Paulo Coelho - Brida

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Paulo Coelho, con más de 35 millones de libros vendidos, no es sólo uno de los autores más leídos del mundo, sino también uno de los escritores con mayor influencia ideológica de hoy en día. Lectores de más de 150 países, sin distinción de credos ni culturas, le han convertido en uno de los autores de referencia de nuestro tiempo. Brida es una novela basada en una historia real de cautivadora belleza, la de la joven irlandesa Brida O` Fern. A la edad de veintiún años, Brida conoce a un mago al que le pide que le ayude a convertirse en bruja. Para ello, la muchacha deberá superar una serie de obstáculos que harán que cambie su concepción de la vida y descubrirá, junto al lector, que el amor es el único medio de alcanzar el mundo espiritual y que nos transfigura, porque cuando amamos queremos ser mejores de lo que somos.

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Brida los abrió. Estaba en un desierto y el lugar le parecía muy familiar.

Se acordó que ya había estado allí antes. Con el Mago.

Lo buscó con los ojos, pero no conseguía encontrarlo. Sin embargo, no tenía miedo; se sentía tranquila y feliz. Sabía quién era, la ciudad donde vivía, sabía que en otro lugar del tiempo estaba teniendo lugar una fiesta. Pero nada de eso tenía importancia, porque el paisaje que se le ofrecía era todavía más bonito: las arenas, montañas al fondo y una enorme piedra delante de ella.

– Bienvenida -dijo una voz.

A su lado estaba un señor, con ropas parecidas a las que vestían sus abuelos.

– Soy el Maestro de Wicca. Cuando tú llegues a ser Maestra, tus discípulas vendrán a encontrar a Wicca aquí. Y así en lo sucesivo, hasta que el Alma del Mundo consiga manifestarse.

– Estoy en un ritual de brujas -dijo Brida-. En un Sabbat.

El Maestro rió.

– Has enfrentado tu Camino. Pocas personas tienen el valor de hacerlo. Prefieren seguir un camino que no.es el de ellas.

"Todas poseen su Don y no lo quieren ver. Tú lo aceptaste, tu encuentro con el Don es tu encuentro con el Mundo."

– ¿Por qué necesito esto?

– Para construir el jardín de Dios.

– Tengo una vida por delante -dijo Brida-. Quiero vivirla como todas las personas la viven. Quiero poder equivocarme. Quiero poder ser egoísta. Tener fallas, ¿me entiende?

El Maestro sonrió. De su mano derecha surgió un manto azul.

– No existe otra forma de estar cerca de las personas sino ser una de ellas.

El escenario a su regreso cambió. Ya no estaba en el desierto, sino en una especie de líquido, donde varias cosas extrañas nadaban.

– Así es la vida -dijo el Maestro-. Equivocarse. Las células se reproducían exactamente igual durante millones de años hasta que una de ellas erraba. Y, a causa de esto, algo era capaz de cambiar en aquella repetición inacabable.

Brida miraba, deslumbrada, el mar. No preguntaba cómo era capaz de respirar allí dentro. Todo lo que conseguía oír era la voz del Maestro, todo lo que conseguía recordar era un viaje muy parecido, que había comenzado en un campo de trigo.

– Fue el error lo que colocó al mudo en marcha-dijo el Maestro-. jamás tenga miedo de errar.

– Pero Adán y Eva fueron expulsados del Paraíso. -Y volverán un día. Conociendo el milagro de los cielos y de los mundos. Dios sabía lo que estaba haciendo cuando llamó la atención de ambos hacia el árbol del Bien y del Mal.

Si no hubiera querido que los dos comiesen, no habría dicho nada.

– Entonces, ¿por qué lo dijo?

– Para colocar al Universo en movimiento.

El escenario cambió otra vez al desierto con la piedra. Era por la mañana y una luz rosada comenzaba a inundar el horizonte. El Maestro se aproximó a ella con el manto.

– Yo te consagro en este momento. Tu Don es el instrumento de Dios. Que consigas ser una buena herramienta.

Wicca levantó con las dos manos el vestido de la más joven de las tres mujeres. Hizo un ofrecimiento simbólico a los sacerdotes celtas que asistían a todo, flotando con sus cuerpos astrales sobre los árboles. Después se volvió hacia la joven.

– Levántate -dijo.

Brida se levantó. En su cuerpo desnudo danzaban las sombras de la hoguera. Algún día, otro cuerpo había sido consumido por estas mismas llamas. Pero ese tiempo había terminado.

– Levanta los brazos.

Ella los levantó. Wicca la vistió.

– Estaba desnuda -le dijo al Maestro, cuando él terminó de colocarle el manto azul-. Y no tenía vergüenza. -Si no fuese por la vergüenza, Dios no habría descubierto que Adán y Eva comieron la manzana.

El Maestro miraba el nacimiento del sol. Parecía distraído pero no lo estaba. Brida lo sabía.

Jamás tengas vergüenza -continuó él-. Acepta lo que la vida te ofrece y procura beber de las copas que tienes delante. Todos los vinos deben ser bebidos; algunos, apenas un trago; otros, la botella entera. -¿Cómo puedo distinguir esto?

– Por el sabor. Sólo conoce el vino bueno quien probó el vino amargo.

Wicca giró a Brida y la colocó de cara a la hoguera, mientras pasaba a la Iniciada siguiente. El fuego captaba la energía de su Don, para que pudiese manifestarse definitivamente en ella. En aquel momento, Brida debía estar asistiendo al nacimiento de un sol. Un sol que pasaría a iluminar el resto de su vida.

Ahora tienes que irte -dijo el Maestro, en cuanto el sol terminó de nacer.

– No tengo miedo de mi Don -respondió Brida-. Sé hacia dónde voy, sé lo que tengo que hacer. Sé que alguien me ayudó. Ya estuve aquí antes. Había personas que danzaban y un templo secreto de la Tradición de la Luna.

El Maestro no dijo nada. Se giró hacia ella e hizo una señal con la mano derecha.

– Has sido aceptada. Que tu camino sea de Paz, en los momentos de Paz. Y de Combate, en los momentos de Combate. Jamás confundas un momento con otro.

La figura del Maestro comenzó a disolverse junto con el desierto y con la piedra. Quedó apenas el sol, pero el sol comenzó a confundirse con el propio cielo. Poco a poco el cielo se oscureció y el sol se parecía mucho a las llamas de una hoguera.

Había regresado. Se acordaba de todo: los ruidos, las palmas, la danza, el trance. Se acordaba de haberse quitado la ropa delante de todas aquellas personas y ahora sentía una cierta turbación. Procuró dominar la vergüenza, el miedo, la ansiedad; ellos la acompañarían siempre y tenía que acostumbrarse.

Wicca pidió que las tres iniciadas se colocaran justo en el centro del semicírculo formado por las mujeres. Las hechiceras se dieron las manos y cerraron la rueda.

Cantaron músicas que nadie más osó acompañar; el sonido fluía de labios casi cerrados, creando una vibración extraña, que se tornaba cada vez más aguda, hasta parecer el grito de un pájaro loco. En el futuro también ella sabría cómo pronunciar estos sonidos. Aprendería muchas más cosas, hasta llegar a ser también una Maestra. Entonces, otras mujeres y hombres serían iniciados por ella en la Tradición de la Luna.

Todo esto, no obstante, llegaría a su debido tiempo. Tenía todo el tiempo del mundo, ahora que había reencontrado su destino, tenía a alguien para ayudarla. La Eternidad era suya.

Todas las personas aparecían con colores extraños a su alrededor y Brida quedó un poco desorientada. Prefería el mundo como era antes.

Las hechiceras terminaron de cantar.

– La iniciación de la Luna está hecha y consumada -dijo Wicca-. El mundo ahora es el campo y vosotras cuidaréis de que la cosecha sea fértil.

– Tengo una sensación extraña -dijo una de las Iniciadas-. No consigo ver bien.

Vosotras estáis viendo el campo de energía que rodea a las personas, el aura, como nosotras la llamamos. Éste es el primer paso en el mundo de los Grandes Misterios. Esta sensación pasará dentro de poco y más tarde ya os enseñaré cómo despertarla de nuevo.

Con un gesto rápido y ágil, tiró su daga ritual al suelo. La daga se clavó en la tierra, el extremo aún balanceándose por la fuerza del impacto.

– La ceremonia ha terminado -dijo.

Brida se dirigió hacia Lorens. Los ojos de él brillaban y ella sentía todo su orgullo y su amor. Podían crecer juntos, crear juntos una nueva forma de vida, descubrir todo el Universo que se ofrecía ante ellos, esperando a personas con un poco de valentía.

Pero había otro hombre. Mientras conversaba con el Maestro, había hecho su elección. Porque este otro hombre sabría cómo tomar su mano en momentos difíciles y conducirla con experiencia y amor a través de la Noche Oscura de la Fe. Aprendería a amarlo y su amor sería tan grande como su respeto hacia él. Ambos caminaban por la misma senda del conocimiento, gracias a él había llegado hasta allí. Con él terminaría por aprender, un día, la Tradición del Sol.

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