Ayn Rand - Los que vivimos

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Como la camarada Bitiuk se lo estaba recordando continuamente, la "Casa del Campesino" era el corazón de una red gigantesca cuyas venas transmitían los rayos benéficos de la cultura proletaria a los rincones más oscuros de los pueblos más lejanos. Representaba los brazos amorosos de la ciudad, abiertos para dar la bienvenida a todos los delegados de los pueblos y, en general, a todos los camaradas que desde sus campos iban a la capital. Allí estaba, como un guía y un intérprete, devoto sirviente de todos ellos para todo cuanto necesitasen en el orden cultural y espiritual.

Desde su mesa, Kira observaba a la camarada Bitiuk que hablaba efusivamente por teléfono:

"Sí, sí, camarada, todo está listo. A la una los camaradas campesinos de la delegación siberiana visitarán el Museo de la Re volución… La historia de nuestra revolución desde los primeros días… una lección fácilmente comprensible de historia del proletariado… en dos horas… de gran utilidad… y disponemos también de un guía especial… A las tres los campesinos visitarán nuestro club marxista, donde se ha preparado una conferencia especial sobre "Problemas de las ciudades y los pueblos soviéticos…" A las cinco se espera a los camaradas campesinos en un círculo de pioneros donde los muchachos celebrarán un mitin especial en su honor. A las siete los camaradas campesinos irán a la ópera; les hemos reservado dos palcos en el Marinsky, donde representan Aída."

Cuando había colgado el receptor, daba una vuelta en su silla y ordenaba en tono militar:

– Camarada Argounova, ¿tiene la solicitud de la conferencia oficial?

– No, camarada Bitiuk.

– Camarada Ivanova, ¿ha puesto usted a máquina esta solicitud?

– ¿Qué solicitud, camarada Bit…?

– La solicitud de una conferencia especial para la delegación de los camaradas campesinos de Siberia.

– Pero usted no me ha dicho que pusiera a máquina ninguna solicitud, camarada Bitiuk.

– Se la dejé sobre su mesa, escrita a mano por mí misma. -¡Ah, sí, claro está! ¿Es ésta? La vi, pero no sabía que tuviera que copiarla a máquina, camarada Bitiuk. Y la cinta de la máquina está rota.

– Camarada Argounova, ¿tiene usted la petición aprobada de una cinta nueva para la máquina de escribir de la camarada Ivanova?

– No, camarada Bitiuk.

– ¿Pues dónde está? -En la oficina del camarada Voronov.

– ¿Y qué hace allí?

– El camarada Voronov no la ha firmado todavía.

– ¿La han firmado los otros?

– Sí, camarada Bitiuk. La han firmado el camarada Syerov, el camarada Pereverstov y la camarada Vlassova. Pero el camarada Voronov no la ha devuelto todavía.

– Hay gente que no se da cuenta de la tremenda importancia cultural de nuestro trabajo. -La camarada Bitiuk se irritaba, pero, dándose cuenta de la mirada fría y suspicaz de la muchacha de la chaqueta de cuero al oír su crítica de un alto funcionario, se apresuraba a corregirse.

– Lo decía por usted, camarada Argounova. No demuestra usted bastante interés por su trabajo ni por la conciencia proletaria. Ocúpese usted de que se firme esta petición.

– Sí, camarada Bitiuk.

Durante horas y horas, flaca y pálida bajo su descolorido abrigo viejo, Kira registraba documentos escritos a mano, documentos escritos a máquina, certificados, informes, cuentas, demandas que debían registrarse donde nadie volvía a verlas jamás; contaba libros, columnas de libros, montañas de libros acabados de imprimir que le manchaban los dedos de tinta, libros de cubiertas de papel blanco y rojo que había que enviar a las organizaciones de campesinos de todo el país. Lo que tenéis que hacer por la unión, El campesino rojo, El taller y el arado, El abecé del co munismo, El camarada Lenin y el camarada Marx.

Abundaban las llamadas telefónicas, la gente que entraba y salía y a la que había que tratar de "camarada" o "ciudadano", había que repetir innumerables veces, mecánicamente, como un gramófono a toda prueba, imitando las inflexiones de voz entusiásticas de la camarada Bitiuk: "De este modo, camarada, se contribuye a la unión y al progreso del proletariado."

A veces iba en persona a la oficina algún camarada campesino. Se quedaba detrás de la valla, estrujando tímidamente la gorra de piel en una mano y rascándose la cabeza con la otra. Iba asintiendo lentamente con la cabeza, sin comprender una palabra, y sus ojos atónitos no se apartaban de Kira, que le decía:

– … y hemos combinado una visita al Palacio de Invierno, para los camaradas de vuestra delegación; así verán cómo vivía el zar… una lección visual, sobre la tiranía de clase…

El campesino murmuraba en su rubia barba:

– Así, eso de la escasez de trigo…

– Luego, después de la visita hemos organizado una conferencia sobre La destrucción del capitalismo…

Cuando el camarada campesino se marchaba, Nina y Tina daban una vuelta, con cautela, por donde él había estado, inspeccionando la barandilla de hierro. Una vez Kira vio a Nina que aplastaba algo con la uña del pulgar.

Aquella mañana, Kira estaba preocupada. Mientras subía a su oficina se había fijado en el Diario Mural del rellano. La "Casa del Campesino", como todas las demás instituciones, tenía su diario mural, al que colaboraban los empleados y que publicaba la célula comunista local; todas las semanas salía un número nuevo, que se pegaba en algún sitio a propósito para que todos los camaradas pudiesen verlo. Los diarios murales debían estimular el espíritu social y la conciencia de la actividad colectiva: estaban dedicados a las "Noticias locales de importancia social y a la crítica proletaria constructiva".

El diario mural de la "Casa del Campesino" era un metro cuadrado de tiras de papel impreso, pegadas a una tabla oscura, con los títulos en mayúsculas a mano, de color rojo y azul. Había un artículo de fondo sobre "lo que cada uno de nosotros, cama-radas, debe hacer por la unión", un artículo humorístico sobre "cómo atravesaremos de parte a parte el vientre del extranjero imperialista", había el poema Ritmo de trabajo, de un poeta de la casa, una caricatura de un artista de la casa que representaba a un hombre gordo con chistera, sentado en el retrete y había muchas notas de crítica proletaria constructiva.

"La camarada Chernova lleva medias de seda. Ya es hora de que recuerdes que este alarde de lujo es antiproletario, camarada Chernova."

"Un camarada que ocupa una elevada posición ha permitido últimamente que su posición se le subiera a la cabeza. Se sabe que se ha mostrado brusco y rudo con dos jóvenes miembros del Komsomol. Esto es una advertencia, camarada. Muchas cabezas mejores que la tuya han caído en alguna reducción de personal."

"El camarada E. Ovsov charla demasiado cuando se le interroga sobre cosas de su oficina. Esto trae consigo la pérdida de un tiempo precioso y está en completa contradicción con el espíritu de eficiencia proletaria."

"Cierto camarada, que muchos reconocerán por esta nota, se olvida de apagar la luz cuando sale del retrete. La electricidad, camarada, cuesta cara al Estado soviético."

"Se nos dice que la camarada Argounova carece de espíritu social. Ya pasaron los tiempos de las arrogantes actitudes burguesas, camarada Argounova."

Kira se quedó inmóvil; oía los latidos de su corazón. Nadie se atrevía a no hacer caso del poderoso dedo acusador del diario mural. Todo el mundo se fijaba en él, algo nerviosamente; todo el mundo se inclinaba ante su veredicto, desde Nina y Tina hasta el propio camarada Voronov. El diario mural era la voz de la actividad social. Nadie, ni siquiera Andrei Taganov, podía salvar a quienes eran tachados de "elementos antisociales". Se había hablado de reducción del personal. Kira sintió frío en el espinazo. Pensó que el día antes, Leo sólo había comido mijo; se acordó de la tos de Leo.

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