. Y teniendo en cuenta que cada paso lo había dado deliberadamente, todavía se sentía disgustado con sus acciones y con el dolor que había causado. Cerró los puños y se volvió hacia la abuela de Emma.
– No me gusta que me tomen por estúpido.
– Vi tu expresión cuando miraste la foto de Grace que te enseñé. ¿Puedes acaso negar la química que existe ahora entre vosotros dos? ¿Puedes negar que te has enamorado de ella?
A Ben se le encogió el estómago. Decirse una cosa a sí mismo y oírla de labios de otra persona era algo completamente diferente. No podía mentirle a la abuela de Grace, por muy manipuladora que hubiera sido. No cuando se estaba enfrentando con la posibilidad de haber perdido a Grace para siempre.
– Ya no estoy seguro de lo que siento. Probablemente Grace no me perdonará estas mentiras y, francamente, no podría culparla por ello.
Sin previo aviso, Emma le dio un fuerte empellón en el hombro. Ben alzó la mirada, asombrado tanto de la fuerza de aquella anciana como de la confianza que se había tomado con él.
– ¿A qué ha venido eso?
– Te pareces demasiado a Logan, maldita sea. No dejes que las cosas se sosieguen. Tienes que luchar por lo que quieres. Yo podría ayudarte y…
– No, gracias. Puedo arreglármelas solo.
Ben dudaba que pudiera vencer en aquella empresa, pero definitivamente tendría un último cara a cara con Grace antes de verse expulsado de su vida. Al menos ella se merecía comprender los motivos de sus actos. Incluso aunque las explicaciones no consiguieran aliviar el dolor producido por su engaño. Se levantó del sofá.
– ¿Puedo hacer algo por usted antes de que me vaya?
Emma lo miró con una expresión mezcla de preocupación y cariño.
– Decirme que mi nieta está bien.
Читать дальше