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Mary Clark: Misterio en alta mar

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Mary Clark Misterio en alta mar

Misterio en alta mar: краткое содержание, описание и аннотация

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El Royal Mermaid es el flamante buque que sirve de escenario a Mary Higgins, una vez mas acompañada de la pluma de su hija Carol, para contarnos una historia de suspense, e intriga, y porque no tambien cargada de humor, el anfitrion del crucero de lujo, ha querido invitar a personas que tienen algo en común, estan comprometidas con nobles causas humanitarias. Entre tanto filántopo, tambien han recibido una invitación de navidad para formar parte del pasaje, la detective amateur Alvirah Meehan y la investigadora privada Regan Reilly, ambas acompañadas por sus maridos, uno de los cuales no es otro que el jefe de brigada Jack Reilly. Para que la trama se pueda sustentar, dos peligrosos criminales fugados, a quienes ayuda el hijo del capitan, se disfrazan de Papá Noel, para pasar desapercibidos, una fuerte tormenta azota el barco, y una pasajera dice haber visto el fantasma de un famoso escritor, un pasajero acecha una valiosisima antigüedad, que será arrojada al mar en una ceremonia fúnebre. Repleta de humor y suspense, la novela te atrapa desde el principio, nuestros protagonistas iran uniendo las piezas que los llevaran a desentrañar el ‘ misterio en alta mar’ y no se puede hacer otra cosa que esperar el desenlace final, a la vez conmovedor y espeluznante, que tiene lugar la última noche del año.

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– Buen intento -gritó Jack, mientras Ted y él los abatían.

En mitad de todo aquel caos, el cofre de plata quedó por un momento abandonado en cubierta. Winston corrió hacia él, lo cogió y se dirigió también al helicóptero. Gwendolyn, siempre en competencia con su hermana y la mejor corredora de su clase de gimnasia, salió detrás de él. Se lanzó hacia sus piernas y Winston también cayó despatarrado al suelo. La niña agarró el cofre y echó a correr hacia la borda gritando:

– ¡Esto no está bien! ¡El comodoro quería que su madre se fuera al mar aquí!

Alzó la caja sobre su cabeza y la arrojó con todas sus fuerzas sobre la borda.

Regan se acercó a la carrera.

– ¡Dios mío! -gritó, al ver que la caja voladora no solo se dirigía hacia el mar, sino también hacia la cabeza de Alvirah-. ¡Cuidado, Alvirah! -chilló.

Miró frenética a su alrededor, vio un salvavidas blanco colgado de un gancho, lo agarró, subió a la borda y se tiró al mar.

– ¡Regan! -exclamó Nora.

– ¡Cojan ese cofre! -chilló Brevers-. ¡No tiene precio!

Alvirah, que siempre había conocido el valor del dinero, tendió la mano a pesar de estar exhausta y, estirando los brazos con todas sus fuerzas, atrapó el cofre justo cuando caía al agua. Un momento más tarde se acercó Regan empujando el salvavidas.

– Agárrate a esto, Alvirah.

Alvirah le pasó el cofre y agarró con los brazos el salvavidas en el que se leía CRUCERO SANTA CLAUS en vistosas letras.

– Esto es lo que consigo por mis buenas obras -intentó bromear, mientras se esforzaba por recuperar el resuello-. Ya te dije que el crucero sería emocionante. -Tenía los brazos tan entumecidos y fríos que empezaba a soltarse del salvavidas-. No sé si puedo agarrarme…

Un fuerte brazo la cogió de la cintura.

– Ya te tengo, Alvirah.

Era Jack.

– Siempre se puede contar con vosotros dos -resolló ella-. ¿Willy está bien?

– Estará mucho mejor cuando te subamos a bordo.

Alvirah se notaba desfallecer.

– Una cosa más -susurró apremiante-. Bala Rápida y Highbridge están en una balsa a la popa del barco, intentando escapar. Eric es su cómplice.

Y por fin aliviada al ver que estaba en manos de sus buenos amigos y que se había hecho justicia, Alvirah se permitió perder el conocimiento.

54

Viernes, 30 de diciembre

Tres días más tarde, el crucero de Santa Claus, menos todos los conocidos delincuentes que iban a bordo, entraba en el puerto de Miami.

Alvirah y Willy, Regan y Jack, Luke y Nora, Ivy, Maggie, Ted Cannon, Bosley Brevers y Gwendolyn y Fredericka, acompañadas por sus amantes padres, habían ido a despedirse del como doro en su suite. Dudley y el doctor Gephardt estaban también presentes.

El comodoro miró la vitrina de cristal donde reposaban una vez más las cenizas de su madre, esta vez en su urna original, que albergaba antes el cofre de plata. El enjambre de policías que había entrado en el barco una hora después del estallido del caos se encontraban previamente en el agua no lejos de allí, investigando una posible operación de contrabando de drogas. Al final resultó ser una pista falsa, y estaban a punto de volver a Miami cuando recibieron la llamada sobre el crucero de Santa Claus. Además del surtido de delincuentes, se habían hecho cargo también del joyero de Cleopatra, que habiendo sido robado cuando estaba en calidad de préstamo en el museo de Boston, pronto estaría de vuelta en Egipto.

– Me quedaré con mi madre hasta el próximo crucero -comentó el comodoro por milésima vez en las últimas setenta y dos horas-. Es evidente que no quería marcharse todavía. ¡Pero cómo le habría gustado saber que descansaba en el joyero de Cleopatra! -Luego meneó la cabeza-. A mi madre nunca le gustó mucho Eric. Y francamente, por más que lo intenté, a mí tampoco. Me ha dolido ver hasta qué punto me ha traicionado. Una buena temporada en prisión tal vez le ayude a darse cuenta de sus errores. Pero lo que de verdad no puedo creer es que mi ex mujer, Reeney, con quien he sido de lo más generoso, fuera la que planeara el robo del cofre de plata, y que incluso llegara a introducir a Winston en mi casa. ¡Es de lo más humillante! Sabía que le gustaban las antigüedades, ¡pero pensar que era el cerebro de una banda que llevaba años comprando y vendiendo antigüedades robadas! ¡Es increíble! Ni siquiera se inmutó cuando le enseñé la caja de plata y le conté que me la había encontrado rebuscando al dar con una especie de resorte que abría un panel en un armario de mi suite. Lo único que me dijo es que era un cofre muy mono. ¡Muy mono!, me dijo. ¡Que era muy mono!

Fredericka se levantó de un brinco para rodear con el brazo al comodoro, logrando así interrumpir su monólogo, que a esas alturas todos los presentes conocían muy bien.

– No estés triste, tío Randolph. Ahora nosotros somos tu familia.

– ¡Para siempre! -añadió Gwendolyn.

– Ya lo sé -contestó suavemente el comodoro.

Y se le quebró la voz.

Algunos más que otros, pensó Alvirah, al ver la tierna mirada que intercambiaba con Ivy. También advirtió que Maggie y Ted entrelazaban sus dedos, sentados el uno junto al otro en el sofá. Aquello había resultado ser el Barco del Amor, pensó encantada.

Dudley se apresuró a alzar la copa antes de que el comodoro pudiera dispararse otra vez.

– Propongo un brindis. Por todos ustedes, nuestros pasajeros en este crucero tan especial, tan memorable -comenzó.

Willy miró a Alvirah.

– ¿Memorable? -masculló-. ¿Lo dice de broma?

– Me temo que no -dijo Alvirah sonriendo.

Su marido no se había apartado de su lado desde que sacaron del agua tres días atrás.

– Lo he oído -dijo Dudley echándose a reír-. Ha sido memorable, sí. Memorable y a la vez maravilloso. Es maravilloso tenerlos a todos ustedes como nuevos amigos. Seguro que el comodoro estará de acuerdo en que todos serán siempre bienvenidos como invitados en el Royal Mermaid .

«Ya estamos otra vez -pensó divertido Weed-. Ya está dando lo que no le pertenece.»

– Pero apresúrense a reservar su plaza -prosiguió Dudley-. Con tantas emociones, las reservas se están agotando. Nuestros primeros cuatro cruceros ya están completamente llenos.

Regan sonrió al ver la expresión de su padre. Sabía muy bien lo que estaba pensando: «Por suerte para nosotros». Se volvió hacia Jack y él le guiñó el ojo. Era evidente que pensaba justo lo mismo. «Bueno, tenemos suerte -se dijo Regan-. Tenemos mucha suerte por muchas cosas.»

Veinte minutos más tarde se encontraban en la cubierta al sol, mientras el piloto del barco los dirigía al muelle. Bianca García saludó radiante al crucero, una aventura que la había lanzado a la escena de las noticias nacionales. Su cadena había contratado una pequeña banda, y en cuanto el barco se detuvo comenzaron a tocar «Auld Lang Syne».

Los pasajeros, todos los cuales habían disfrutado de un crucero inolvidable, se unieron a la canción.

– «Tomaremos una copa de bondad…»

El viaje del crucero de Santa Claus había concluido… Y un nuevo año estaba a punto de comenzar.

Mary Higgins Clark, Carol Higgins Clark

Misterio en alta mar - фото 2
***
Misterio en alta mar - фото 3
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