Ella volvió a mirar el reloj.
Voy a Sibiu -dijo ella-.Mi autobús sale dentro de una hora, voy a buscar a mi madre, si es eso lo que quieres saber. Trabajo como vendedora de inmuebles en Oriente Medio, tengo un hijo de casi cuatro años, estoy divorciada, y mis padres viven en Londres. Mis padres adoptivos, claro, pues fui abandonada en la infancia.
Ella estaba realmente en un estado muy avanzado de percepción; se había identificado conmigo, aunque todavía no fuera consciente de ello.
Sí, era eso lo que quería saber.
¿Tenías que venir tan lejos para investigar a un escritor?
¿No hay bibliotecas en el lugar en el que vives?
En realidad, ese escritor vivió en Rumania sólo hasta terminar la universidad. Así que, si yo quisiera saber más sobre su trabajo, debería ir a París, a Londres o a Chicago, donde murió. Así que lo que estoy haciendo no es una investigación en el sentido clásico: quiero ver dónde puso sus pies. Quiero sentir lo que lo inspiró para escribir sobre cosas que afectan a mi vida y a la vida de las personas que respeto.
¿Escribió también sobre medicina?
Mejor no responder. Me di cuenta de que había reparado en la palabra “maestro”, pero pensaba que estaba relacionada con mi profesión.
Ella se levantó. Creo que presintió adónde quería llegar yo, podía ver que su luz brillaba con más intensidad. Sólo soy capaz de entrar en este estado de percepción cuando estoy cerca de alguien muy parecido a mí.
– ¿Te importaría acompañarme hasta la estación? – preguntó.
En absoluto. Mi avión no salía hasta última hora de la noche, y un día entero, aburrido, interminable, se me presentaba por delante. Por lo menos, tenía alguien con quien hablar un poco.
Ella subió, volvió con sus maletas en las manos y con una serie de preguntas en la cabeza. Empezó su interrogatorio en cuanto salimos del hotel.
Tal vez no vuelva a verte en la vida-dijo-, pero creo que tenemos algo en común. Así que, como puede que ésta sea la última vez que hablemos en esta reencarnación, ¿te importaría ser directa en tus respuestas?
Yo asentí con la cabeza.
Ya que has leído esos libros, ¿crees que el baile nos puede llevar al trance y hacernos ver una luz? ¿Y que esa luz no nos dice absolutamente nada, salvo si estamos contentos o tristes?
¡Pregunta correcta!
Sin duda. Pero no sólo el baile; todo aquello en lo que seamos capaces de centrar nuestra atención y nos permita separar el cuerpo del espíritu. Como el yoga, la oración o la meditación de los budistas.
O la caligrafía.
No había pensado en eso, pero es posible. En esos momentos en los que el cuerpo libera el alma, ésta sube a los cielos o baja a los infiernos, dependiendo del estado de ánimo de la persona.
En ambos lugares, aprende cosas que necesita saber: ya sea destruir al prójimo, o curarlo. Pero ya no me interesan esos caminos individuales; en mi tradición necesito la ayuda de… ¿estás prestando atención a lo que digo?
No.
Vi que se había parado en medio de la calle y miraba a una niña que parecía abandonada. En ese momento metió la mano en su bolso.
No hagas eso-le dije. Mira al otro lado de la calle: allí hay una mujer llena de maldad. Ella puso a esa niña ahí para…
No me importa.
Ella sacó algunas monedas. Yo le agarré la mano.
La invitaremos a comer algo. Es más útil.
Invité a la niña a ir a un bar; le compré un bocadillo y se lo di. La niña sonrió y lo agradeció; los ojos de la mujer que estaba al otro lado de la calle parecía brillar de odio. Pero las pupilas grises de la chica que caminaba a mi lado, por primera vez, demostraban respeto por lo que yo acababa de hacer.
¿Qué me decías?
No importa. ¿Sabes lo que pasó hace unos minutos? Entraste en el mismo trance que el que provoca el baile.
Te equivocas.
Estoy segura. Algo tocó tu subconsciente; tal vez te hayas visto a ti misma, si no hubieras sido adoptada, mendigando en esta calle. En ese momento, tu cerebro dejó de reaccionar. Tu espíritu salió, viajó al infierno, se encontró con los demonios de tu pasado. Por eso no viste a la mujer que estaba al otro lado de la calle: estabas en trance. Un trance desorganizado, caótico, que te empujaba a hacer algo teóricamente bueno, pero prácticamente inútil. Como si estuvieras…
…en un espacio en blanco entre las letras. En el momento en el que una nota musical termina y la otra todavía no ha empezado.
Exactamente. Y un trance provocado de esta manera puede ser peligroso.
Casi le dije: “Éste es el tipo de trance provocado por el miedo: paraliza a la persona, la deja sin reacción, su cuerpo no responde, su alma ya no está allí. Te aterrorizó pensar en todo lo que podría haber ocurrido en el caso de que el destino no hubiese puesto a tus padres en tu camino”. Pero ella había dejado las maletas en el suelo y me estaba mirando fijamente.
¿Quién eres tú? ¿Por qué me estás diciendo todo esto?
Como médica, me llaman Deidre O´Neill. Mucho gusto.
¿Cómo te llamas?
Athena. Pero en el pasaporte pone Sherine Khalil.
¿Quién te puso ese nombre?
Nadie importante. Pero no te he preguntado tu nombre, sino quién eres. Y por qué te has acercado a mí. Y por qué yo he sentido la misma necesidad de hablar contigo. ¿Habrá sido por el hecho de que éramos las dos únicas mujeres del bar? No creo: y me estás diciendo cosas que dan sentido a mi vida.
Volvió a coger las maletas, y seguimos caminando hacia la estación de autobuses.
Yo también tengo un segundo nombre: Edda. Pero no fue escogido al azar. Como tampoco creo que el azar nos haya unido.
Delante de nosotros estaba la puerta de la estación de autobuses, donde varias personas entraban y salían, militares con sus uniformes, campesinos, mujeres guapas, pero vestidas como se hacía cincuenta años atrás.
Si no fue el azar ¿Qué crees que fue?
Todavía faltaba media hora para que saliera su autobús, y yo podría haberle respondido: fue la Madre. Algunos espíritus escogidos emiten una luz especial, tienen que encontrarse, y tú (Sherine o Athena) eres uno de esos espíritus, pero tienes que trabajar mucho para usar esa energía en tu favor.
Podría haberle contado que estaba siguiendo el camino clásico de una hechicera que busca a través de la individualidad su contacto con el mundo superior e inferior, pero que acaba destruyendo su propia vida; sirve, da energía, pero jamás la recibe de vuelta.
Podría haberle explicado que, aunque los caminos sean individuales, siempre hay una etapa en la que las personas se unen, celebran ceremonias, hablan de sus dificultades, y se preparan para renacer de la Madre. Que el contacto con la Luz Divina es la mejor realidad que un ser humano puede experimentar, y aun así, mi tradición, este contacto no podía hacerse de manera solitaria, porque teníamos a nuestras espaldas años, siglos de persecución, que nos habían enseñado muchas cosas.
¿No quieres entrar a tomar un café mientras espero el autobús?
No, yo no quería. Iba a acabar diciendo cosas que, en ese momento, iban a ser malinterpretadas.
Ciertas personas han sido muy importantes en mi vida- continuó ella-. El propietario de mi apartamento, por ejemplo. O un calígrafo que conocí en el desierto cerca de Dubai. Puede que me digas cosas que yo pueda compartir con ellos, y pagarles todo lo que me han enseñado.
Entonces, ya había tenido maestros en su vida: ¡perfecto! Su espíritu estaba maduro. Todo lo que tenía que hacer era continuar su entrenamiento; en caso contrario, iba a acabar perdiendo lo que había conquistado. ¿Pero era yo la persona indicada?
En una fracción de segundo, pedí que la Madre me inspirase, que me dijese algo. No obtuve respuesta, lo cual no me sorprendió, porque Ella siempre me hacía lo mismo cuando se trataba de aceptar la responsabilidad de una decisión.
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