Dentro de la «lata de gente en conserva» o del «tubo bajo llave», como llaman los tripulantes de submarino a su embarcación patrullera, reina una cultura del silencio. En la zona de ejercicios, los pesos libres están cubiertos de grueso caucho negro. Entre las pesas de las máquinas de ejercicios marca Universal hay almohadillas rojas de caucho. Los oficiales y la tripulación llevan zapatillas de tenis, y casi todo está sujeto -desde las cañerías hasta la rueda de andar, en cualquier parte donde el metal toque metal- con aislamiento de caucho para evitar el traqueteo o el tintineo. Las patas de las sillas terminan en gruesas fundas de caucho. Cuando uno está de guardia puede escuchar música con auriculares. El USS Louisiana, SSBN-743, tiene un revestimiento que lo protege del sonar enemigo y lo mantiene oculto, pero cualquier ruido alto y brusco que emita lo puede oír cualquiera que esté a la escucha en un radio de cuarenta kilómetros.
– Cuando vas al baño -dice el oficial de suministros del Louisiana, el teniente Patrick Smith-, tienes que bajar el asiento del retrete en caso de que la nave experimente un bamboleo raro. Una tapa que se cierre de golpe puede delatar nuestra presencia.
– No se cierran todas al mismo tiempo -dice el oficial ejecutivo Pete Hanlon, mientras describe lo que pasa cuando el submarino cambia de profundidad y la gente se ha dejado las tapas de los retretes abiertas-. Estás en el puente y oyes «¡wang!». Y «¡wang!». Y «¡wang!». Una detrás de otra, y ves que el capitán se va poniendo más y más tenso.
En todo momento, un tercio de la tripulación puede estar durmiendo, así que durante el viaje de patrulla la única luz que hay en el techo de los dormitorios es el pequeño fluorescente rojo que hay junto a la puerta cerrada con una cortina. Prácticamente lo único que se oye es el susurro del aire en el sistema de ventilación. Cada dormitorio tiene nueve literas, dispuestas en torres de tres y en formación de U mirando a la puerta. Cada litera, que se conocen como «ganchos», tiene un colchón de espuma de quince centímetros de grosor que puede tener o no la marca del cuerpo de tu equivalente en la tripulación alternativa del submarino. Dos tripulaciones se alternan en las patrullas del Louisiana, la Tripulación Dorada y la Tripulación Azul. Si el tío que duerme en tu gancho mientras tú estás en tierra pesa ciento veinte kilos y deja una marca, dice el especialista en gestión de comedores de la Tripulación Dorada Andrew Montroy, lo que hay que hacer es poner toallas debajo. Los ganchos se levantan y debajo de cada uno hay un cajón de diez centímetros de profundidad que se llama «cajón ataúd». Unas pesadas cortinas de color burdeos separan los distintos dormitorios. En la cabecera de cada colchón hay una lamparilla de lectura y un panel con un enchufe y los controles de un estéreo con auriculares parecido al que se usa en los vuelos comerciales. Hay cuatro tipos distintos de música procedentes de un sistema que va poniendo los discos compactos que trae a bordo la tripulación. Hay conductos de ventilación. Y en la cabecera de todos los ganchos hay también una máscara de oxígeno.
– El miedo más grande que tenemos a bordo es el fuego -dice el teniente Smith-. Y la razón es el humo.
En caso de incendio, por los pasillos estrechos llenos de humo y sin luz, en la oscuridad total, hay que ponerse sobre la cara la máscara de oxígeno acoplada a una capucha de lona con lamparilla y caminar palpando el suelo en busca de aire. En el suelo hay unas marcas oscuras y rugosas que pueden ser cuadradas o triangulares. Uno va palpando el suelo con los pies, como si leyera braille, hasta encontrar una marca. Las marcas cuadradas indican tomas de aire en el techo a las que se puede uno conectar. Las marcas triangulares indican tomas de aire en las paredes. Uno se conecta a la toma, respira, grita «Aire», y luego sigue por el pasillo hasta la siguiente toma para respirar otra vez. En la máscara hay una salida que permite a otros miembros de la tripulación conectarse a ti y respirar mientras tú respiras. Hay que gritar «Aire» para que nadie se alarme por el estrépito que hace el aire cuando te desconectas de una toma.
Para hacer el Louisiana más hogareño, el teniente Smith se trae café en grano de Gevalia, un molinillo y una máquina de expresso. Otros miembros de la tripulación se traen las toallas de casa y fotografías para pegar con cinta adhesiva en la parte inferior de la litera de encima de la suya. Montroy se trae sus treinta cedés favoritos. Se traen grabaciones en vídeo de la vida en casa. Un miembro de la tripulación trae una funda de almohada de Scooby-Doo. Muchos se traen sus propias colchas y mantas.
– La llamo mi manta protectora -dice el encargado de almacén de primera de la Tripulación Dorada Greg Stone, que está escribiendo un diario para leérselo más tarde a su mujer, mientras ella le lee el suyo a él.
Uno se mete en el agua sin más aire que el que hay en el submarino. Ese mismo aire se limpia con aminos calentados, que se unen al dióxido de carbono y lo eliminan. A fin de generar oxígeno nuevo, se usan mil cincuenta amperios de electricidad que divide las moléculas del agua de mar desmineralizada. El dióxido de carbono y el hidrógeno se expulsan al océano. Hacen falta mil quinientos kilos de presión hidráulica para comprimir la basura de a bordo en forma de latas de treinta kilos envueltas en acero -unas cuatrocientas por cada patrulla- que luego se expulsan.
No se puede beber alcohol y solo se puede fumar en la zona cercana al motor auxiliar de gasoil Firbank Morris de doce cilindros, apodado el «Pistón de la Chaveta». El motor de gasoil actúa como apoyo a la planta eléctrica nuclear, el «Fogón de la Panza».
Si formas parte de la tripulación, duermes a menos de dos metros de los veinticuatro misiles nucleares Trident que llenan el tercio central de la nave, almacenados en tubos que suben desde la sentina hasta las cuatro cubiertas. Fuera de los dormitorios, los tubos de los misiles están pintados de distintos tonos del naranja, naranja más claro hacia la proa y más oscuro hacia la popa, con el objeto de contribuir a la percepción de la profundidad de la tripulación en el compartimento de treinta metros. Montados sobre los tubos de los misiles hay cajones llenos de películas de vídeo y golosinas a la venta cortesía del Club de Ocio.
Uno está rodeado de tuberías y válvulas de colores. El púrpura quiere decir refrigerador. El azul, agua limpia. El verde, agua de mar. El naranja, fluido hidráulico. El marrón, dióxido de carbono. El blanco, vapor. El marrón claro, aire a baja presión.
De acuerdo con Hanlon, Smith y el jefe de embarcación de la Tripulación Dorada Ken Biller, la percepción de profundidad no es un problema a pesar del hecho de que uno nunca enfoca la vista más lejos de la longitud del compartimento central de misiles. Dice un miembro de la tripulación que está bebiendo café en la cubierta comedor que el primer día que sales a la luz del sol vas con los ojos fruncidos y tienes que llevar gafas de sol, y la Marina te recomienda que no conduzcas un coche durante los dos primeros días debido a posibles problemas con la percepción de profundidad.
Montadas en un par de tubos de misiles hay placas metálicas que señalan el lugar y el momento en que se disparó un misil. En el tubo número cinco, una placa señala el lanzamiento de un misil el 18 de diciembre de 1997, a las 15.00 horas, en el marco de la operación Demonstration and Shakedown. Lo disparó la Tripulación Azul.
– De vez en cuando -dice el teniente Smith, de la Tripulación Dorada -, una nave tiene la suerte de poder disparar su misil.
La Tripulación Dorada nunca ha disparado ninguno.
No hay ni ventanas ni ojos de buey ni cámaras instaladas en la parte exterior del casco. Salvo por el sonar, uno es ciego en el caso de que alguna vez te ataque…
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