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Mary Clark: Misterio en alta mar

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Mary Clark Misterio en alta mar

Misterio en alta mar: краткое содержание, описание и аннотация

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El Royal Mermaid es el flamante buque que sirve de escenario a Mary Higgins, una vez mas acompañada de la pluma de su hija Carol, para contarnos una historia de suspense, e intriga, y porque no tambien cargada de humor, el anfitrion del crucero de lujo, ha querido invitar a personas que tienen algo en común, estan comprometidas con nobles causas humanitarias. Entre tanto filántopo, tambien han recibido una invitación de navidad para formar parte del pasaje, la detective amateur Alvirah Meehan y la investigadora privada Regan Reilly, ambas acompañadas por sus maridos, uno de los cuales no es otro que el jefe de brigada Jack Reilly. Para que la trama se pueda sustentar, dos peligrosos criminales fugados, a quienes ayuda el hijo del capitan, se disfrazan de Papá Noel, para pasar desapercibidos, una fuerte tormenta azota el barco, y una pasajera dice haber visto el fantasma de un famoso escritor, un pasajero acecha una valiosisima antigüedad, que será arrojada al mar en una ceremonia fúnebre. Repleta de humor y suspense, la novela te atrapa desde el principio, nuestros protagonistas iran uniendo las piezas que los llevaran a desentrañar el ‘ misterio en alta mar’ y no se puede hacer otra cosa que esperar el desenlace final, a la vez conmovedor y espeluznante, que tiene lugar la última noche del año.

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Era una pregunta retórica…

– Regan -prosiguió Alvirah-, Jack acaba de decirme que tiene dos semanas de vacaciones. ¿Qué tenéis que hacer el dia después de Navidad y los tres días siguientes?

– Nada en absoluto -contestó Regan-, Jack, nunca hemos hecho un crucero juntos, yo creo que sería divertido.

– Según las predicciones para la semana que viene, en el área de Nueva York va a hacer un frío de helado a glacial, o al revés, no sé, lo que sea más frío -les animó Willy. Sabía que en las dos horas que habían pasado desde que llegó la carta, Alvirah ya se había hecho ilusiones de que los Reilly los acompañaran al crucero-, Vamos a alquilar un avión privado para ir a Miami el día veintiséis -añadió, esperando que Alvirah no le delatara confesando no saber nada de ese plan-. Pensadlo. Un barco precioso, acompañados de buena gente… Podremos bañamos en la piscina en pleno diciembre, sentamos a leer en la cubierta… Seguro que habrá un montón de gente leyendo tus libros, Nora. ¿Qué me dices?

– Que parece demasiado bueno para ser verdad -contestó Nora, pero al cabo de un momento añadió-: Lo que sí es cierto es que siempre lo hemos pasado muy bien con vosotros, y la verdad es que me encantaría pasar unos días con mi niña y mi reciente yerno.

Alvirah sonrió triunfal. Era evidente que los Reilly se apuntarían al crucero. Nora y Regan ya estaban ilusionadas y Luke y Jack acabarían por ceder, aunque fuera de mala gana. Mientras brindaban por el crucero, Alvirah se alegró de no haber mencionado que el día anterior, en otro almuerzo benéfico, le había leído el futuro una vidente contratada como entretenimiento para recaudar más fondos. En cuanto le echó las cartas, la adivina abrió los ojos de tal manera que los párpados le desaparecieron.

– Veo una bañera -susurró-. Una bañera muy grande. Usted no está ahí segura. Escúcheme. Su cuerpo no debe estar rodeado de agua. Hasta después de fin de año, limítese a ducharse.

3

Domingo, 25 de diciembre

Bajo el manto de oscuridad de la noche de Navidad un bote de remos se deslizaba en silencio por un costado del Royal Mermaid , en el puerto de Miami. De la cubierta inferior lanzaron una escala de cuerda.

– Tú primero -gruñó Bala Rápida Tony Pinto, tendiéndole la escala a su compañero de crimen.

– Lo que pasa es que quieres asegurarte de que la cuerda no cederá antes de intentarlo tú -replicó en un tono gélido Barran Highbridge.

A pesar de todo se levantó tambaleándose, alzó un pie, probó la escala y empezó a subir.

– ¡Deprisa! -les apremió una voz desde arriba.

Larry el Adulador, al mando del bote, tendió una mano regordeta hacia Bala Rápida Tony-. No te preocupes, jefe. Te estaremos esperando en Fishbowl Island. Te llevaremos a tierra sin que nadie se entere y estarás libre. Intenta relajarte en el crucero.

– ¿Relajarme, escondido en un camarote con el idiota de Highbridge tres días enteros? Te dije que no quería fugarme con nadie más.

– Hemos tenido suerte de encontrar esta oportunidad -protestó Larry-. ¡Si el pobre imbécil del comodoro Weed conociera al canalla que tiene por sobrino! Para nosotros en cambio es una suerte. En cuanto la poli averigüe que es tu mujer la que lleva tu tobillera de seguridad, te van a estar buscando por todo el país.

– Desde luego que el sobrino es un canalla. Hay que ser canalla para cobrarme un millón de dólares por una estancia de tres noches.

– Quería más -le recordó Larry-. No fue fácil negociar con él.

Bala Rápida alzó la mirada y contempló en la oscuridad cómo Highbridge subía sin esfuerzo hasta cubierta y agarraba la mano que le tendían. Tony se levantó con el corazón acelerado, agarró la escala y apoyó el pie en el primer peldaño.

– Feliz Navidad -masculló amargamente. Luego se volvió hacia Larry-. Si quieres hacerme un regalo, averigua dónde esconden los federales al hijo de perra que me delató, y acaba con él.

Larry asintió.

– Sería un buen regalo -insistió Bala Rápida.

Eric, sudando profusamente, miraba desde arriba mientras Bala Rápida subía por la escala. Larry el Adulador le había advertido que si algo salía mal y Tony acababa en la cárcel, Eric acabaría en el fondo del mar.

Ahora vio horrorizado cómo a Bala Rápida se le caía la pistola del bolsillo al agua. Por lo menos no era culpa suya, pensó.

Por dos millones de dólares, uno por cada polizón, Eric estaba dispuesto a correr el riesgo.

Pero ahora Bala Rápida se acercaba cada vez más, maldiciendo y congestionado, hasta que por fin se aferró a la borda y dio con su corpachón en cubierta. Fue entonces cuando Eric se dio cuenta de que tal vez se había metido en camisa de once varas. Sabía que al otro tipo podía manejarlo. «Debería haberme limitado a los criminales con clase», se dijo.

– Seguidme -susurró, intentando adoptar un tono autoritario para aparentar estar al mando.

No hacía falta que les advirtiera que no debían hacer ruido. La mayor parte de la tripulación ya estaba a bordo preparando el viaje inaugural, pero era tarde Y el barco estaba en silencio.

Los dos criminales, ataviados con sudad eras con capucha y gafas de sol, siguieron a Eric por una escalera de servicio hasta la cubierta superior del barco. Eric miró el pasillo enmoquetado. No había moros en la costa. Les hizo una seña para que siguieran avanzando. Al pasar por la puerta del comodoro, a Highbridge se le cayó algo de la sudadera al suelo, y aunque la moqueta era gruesa, se oyó el golpe.

– Joder, mi neceser -susurró Highbridge.

Fue a agacharse para cogerlo y resbaló. Al intentar recuperar el equilibrio, chocó sin querer contra la puerta del comodoro, evitando por los pelos el timbre en forma de sirena.

A Eric casi se le para el corazón. Su tío tenía el sueño ligero y solía pasarse las noches leyendo. Echó a correr por el pasillo, seguido de cerca por los otros dos, hasta detenerse delante de su camarote. Metió la llave en la cerradura con mano trémula. La luz verde se encendió, la cerradura electrónica emitió un alegre pitido y se abrió la puerta. Los dos fugitivos entraron tras él y Eric cerró con llave.

El asistente había corrido ya las cortinas de la ventana. También habían dejado un caramelo en la almohada. Tony Bala Rápida se sentó pesadamente en el sillón mientras Highbridge tiraba el neceser sobre la cama con un suspiro.

Menudos compañeros de camarote, pensó Eric. Tony, un peligroso capo del crimen, Y Highbridge, que a pesar de haber nacido en cuna de oro se había dedicado a estafar por puro amor al arte. Ambos en torno a los cuarenta y cinco años. Tony era más bien bajo, pero corpulento, un poco calvo y con la cara como si hubiera boxeado en varios combates. Highbridge, por su parte, era alto y delgado, de pelo castaño oscuro, rasgos aristocráticos y una expresión de desdén que seguramente era de nacimiento.

En ese momento llamaron a la puerta y el ambiente se electrizó en el camarote. Eric señaló el armario, donde Tony y Highbridge desaparecieron en un instante.

– ¿Eric, estás ahí? -llamó el comodoro Weed desde el pasillo.

Eric encendió la luz del baño y descolgó el albornoz para sugerir que estaba a punto de desvestirse. Con el albornoz en el brazo abrió la puerta. El tío Randolph era toda una aparición, con su pijama blanco y azul hecho a medida con un velero bordado en la solapa.

– Hola -saludó Eric con voz soñolienta.

– ¿Te importa que pase? -preguntó Weed con tono lastimero.

Eric no tuvo más remedio que abrir del todo la puerta y dejarle entrar.

– Oí un golpe en mi puerta y salí al pasillo justo a tiempo de verte cerrar tu camarote. Supongo que tú tampoco puedes dormir, ¿eh?

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