Manuel Montalbán - Sabotaje Olímpico

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Pepe Carvalho nació en Yo maté a Kennedy, en 1970. Desde entonces, Vázquez Montalbán ha escrito una decena de novelas en las que el peculiar detective es el protagonista. Destacan, por citar sólo algunos títulos, Tatuaje, Las pájaros de Bangkok, Los mares del Sur o Asesinato en el Comité Central. Todas ellas siguen una línea muy definida, con argumentos sólidos, adscritas al género negro o policiaco y que el propio Vázquez Montalbán califica acertadamente de crónica de una ciudad y una época. Pues bien, esta línea se rompe bruscamente en El laberinto griego, sobre la Barcelona preolímpica y, sobre todo, en Sabotaje olímpico, sobre los Juegos Olímpicos, Vázquez Montalbán da con ellas un giro de 180 grados en la relación fondo / forma y cuenta su historia al margen de las fórmulas habituales
Sabotaje olímpico fue concebida como una anticrónica de los Juegos Olímpicos de Barcelona que se publicó en capítulos en el suplemento olímpico de EL PAÍS. Manuel Vázquez Montalbán (Barcelona, 1939) ha dejado reposar la historia y la ha reelaborado desde la visión de una Barcelona y una España del verano de 1993, cuando todos los fastos y la alegría del 92 ya han acabado y la palabra crisis está en boca de todos: `los dioses se han marchado al olimpo verdadero, pero ni siquiera, de creer a las autoridades económicas, han tenido la gentileza de dejarnos el pan y el vino`.

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– De esta manera, con tanto circunloquio, nunca entraremos en la modernidad.

– Ortega dijo: la modernidad es un estado de ánimo.

– Lo que interesa es que usted dé el visto bueno a lo que este huelebraguetas ha dicho de don José.

Marías se había puesto las gafas para observar a Carvalho con decidida atención.

– ¿Y por qué huele las braguetas, joven filósofo?

– Allí está el árbol de la ciencia del Bien y del Mal.

– Nunca se me había ocurrido. Repita lo que ha dicho sobre Ortega.

Lo repitió Carvalho y Marías rascó el aire con un dedito.

– ¿Qué entiende usted por «admiración por la ciencia no exenta de tonos líricos»?

– Ni idea. Lo memoricé en las clases de fundamentos de la filosofía pero no entiendo nada.

Marías estaba desconcertado.

– Lo mío es una fe… ¿sabe?

Se apresuró a decir Carvalho para no llamar a engaño.

– ¡Espléndido! Porque la fe es una Gracia de la Razón que le permite hacerse Vida. Hay un Ortega…

– ¡Corta el rollo cara bollo!

Interrumpió zafiamente el ministro en trance de apretarse las sienes mientras pedía un gelocatil. Luego se dirigió a Carvalho.

– Bueno, concedamos que sea orteguiana. Queda bajo su custodia, pero en el momento en que se demuestre que además de ser serbia no es orteguiana, a usted le va a caer un paquete y a ella la ley de extranjería.

Por fin atendieron médicamente a la culturista y Carvalho ofreció un Romeo y Julieta «Winston Churchill» a un celador del hospital, un joven príncipe hijo de príncipe miembro del COI que empezaba desde abajo su carrera de príncipe. Aparte del puro, Carvalho le metió un billete de cinco mil pesetas en el bolsillo.

– Toma, para tus gastos… Que los jóvenes príncipes siempre vais cortos de dinero. Salís con chicas que os cuestan muy caras. ¿Qué ha pasado con los objetos voladores?

Receloso, el príncipe, tras asegurarse de que nadie le veía guardarse el billete de cinco mil pesetas ni se oía lo que iba a decir en ninguno de los seis posibles puntos cardinales, puesto que también miró bajo sus pies y sobre su cabeza, acercó los labios a la oreja más próxima de Carvalho.

– Es un secreto. Se ha descubierto que alguien ha trucado el utillaje olímpico. Los objetos de lanzamiento: jabalinas, martillos, discos… algunos han aparecido con motores miniatura de propulsión… las jabalinas con artefactos vibratorios microscópicos… las pelotas con cerebros y memorias que teledirigen sus recorridos… Diabólico. Papá dice que es diabólico. Se nos había ocurrido el control antidoping de los deportistas, pero ¿y el de los objetos?

– ¿Hasta ahí están dispuestos a llegar con tal de ganar?

– No. No se deje llevar por una mala impresión. Se trata de una fase más del sabotaje implacable. Han sido otros los que han trucado el utillaje oficial y se sospecha de las marcas rechazadas, decididamente dispuestas a desacreditar el olimpismo. Pero todas las pistas llevan a Andreotti, un político italiano que es el jefe del holding de sociedades secretas del Universo.

– Y el COI, ¿qué dice?

– Que hablando se entiende la gente, pero que nadie violará la virginidad del COI por la puerta trasera.

Un enfermero reclamó la presencia de Carvalho y le condujo sigilosamente hasta la cama donde yacía Vera después de la intervención.

– Noche de confidencias. -El enfermero bajó la voz-. Sé que puedo hablarte con confianza, camarada. Esta mujer en su delirio recita versos de la Internacional y habla de la lucha final… Te lo digo para tu administración… Es de los nuestros…

Guiñó un ojo, cerró un puño y se fue por donde había venido. El mundo, o quizá sólo se tratara de Barcelona, volvía a llenarse de exiliados interiores.

Carvalho dejó a la culturista serbia en el hospital, curándose de la herida y cantando la Internacional en sus momentos de delirios febriles, y se trasladó a la central del Alto Mando de Emergencia del COI. Su desidia olímpica de las primeras horas debía compensarla y se hizo pasar los vídeos de todo lo ocurrido hasta el momento en que las fuerzas del nuevo orden internacional derribaron la puerta de su casa. Allí estaba la ceremonia inaugural que tanta autocomplacencia había dejado entre los catalanes en general y los barceloneses en particular hasta el punto de haberse producido un movimiento sísmico psicosomático que había elevado en más de veinte centímetros la altura de Barcelona sobre el nivel del mar. El resto de España había acogido con desiguales opiniones la brillantez de la ceremonia, especialmente molestos algunos sectores de la capital de España porque los reyes fueron introducidos en el estadio barcelonés a los acordes del himno nacional catalán. Al frente de la reacción anticatalanista figuraba el presidente del Real Madrid, Ramón Mendoza, dispuesto a vengar la afrenta en la primera jornada de la Liga 1992-1993 en la que se enfrentaban el Barcelona y el Real Madrid.

Tampoco los sevillanos se sintieron seducidos por la brillantez de la inauguración barcelonesa, bien porque temían que se minimizara el esplendor paralelo de la Exposición Internacional de Sevilla, bien porque el jefe de Gobierno, don Felipe González, sevillano, apenas si se dejó ver por los Juegos Olímpicos, fuera por la expresión de su natural reservado o porque no quería restar protagonismo a su majestad el rey o porque guardaba hacia los catalanes el agravio de un hombre del sur, receloso del norte prepotente. Aunque el éxito del espectáculo no podía ignorarse, no despertaba unanimidad de solidaridades anímicas. Esta conclusión le fue facilitada al COI por el servicio de Información de los Espías Satélites de la NASA y a la lista de todos los interesados en un posible sabotaje olímpico se añadió la de una sospechada sociedad secreta nominada España, Una y Grande , que consideraba los Juegos de Barcelona como la palanca lanzadora del separatismo catalán. Antes de que se incrementara el número de interesados en el sabotaje olímpico, convendría hacer un primer balance de evidentes agravios: los patrocinadores que no habían sido escogidos, el Ku Klux Klan dispuesto a disminuir los Juegos de Barcelona para realzar comparativamente los de Atlanta, las cadenas de TV norteamericanas, decididas a minimizar la función intermediaria del COI e imponer sus condiciones de cliente mediático hegemónico (esta capacidad de imposición se demostraba en los presentes Juegos Olímpicos por el concurso de los jugadores profesionales de baloncesto de la NBA que respondían al ideal olímpico casi tanto como los jugadores de mus o los campeones de Europa de masturbación), los movimientos terroristas residuales en España y los internacionales convencidos de que agudizar las contradicciones internas del olimpismo es ya la única posibilidad de agudizar las del capitalismo, Carolina de Mónaco que no sabe qué hacer para demostrar su tristeza y dolor de viuda, Andreotti, indignado contra el COI, la única sociedad internacional, pública o secreta que jamás le ha ofrecido la presidencia: las dos mafias, la Santa y la otra; el departamento de desestabilizaciones de la CIA, indispensable si quiere tener función el departamento de estabilizaciones de la CIA… Los madrileños como posible imaginario y los sevillanos ídem de ídem. A todas partes acudía la mirada recelosa de Samaranch, que parecía un presidente del COI enjaulado…

– Hace años, cuando el olimpismo sólo generaba deudas que debían cubrir las aportaciones de los Estados, nadie estaba dispuesto a hacerse cargo del invento de Coubertin, pero ahora, cuando yo lo he convertido en una multinacional de espectáculos deportivos rica y próspera, todos quieren apoderarse del pastel.

– ¿Y el Islam?

– En su mayor parte todavía hacen lo que ordenan los Estados Unidos. Tampoco me tranquiliza Bush. Últimamente tiene demasiados problemas políticos e igual me arma una guerra contra Irak durante los Juegos de Barcelona. ¿Se imagina usted un zafarrancho de combate en la Villa Olímpica entre iraquíes y norteamericanos?

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