Philip Kerr - Gris de campaña

Здесь есть возможность читать онлайн «Philip Kerr - Gris de campaña» весь текст электронной книги совершенно бесплатно (целиком полную версию без сокращений). В некоторых случаях можно слушать аудио, скачать через торрент в формате fb2 и присутствует краткое содержание. Жанр: Детектив, на испанском языке. Описание произведения, (предисловие) а так же отзывы посетителей доступны на портале библиотеки ЛибКат.

Gris de campaña: краткое содержание, описание и аннотация

Предлагаем к чтению аннотацию, описание, краткое содержание или предисловие (зависит от того, что написал сам автор книги «Gris de campaña»). Если вы не нашли необходимую информацию о книге — напишите в комментариях, мы постараемся отыскать её.

Corre el año 1954 y las cosas no son sencillas para Bernie Gunther. El Gobierno cubano le ha obligado a espiar a Meyer Lansky, y cualquiera puede imaginarse que meter las narices en los asuntos de un conocido mafioso no puede ser bueno para la salud. Así que, harto de ese engorroso trabajo, Gunther consigue una embarcación con el objetivo de huir a Florida. Sin embargo, la suerte no está de su lado, ya que tras la fuga es arrestado y devuelto a Cuba, donde es encarcelado. En su estancia en prisión conoce a personajes curiosos, como Fidel Castro o Thibaud, un agente que ejerce de enlace entre la CIA y el servicio de inteligencia francés. Thibaud no es buena compañía para Bernie y no tarda en demostrarlo al hacerle una propuesta que el detective no tiene más remedio que aceptar: debe volver a Alemania para alojarse en una prisión y hacer allí un trabajo sucio que puede acabar costándole la vida.

Gris de campaña — читать онлайн бесплатно полную книгу (весь текст) целиком

Ниже представлен текст книги, разбитый по страницам. Система сохранения места последней прочитанной страницы, позволяет с удобством читать онлайн бесплатно книгу «Gris de campaña», без необходимости каждый раз заново искать на чём Вы остановились. Поставьте закладку, и сможете в любой момент перейти на страницу, на которой закончили чтение.

Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

– No con este aspecto. Sólo es cuestión de tiempo que me detengan. Y entonces me fusilarán. O me enviarán de vuelta a un campo de prisioneros de guerra, lo cual sería peor.

– Es verdad. Quizá sea por el uniforme, pero no tienes buen aspecto. He visto esqueletos más sanos. -Se encogió de hombros-. Muy bien. Te puedes quedar aquí. Pero si intentas hacer cualquier cosa rara, te irás a la calle. Mientras tanto, veré qué puedo averiguar de Kirsten.

– Gracias. Mira, tengo algo de dinero propio. Quizá puedas encontrar o comprarme algo de ropa.

Ella asintió.

– Iré al Reichstag a primera hora de la mañana.

– ¿Al Reichstag? Pensaba en algo más informal.

– Es allí donde está el mercado negro -me explicó-. El más grande de la ciudad. Créeme, no hay nada que no puedas conseguir allí. Desde unas medias de nailon a un certificado de desnazificación falso. Quizá también pueda conseguirte uno de esos. Por supuesto, eso significa que llegaré tarde a mi trabajo.

– ¿Modista?

Ella sacudió la cabeza con expresión grave.

– Trabajo como sirvienta, Bernie -dijo ella-. Como todos los demás que aún están vivos en Berlín. Soy el ama de llaves de una familia de diplomáticos americanos en Zehlendorf. Eh, quizá podría encontrarte un empleo. Necesitan un jardinero. Puedo ir a la oficina de trabajo en McNair cuando vuelva del trabajo mañana.

– ¿McNair?

– Los cuarteles McNair. Casi todo lo que tiene que ver con el ejército norteamericano en Berlín pasa por McNair.

– Gracias -dije-, pero si no te importa preferiría no tener un trabajo legal en este momento. He pasado los últimos dieciocho meses trabajando más que un burro para tres amos. Desearía no volver a ver nunca un pico y una pala.

– Fue duro, ¿verdad?

– Sólo para las normas de un siervo ruso. Ahora que he vivido y casi muerto en la Unión Soviética, es fácil ver de dónde sacaron sus modales. Y dónde aprendieron su optimismo por la vida. No he conocido a un solo «iván» que se pueda confundir con un optimista. -Me encogí de hombros-. No obstante, nuestro mutuo amigo parece entenderse muy bien con ellos. -Señalé con un gesto el sobre que ella todavía sujetaba-. Erich.

– No tienes idea de cuánto necesitaba este dinero.

– Por lo visto, él sí. Me pregunto por qué no te lo habrá entregado él mismo.

– Tendrá sus razones, supongo. Erich no olvida a sus amigos.

– No puedo discutir eso contigo, Elisabeth.

– ¿De verdad intentó que te asesinasen?

– Sólo un poco.

Ella sacudió la cabeza.

– Es cierto que en su juventud era un alocado. Pero nunca me pareció una persona capaz de matar a sangre fría. ¿Sabes? Aquellos dos polis, nunca creí que fuese él quien lo hizo. Tampoco creo que ordenase que alguien te asesinara.

– Los dos alemanes con los que viajaba no están aquí para decirte que estás equivocada, Elisabeth. No fueron tan afortunados como yo.

– Quieres decir que están muertos.

– Ahora mismo ésa es mi definición práctica de desafortunado. -Me encogí de hombros-. Aunque, no sé, es probable que siempre lo haya sido.

30

ALEMANIA, 1954

El lunes por la mañana salimos de Alemania Oriental y regresamos a Hannover, donde pasé otra noche en el piso franco. A primera hora del día siguiente fuimos hacia el sur, hasta Göttingen, y nos alojamos en una vieja pensión que daba al canal, en la Reitstallstrasse. La pensión era húmeda, con unos duros suelos de madera, muebles todavía más duros, techos altos y candelabros de latón polvorientos; y casi tan hogareña como la catedral de Colonia. Desde allí había un corto trayecto hasta la oficina del VdH, en un edificio de madera y ladrillo de la Judenstrasse que parecía que era la casa de los tres ositos. Göttingen era un poco así por todas partes, y también muchos de sus habitantes. El director del VdH local, Herr Doctor Winkel, era un hombre amable con gafas que podría haber sido bibliotecario de la corte de algún rey de Sajonia. Me dijo lo que ya sabíamos, que un tren que transportaba mil plenis alemanes llegaría a Friedland la semana siguiente. Sólo por mantener las formas, decidimos -Grottsch, Wenger y yo- hacer una visita al campo de refugiados de Friedland.

El campo de Friedland, una antigua granja de investigación propiedad de la Universidad de Göttingen, se encontraba en la zona de ocupación británica y estaba compuesto por una serie de lo que llamábamos cabañas Nissen. Si Nissen era sinónimo de feas y poco hospitalarias, entonces estas estructuras semicilíndricas de chapas de cinc estaban bien bautizadas. El campo era un lugar de aspecto miserable, sobre todo bajo la lluvia, impresión subrayada por la carretera fangosa y el color verde mierda de pato con que lo habían pintado todo. Era muy fácil dar crédito al rumor de que el campo de refugiados de Friedland había sido el lugar donde los científicos nazis habían realizado sus experimentos con ántrax durante la guerra. Como lugar de reintegración a la patria, a la libertad y a todas las cosas auténticamente alemanas, el campo dejaba mucho que desear y, en mi experta opinión, era casi tan malo como cualquiera de los campos de trabajo que estos prisioneros de guerra alemanes habían dejado atrás. Podría haber sentido compasión por esos hombres, pero me preocupaba más mi propio bienestar, y la perspectiva de volver a encontrarme con un gran número de plenis no estaba exenta de riesgos. Aunque habían pasado seis o siete años, era posible que me reconocieran y me denunciasen por asesino de camaradas, renegado o delator. Después de todo, cualquiera que hubiera estado en el campo de Johanngeorgenstadt, podía creer que me había vendido a los rojos y me habían enviado a Rusia para someterme a un entrenamiento antifascista en Krasnogorsk. Recordé lo precario de mi posición cuando le pregunté a uno de los policías del campo de Friedland por qué era necesaria su presencia aquí.

– Desde luego -comenté-, los alemanes que ahora vuelven a casa saben cómo comportarse.

– Ésa es la cuestión -dijo el policía-. Que no están de vuelta en casa. Algunos de ellos se cabrean mucho cuando descubren que deben permanecer en este lugar hasta seis u ocho semanas, porque puede llevar ese tiempo conseguirles todo lo que van a necesitar para vivir en la nueva república. Luego están los antiguos prisioneros, dispuestos a cobrarse viejas revanchas entre ellos. Hombres que han denunciado a otros hombres a los «ivanes». Delatores. Ese tipo de cosas. Nosotros llamamos a ese comportamiento de privación de libertad, y si vemos que provocaron que alguien recibiera peores castigos por parte de los «ivanes», les aplicamos el artículo 239 del código penal alemán. Ahora mismo hay más de doscientos casos pendientes que involucran a antiguos prisioneros de guerra. Por supuesto, sólo descubrimos a algunos, y con frecuencia alguien aparece muerto en el campamento, degollado, sin que nadie haya visto u oído nada. No es algo poco común, señor. En este campo nos encontramos con un asesinato por semana.

Como era lógico, no tenía ningún interés en informar al servicio de inteligencia francés de mis propios temores. No me apetecía ser devuelto a La Santé, ni a ninguna de las otras cinco prisiones en las que había estado encerrado desde que dejé La Habana. Me había resignado a confiar en que, pasara lo que pasase, los franchutes me protegerían mientras creyesen que yo era su única baza para identificar y arrestar a Edgard de Boudel.

El hecho de que yo nunca hubiera visto, y ni siquiera hubiera o í do hablar, de alguien llamado Edgard de Boudel no ten í a importancia.

Yo hacía lo que me habían ordenado hacer los americanos en Landsberg. Cuando volví a mi habitación en la pensión Esebeck, en Göttingen, escribí una nota a mis controladores de la CIA en la que les explicaba mis progresos: cómo los franceses habían escuchado mi descripción de De Boudel, al mismo tiempo que les hacía el retrato de Erich Mielke; y por lo visto, aceptaron todo lo que les conté de Mielke -lo cual era falso- porque creyeron que todo lo que les conté de Edgard de Boudel era verdad. Esta operación era lo que Scheuer llamaba «la hermosa melliza». Los franceses -y lo que era todavía más importante, el agente soviético que los americanos sabían que trabajaba en la cúpula del SDECE en París- se sentirían más inclinados a creer mis mentiras sobre Mielke si lo que les contaba sobre De Boudel coincidía con lo que ellos ya sabían o sospechaban de él. La guinda de esta deliciosa tarta era la información (suministrada a los franceses por los británicos, que por supuesto la habían recibido de los americanos) de que Edgard de Boudel regresaba a Alemania como un antiguo prisionero de guerra, después de haber servido a los rusos en Indochina donde, como comisario político, había ayudado al Viet-Minh a interrogar y torturar a muchos soldados franceses, la mayoría de los cuales aún estaban cautivos en Indochina, hasta que las negociaciones de Ginebra concluyesen. Lo único que tenía que hacer era identificar a De Boudel, y los franceses, se suponía, me tratarían a mí y a toda la información referente a Mielke como si fuera oro en polvo; y con este fin, antes de mi «deportación» desde Landsberg a París estudié a fondo las únicas fotos conocidas de de Boudel. Se esperaba que estas dos fotos, junto con mi propio conocimiento de la vida de un prisionero de guerra alemán -por no mencionar mis antecedentes como detective de la Kripo-, me ayudarían a localizarlo para los franceses, y que éstos estarían entusiasmados conmigo como una de sus fuentes de inteligencia. Porque Edgard de Boudel era uno de los hombres más buscados en Francia.

Читать дальше
Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Похожие книги на «Gris de campaña»

Представляем Вашему вниманию похожие книги на «Gris de campaña» списком для выбора. Мы отобрали схожую по названию и смыслу литературу в надежде предоставить читателям больше вариантов отыскать новые, интересные, ещё непрочитанные произведения.


Philip Kerr - Esau
Philip Kerr
Philip Kerr - Prussian Blue
Philip Kerr
Philip Kerr - January Window
Philip Kerr
Philip Kerr - False Nine
Philip Kerr
Philip Kerr - Hitler's peace
Philip Kerr
libcat.ru: книга без обложки
Philip Kerr
Philip Kerr - Plan Quinquenal
Philip Kerr
Philip Kerr - Berlin Noir
Philip Kerr
Отзывы о книге «Gris de campaña»

Обсуждение, отзывы о книге «Gris de campaña» и просто собственные мнения читателей. Оставьте ваши комментарии, напишите, что Вы думаете о произведении, его смысле или главных героях. Укажите что конкретно понравилось, а что нет, и почему Вы так считаете.

x