Simon Scarrow - Roma Vincit!

Здесь есть возможность читать онлайн «Simon Scarrow - Roma Vincit!» весь текст электронной книги совершенно бесплатно (целиком полную версию без сокращений). В некоторых случаях можно слушать аудио, скачать через торрент в формате fb2 и присутствует краткое содержание. Жанр: Современная проза, на испанском языке. Описание произведения, (предисловие) а так же отзывы посетителей доступны на портале библиотеки ЛибКат.

Roma Vincit!: краткое содержание, описание и аннотация

Предлагаем к чтению аннотацию, описание, краткое содержание или предисловие (зависит от того, что написал сам автор книги «Roma Vincit!»). Если вы не нашли необходимую информацию о книге — напишите в комментариях, мы постараемся отыскать её.

En el verano del año 43 d. C., la invasión romana de Britania se encuentra con un obstáculo inesperado: la desconcertante y salvaje manera que tienen los rudos britanos de enfrentarse a las disciplinadas tropas imperiales. La situación es desesperada, y quizá la inminente llegada del emperador Claudio para ponerse al frente de las tropas en la batalla decisiva sea el revulsivo que unos legionarios aterrados y desmoralizados necesitan.

Roma Vincit! — читать онлайн бесплатно полную книгу (весь текст) целиком

Ниже представлен текст книги, разбитый по страницам. Система сохранения места последней прочитанной страницы, позволяет с удобством читать онлайн бесплатно книгу «Roma Vincit!», без необходимости каждый раз заново искать на чём Вы остановились. Поставьте закладку, и сможете в любой момент перейти на страницу, на которой закончили чтение.

Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Según Adminio, tendría que haber un puente delante de la decimocuarta, pero Vespasiano no veía ni rastro de él. Carataco debía de haberlo destruido. Si no había más puentes o vados, la legión tendría que marchar río arriba en busca de una vía alternativa hacia el otro lado y extender al mismo tiempo las endebles líneas de abastecimiento hasta el depósito que había en la costa. Otra posibilidad sería que Plautio se arriesgara a realizar un desembarco en el otro lado. En dirección este, allí donde el Támesis se ensanchaba hacia el lejano horizonte 'se veían las definidas formas de los barcos mientras la flota se esforzaba por mantener el contacto con las legiones que avanzaban. A pesar de que Adminio afirmaba que los britanos no poseían una flota con la que enfrentarse a los romanos, el general Plautio no iba a correr ningún riesgo. Las elegantes siluetas de los trirremes guiaban a los bajos transportes de baos anchos que trataban por todos los medios de mantener la formación. Sólo cuando aquellos barcos hubieran vuelto a unirse al ejército podría empezar el asalto del río.

Pero, por el momento, todas aquellas consideraciones eran puramente teóricas. Las órdenes que les tenían entonces eran muy simples: la segunda debía desplegarse en abanico y despejar aquel tramo de la ribera sur de cualquier formación enemiga que quedara. órdenes simples. Lo bastante simples como para haber sido escritas por un hombre que no había visto con sus propios ojos el terreno que pisaban. Vespasiano sabía que la legión no sería capaz de mantener la línea de batalla mientras sorteaba los matorrales de aulagas. Peor todavía era el pantano que se tragaría a los soldados a menos que tuvieran la fortuna de dar con los caminos que usaban los nativos. Para cuando cayera la noche Vespasiano esperaba encontrarse a su legión totalmente dispersa y empantanada, estancada en aquella ciénaga inmunda hasta que la luz del día les ofreciera a los hombres la oportunidad de volver a formar.

– ¡Dad la señal! -les gritó a los trompetas del cuartel general. A continuación tuvo lugar un coro de escupitajos cuando los hombres se aclararon la boca y fruncieron los labios contra su instrumento. Un gesto con la cabeza apenas perceptible por parte del primer corneta fue seguido al instante por las notas discordantes que mandaban ejecutar una orden. Con una muy ejercitada precisión la primera cohorte marchó junto a su legado. El centurión jefe señaló el lugar donde tenían que desviarse, bramó la orden de cambio de formación y las filas de vanguardia avanzaron hacia la derecha, perpendiculares al camino. Inmediatamente se toparon con el primer grupo de matas de aulaga, la cohorte rompió la formación para sortear el obstáculo y el ritmo regular de la marcha se convirtió en un arrastrar de pies a trompicones mientras que las cohortes que iban detrás trataban de no amontonarse en la retaguardia de la cohorte que iba delante. Vespasiano cruzó la mirada con Sexto, el cano prefecto de campamento de la segunda legión, e hizo una mueca. El soldado profesional más antiguo de la legión inclinó la cabeza para dar a entender que estaba completamente de acuerdo sobre la idiotez de la mayoría de las órdenes que emanaban del cuartel general del ejército.

La maniobra, que con tanta eficiencia podía ejecutarse en la plaza de armas, degeneró hasta convertirse en una antiestética maraña de hombres que maldecían y que se abrieron camino como pudieron a través del agreste terreno durante gran parte de una hora antes de que la segunda legión hubiera dado la vuelta y estuviera lista para avanzar ladera abajo hacia el lejano Támesis. En cuanto las cohortes estuvieron en posición, Vespasiano dio la orden de avance y la línea se puso en marcha, supervisada por los centuriones que blandían sus varas e imprecaban a los soldados para que mantuvieran una línea recta.

Una vez más, las espesas zonas cubiertas de aulagas abrieron brechas en la línea y al cabo de muy poco la legión se desintegró en grupos de hombres que avanzaban como podían. Aquí y allá la línea se detenía cuando los hombres se tropezaban con los britanos, la mayoría heridos, y los desarmaban antes de enviarlos escoltados hacia la retaguardia. A aquellos cuyas heridas eran tan graves que no les permitían andar los liquidaban con una estocada en el corazón y los romanos seguían adelante trabajosamente. A menudo los britanos trataban de salir corriendo y los romanos, con gritos de excitación, salían a trompicones tras ellos para aumentar el botín del fondo común de la campaña. En el terreno parcialmente despejado situado antes de la densa frondosidad de las aulagas, una variopinta multitud de prisioneros iba aumentando de volumen mientras que a un lado, a cierta distancia, un pequeño grupo de heridos crecía gracias al goteo de bajas que regresaban de los enfrentamientos que tenían lugar, ocultos a la vista, en los páramos que había más allá. Ésos eran los únicos indicios de la manera en que se -estaba desarrollando la batalla.

Hacia media tarde, bajo la desesperada mirada del legado de la legión y sus oficiales de Estado Mayor, la segunda legión había sido reducida a pequeños grupos que se abrían camino entre la maleza con poca o ninguna noción de dónde estaban sus compañeros. Circulando entre ellos había algún que otro puñado de britanos que también trataba de llegar al río con la esperanza de escapar y por la ladera subían los débiles gritos de guerra y el sonoro choque de las espadas. Vespasiano y los miembros de su Estado Mayor habían desmontado y estaban sentados a la sombra de un pequeño bosquecillo no muy lejos del camino, mientras observaban la caótica refriega con silenciosa frustración. A última hora de la tarde, la mayor parte de los soldados de la legión no podía verse y sólo la centuria de escolta del legado estaba formada en una delgada línea a unos cien pasos cuesta abajo. Más adelante se hallaba el patético grupo de prisioneros, rodeados por un entramado de espinosas matas de aulaga, cortadas y apiladas en círculo para formar una burda empalizada. Al otro lado del cercado de matorrales, una dispersa línea de legionarios montaba guardia. El tribuno Vitelio bajó a caballo para inspeccionar a los cautivos. Cuando hubo terminado de interrogar a su cabecilla, le dio un último coscorrón en la cabeza, subió de un salto a su montura y la espoleó para subir de nuevo la ladera.

– ¿Has descubierto algo útil? -preguntó Vespasiano. -Sólo que algunos de los mejor educados de entre estos salvajes tienen nociones de latín, señor.

– ¿Pero no hay vados ni puentes cerca? -No, señor.

– Valía la pena intentarlo, supongo. -Con un parpadeo, Vespasiano posó la mirada en la centuria de guardia del legado que se asaba al sol.

– Diles que se sienten -le dijo Vespasiano entre dientes al prefecto del campamento-. Dudo que los britanos nos den ninguna sorpresa ahora mismo. No hay motivo para que los hombres sigan de pie bajo este calor.

– Sí, señor. Mientras Sexto daba la orden a gritos a la centuria de guardia, el tribuno Vitelio cruzó la mirada con la del legado y le hizo un gesto con la cabeza hacia atrás, señalando el camino. Un mensajero subía al galope. Cuando divisó el grupo de mando del legado, dirigió su caballo por la cresta hacia ellos.

– ¿Y ahora qué pasa? -se preguntó Vespasiano. Sin aliento el mensajero bajó deslizándose de su caballo y fue corriendo hacia el legado, con el parte ya en la mano.

– De parte del general, señor -dijo jadeando al tiempo que alzaba la mano para saludar.

Vespasiano le respondió con un seco movimiento de la cabeza, tomó el pergamino y rompió el sello. Sus oficiales de Estado Mayor se quedaron allí sentados esperando con impaciencia a que su legado lo leyera. El mensaje era muy breve e inmediatamente Vespasiano se lo pasó a Vitelio.

Читать дальше
Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Похожие книги на «Roma Vincit!»

Представляем Вашему вниманию похожие книги на «Roma Vincit!» списком для выбора. Мы отобрали схожую по названию и смыслу литературу в надежде предоставить читателям больше вариантов отыскать новые, интересные, ещё непрочитанные произведения.


Simon Scarrow - Arena
Simon Scarrow
Simon Scarrow - Son of Spartacus
Simon Scarrow
libcat.ru: книга без обложки
Simon Scarrow
Simon Scarrow - Gladiator
Simon Scarrow
Simon Scarrow - Praetorian
Simon Scarrow
Simon Scarrow - Young bloods
Simon Scarrow
Simon Scarrow - The Eagle In the Sand
Simon Scarrow
Simon Scarrow - The Eagles Prophecy
Simon Scarrow
Simon Scarrow - The Eagles Prey
Simon Scarrow
Simon Scarrow - When the Eagle hunts
Simon Scarrow
Simon Scarrow - The Eagles Conquest
Simon Scarrow
Отзывы о книге «Roma Vincit!»

Обсуждение, отзывы о книге «Roma Vincit!» и просто собственные мнения читателей. Оставьте ваши комментарии, напишите, что Вы думаете о произведении, его смысле или главных героях. Укажите что конкретно понравилось, а что нет, и почему Вы так считаете.

x