– Voy a dormir un rato más, a ver si cuando despierte el suelo ha dejado de moverse-dijo Holly.
– Buena idea. Ah, Holly, bienvenida al club de los treinta.
– Este comienzo no significa que vaya a seguir así -repuso Holly-. A partir de ahora seré una mujer sensata y madura de treinta años.
– Sí, es justo lo que dije yo. Buenas noches. -Buenas noches.
Instantes después Holly estaba dormida. Se despertó varias veces a lo largo del día para contestar al teléfono, entablando conversaciones que parecían formar parte de un sueño. También realizó varias excursiones a la cocina para hidratarse.
Finalmente, a las nueve de la noche Holly sucumbió a los quejidos de su estómago, reclamando alimento. Como de costumbre, no había nada en la nevera, así que decidió obsequiarse con una cena china servida a domicilio. Se acurrucó en el sofá en pijama para ver lo mejor de la televisión del sábado por la noche mientras se hartaba de comer. Después del trauma de pasar sin Gerry su cumpleaños el día anterior, se sorprendió al constatar que estaba contenta consigo misma. Era la primera vez desde su muerte que se sentía a gusto sin más compañía. Quizá cabía la posibilidad de que al final supiera apañarse sin él.
Más tarde, esa misma noche Jack la llamó al móvil. -Hola, hermanita, ¿qué estás haciendo?
– Veo la tele y engullo comida china -dijo Holly.
– Vaya, parece que estás en forma. No como mi pobre novia, a quien tengo aquí, a mi lado, sufriendo las consecuencias de vuestros excesos de anoche. Jamás volveré a salir contigo, Holly -oyó gimotear a Abbey al fondo. -Tú y tus amigas le habéis pervertido la mente -bromeó Jack.
– A mí no me culpes. Hasta donde recuerdo, se lo montaba la mar de bien ella solita.
– Dice que no se acuerda de nada.
– Yo tampoco. Igual es algo que ocurre en cuanto cumples los treinta, nunca me había pasado algo así -dijo Holly.
– O quizás es un plan maléfico que habéis urdido entre todas para no tener que contarnos qué diablos hicisteis -replicó Jack.
– Ojalá lo fuese… Ah, por cierto, gracias por el regalo, es una preciosidad. -Me alegro de que te guste. Me llevó siglos encontrar el que buscaba.
– Mentiroso.
Jack rió y luego dijo:
– En fin, te llamaba para saber si irás al concierto de Declan mañana por la noche.
– ¿Dónde es?
– En el pub Hogan's.
– Ni hablar. Nunca más voy a poner un pie en un pub, y menos aún para oír a una banda de rock duro con guitarras estridentes y baterías ruidosas -dijo Holly.
– Vaya, es la vieja excusa de «nunca volveré a beber», ¿verdad? Bien, pues no bebas. Pero por favor, Holly, ven. Declan está muy entusiasmado y no va a ir nadie más.
– Ja! Así que soy tu último recurso, ¿eh? Es muy agradable saber que me tienes en tan alta estima.
– No, no lo eres. A Decían le encantará verte allí y tú y yo apenas tuvimos ocasión de charlar en la cena. Hace siglos que no salimos -suplicó Jack. -Dudo mucho que podamos mantener una charla íntima con los Orgasmic Fish atronando con sus canciones -dijo Holly sarcásticamente.
– Bueno, en realidad ahora se llaman Black Strawberries, lo cual suena bastante más dulce, diría yo. Jack se echó a reír.
Holly apoyó la cabeza en las manos y susurró: -Oh, por favor, no me obligues a ir, Jack.
– Irás.
– De acuerdo, pero no me quedaré hasta el final -puntualizó Holly. -Eso ya lo discutiremos cuando estemos allí. Declan se pondrá loco de alegría cuando se lo diga. La familia no suele ir a estos sitios.
– Muy bien. ¿Hacia las ocho?
– Perfecto.
Holly colgó y siguió tumbada en el sofá unas horas. Estaba tan harta que no podía moverse. Después de todo, quizá la comida china no había sido una idea tan buena.
Holly llegó al pub Hogan's bastante más relajada que el día anterior, aunque sus reflejos seguían siendo un poco más lentos de lo habitual. Sus resacas parecían empeorar a medida que iba haciéndose mayor, y la de ayer merecía la medalla de oro a la peor de las resacas. Aquella mañana, había ido a dar un largo paseo por la costa, desde Malahide hasta Portmarnock, y la brisa fría v vigorizante la ayudó a aclarar su confusión mental. Luego había ido a almorzar a casa de sus padres, quienes le regalaron un hermoso jarrón de cristal \ áterford por su cumpleaños. La visita resultó maravillosamente relajante y tuvo que hacer un gran esfuerzo para levantarse del confortable sofá y dirigirse al Hogan's.
El Hogan's era un pub de tres plantas muy concurrido situado en el centro de la ciudad, e incluso en domingo estaba atestado. El primer piso era un local nocturno muy moderno donde siempre sonaba lo más nuevo de las listas de éxitos. Allí iba la gente joven a lucir sus últimos modelitos. La planta baja era un pub irlandés tradicional destinado a un público más maduro (solía estar lleno de hombres mayores encaramados a sus taburetes y encorvados sobre sus jarras de cerveza, viendo la vida pasar). Unas pocas noches por semana actuaba una banda de música tradicional irlandesa, que gozaba de notable popularidad tanto entre los jóvenes como entre los mayores. El sótano, oscuro y lúgubre, era el lugar reservado a los grupos de rock. Su clientela estaba formada exclusivamente por estudiantes, y saltaba a la vista que Holly era la persona más mayor del lugar. El bar consistía en una diminuta barra situada en un rincón del alargado local, rodeada por una multitud desaliñada de estudiantes con tejanos y camisetas raídas que se empujaban sin miramientos para conseguir sus bebidas. Los camareros también presentaban aspecto de universitarios y se afanaban de un lado a otro con el rostro bañado en sudor.
El ambiente del sótano estaba muy cargado, puesto que no había ventilación ni aire acondicionado, y a Holly le costaba respirar en aquella atmósfera tan viciada. Al parecer, prácticamente todos cuantos la rodeaban fumaban cigarrillos, y los ojos comenzaban a escocerle. Trató de no pensar en cómo sería la situación dentro de una hora, aunque todo indicaba que era la única persona a quien eso le preocupaba. Saludó a Declan con la mano para hacerle saber que había llegado pero decidió no acercarse hasta él, ya que estaba rodeado por un grupo de chicas. Lo último que deseaba era cortarle las alas. Holly se había perdido por completo el ambiente estudiantil cuando era más joven. Había decidido no matricularse en la universidad después del instituto, optando por un trabajo de secretaria, lo cual la llevó a cambiar de empleo cada pocos meses, hasta acabar en la espantosa oficina que dejó para poder dedicar tiempo a Gerry durante su enfermedad. De todos modos, dudaba que hubiese permanecido allí mucho más. Gerry había estudiado marketing en la Universi dad de Dublín, pero nunca tuvo demasiado trato social con los amigos de la facultad. De hecho, prefería salir con Holly, Sharon y John, Denise y su pareja de turno. A la vista de lo que tenía delante, Holly se dijo que no se había perdido gran cosa.
Cuando finalmente Declan consiguió deshacerse de sus admiradoras, se reunió con Holly.
– Hola, señor Éxito. Es todo un honor que te hayas dignado hablar conmigo -saludó Holly.
Las chicas dieron un buen repaso a Holly, preguntándose qué diablos vería Declan en aquella mujer mayor.
Declan rió y se frotó las manos con picardía.
– ¡Ya lo sé! ¡Ya lo sé! Este asunto de la música es genial. Me parece que tendré un poco de acción esta noche -dijo con petulancia.
– Como hermana tuya que soy, siempre es un placer que me informes de esas cosas -ironizó ella. Era imposible mantener una conversación con Declan, pues éste se negaba a mirarla a los ojos, dedicándose a inspeccionar a la concurrencia-. Vamos, Declan, ve a flirtear con esas bellezas en lugar de quedarte pegado a tu hermana mayor -instó Holly.
Читать дальше