Anthony Burgess - La Naranja Mecánica

Здесь есть возможность читать онлайн «Anthony Burgess - La Naranja Mecánica» весь текст электронной книги совершенно бесплатно (целиком полную версию без сокращений). В некоторых случаях можно слушать аудио, скачать через торрент в формате fb2 и присутствует краткое содержание. Жанр: Современная проза, на испанском языке. Описание произведения, (предисловие) а так же отзывы посетителей доступны на портале библиотеки ЛибКат.

La Naranja Mecánica: краткое содержание, описание и аннотация

Предлагаем к чтению аннотацию, описание, краткое содержание или предисловие (зависит от того, что написал сам автор книги «La Naranja Mecánica»). Если вы не нашли необходимую информацию о книге — напишите в комментариях, мы постараемся отыскать её.

La pregunta que plantea este libro, una de las obras fundamentales en la literatura del siglo XX, no debería ser la más obvia, la que aparece en la superficie del texto: `¿Es el hombre un ser violento?`, sino: `¿Es la sociedad violenta con sus miembros?`.
Porque La naranja mecánica trata principalmente de la libertad del individuo contrapuesta al bien del colectivo, o más bien se plantea hasta qué punto es legítimo que el colectivo, a través de sus representantes (¿o son los representantes los que deciden en última instancia por el colectivo?), destruya al individuo en función del interés general.
Aquí podríamos insertar el comentario de que el libro no ha perdido interés y que explora un tema de rabiosa actualidad. Eso es innecesario y superfluo: se trata de un tema universal, como tal, La naranja mecánica se puede calificar como obra imperecedera.
¿Quién hay que no conozca el argumento de la obra del músico y escritor Anthony Burgess, a través de la mítica película de Stanley Kubrick? Parece ser que el que suscribe estas líneas y pocos más. Esto permite abordar el argumento distanciándose de la violencia explícita de las imágenes y centrándose en el transfondo de la novela.
¿Por qué, a pesar de ser pieza fundamental, no es la violencia de Alex, el nadsat protagonista (no de Álex, el crítico ya no tan adolescente), tan atractiva y tan repulsiva a los ojos occidentales, el eje central de la narración? Porque Burgess (y así lo aclara en el prólogo de esta edición, el author`s cut que proclamaría la moda fatua de reeditar grandes éxitos del séptimo arte, pero tan necesaria en este caso) pone en manos (y boca) del adolescente y su panda de drugos una forma de entender la diversión que no está viciada por el moralismo monoteísta. La crueldad, tan común en el ser humano desde sus primeros estadios, aparece como una fórmula más a escoger para su esparcimiento, una opción válida según los cánones aprehendidos del entorno hiperindividualista y desestructurado en el que viven, donde otras preocupaciones (vivienda, trabajo, dinero) priman sobre una familia y una educación decadentes o inexistentes, incapaz de atajar los instintos agresivos en sus primeras manifestaciones.
Juventud y violencia: rasgos reconocibles, lugares comunes muy visitados en nuestra sociedad. Como ven, la realidad no anda demasiado lejos.
Burgess habla en su prólogo de elección moral, de esa libertad primigenia del ser humano que lo distingue de las bestias: la capacidad de percibir, razonar y decidir sobre sí mismo, sus acciones y su futuro. Alex es eminentemente un ser libre y como tal se expresa, rasreceando lo que hay a su alrededor en el puro ejercicio de su libre albedrío. Destrucción, pero también creación: los más débiles deben sucumbir para que los más fuertes vivan, o Alex es capaz de violar a dos niñas tontas que no entienden lo sublime de la música de Beethoven (¡por el gran Bogo!, que diría Alex).
Cuando Alex comete un crimen (es decir, cuando el Estado tutelar establece que ha rebasado el límite impuesto por el colectivo al que representa) su libertad se ve brutalmente amputada. No sólo eso, sino también su identidad (ahora será el recluso 6655321, un golpe de efecto algo burdo pero efectivo por parte del autor) y, posteriormente, su capacidad de decidir: es condicionado para rechazar cualquier forma de violencia, una suerte de `naranja mecánica` incapaz de manifestar su condición humana. Ya no puede escoger entre el bien y el mal, algo que Bogo (o Dios) reprobaría (`Quizás el hombre que elige el mal es en cierto modo mejor que aquél a quien se le impone el bien`, según el capellán de la prisión en que es internado Alex).
Así volvemos a la pregunta planteada al principio: ¿es la sociedad violenta con sus miembros? ¿Justifica el bien de la sociedad la violencia de Estado? En palabras del responsable de la técnica empleada sobre el nadsat: `No nos interesan los motivos, la ética superior. Sólo queremos eliminar el delito…`. La observación del Ministro del Interior es harto indicativa: `Y aliviar la espantosa congestión de las prisiones`. Lo que conduce, inevitablemente, a la legitimidad del Estado como representante del colectivo. Aunque este punto no centra el interés del autor, sobre el que pasa de puntillas.
La necesidad de recuperar su humanidad, y a partir de ahí ser libre para escoger libremente, serán las bases del desenlace, en el que un Alex abocado a la madurez contempla su pasado con una mirada crítica y sabia. Llega la hora de decidir, y de decidir correctamente. El camino es lo de menos, lo importante es que uno mismo conduzca sus pasos por el camino que quiere la voluntad.
Esta obra, que en manos de un autor con menos talento hubiese dado lugar a un texto zafio cuyos objetivos hubieran quedado diluidos por los golpes de efecto, la narra hábilmente un Alex vital y desmedido, imprimiendo a La naranja mecánica cotas de verosimilitud raramente leídas en primera persona. Por otra parte, el uso de la jerga nadsat, creada por Burgess mezclando el habla coloquial de los jóvenes rusos con el dialecto cockney londinense, es un hallazgo usado con inteligencia y mesura, que otorga la identificación de Alex a un grupo del que nos excluye, habladores del lenguaje estándar, no nadsat. Descubrimos que su voz es la adecuada como canal de expresión de las inquietudes de Burgess, pues nos hace saltar al otro lado, al lado del que sufre en sus carnes el Estado todopoderoso, en el que su estructura sirve para aplastar al que no encaja en él. Aunque sea porque es un criminal.
Un libro realmente joroschó, que no pueden dejar de leer.
Álex Vidal
"Uno de los pocos libros que he sido capaz de leer en los últimos años".
WILLIAM BURROUGHS

La Naranja Mecánica — читать онлайн бесплатно полную книгу (весь текст) целиком

Ниже представлен текст книги, разбитый по страницам. Система сохранения места последней прочитанной страницы, позволяет с удобством читать онлайн бесплатно книгу «La Naranja Mecánica», без необходимости каждый раз заново искать на чём Вы остановились. Поставьте закладку, и сможете в любой момент перейти на страницу, на которой закончили чтение.

Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

– La vida es algo maravilloso -observó el doctor Branom con una golosamuy solemne-. ¿Quién conoce realmente esos milagros que son los procesos de la vida, la estructura del organismo humano? Por supuesto, el doctor Brodsky es un hombre notable. Lo que ahora te ocurre es lo que debiera ocurrirle a cualquier organismo humano normal y sano que observa las fuerzas del mal, el trabajo del principio de destrucción. Estamos curándote, te estamos devolviendo la salud.

– No me parece -dije-, y no entiendo nada. Lo que ustedes consiguieron es que me sienta muy enfermo.

– ¿Te sientes enfermo ahora? -preguntó, siempre con la vieja sonrisa drugaen el litso-. Estás bebiendo té, descansando, charlando tranquilamente con un amigo… ¿no es cierto que te sientes bien?

Busqué como escuchando y tanteando dolores y malestares en la golováy el ploto, claro que con algún temor, pero era cierto, hermanos; me sentía realmente joroschó, y hasta tenía ganas de comer. -No sé -dije-. Seguro que hacen algo para que me sienta enfermo. -Y fruncí el ceño, tratando de recordar.

– Esta tarde te sentiste mal -dijo el doctor Branom- porque estás mejorando. El hombre sano siente náusea y miedo cuando se encuentra con cosas odiosas. Te estás curando, eso es todo. Y mañana a la misma hora te sentirás mejor todavía. -El doctor Branom me dio una palmadita en la nogay salió de la habitación, y yo traté de descifrar lo mejor posible toda la vesche. Pensé que tal vez eran los cables y las otras veschesque me habían puesto en el plotolos que me provocaban esos malestares, y que en realidad todo era un truco. Seguía pensando en el asunto y preguntándome si valdría la pena resistirse al día siguiente, cuando me quisieran atar al sillón, armando una buena dratsadacon todos, porque yo tenía mis derechos, cuando vino a verme otro cheloveco. Era un veco starrioy sonriente, Encargado de Egresos según dijo, y traía un montón de papelitos.

– ¿Adónde irás cuando salgas de aquí? -En realidad, no había pensado en esa clase de vesche, y sólo ahora comenzaba a entender que muy pronto sería un málchicosuelto y libre; y entonces vi que eso ocurriría sólo si yo aceptaba todo, y no empezaba a dratsar, crichar, y rehusarme, y esas cosas.

– Oh, iré a casa -dije-. De vuelta con pe y eme.

– ¿Con quién? -Claro, el vecono conocía la jerga nadsat, así que le aclaré:

– Con mis padres, en la vieja y querida casa de vecindad.

– Comprendo -dijo-. ¿Cuándo fue la última vez que te visitaron?

– Un mes -contesté- más o menos. Suspendieron un tiempo las visitas porque una ptitsale pasó un poco de pólvora a un prestúpnico. y castigaron también a los inocentes, lo cual fue una jugada calosa. Así que desde hace un mes no tengo visitas.

– Comprendo -dijo el veco-. ¿Y saben tus padres de tu traslado y tu próxima libertad? -Ese slovo libertad tenía un svucorealmente hermoso.

– No -contesté, y luego-: Será toda una sorpresa para los dos, ¿verdad? Yo entro por la puerta y digo: «Aquí estoy, otra vez un vecolibre».Sí, realmente joroschó.

– Bien -dijo el Encargado de Egresos-, lo dejaremos así. Lo importante es que tengas dónde vivir. Bueno, está también el problema del trabajo ¿no? -y me mostró una larga lista de empleos posibles, pero yo pensé que para eso había tiempo de sobra. Primero un lindo y malencodescanso. Podía buscarme una crastadaapenas saliera y llenarme así los carmanos, pero tendría que hacerlo con mucho cuidado y completamente odinoco. Ya no confiaba en los supuestos drugos. Así que le dije a este vecoque dejáramos estar un poco la cosa, y que ya volveríamos a goborarla. El vecodijo bien bien bien y se preparó para salir. Descubrí que era un tipo muy raro de veco, pues en ese momento soltó una risita y luego dijo: -¿Te gustaría darme un puñetazo en la cara, antes que me vaya? -Me pareció que yo no había slusadobien, y le pregunté:

– ¿Qué?

– ¿No te gustaría -aquí otra risita- darme un puñetazo en la cara? -Lo miré con el ceño fruncido, muy asombrado, y pregunté:

– ¿Por qué?

– Oh -dijo-, sólo para ver cómo andas. -Y me acercó mucho el litso, con una sonrisa satisfecha en toda la rota. Así que levanté el puño y se lo descargué sobre el litso, pero el vecose apartó realmente scorro, siempre sonriendo, y mi rucapegó al aire. Me pareció muy extraño, y fruncí el ceño mientras él se alejaba, smecandoa todo trapo. Y entonces, hermanos míos, me sentí otra vez realmente enfermo, lo mismo que durante la tarde, aunque sólo un par de minutos. Se me pasó scorro, y cuando trajeron la cena descubrí que tenía buen apetito, y que estaba dispuesto a devorarme el pollo asado. Pero era curioso que el cheloveco starriome hubiese pedido un tolchocoen el litso. Y más raro todavía que yo hubiese sentido ese malestar.

Pero lo peor de todo fue que esa noche, cuando me quedé dormido, oh hermanos, tuve una pesadilla, y como todos se imaginarán soñé con una de esas escenas de película que yo había visto a la tarde. Un sueño o una pesadilla es en realidad una película dentro de la golová, excepto que entonces parece que uno puede caminar y participar en todo. Y eso es lo que me ocurrió. Era la pesadilla de una de las películas que me habían mostrado al final de la tarde, acerca de los málchicos smecantesque le hacían la ultraviolencia a una joven ptitsa, y la ptitsa crichabamientras le salía el crobo rojo rojo, con todos los platis rasreceadosrealmente joroschó. Yo participaba de la vesche, smecandoy siendo el líder de todo, vestido a la última moda nadsat. Pero en lo mejor de la dratsaday los tolchocosme sentí como paralizado y quise vomitar, y todos los demás málchicos smecaronrealmente gronco. De modo que dratsépara volver a despertar, chapoteando en mi propio crobo, y había litros y galones, y al final me encontré en este dormitorio, en la cama. Quería vomitar, así que me levanté temblando para salir al corredor donde estaba el viejo WC. Pero ¿saben?, hermanos, habían cerrado la puerta del dormitorio con llave. Y al volverme videépor primera vez que había barrotes en la ventana. Y entonces, cuando extendí la rucapara retirar la bacinilla guardada en la malencamesa de noche, al Iado de la cama, videéque no tenía modo de escapar de todo esto. Pero todavía no me atrevía a meterme de nuevo en la golovádormida. Pronto descubrí que, después de todo, no deseaba vomitar, pero me sentía puglioante la idea de acostarme de nuevo en la cama. En fin, poco después me dormí, y ya no volví a soñar.

6

– Basta, basta, basta - crichabayo sin parar-. Paren eso, grasñosbastardos, que ya no aguanto. -Hermanos, era el día siguiente, y había hecho de veras lo posible por la mañana y la tarde, siguiéndoles el juego, sentado en esa silla de tortura como un málchico joroschóamable y bien dispuesto, mientras pasaban en la pantalla sucias escenas de ultraviolencia, y yo tenía los glasosbien abiertos para videarlotodo, y el ploto, las rucasy las nogasatados al sillón, de modo que no podía moverme. Lo que ahora me obligaban a videarno era en realidad una vescheque antes me hubiese parecido muy mala; sólo eran tres o cuatro málchicos crastandouna tienda y llenándose de dinero los carmanos, al mismo tiempo que jugaban con la ptitsa starriay crichantede la tienda, y la tolchocabany le hacían brotar el croborojo rojo. Pero el latido y el bum bum bum bum en mi golováy las ganas de vomitar y la sed asquerosa y raspante en la rota, todo eso era peor que el día anterior. -Oh, basta, basta -exclamé-. No es justo, sodos vonosos-y traté de despegarme de la silla, pero no era posible, yo estaba allí como clavado.

– Excelente - crichóeste doctor Brodsky-. Está yendo muy bien. Una más y hemos terminado.

Читать дальше
Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Похожие книги на «La Naranja Mecánica»

Представляем Вашему вниманию похожие книги на «La Naranja Mecánica» списком для выбора. Мы отобрали схожую по названию и смыслу литературу в надежде предоставить читателям больше вариантов отыскать новые, интересные, ещё непрочитанные произведения.


Отзывы о книге «La Naranja Mecánica»

Обсуждение, отзывы о книге «La Naranja Mecánica» и просто собственные мнения читателей. Оставьте ваши комментарии, напишите, что Вы думаете о произведении, его смысле или главных героях. Укажите что конкретно понравилось, а что нет, и почему Вы так считаете.

x