Doris Lessing - Canta La Hierba

Здесь есть возможность читать онлайн «Doris Lessing - Canta La Hierba» весь текст электронной книги совершенно бесплатно (целиком полную версию без сокращений). В некоторых случаях можно слушать аудио, скачать через торрент в формате fb2 и присутствует краткое содержание. Жанр: Современная проза, на испанском языке. Описание произведения, (предисловие) а так же отзывы посетителей доступны на портале библиотеки ЛибКат.

Canta La Hierba: краткое содержание, описание и аннотация

Предлагаем к чтению аннотацию, описание, краткое содержание или предисловие (зависит от того, что написал сам автор книги «Canta La Hierba»). Если вы не нашли необходимую информацию о книге — напишите в комментариях, мы постараемся отыскать её.

Un asesinato es el punto de arranque de esta novela publicada en 1950, la primera de Doris Lessing, autora galardonada con el premio Príncipe de Asturias de las letras. Situada en la Suráfrica segregacionista, Canta la hierba describe la historia de una mujer blanca en el seno de uña sociedad dividida por el color de la piel y en la que imperan la injusticia y la desesperación. Mary Turner, hija de unos pobres granjeros y nacida en África, se convierte en una joven urbana, trabajadora e independiente, hasta el día en que sorprende los cotilleos de sus amigas y decide que debe casarse para silenciarlos. Tras un periodo de angustiosa espera, conoce a un granjero que se enamora perdidamente de ella. Sin embargo, el matrimonio, la rutina de una granja aislada, las convenciones de la comunidad blanca y la relación con los nativos cambiarán su vida hasta límites insospechados.

Canta La Hierba — читать онлайн бесплатно полную книгу (весь текст) целиком

Ниже представлен текст книги, разбитый по страницам. Система сохранения места последней прочитанной страницы, позволяет с удобством читать онлайн бесплатно книгу «Canta La Hierba», без необходимости каждый раз заново искать на чём Вы остановились. Поставьте закладку, и сможете в любой момент перейти на страницу, на которой закончили чтение.

Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

– Oh, sí -prosiguió Dick, sin advertir su cólera-. Recuerdo que una vez el viejo Samson me dijo: «Ustedes dicen que olemos mal, pero para nosotros no hay nada peor que el olor de un hombre blanco.»

– ¡Vaya desvergüenza! -empezó ella, indignada, pero se fijó en el rostro todavía pálido y demacrado y se contuvo. Tenía que ir con mucha cautela porque en su actual estado de debilidad cualquier cosa la irritaba.

– ¿De qué les hablabas? -preguntó Dick.

– Oh, de nada en particular-fue la evasiva respuesta de Mary mientras volvía la cara. Había decidido no decirle que los peones se marchaban hasta que estuviera restablecido del todo.

– Espero que los trates bien -dijo él, ansioso-. Hay que ir con pies de plomo con ellos, ya lo sabes. Están muy mal acostumbrados.

– No soy partidaria de tratarles con suavidad -replicó Mary en tono desdeñoso-. Si yo mandara, les enseñaría a obedecer con el látigo.

– Todo eso está muy bien -observó Dick, irritado-, pero, ¿de dónde sacarías a los peones?

– Oh, me ponen enferma -dijo ella, estremeciéndose.

Durante aquel período, pese al trabajo duro y a su odio hacia los nativos, todo su descontento y apatía quedaron relegados a último término. Se hallaba demasiado absorta en el esfuerzo de controlar a los nativos sin demostrar debilidad, de llevar la casa y ordenar las cosas de forma que Dick estuviera cómodo durante su ausencia. Además, estaba descubriendo todos los detalles de la granja: cómo se dirigía o qué se cultivaba en ella. Pasó varias veladas estudiando los libros de Dick mientras éste dormía. En el pasado no había sentido el menor interés por todo aquello: era asunto de Dick. Pero ahora empezó a analizar-las cifras -lo cual no era difícil con sólo dos libros de contabilidad- y a ver la granja en su conjunto. Sus descubrimientos la escandalizaron. Al principio pensó que debía equivocarse;' no podía ser que rindiera tan poco. Pero era cierto. Después de inspeccionar los cultivos y los animales, pudo analizar sin dificultad las causas de su pobreza. La enfermedad, la obligada reclusión de Dick y su propia obligada actividad la acercaron a la granja y le prestaron realidad ante sus ojos. Antes había sido un negocio ajeno y bastante desagradable del que se excluyó voluntariamente y en el que no intentó profundizar, pensando que era demasiado complicado. Ahora estaba molesta consigo misma por no haber tratado de estudiar a tiempo aquellos problemas.

Mientras seguía a los nativos por los campos, pensaba sin cesar en la granja y en lo que debía hacerse con ella. Su actitud hacia Dick, siempre desdeñosa, se volvió amarga y colérica. No era una cuestión de mala suerte, sino un caso claro de incompetencia. Se había equivocado al pensar que aquellos accesos de actividad con pavos, cerdos, etcétera, eran una especie de escapatoria de la disciplina del trabajo agrícola. Dick era consecuente; todo lo que hacía revelaba las mismas características. Por doquier encontraba cosas empezadas e interrumpidas a medio hacer. Aquí era un trozo de tierra talado a medias y abandonado, por lo que los árboles volvían a crecer en él; allí era un establo para vacas hecho mitad de ladrillo, mitad de hierro y una pared de madera y barro. La granja era un mosaico de cultivos diferentes. El mismo terreno de veinte hectáreas había sido plantado sucesivamente de girasoles, cáñamo, maíz, cacahuetes y judías. Siempre cosechaba veinte sacos de esto y veinte de aquello con sólo unas pocas libras de beneficio por cada cultivo. ¡No había una sola cosa bien hecha en todo el lugar, ni una sola! ¿Por qué no era capaz de verlo? ¿Cómo podía pasarle por alto que nunca llegaría a ninguna parte con aquel desorden?

Deslumbrada por el resplandor del sol, pero atenta a cada movimiento de los peones, calculó, ideó e hizo planes, decidida a hablar de ello a Dick cuando estuviera restablecido para persuadirle de que afrontara con lucidez cuál sería su futuro si no introducía un cambio en sus métodos. Sólo faltaban unos días para que se reintegrara al trabajo; le daría una semana para que todo volviera a su cauce normal y entonces no le dejaría en paz hasta que siguiera sus consejos.

Pero aquel último día ocurrió algo imprevisto.

Dick almacenaba todos los años su cosecha de mazorcas de maíz en un lugar cercano al establo de las vacas. Primero se extendían láminas de hojalata para proteger el maíz de las hormigas blancas; sobre esta base se vaciaban los sacos y las mazorcas iban formando lentamente un montón de espigas de envoltura blanca y lisa. Aquellos días Mary permanecía allí, vigilando el vaciado de los sacos. Los nativos descargaban los sacos del carro colocándoselos sobre los hombros y sujetándolos por los extremos; el peso encorvaba sus espaldas. Eran como una correa transportadora humana. Dos nativos permanecían en el carro y cargaban los sacos sobre los hombros de los peones. Éstos iban en fila del carro al montón de espigas, tambaleándose sobre los sacos llenos para vaciar desde arriba el que transportaban a la espalda. El aire rebosaba de polvo y de pequeños fragmentos de vaina. Cuando Mary se pasaba la mano por la cara, la sentía áspera como una arpillera fina.

Se encontraba al pie del montón, que se levantaba ante ella como una montaña grande y brillante contra el cielo diáfano, de espaldas a los pacientes bueyes que esperaban inmóviles, con las cabezas bajas, a que se vaciara el carro para volver a hacer otro viaje. Vigilaba a los nativos, pensando en la granja y haciendo oscilar el látigo enroscado a su muñeca de modo que dibujaba serpentinas en el polvo rojizo. De improviso advirtió que uno de los peones no trabajaba; apartado de la hilera, respiraba con fuerza y el rostro le brillaba de sudor. Mary echó una ojeada a su reloj de pulsera. Pasó un minuto, y luego otro, pero el peón continuaba en el mismo sitio, con los brazos cruzados. Esperó a que la manecilla del reloj marcara los tres minutos, llena de creciente indignación ante la temeridad de aquel negro que permanecía inmóvil conociendo la regla de que no podía exceder la pausa establecida de un minuto. Entonces le interpeló:

– Vuelve al trabajo.

Él la miró con la expresión común a todos los jornaleros africanos: con los ojos ausentes como si no la viera, y el rostro convertido en una superficie obsequiosa especial para ella y los de su clase, que encubría un interior invulnerable y secreto. Bajó los brazos con ademanes lentos y dio media vuelta para ir a beber un poco de agua de una lata de gasolina que guardaban al fresco, bajo un matorral. Ella repitió, levantando la voz:

– He dicho que vuelvas al trabajo. Al oírla, se detuvo, la miró a la cara y contestó en su dialecto, incomprensible para ella:

– Necesito beber.

– No me hables en esa jerga -replicó Mary, buscando con la vista al capataz, que no se veía por ninguna parte. El hombre tartamudeó, en tono sincopado y ridículo:

– Quie…ro…agua.

Una vez dicho esto en inglés, sonrió de repente, abrió la boca y se metió un dedo en ella para señalar la garganta. Mary oyó reír quedamente a los otros nativos que estaban junto al montón de mazorcas. Su risa, bien intencionada, la enfureció; pensó que se reían de ella, cuando lo cierto era que sólo aprovechaban la ocasión para reírse de algo, lo que fuera, en medio de su trabajo, y uno de ellos chapurreando el inglés y metiéndose un dedo hasta la garganta era un motivo de risa tan bueno como cualquier otro.

Sin embargo, la mayoría de blancos creen que es una «impertinencia» por parte de un nativo hablar en inglés. Mary replicó, sofocada por la ira:

– No me hables en inglés -y se interrumpió en seguida.

El hombre se encogió de hombros y sonrió, mirando hacia el cielo, como protestando de que primero le prohibiera hablar en su propia lengua y después en la de ella. ¿Cómo quería que le hablase? Aquella desenfadada insolencia la indignó hasta el punto de dejarla sin habla. Abrió la boca para increparle, pero no pudo proferir una sola palabra. Y vio en los ojos del hombre aquel hosco resentimiento y -lo que era aún peor- un desprecio divertido. Con un ademán involuntario, Mary levantó el látigo y lo blandió contra aquel rostro con fuerza inusitada. No sabía lo que hacía. Se quedó muy quieta, temblando, y cuando le vio aturdido, llevándose la mano a la cara, miró con estupefacción el látigo que sostenía, como si se hubiera desenroscado en el aire por propia iniciativa, sin su consentimiento. Mientras miraba, en la mejilla negra apareció una marca gruesa en la que se concentró una gota de sangre brillante que resbaló por el mentón y fue a caer sobre el pecho del nativo. Era un hombre corpulento, más alto que todos los demás, dotado de un cuerpo magnífico sólo cubierto por un saco viejo atado a la cintura. Mientras le contemplaba, asustada, se le antojó un gigante. Cayó otra gota roja sobre el fornido pecho, que se deslizó hasta el talle. Entonces le vio hacer un movimiento repentino y retrocedió, aterrada, pensando que iba a atacarla. Pero sólo se secó la sangre de la cara con una mano grande y un poco trémula. Mary sabía que todos los nativos estaban como petrificados detrás de ella, observando la escena. Con una voz que sonó áspera por la falta de aliento, repitió:

Читать дальше
Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Похожие книги на «Canta La Hierba»

Представляем Вашему вниманию похожие книги на «Canta La Hierba» списком для выбора. Мы отобрали схожую по названию и смыслу литературу в надежде предоставить читателям больше вариантов отыскать новые, интересные, ещё непрочитанные произведения.


Отзывы о книге «Canta La Hierba»

Обсуждение, отзывы о книге «Canta La Hierba» и просто собственные мнения читателей. Оставьте ваши комментарии, напишите, что Вы думаете о произведении, его смысле или главных героях. Укажите что конкретно понравилось, а что нет, и почему Вы так считаете.

x