Esperó hasta que la sanadora y Sarina salieron enérgicamente de la habitación, llevando sus cosas con ellas.
– Me asustaste, sorella mia . No puedes desaparecer así -Se inclinó acercándose, susurrando palabras de ánimo-. Me mantuve vigilando al tuo fratello por ti. Está dormiendo pacíficamente. Nicolai te ama mucho. Te has convertido en su vida, sabes. Su corazón -Tomó la mano de Isabella entre las suyas y se inclinó aún más cerca-. Tú eres la única amiga que tengo, la única que puede llevarme de regreso de un lugar vacío y oscuro. Ya no quiero vivir allí, Isabella. Quédate con nosotros. Quédate con el mio fratello . Quédate conmigo. Vivimos en un mundo que no puedes esperar entender, pero necesitamos tu valor.
Los dedos de Isabella se cerraron alrededor de los de Francesca solo por un momento, después los dejó. Francesca suspiró y acomodó la mano de Isabella bajo las mantas. Nicolai estaba esperando impacientemente, casi gruñendo a su hermana cuando entró rondando en la habitación como el león inquieto que era.
– Déjala dormir, Nicolai -aconsejó Francesca-. ¿Qué has averiguado?
– Mis hombres están trayendo a la mujer y los sirvientes. Tendremos nuestras respuestas cuando lleguen -Tocó el pelo de Isabella, una tierna caricia, después reanudó su paseo.
– Fue atacada por lo gatos. Hay profundos arañazos en su brazo -Francesca inhaló ante la expresión asesina de él e intentó explicarse apresuradamente- Los gatos se refugian en el almacen para evitar que se los coman los leones. Mantienen controlados a los roedores. Los necesitamos, Nicolai. No puedes destruirlos. Las pobres criaturas están hambrientas y solo protegían su territorio. No tienen ningún otro refugio. Todo el mundo lo sabe. -Sus palabras se desvanecieron. Alzó los ojos hacia su hermano-. Nicolai. -Respiró su nombre con horror.
Ardían llamas en los ojos de él, rojo-anaranjadas, un reflejo de su confusión interna. Continuó mirándola fijamente.
– Nicolai, no puedes persistir todavía en pensar que yo querría que le sobreviniera algún daño. -Había dolor en su cara, en sus ojos.
– No sé que pensar, solo que su vida está en peligro por algo más que lo que vive dentro de mí.
– ¿Qué ganaría yo con su muerte? ¿Cuál sería mi motivo? Yo soy la única persona en la que puedes confiar con su vida. La única persona. Eres el mio fratello . Mi lealtad ha sido siempre para ti -Inclinó la barbilla-. Isabella me ha encargado una tarea. He dado mi palabra de honor, y tengo intención de mantenerla. Si me perdonas… -Cuadró los hombros y caminó hacia la puerta.
Nicolai se pasó una mano inquieta a través de su espesa malena.
– Francesca -Su voz la detuvo, pero no se giró-. Ni siquiera confío en mí mismo -admitió en voz baja.
Ella asintió, mirando sobre el hombro tristemente.
– No deberías. Está más en peligro por ti que por ningún traidor que viva en nuestra finca. Ambos lo sabemos. Y ella lo sabe también. La diferencia está en que Isabella está dispuesta a darnos una oportunidad, a vivir con nosotros, a construir una vida para sí misma y los que la rodean. Nosotros elegimos encerrarnos, observando la vida y el amor pasar a nuestro lado. Sin Isabella, ninguno de nosotros tiene mucho más de una oportunidad en la vida.
– ¿Y con nosotros -respondió él- qué oportunidad tiene ella de vivir?
Francesca se encogió de hombros.
– Como con cada novia antes que ella, la bestia esperará hasta que haya un heredero asegurado. Tiene esos años, Nicolai. Hazla feliz. Haz que su sacrificio cuente para algo. O decide romper la maldición.
– Haces que suene como si tuviera elección -Sus manos se cerraron en puños, y, con la intensidad de sus emociones, las uñas perforaron sus palmas-. ¿Cómo? -Había rabia en su voz, desesperación-. ¿Alguien sabe como se hace?
Francesca sacudió la cabeza.
– Yo solo sé que puede hacerse.
Nicolai observó a su hermana abandonar la habitación. Paseó inquietamente, pisando suavemente en silencio, su mente trabajando furiosamente. Desde el momento en que Isabella había llegado al valle, un asesino la había asechado. Tenía que encontrar al traidor y disponer de él… o ella.
Isabella se movió, las sombras avanzaban a rastras en la paz de su expresión. Al instante acudió a ella, deslizando su larga forma sobre la cama para estirarse junto a ella. Le acercó a él, sus brazos rodeándola, atrayéndola contra su corazón. Nicolai descansó la barbilla en lo alto de su cabeza, frotando gentilmente su mandíbula a lo largo del pelo de ella en un gesto que pretendía consolar. No estaba completamente seguro de si estaba consolando a Isabella o a sí mismo.
– ¿Nicolai? -Ella susurró su nombre inciertamente, atrapada entre un sueño y una pesadilla.
– Estoy aquí, cara mia -la tranquilizó él. La intensidad de sus emociones le aferró, fluyeron las lágrimas, estrangulándole-. Piensa solo en felicidad, Isabella. El tuo fratello está a salvo dentro de los muros del palazzo . Tú estás a salvo en tu dormitorio, y yo estoy contigo-. Le presionó una serie de besos a lo largo de la garganta. Gentilmente. Tiernamente-. Ti amo , y te lo juro, encontraré una forma de mantenerte a salvo.
– Cuando estás conmigo, Nicolai, me siento a salvo -murmuró-. Desearía que tú te sintieras a salvo cuando estás conmigo-. agregó tristemente-. Quiero paz para ti. Solo acepta lo que eres, Nicolai. Acepta quién eres. Mi corazón. Que eres bienvenido. Mi corazón. -Sus pestañas fluctuaron, su suave boca se curvó-.Quédate conmigo, y deja que el resto se ocupe de sí mismo.
– No puedo protegerte del traidor que hay en nuestra casa -dijo él con desesperación-. ¿Cómo puedo protegerte de lo que soy?
Ella frotó la cara contra su pecho.
– No necesito protección de un hombre que me ama. Nunca necesitaré protección. -Sonaba adormecida, sexy, su voz tan suave que se arrastró bajo la piel de él y se envolvió alrededor de su corazón-. Estoy tan cansada, Nicolai. Quizás podamos hablar después. Vi a Theresa y Violante. Mantenlas a salvo, y a Francesca también. Debería haberlas advertido.
Él bajó la mirada hacia ella, a sus largas pestañas como dos espesas mediaslunas. El deber estaba profundamente arraigado en ella.
– Los capitanes y sus esposas pasarán la noche en el palazzo . Tengo intención de averiguar qué ha ocurrido exactamente. -Le besó la sien-. Duerme ahora, piccola . Solo descansa, y te aseguro que los demás están a salvo.
Mientras la observaba dormir, comprendió que no había cadenas sacudiéndose, ni aullidos en los salones. Incluso los fantasmas y espíritus eran renuentes a perturbarla. Cuando estuvo seguro de que estaba profundamente dormida, la dejó para conducir su investigación.
Isabella no durmió mucho. Las pesadillas la atacaron, despertándola sobresaltada apesar de su terrible fatiga. Necesitaba compañía. Necesitaba ver a su hermano.
Isabella abrió la puerta de la habitación de su hermano y se sorprendió de ver a Francesca apartándose de un tirón del costado de la cama de Lucca, con dos puntos brillantes de color en las mejillas. Sus ojos estaban brillantes. Isabella miró de su hermano a la hermana del don .
– ¿Todo va bien? ¿Lucca está mejor?
– Lo está haciendo muy bien -la tranquilizó Francesca, recorriendo una corta distancia desde la cama.
– Grazie , Francesca. Aprecio que te ocupes de Lucca por la noche por mí. Tiene mejor aspecto. -Isabella rozó las ondas de pelo que enmarcaban la cara de su hermano-. ¿Ha descansado?
– Estoy aquí mismo, Isabella -le recordó Lucca-. No hables como si fuera un bambino sin conocimiento.
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