– Quieres que acepte algo más que la decisión de no presentarte a alcalde, ¿verdad?
– Sabes que sí. Supongo que es humano buscar la aprobación paterna.
– No es sólo eso. Has logrado tanto en tu vida que te has ganado esa aprobación. Por desgracia, él no te la da porque tus necesidades no coinciden con las suyas. En realidad, es triste.
– Eres perceptiva. ¿Te lo habían dicho alguna vez?
– No -se encogió de hombros-. Creo que se debe a que he llegado a conocerte muy bien, tanto como para leer tus sentimientos.
– De modo que he logrado mucho en poco tiempo -sonrió.
– Ya me extrañaba que no lo llevaras al terreno personal -puso los ojos en blanco-. ¿Y qué me dices de tu madre? ¿Se puede contar con ella para que intente unir la distancia que os separa? ¿Se lo has contado alguna vez?
Logan sacudió la cabeza, asombrado de que nunca se le hubiera ocurrido.
– Durante demasiado tiempo la he visto como una extensión del juez, aquélla que ejecuta sus deseos en público. Pero en realidad sé poco sobre ellos o su matrimonio en estos últimos años.
– Quizá ya es hora de que lo averigües.
– Eres una mujer sabia, Catherine Luck.
– Una mujer aún más sabia en una ocasión me dijo que las mujeres son más inteligentes que los hombres y que jamás debería olvidarlo. Quizá acabo de demostrar que tenía razón -sonrió.
– Si hablas de Emma, por favor, jamás le brindes la satisfacción de que sepa que tiene la razón en todo. Sería imposible de soportar.
– Ya lo es -rió-. Y quizá si consigues que las cosas se solucionen a través de tu madre, logres que Grace regrese a casa -le tocó la mejilla-. Porque sé que eso te gustaría, ¿no?
– Sí -le aferró la muñeca y contempló su rostro solemne-. Y me gustaría saber qué más pasa por esa cabeza tuya.
– Nada que valga la pena tratar, lo juro -le pasó la mano libre por la cintura.
– Confía en mí, cariño.
– Esto no tiene nada que ver con la confianza. Y para que lo sepas, no es que no confíe en ti.
– Lo sé. Lo que pasa es que no confías en que la vida te envíe algo bueno.
– Tú también empiezas a conocerme bien -sonrió.
– Me alegro -ya se habían alejado bastante. Desvió la vista al océano-. ¿Has visto alguna vez un sitio que ofreciera tanta paz? -preguntó con la esperanza de que viera ese refugio del mismo modo que él.
– Es hermoso esto -ladeó la cabeza para obtener una vista mejor-. No sólo el agua, sino la cabaña y el silencio. Es una bendición -susurró.
– Igual que tú -le acarició el cuello, deseando disfrutar de todo el tiempo que pudiera con ella antes de que su trabajo se interpusiera entre los dos. Miró el reloj-. Son casi las diez. Disponemos de una hora antes de que tenga que llevarte de vuelta.
Deslizó las manos por su espalda y coronó los pechos sueltos. Sintió su plenitud y peso contra las palmas. Catherine contuvo un gemido.
– Una hora. Es mucho tiempo.
Logan bajó la cabeza y capturó su boca en un beso prolongado y embriagador. Mientras introducía la lengua, las manos le acariciaron los pechos y los pezones erguidos. Sin advertencia previa, las caderas de ella se pegaron a las suyas, incitaron su tensa erección y pusieron a prueba su tenue control.
Cortar para respirar no resultó fácil, pero tuvo que hacerlo si quería que volvieran a la cabaña.
– No sé si con una hora bastará. No para lo que tengo en mente.
– ¿Y qué es? -preguntó con ojos llenos de deseo.
– Corre conmigo a la casa y lo descubrirás -le tomó la mano.
Debía de estar loca. Ese hombre que le apretaba la mano con tanta fuerza, que la acariciaba con la mirada, con palabras… Confiaba en él. Y si su madre había creído en su padre… bueno, Thomas Luck no se parecía en nada a Logan Montgomery. Su padre no era un hombre trabajador, leal, recto. No había nadie más desconfiado que las hermanas Luck, pero hasta Kayla había creído en última instancia en un hombre. En el amor. En el futuro.
Quizá ya era hora de que ella hiciera lo mismo.
Corrió con él por la larga extensión de playa. El viento le agitaba el cabello y con cada inhalación respiraba el aroma salado del aire. Una vez que había abierto tanto el corazón como la mente a las posibilidades, todo ante ella parecía nuevo.
Cuando llegaron a la cabaña, Catherine se hallaba sin aliento y reía. Calló al ver el fuego que aún ardía en los ojos de Logan. La intensidad fue contagiosa y sintió que en su interior estallaba una conflagración. El corazón comenzó a martillearle con fuerza.
– Cat -dijo con voz ronca. La tomó por la cintura, subiéndole la camisa por los muslos. Riendo, ella alargó una mano… y entonces un fogonazo brilló ante sus ojos. No estaban solos-. ¿Qué diablos? -Logan reaccionó primero y la protegió detrás de su cuerpo, apartándola de la vista.
Considerando su estado de desnudez, Catherine apreció su caballerosidad, pero ya habían sacado la foto y el gesto llegaba demasiado tarde.
– Señor Montgomery, he venido para reunirme con usted y sus partidarios cuando anuncie su candidatura a alcalde de Hampshire -la reportera miró su reloj-. Pensé que la conferencia de prensa era a las diez, pero…
– ¿Conferencia de prensa? -repitió Catherine, saliendo del escudo que le proporcionaba el cuerpo de Logan.
– Sí. El juez Montgomery dijo que era a las diez, aunque quizá esté equivocada.
– ¿Importaría eso? -musitó él-. Acaba de obtener su primicia.
Catherine bajó el borde de la camisa de Logan. Apenas le cubría los muslos y nunca se había sentido tan vulnerable y expuesta.
– ¿Ha dicho que la conferencia de prensa estaba preparada? -incluso al formular la pregunta sintió que el corazón se le helaba.
– Desde la pasada semana. ¿Y usted es…?
– Averígüelo por su propia cuenta -cortó Logan, que se volvió hacia Catherine-. Vayamos dentro. Necesitamos hablar.
– No estoy segura de que haya algo de que hablar -le habría gustado tragar saliva, pero tenía la boca demasiado seca.
– ¿Podemos discutirlo en privado? -señaló a la reportera ansiosa y al fotógrafo que la acompañaba.
Sin mirar hacia ellos, caminó por delante de él en dirección a la seguridad de la casa.
En cuanto la puerta se cerró a su espalda, él le tomó la mano.
– Cat…
– Preferiría que no lo hicieras.
– ¿Tocarte o darte una explicación? -ella se volvió para mirarlo. Quizá leyó la expresión en su cara, porque ocultó la suya propia detrás de una máscara indescifrable-. Doy por hecho que ambas cosas -en sus ojos centellearon el dolor y la traición porque Catherine no le brindara la oportunidad de aclarar las cosas.
– No estoy segura de que una explicación supusiera alguna diferencia -repuso ella. Su corazón, que hasta entonces había sido cálido como el sol, se heló.
Ella no entendía ese tipo de vida, ni creía que pudiera acostumbrarse a estar ante el ojo público. Acosada por la prensa. Sorprendida en diversos grados de desnudez.
– Bueno, es una lástima, porque vas a escuchar. Después de todo lo que ha habido entre nosotros, me lo debes.
– Te escucho -asintió.
– Tal como yo veo las cosas, el juez orquestó una reunión aquí con la prensa porque tenía la certeza de que no pensaba aparecer en el sitio designado por él. Como no sabe nada de ti… de nosotros… considero que esto no es más que una lamentable coincidencia.
De hecho, era la peor pesadilla de Logan, pero en ese momento Catherine no parecía demasiado receptiva a sus sentimientos. No cuando los suyos estaban tan heridos y a flor de piel. La comprendía, pero él también tenía corazón, y al soslayar su intento de explicación, lo pisoteaba.
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