«No pienso protestar», pensé, y dije: «¿Dirás que no soy un hombre si no me enojo?»
«Como la guerra que te dije, está bien claro.» «También las mujeres tienen sus guerras…» ¿Qué haremos? Pensaba: ahora me voy a mi casa, y hemos terminado para siempre, no cabe duda, no solamente se ha aburrido de mí, está harta de mí, pero para colmo me ha atravesado de parte a parte con esa especie de adulterio, ha sido infiel, como el sueño me había profetizado, el sueño, el maldito sueño; me veo a mí mismo, aferrando a Yuri por la camisa y derribándolo por el suelo, extrae un cuchillo yugoeslavo, levanto una silla para hundirle el cráneo, todos me miran… pero sigo soñando despierto, le miro a los ojos, y de pronto veo el resplandor de un ángel burlón que ha venido a la tierra por broma, y comprendo que esto que ha ocurrido con Mardou también es una broma, y pienso: «Qué ángel más raro este que se eleva de entre los subterráneos.»
«Hijito, tú decidirás», me está diciendo en realidad Mardou en ese momento, «cuántas veces por semana quieres verme y todo eso; pero, como te dije, quiero ser independiente».
Y yo me vuelvo a casa, habiendo perdido su amor.
Y escribo este libro.
[1] The Evergreen Review, Nueva York, Vol. 2 n." 5.
[2]. En el momento de corregir pruebas nos llega el anuncio de un diccionario, en América, bastante prometedor a juzgar por lo que sobre él indica su lanzamiento publicitario.
[3]. Quizás los lectores se diviertan más cuando sepan que en realidad la historia de Los subterráneos se desarrolla en el Paradise Alley del Greenwich Village de Nueva York: precisamente a solicitud de los editores Kerouac desplazó la escena a la Costa Oeste, puesta muy de moda después de las readings más o menos escandalosas de Kerouac, Ginsberg y Corso en San Francisco en 1956. Sólo entonces se constituyó el núcleo de la colonia beat californiana que había de inspirar a Lawrence Lipton un libro famoso (y en verdad un poco falso): The holy barbarians. De este libro, más que de la novela de Kerouac, partió después la así llamada versión cinematográfica de Los subterráneos: Nuestra vida comienza de noche, una película MGM dirigida por Randal McDougall e interpretado por Leslie Carón en el papel de Mardou y por Jack Peppard en el de Kerouac. Los subterráneos narra, de hecho, una experiencia real como muchas otras ocurridas por aquellos años; Kerouac describió a Gregory Corso en la figura de Yuri, a Burroughs en la de Camody, a Ansen en la de Bromberg, y a sí misino en la de Leo Percepied, narrador de!a historia.