– ¿Ni siquiera quieres una parte? -preguntó Mark, pero Grady dijo que no con la cabeza.
– Ese caso está en las últimas -murmuró Wingate-. Está muerto desde los años ochenta.
– Buenas noches a todo el mundo -dijo Jennifer Rowland desde la puerta. Era una mujer pequeñita, graduada en Villanova, que siempre daba la sensación de estar tan efervescente como un vaso de Seven-Up.
– -Entra, Jen --dije, y le hice espacio para que cupiera entre nuestros otros dos asociados, Amy Fletcher y Jeff Jacobs. La biblioteca era tan pequeña que al final del día siempre se parecía al camarote de los hermanos Marx, pero a mí no me importaba. Me encantaba oírlos hablar sobre los problemas legales del día y a los asociados les encantaba airearlos. Y hoy teníamos un problema de verdad. Decidí afrontarlo.
– ¿Sabéis, familia?, me alegro de que estéis todos presentes, porque hay algo que me gustaría discutir. He oído ciertos rumores.
Mark levantó la cabeza sobresaltado.
– ¿Rumores? ¿Qué clase de rumores?
– ¿Sobre Wells? --dijo Wingate--. ¿Es de verdad una mujer?
Mark lo atajó con un gesto terminante.
– Wingate, si fueras divertido, sería diferente. Pero no lo eres, así que cállate.
A Wingate se le subieron los colores y yo me aclaré la garganta.
– Los rumores dicen que algunos de vosotros estáis repartiendo currículos.
– -¿Currículos? Estás bromeando --dijo Mark, que parecía tan sorprendido como yo. Sin duda se sentía indignado de que no hubiera hablado primero con él en privado, pero yo no había querido esperar. De repente, su mirada empezó a escrutar los rostros alrededor de la mesa-. ¿Quién anda a la búsqueda de un nuevo empleo? -preguntó-. ¿Quién?
– Mark, no se trata de eso. No importa si alguien lo hace. No he sacado el tema para que alguien confiese.
– -Quieres decir que no intentas echar a nadie --dijo, tenso, Wingate.
– -No, ni lo intento. Pero quiero deciros, y creo hablar en nombre de Mark también, que nos disgustaría mucho perder a cualquiera de vosotros. Todos habéis trabajado muy duro y sé lo que eso representa. Por tanto, si estáis descontentos con las horas, o con cualquier otra cosa, venid a vernos en privado y explicadnos por qué. Tal vez lo podamos solucionar y nadie tenga que marcharse de R amp; B. Me ha salido un bonito discurso, ¿verdad?
– Bravissíma -dijo Grady aplaudiendo, y yo le hice una reverencia.
Jennifer Rowland levantó tímidamente una mano.
– ¿Bennie? No sé si puedo hacer una pregunta.
– Por supuesto, lo que quieras.
– Todos hemos oído algunos rumores sobre ti y Mark, ya sabes. -Pasó torpemente su mirada de Mark a mí, y ya que mi papel era mantener la dignidad en la derrota, le contesté.
– -Pues, Jennie, es verdad que papá y yo de hecho hemos roto. Pero no fue culpa tuya y nosotros te seguimos queriendo como siempre. --Los asociados se rieron y yo también, aunque sentía un dolor mortal. Mark se puso rojo y miró a Eve.
Pero Jenny movía una mano tratando de hacer callar a todo el mundo.
– -No, no me refería a eso. Ya sabíamos que Mark y tú habíais roto. Lo que yo oí es que la firma se disolvía. Que tú y Mark estabais liquidando el bufete.
Mark se puso tan pálido como yo.
– Jenny, eso es absolutamente falso -dije yo con la boca seca, pero Mark ya se había puesto de pie.
– Chicos, creo que ya hemos tenido suficiente sesión de terapia por hoy. Todo el mundo fuera. -Batió palmas para que los asociados se pusieran en movimiento-. Vamos, vamos. Todo el mundo fuera.
– Espera un minuto, Mark -dije, sorprendida-. Tienen derecho a preguntar, a saber lo que pasa. Se trata de sus trabajos.
– Bennie, basta -dijo, y levantó una mano-. Sé lo que estoy haciendo.
Los asociados ya se retiraban. Amy Fletcher se fue con Jeff Jacobs y Jennifer. Wingate se levantó de un salto y se alejó con Eve y Renee Butler. Grady fue el último en irse y me echó una mirada; sus grandes ojos azules destilaban inteligencia y algo más. Una pizca de comprensión. Luego, todos se fueron.
Cerré la puerta de la biblioteca y me enfrenté a Mark.
– Se ha terminado, Bennie -dijo Mark.
– -Lo sé. Me he dado cuenta de que ya no dormimos juntos.
– -No hablo de nosotros. Me refiero a la firma. Es verdad.
– -¿Qué? --No podía creer lo que estaba oyendo. Se me subió la sangre a la cabeza y se me secó la boca. Se me formó un nudo de dolor e indignación en el pecho-. ¿De qué estás hablando?
– Quiero independizarme.
– Ya te has independizado. -Me dije que debía mantener la calma y controlar mis palabras. No quería que empezáramos a gritarnos como de costumbre. No nos había hecho ningún bien, salvo acelerar nuestra separación.
– -Quiero volver a empezar, tener mi propio bufete. Necesito empezar de nuevo. --Se metió las manos en lo más profundo de los bolsillos de su pantalón-. Es demasiado agobiante estar contigo y con Eve en la misma empresa.
– Espera un momento. Estás hablando de mi propia empresa, de mi medio de vida. Tu asunto con Eve es personal. Se trata de dos cosas distintas.
– Entonces, ¿qué sucedió hoy con el jarro de agua? Eve piensa que lo hiciste por celos. No sabe cómo puede seguir aquí estando tú de por medio.
Apreté los dientes.
– Entonces que se vaya. Es mi negocio. Tú y yo sabemos que lo de hoy fue algo profesional.
Se cruzó de brazos en la otra punta de la mesa de reuniones.
– En un par de años estará lista para ser asociada. ¿Tú lo permitirías?
– Lo decidiré en su momento, pero dudo que dé la talla. No considero que esté cualificada después de lo que he visto hoy.
Soltó una carcajada intempestiva.
– Bennie, la guardiana de los principios. No cambias.
– Sin duda, ¿y por qué no? -dije luchando por controlarme el genio-. Eve es una buena abogada de empresa, pero no podría ponerse delante de un tribunal ni aunque le fuera la vida en ello. Para eso, cualquiera de sus colegas es mejor, Butler, Wells o Wingate.
– ¿Wingate? Es un cretino. ¡No tiene el seso suficiente ni siquiera si tuviera la energía necesaria! No lo puedo presentar a un cliente de empresa…
– Baja la voz -le dije por si los asociados estaban oyendo.
– Eve es inteligente, Bennie. Esa idea para la sociedad en participación fue suya. Tú viste el informe.
– ¿Sí? Hemos rechazado a muchos chicos inteligentes que querían ser asociados.
– -Te lo estoy diciendo. Es buena.
– -Tal vez en la cama.
Hizo una mueca.
– -Ese comentario no era necesario, Bennie.
– -¡Por supuesto que sí! Asume las cosas. ¿Por eso quieres darle un tratamiento especial? ¿En qué lugar quedan las demás mujeres? ¿Y los hombres? No tiene talento. Punto. Se acueste con quien se acueste.
Movió la cabeza y yo también. Se hizo el silencio entre los dos mientras recapacitábamos.
– -Me llevaré a mis clientes -dijo Mark en voz baja-. Wellroth y las demás empresas farmacéuticas. Tú te quedas con los clientes por difamación y los casos de abuso policial. Dividimos por la mitad los activos y todo lo que nos deben. He hecho copias en disco de los archivos del ordenador. También de la documentación que escribimos juntos y del sistema de pagos. Eve ha hecho copias de los archivos de casos para los clientes farmacéuticos.
Lo habían planeado todo. Los dos, a mis espaldas. Sentí que ya no controlaba mis nervios.
– Nos dividimos los asociados. Quien quiera venir conmigo y con Eve, que lo haga. Quien quiera ir contigo, que lo haga. He encontrado nuevas oficinas en la calle Veinte. Tienen sol y luz. El alquiler empieza a contar dentro de dos semanas.
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