Su propia respiración entrecortada lo despertó y se dio la vuelta en la cama para comprobar que seguía estando solo. Después, todo se mezcló en un torrente de truenos, sueño, ensoñaciones. Lo despertó a media noche el repiqueteo de la lluvia en la ventana. Se acercó y contempló las calles, donde el agua discurría por los bordillos de las aceras y un sombrero sin dueño bajaba llevado por el aire.
Cuando Harry despertó al oír el teléfono, lucía el sol y las calles estaban secas.
Miró el reloj de la mesilla. Faltaban dos horas para que saliese el vuelo a Oslo.
CALLE THERESE
15 de Mayo de 2000
Las paredes del despacho de Ståle Aune estaban pintadas de amarillo y las estanterías repletas de literatura científica y de dibujos de Aukrust.
– Siéntate, Harry -lo invitó el doctor Aune-. ¿Prefieres la silla o el diván?
Siempre lo recibía con las mismas palabras, y Harry respondió alzando la comisura del labio izquierdo con la misma sonrisa de siempre, una sonrisa de es-gracioso-pero-ya-lo-hemos-oído-antes. Cuando Harry lo llamó desde el aeropuerto de Gardermoen, Aune le respondió que podía recibirlo, aunque tenía poco tiempo, pues debía asistir a un seminario que se celebraba en Hamar y en el que el debía pronunciar la conferencia inaugural.
– La he titulado «Problemas relacionados con el diagnóstico del alcoholismo» -explicó Aune-. Pero no mencionaré tu nombre.
– ¿Por eso vas tan elegante? -quiso saber Harry.
– La ropa es uno de los aspectos externos que más nos identifican -respondió Aune pasándose la mano por la solapa de la chaqueta-. El tweed indica masculinidad y seguridad en uno mismo.
– ¿Y la pajarita? -preguntó Harry mientras sacaba el bolígrafo y el bloc de notas.
– Saber intelectual y arrogancia. Seriedad mezclada con algo de ironía respecto a uno mismo, si quieres. Más que suficiente para impresionar a mis colegas de segunda categoría, según he visto.
Aune se repantigó satisfecho en la silla y se pasó las manos por el prominente estómago.
– Bueno, háblame del desdoblamiento de personalidad. De la esquizofrenia, vamos.
Aune lanzó un gruñido:
– ¿En cinco minutos?
– A ver, hazme una síntesis.
– Para empezar, identificas desdoblamiento de personalidad con esquizofrenia, lo que constituye una de las confusiones más frecuentes arraigadas en la creencia popular. La esquizofrenia es la denominación de todo un grupo de patologías mentales distintas y no tiene nada que ver con la personalidad múltiple. Cierto que schizo es la raíz griega de división, pero lo que el doctor Eugen Bleuler quería decir es que las funciones psicológicas del cerebro de un esquizofrénico están divididas. Y si…
Harry señaló el reloj.
– Sí, eso es -recordó Aune-. Bien, el desdoblamiento de personalidad del que hablas es lo que los norteamericanos llaman MPD. Se trata de un trastorno de personalidad múltiple que se determina cuando se detectan dos o más personalidades en un individuo, las cuales se muestran dominantes de forma alternativa. Como ocurría con el doctor Jekyll y Mr. Hyde.
– Es decir, ¿existe?
– Claro que sí. Pero es rara; mucho más rara de lo que las películas de Hollywood quieren hacernos pensar. En mis veinticinco años de ejercicio como psicólogo, jamás he tenido la suerte de encontrarme con un solo caso de MPD. Aunque sé algo sobre ese trastorno.
– ¿Como qué?
– Como por ejemplo, que siempre va asociado a pérdidas de memoria. Es decir, en los pacientes aquejados de MPD, una de las personalidades puede despertarse con resaca sin saber que existe otra personalidad que es alcohólica. Vamos, que una de las personalidades puede ser alcohólica y la otra abstemia.
– Me figuro que eso no es así al pie de la letra, ¿verdad?
– Pues sí.
– Pero el alcoholismo también es una enfermedad física.
– Cierto. Y ésos son los aspectos que hacen del trastorno de personalidad múltiple una enfermedad tan fascinante. Tengo un informe de un paciente, una de cuyas personalidades fumaba sin cesar, mientras que la otra jamás tocó un cigarrillo. Y, si se tomaba la tensión cuando la personalidad activa era la del fumador, siempre estaba un veinte por ciento más alta. Por otro lado, las mujeres con trastorno de personalidad múltiple han declarado tener la menstruación varias veces al mes, porque cada personalidad tiene su propio ciclo.
– ¿Quieres decir que estas personas pueden modificar su propio físico?
– Hasta cierto punto, sí. De hecho, la historia sobre el doctor Jekyll y Mr. Hyde no está tan alejada de la verdad como podría creerse. En un caso célebre, descrito por el doctor Osherson, una de las personalidades era heterosexual, mientras que la otra era homosexual.
– ¿Pueden tener también distintas voces?
– Sí; de hecho, es uno de los modos en que mejor podemos observar los cambios entre las distintas personalidades.
– ¿Tan distintas que una persona que conozca bien al individuo en cuestión no sea capaz de identificar sus otras voces al teléfono, por ejemplo?
– Si la persona en cuestión no conoce la existencia de la otra personalidad, sí, hasta ese punto. En el caso de personas que sólo conocen al enfermo de trastorno de personalidad múltiple de forma superficial, los cambios de mímica y lenguaje corporal pueden ser suficientes como para que, aun estando sentados en la misma habitación, no la reconozcan.
– ¿Puede una persona con ese tipo de trastorno ocultarlo a sus allegados?
– Sí, es posible. La frecuencia con que se muestra una u otra personalidad es algo individual, y hay quien puede controlar dichos cambios en cierta medida.
– Pero, en ese caso, cada personalidad debe de conocer la existencia de las otras, ¿no?
– Claro, eso tampoco es infrecuente. Y, al igual que en la novela sobre el doctor Jekyll y Mr. Hyde, pueden producirse duros enfrentamientos entre las diversas personalidades, si tienen distintos objetivos, diversas concepciones morales, personas a su alrededor que la una aprecia y la otra no, etcétera.
– ¿Y qué me dices de la caligrafía? ¿Pueden hacer trampas con ella también?
– No se trata de hacer trampas, Harry. Tú tampoco eres exactamente la misma persona todo el tiempo. Cuando llegas a casa del trabajo, se producen en tu persona un sinfín de cambios imperceptibles en el tono de voz, en los movimientos de tu cuerpo y demás. Y es curioso que menciones la caligrafía, porque precisamente tengo por aquí, en algún sitio, un libro con fotografías de una carta escrita por un paciente con trastorno de personalidad múltiple con hasta diecisiete caligrafías totalmente distintas e identificables. A ver si lo encuentro un día que tenga tiempo de buscarlo.
Harry anotó alguna que otra palabra en su bloc.
– Distintos ciclos menstruales, distintas caligrafías…, eso es una locura -murmuró para sí.
– Tú mismo lo has dicho, Harry. Espero haberte sido de ayuda, porque ahora tengo que marcharme.
Aune pidió un taxi y salieron juntos a la calle. Mientras aguardaban en la acera, Aune le preguntó a Harry si tenía planes para el Diecisiete de Mayo.
– Mi mujer y yo vamos a invitar a desayunar a unos amigos. Sería un placer que vinieras.
– Muy amable, pero los neonazis están planeando «incordiar» a los musulmanes que celebran el Eid el diecisiete, y tengo que coordinar la vigilancia de la mezquita de Grønlandsleiret -explicó Harry, tan contento como turbado por la inesperada invitación-. A los solteros nos ponen a trabajar todos los festivos, ya sabes.
– ¿Y no podrías pasarte un rato simplemente? La mayoría de los invitados también tienen otras cosas que hacer después.
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