Easy PDF Copyright © 1998,2005 Visage Software
This document was created with FREE version of Easy PDF.Please visit http://www.visagesoft.com for more details HARRY POTTER Y EL PRINCIPE MESTIZO
- Capitulos:
1. El Otro Ministro
2. Spinner's End
3. Lo Hará o no lo Hará
4. Horace Slughorn
5. Un Exceso de Flema
6. El desvío de Draco
7. El Club Slug
8. Snape Victorioso
9. El Príncipe mestizo
10. La casa de Gaunt
11. La Ayuda de Hermione.
12. Plata y ópalos
13. El Riddle Secreto
14. Felix Felicis
15. La Promesa Irrompible
16. Una Navidad muy Fría
17. El recuerdo de Slug
18. Sorpresa de Cumpleaños
19. Seguimientos de Elfos
20. El Pedido de Lord Voldemort
21. La Habitación Desconocida
22. Después del Entierro
23. Horcruxes
24. Sectusempra
25. La Adivinadora Escuchada
26. La Cueva
27. La Torre golpeada por el Rayo
28. La Huída del Príncipe
29. El Lamento del Fénix
30. La Tumba Blanca
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This document was created with FREE version of Easy PDF.Please visit http://www.visagesoft.com for more details Capítulo 1: El Otro Ministro
Era cerca de la medianoche, y el Primer Ministro estaba sentado solo en su oficina, leyendo un largo memorando que se cruzaba por su cabeza sin dejar el más pequeño rastro de entendimiento. Esperaba una llamada de un Presidente de un país muy lejano, y entre preguntándose cuándo el irritante hombre llamaría, y tratando de olvidar recuerdos desagradables de lo que había sido una larga, agotadora y dificultosa semana, no había más espacio en su cabeza para algo más. Lo más que intentó fue enfocar su vista en las impresiones de la página que estaba frente a él, lo más claro que el Primer Ministro pudo ver era la regodeada cara de sus opositores políticos. Este oponente particular había aparecido en las noticias ese mismo día, no sólo para enumerar las terribles cosas que habían ocurrido la última semana (como si alguien necesitaba que se las recuerden), pero también para explicar por qué cada uno y todos ellos era la falla del gobierno.
El pulso del Primer Ministro se aceleraba ante la gravedad de aquellas acusaciones que no eran ni justas ni ni verdaderas. ¿Cómo demonios iba a hacer el gobierno para detener el colapso de ese puente? Era un ultraje para quien sugiriera que no se habían ocupado de los puentes. El puente tenía unos 10 años, y los mejores expertos estaban perdidos al intentar explicar por qué se había dividido claramente en dos, enviando una docena de automóviles a las profundidades marinas del río. ¿Y cómo nadie podría atreverse a sugerir que la ausencia de la policía era la causante de esos dos desagradables y bien publicados asesinatos? ¿O que el gobierno debería haber previsto aquel peculiar huracán en el West Country que había casuado grandes daños tanto a personas como propiedades materiales? ¿Y era su culpa que uno de sus Ministros jóvenes, Herbert Clorkley, eligiera esta semana para actuar tan peculiarmente que ahora estaba pasando más tiempo con su familia?
'Una severa atmósfera ha azotado al país,' había concluído el oponente, apenas consolando su amplia sonrisa.
Y, desafortunadamente, esto era perfectamente verdad. El Primer Ministro se sintió a sí mismo; la gente se veía más miserable que de lo común. Hasta el tiempo era horroroso; toda esta fresca neblina a mitad de Julio ... No estaba bien, no era normal ...
Pasó a la segunda hoja del memorando, vio cuán larga era, y trabajó sin ganas. Estirando sus brazos por encima de su cabeza, recorrió su oficina mirando mortificadamente. Era una habitación muy agradable, con un fino hogar-chimenea de mármol frente a la gran faja de la ventana, firmemente cerrada para enfrentar el destemporado frío. Con un suave tiriteo, el Primero Ministro se paró y se dirijió hasta la ventana, mirando la delgada neblina que lo presionaba contra el cristal. Fue cuando, mientras permanecía de espaldas a la habitación, escuchó un débil estornudo detrás de él.
Sintió frío, cara a cara con su propio reflejo en el que se veía una mirada miedosa en el oscuro vidrio. Él conocía esa tos. La había escuchado antes. Se dio vuelta, lentamente, para ponerse nuevamente de frente a la habitación.
'¿Hola?' dijo, tratando de sonar más valiente de lo que se sentía.
Por un breve momento se esperanzó en que nadie pudiese responderle. Sin embargo, una voz respondió al unísono, una fría y decisiva voz que sonaba como si estuviese leyendo una declaración ya preparada. Venía - como el Primer Ministro se imaginó gracias al primer tosido - del pequeño hombre parecido a una rana, que tenía una larga y plateada cabellera que estaba descripta en una pequeña, sucia y antigua pintura en la lejana esquina de la habitación.
'Para el Primer Ministro de los Muggles. Visita Urgente. Amablemente respondió inmediatamente. Atentamente, Fudge.' El hombre en la pintura miró inquietamente al Primer Ministro.
'Este,' dijo el Primer Ministro, 'escucha ... no es un buen momento para mí ... estoy esperando una llamada telefónica, ya ves ... del presidente de ...'
'Eso puede cambiarse,' dijo el portarretratos al unísono. El corazón de Primer Ministro se sobresaltó. Había tenido miedo al respecto.
'Pero preferiría hablar-'
'Podríamos arreglar para que el presidente se olvide de llamar. Llamará mañana en la noche,' dijo el pequeño hombre.
'Amablemente respóndale inmediatamente al Señor Fudge.'
'Yo ... oh ... muy bien,' dijo el Primer Ministro débilmente. 'Sí, veré a Fudge.'
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This document was created with FREE version of Easy PDF.Please visit http://www.visagesoft.com for more details Se volvió a su escritorio, acomodándose su corbata mientras se iba. Apenas había dejado su asiento, y cambiado su cara en lo que esperó sea una expresión relajada y sin muestra de nada, cuando unas llamas verdes brillosas rompieron en el lugar, en la vacía reja que estaba debajo de la chimenea de mármol. Miró, tratando de no demostrar un parpadeo de sorpresa o alarma, cuando un hombre de porte se apareció de entre las llamas, dando vueltas tan rápido como un topo. Segundo después, se había incorporado a una muy antigua y agradable alfombra, sacándose las cenizas de las mangas de su larga capa a rayas, y de su sombrero en forma de palangana de color verde-lima que llevaba en una de sus manos.
'Ah ... Primer Ministro, ' dijo Cornelius Fudge, estrechándole su mano. 'Encantado de volverlo a ver.'
El Primer Ministro no pudo devolver honestamente este gesto, por lo que no dijo nada. No estaba para nada encantado de ver a Fudge, el cual se había aparecido en ocasiones, aparte de ser de evidentes alarmas, generalmente significaban que iba a escuchar muy malas noticias. Sin embargo, Fudge se veía agobiado. Estaba más delgado, canoso y grisáceo, y su cara tenía una mirada un tanto arrugada. El Primer Ministro ya había visto ese tipo de miradas en los políticos con anterioridad, y nunca lo notaba amigable.
'¿En qué te puedo ayudar?' dijo, estrechando la mano de Fudge por un corto instante y gesticulando hacia una de las sillas más masizas que estaba frente al escritorio.
'Difícil de saber por dónde comenzar,' murmuró Fudge, parando la silla, sentándose y poniendo su verde sombrero en sus rodillas. 'Qué semana ... qué semana ...'
'¿También tuviste una mala semana?' preguntó el Primer Ministro forzadamente, tratando de transmitir así que ya tenía bastante en su plato sin ninguna ayuda de Fudge.
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