“¿Qué es el pecado? Pecado es impedir que el Amor se manifieste. Y la Madre es amor. Estamos en un nuevo mundo, podemos elegir seguir nuestros propios pasos, no los que la sociedad nos obliga dar. Si es necesario, nos enfrentaremos de nuevo a las fuerzas de las tinieblas como hicimos la semana pasada. Pero nadie acallará nuestra voz ni nuestro corazón.
Estaba asistiendo a la transformación de una mujer en un icono. Ella decía todo aquello con convicción, con dignidad, con fe en sus palabras. Deseé que las cosas fuesen realmente así, que estuviésemos realmente ante un nuevo mundo del que yo iba a ser testigo.
Su salida del almacén fue tan consagradota como su entrada, y al verme entre la multitud, me llamó a su lado, comentando que me había echado de menos la semana pasada. Estaba alegre, segura de sí misma, convencida de la corrección de sus actos.
Ése era el lado positivo del artículo del periódico, y ojala las cosas terminasen ahí. Quería estar equivocada en mi análisis, pero, tres días después, mi previsión se confirmó: el lado negativo surgió con toda su fuerza.
A través de uno de los más reputados y conservadores bufetes de abogados del Reino Unido, cuyos directores tenían contactos en las altas esferas del gobierno -ellos sí, y no Athena-, y utilizando las declaraciones que se habían publicado, el reverendo Back convoco una rueda de prensa para decir que iba a llevar el caso ante la justicia con una denuncia por difamación, calumnia y daños morales.
El secretario de redacción me llamó: sabía que yo tenía amistad con el personaje central de aquel escándalo y me sugirió que hiciésemos una entrevista en exclusiva. Mi primera reacción fue de indignación: ¿cómo iba a utilizar mi relación de amistad para vender periódicos?
Pero, después de hablar un poco, empecé a pensar que tal vez fuese una buena idea: Athena tendría la oportunidad de presentar su versión de la historia. Es más, podría usar la entrevista para promover todo aquello por lo que ahora estaba luchando abiertamente. Salí de la reunión junto con el secretario de redacción con el plan que elaboramos juntos: una serie de reportajes sobre las nuevas tendencias sociales y las transformaciones que la búsqueda religiosa estaba atravesando. En uno de estos reportajes, yo publicaría las palabras de Athena.
La misma tarde de la reunión con el secretario de redacción fui hasta su casa, aprovechando el hecho de que la invitación había partido de ella a la salida del almacén. Supe por los vecinos que uno de los oficiales de justicia habían aparecido el día anterior para entregarle una citación, pero tampoco habían podido.
Llamé más tarde sin éxito. Lo intenté de nuevo cuando se hizo de noche, pero nadie respondía al teléfono. A partir de ahí empecé a llamar cada media hora, y la ansiedad aumentaba proporcionalmente a las llamadas. Desde que Santa Sofía me había curado el insomnio, el cansancio me empujaba hacia la cama a las once de la noche, pero esta vez la angustia me mantuvo despierto.
Encontré el número de su madre en la guía telefónica. Pero ya era tarde, y si ella no estaba allí, toda la familia se preocuparía. ¿Qué debía hacer? Encendí la tele para ver si había pasado algo; nada especial, Londres seguía igual, con sus maravillas y sus peligros.
Decidí intentarlo una última vez: después de sonar tres veces, alguien contestó al teléfono. Inmediatamente reconocí la voz de Andrea al otro lado de la línea.
¿Qué quieres? – preguntó.
Athena me dijo que la llamase. ¿Va todo bien?
Claro que va todo bien, y todo va mal, según cómo lo quieras ver. Pero creo que puedes ayudar.
¿Dónde está?
Colgó sin dar más detalles.
Deidre O´Neill, conocida como Edda.-
Athena se hospedó en un hotel cerca de mi casa. Las noticias de Londres referentes a sucesos locales, sobre todo a los pequeños conflictos en los barrios de la periferia, jamás llegan a Escocia.
No nos interesa demasiado cómo gestionan los ingleses sus pequeños problemas; tenemos nuestra propia bandera, nuestro equipo de fútbol, y pronto tendremos nuestro parlamento. Es patético que en esta época todavía utilicemos el mismo código telefónico de Inglaterra, sus sellos de correo, y que aún tengamos que sufrir la derrota de nuestra reina María Estuardo en la batalla por el trono.
Ella terminó decapitada a manos de los ingleses, bajo el pretexto de problemas religiosos, está claro. Lo que mi discípula estaba afrontando no era ninguna novedad.
Dejé que Athena descansase durante un día entero. A la mañana siguiente, en vez de entrar en el pequeño templo a trabajar utilizando los rituales que conozco, decidí llevarla a pasear con su hijo por un bosque cerca de Edimburgo. Allí, mientras el niño jugaba y correteaba entre los árboles, ella me contó con detalle todo lo que estaba ocurriendo.
Cuando terminó, empecé a hablar:
Es de día, el cielo está nublado, y además de las nubes, los seres humanos creen que hay un Dios Todopoderoso que guía el destino de los hombres. Sin embargo, mira tu hijo, mira sus pies, escucha los sonidos que hay a tú alrededor: aquí abajo está la Madre, mucho más cercana, dándoles alegría a los niños y energía a los que caminan sobre Su cuerpo. ¿Por qué la gente prefiere creer en algo diferente y olvidar lo que es visible, la verdadera manifestación del milagro?
Yo sé la respuesta: porque allá arriba alguien de sabiduría incuestionable guía y da órdenes, escondido detrás de las nubes. Aquí abajo nosotros tenemos un contacto físico con la realidad mágica, libertad para escoger adónde nos llevarán nuestros pasos.
Palabras hermosas y exactas. ¿Crees que es eso lo que desea el ser humano? ¿Desea esa libertad para escoger sus propios pasos?
Creo que sí. Esta tierra sobre la que piso me ha trazado caminos muy extraños, de una aldea en el interior de Transilvania a una ciudad de Oriente Medio, de allí a otra ciudad en una isla, después al desierto, a Transilvania de nuevo, etc. De un banco de los suburbios a una compañía de venta de inmuebles en el golfo Pérsico. De un grupo de baile a un beduino. Y siempre que mis pies me empujaban hacia delante, yo decía “sí” en vez de decir “no”.
¿De qué te ha valido?
Hoy puedo ver el aura de la gente. Puedo despertar a la Madre en mi alma. Mi vida ahora tiene un sentido, sé por qué estoy luchando. ¿Pero por qué lo preguntas? Tú también has conseguido el poder más importante de todos: el don de curar. Andrea es capaz de profetizar y de hablar con espíritus; he seguido paso a paso su desarrollo espiritual.
¿De qué más te ha valido?
La alegría de estar viva. Sé que estoy aquí, todo es un milagro, una revelación.
El niño se cayó y se hizo daño en la rodilla. Instintivamente, Athena corrió hacia él, le limpió la herida, le dijo que no era nada, y el niño volvió a divertirse por el bosque. Usé aquello como una señal.
Lo que le acaba de pasar a tu hijo me pasó a mí. Y te está pasando a ti ¿verdad?
Sí. Pero no creo que haya tropezado y caído; creo que una vez más estoy pasando una prueba que me mostrará el siguiente paso.
En estos momentos, el maestro no debe decir nada; simplemente bendecir a su discípulo. Porque, por más que desee ahorrarle sufrimiento, el camino está trazado y los pies deseosos de seguirlo. Le sugería que volviésemos de noche al bosque, las dos solas. Me preguntó dónde podía dejar a su hijo; yo me encargaría de eso (tenía una vecina que me debía favores y a la que le encantaría quedarse con Viorel).
Al final del atardecer volvimos al mismo lugar, y por el camino discutíamos sobre cosas que nada tenían que ver con el ritual que estábamos a punto de realizar. Athena me había visto depilarme con un nuevo tipo de cera, y estaba muy interesada en saber cuáles eran las ventajas respecto a los otros procedimientos.
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