David - FUEGO.PDF
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¿alguien conoce alguna otra?
Harry miró a su alrededor. A juzgar por la expresión de sus compañeros, parecía que todos se preguntaban qué le iba a suceder a la última araña. La mano de Hermione tembló un poco cuando se alzó por tercera vez.
—¿Sí? —dijo Moody, mirándola.
—Avada Kedavra —susurró ella.
Algunos, incluido Ron, le dirigieron tensas miradas.
—¡Ah! —exclamó Moody, y la boca torcida se contorsionó en otra ligera sonrisa—. Sí, la última y la peor. Avada Kedavra : la maldición asesina.
Metió la mano en el tarro de cristal, y, como si supiera lo que le esperaba, la tercera araña echó a correr despavorida por el fondo del tarro, tratando de escapar a los dedos de Moody, pero él la atrapó y la puso sobre la mesa. La araña correteó por la superficie.
Moody levantó la varita, y, previendo lo que iba a ocurrir, Harry sintió un repentino estremecimiento.
— ¡Avada Kedavra! —gritó Moody.
Hubo un cegador destello de luz verde y un ruido como de torrente, como si algo vasto e invisible planeara por el aire. Al instante la araña se desplomó patas arriba, sin ninguna herida, pero indudablemente muerta. Algunas de las alumnas profirieron gritos ahogados. Ron se había echado para atrás y casi se cae del asiento cuando la araña rodó hacia él.
Moody barrió con una mano la araña muerta y la dejó caer al suelo.
—No es agradable —dijo con calma—. Ni placentero. Y no hay contramaldición.
No hay manera de interceptaría. Sólo se sabe de una persona que haya sobrevivido a esta maldición, y está sentada delante de mí.
Harry sintió su cara enrojecer cuando los ojos de Moody (ambos ojos) se clavaron en los suyos. Se dio cuenta de que también lo observaban todos los demás. Harry miró la limpia pizarra como si se sintiera fascinado por ella, pero no veía nada en absoluto...
De manera que así habían muerto sus padres... exactamente igual que esa araña.
¿También habían resultado sus cuerpos intactos, sin herida ni marca visible alguna?
¿Habían visto el resplandor de luz verde y oído el torrente de muerte acercándose velozmente, antes de que la vida les fuera arrancada?
Harry se había imaginado la muerte de sus padres una y otra vez durante los últimos tres años, desde que se había enterado de que los habían asesinado, desde que había averiguado lo sucedido aquella noche: que Colagusano los había traicionado revelando su paradero a Voldemort, el cual los había ido a buscar a la casa de campo; que Voldemort había matado en primer lugar a su padre; que James Potter había intentado enfrentarse a él, mientras le gritaba a su mujer que cogiera a Harry y echara a correr... y que Voldemort había ido luego hacia Lily Potter y le había ordenado hacerse a un lado para matar a Harry; que ella le había rogado que la matara a ella y no al niño, y se había negado a dejar de servir de escudo a su hijo... y que de aquella manera Voldemort la había matado a ella también, antes de dirigir la varita contra Harry...
Harry estaba al tanto de aquellos detalles porque había oído las voces de sus padres al enfrentarse con los dementores el curso anterior. Porque ésa era la terrible arma de los dementores: obligar a su víctima a revivir los peores recuerdos de su vida, y ahogarla, impotente, en su propia desesperación...
Moody había vuelto a hablar; desde la distancia, según le parecía a Harry.
Haciendo un gran esfuerzo, volvió al presente y escuchó lo que decía el profesor.
— Avada Kedavra es una maldición que sólo puede llevar a cabo un mago muy poderoso. Podríais sacar las varitas mágicas todos vosotros y apuntarme con ellas y decir las palabras, y dudo que entre todos consiguierais siquiera hacerme sangrar la nariz. Pero eso no importa, porque no os voy a enseñar a llevar a cabo esa maldición.
»Ahora bien, si no existe una contramaldición para Avada Kedavra, ¿por qué os la he mostrado? Pues porque tenéis que saber. Tenéis que conocer lo peor. Ninguno de vosotros querrá hallarse en una situación en que tenga que enfrentarse a ella. ¡ALERTA PERMANENTE! —bramó, y toda la clase volvió a sobresaltarse.
»Veamos... esas tres maldiciones, Avada Kedavra , cruciatus e imperius , son conocidas como las maldiciones imperdonables . El uso de cualquiera de ellas contra un ser humano está castigado con cadena perpetua en Azkaban. Quiero preveniros, quiero enseñaros a combatirlas. Tenéis que prepararos, tenéis que armaros contra ellas; pero, por encima de todo, debéis practicar la alerta permanente e incesante. Sacad las plumas y copiad lo siguiente...
Se pasaron lo que quedaba de clase tomando apuntes sobre cada una de las maldiciones imperdonables. Nadie habló hasta que sonó la campana; pero, cuando Moody dio por terminada la lección y ellos hubieron salido del aula, todos empezaron a hablar inconteniblemente. La mayoría comentaba cosas sobre las maldiciones en un tono de respeto y temor.
—¿Visteis cómo se retorcía?
—Y cuando la mató... ¡simplemente así!
Hablaban sobre la clase, pensó Harry, como si hubiera sido un espectáculo teatral, pero para él no había resultado divertida. Y, a juzgar por las apariencias, tampoco para Hermione.
—Daos prisa —les dijo muy tensa a Harry y Ron.
—¿No vuelves a la condenada biblioteca? —preguntó Ron.
—No —replicó Hermione, señalando a un pasillo lateral—. Neville.
Neville se hallaba de pie, solo en mitad del pasillo, dirigiendo al muro de piedra que tenía delante la misma mirada horrorizada con que había seguido a Moody durante la demostración de la maldición cruciatus .
—Neville... —lo llamó Hermione con suavidad.
Neville la miró.
—Ah, hola —respondió con una voz mucho más aguda de lo usual—. Qué clase tan interesante, ¿verdad? Me pregunto qué habrá para cenar, porque... porque me muero de hambre, ¿vosotros no?
—Neville, ¿estás bien? —le preguntó Hermione.
—Sí, sí, claro, estoy bien —farfulló Neville atropelladamente, con la voz demasiado aguda—. Una cena muy interesante... clase, quiero decir... ¿Qué habrá para cenar?
Ron le dirigió a Harry una mirada asustada.
—Neville, ¿qué...?
Oyeron tras ellos un retumbar sordo y seco, y al volverse vieron que el profesor Moody avanzaba hacia allí cojeando. Los cuatro se quedaron en silencio, mirándolo con aprensión, pero cuando Moody habló lo hizo con un gruñido mucho más suave que el que le habían oído hasta aquel momento.
—No te preocupes, hijo —le dijo a Neville—. ¿Por qué no me acompañas a mi despacho? Ven... tomaremos una taza de té.
Neville pareció aterrorizarse aún más ante la perspectiva de tomarse un té con Moody. Ni se movió ni habló.
Moody dirigió hacia Harry su ojo mágico.
—Tú estás bien, ¿no, Potter?
—Sí —contestó Harry en tono casi desafiante.
El ojo azul de Moody vibró levemente en su cuenca al escudriñar a Harry. Luego dijo:
—Tenéis que saber. Puede parecer duro, pero tenéis que saber. No sirve de nada hacer como que... bueno... Vamos, Longbottom, tengo algunos libros que podrían interesarte.
Neville miró a sus amigos de forma implorante, pero ninguno dijo nada, así que no tuvo más remedio que dejarse arrastrar por Moody, que le había puesto en el hombro una de sus nudosas manos.
—Pero ¿qué pasaba? —preguntó Ron observando a Neville y Moody doblar la esquina.
—No lo sé —repuso Hermione, pensativa.
—¡Vaya clase!, ¿eh? —comentó Ron, mientras emprendían el camino hacia el Gran Comedor—. Fred y George tenían razón. Este Moody sabe de qué va la cosa, ¿a que sí? Cuando hizo la maldición Avada Kedavra , ¿te fijaste en cómo murió la araña, cómo estiró la pata?
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