Array Array - Atlas de geografía humana

Здесь есть возможность читать онлайн «Array Array - Atlas de geografía humana» весь текст электронной книги совершенно бесплатно (целиком полную версию без сокращений). В некоторых случаях можно слушать аудио, скачать через торрент в формате fb2 и присутствует краткое содержание. Жанр: Современная проза, на русском языке. Описание произведения, (предисловие) а так же отзывы посетителей доступны на портале библиотеки ЛибКат.

Atlas de geografía humana: краткое содержание, описание и аннотация

Предлагаем к чтению аннотацию, описание, краткое содержание или предисловие (зависит от того, что написал сам автор книги «Atlas de geografía humana»). Если вы не нашли необходимую информацию о книге — напишите в комментариях, мы постараемся отыскать её.

Atlas de geografía humana — читать онлайн бесплатно полную книгу (весь текст) целиком

Ниже представлен текст книги, разбитый по страницам. Система сохранения места последней прочитанной страницы, позволяет с удобством читать онлайн бесплатно книгу «Atlas de geografía humana», без необходимости каждый раз заново искать на чём Вы остановились. Поставьте закладку, и сможете в любой момент перейти на страницу, на которой закончили чтение.

Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Cuando a Ana se le ocurrió decir que podía pasarle conmigo para que me pidiera el teléfono directamente, me puse de pie con tanta rapidez como si acabara de darme cuenta de que llevaba un buen rato sentada sobre un círculo de brasas al rojo vivo, pero esa repentina agilidad me abandonó enseguida, dando paso a la no menos instantánea parálisis que mantenía mis pies clavados en el suelo y mi mente encadenada a la repetición de una sola pregunta sin respuesta, qué voy a hacer ahora, qué voy a hacer ahora, qué voy a hacer ahora…

—¿Qué pasa, que no quieres hablar con él? —la voz de Ana rompió el hechizo.

—Claro que quiero… —contesté, pero ni siquiera entonces me moví.

—¡Pues vete a tu despacho, joder, que se debe estar pensando que me he vuelto subnormal!

No puedo correr, decidí, así que iré andando, lo más deprisa que pueda pero andando, eso haré, me dije para darme ánimos mientras por fin lograba ponerme en marcha, y mientras avanzaba por el pasillo, aún llegué a oír la penúltima excusa.

—¿Nacho? Soy Ana otra vez. Espera un momento, que es que me había hecho un lío pero ahora creo que ya sé cómo se hace…

El teléfono atronaba desde el otro lado de la puerta, pero todavía me concedí tres timbrazos. Cuando descolgué, ya estaba sentada en mi silla y contemplaba un familiar paisaje de facturas, bandejas de diapositivas, galeradas corregidas y por corregir, juegos de fotolitos, y otros plácidos ingredientes de mi vida cotidiana, una especie de bodegón editorial que me tranquilizó lo suficiente como para imprimir a mi voz un desapasionado tono profesional.

—Rosa —afirmó él, reconociéndome sin dudar.

—Sí… —afirmé yo a mi vez, y decidí que no iba a estar a su altura—. ¿Quién eres?

—Soy Nacho Huertas… —entonó con cierta ironía—, no sé si te acordarás de mí, estuvimos juntos en Suiza hace quince…, no, unos veinte días.

—Claro que me acuerdo —admití, y fui sincera—. De hecho me acuerdo muy a menudo…

—Menos mal, porque tengo encima de la mesa un montón de fotos tuyas, y no hay nada que me

moleste tanto como trabajar en vano.

—¡Qué bien! —dije para ganar tiempo, pero enseguida se me ocurrió por dónde seguir—. ¿Y son fotos mías porque aparezco yo en ellas, o son mías porque las has hecho para mí?

—Son tuyas por las dos cosas, aunque modestamente debo advertirte que yo también salgo en alguna.

—Mejor… —la risita satisfecha con la que celebró mi apostilla rne animó a ir un poco más allá— . Así podré recordar más aspectos del viaje.

—Bueno, si eso te interesa, las fotos son lo de menos…

—No sé si me estoy imaginando bien lo que me quieres decir.

—Seguro que sí.

—¿No me das más datos' 7

—Todos —me eché a reír ante semejante rotundidad, y mi risa pareció gustarle—. Estoy dispuesto a darte todos los datos del mundo, pero antes tendrás que venir a recoger las fotos, de todas formas.

—¿Aunque sean lo de menos 9

—Precisamente porque son lo de menos… —hizo una pausa e imprimió a su voz un acento más convencionalmente seductor—. Me gusta hacer las cosas en orden. Soy un hombre muy metódico, ya sabes…

—Muy bien —reí de nuevo—. Pues tú dirás…

—Llámame el jueves por la mañana —estábamos a martes, no podré olvidarlo nunca—. y te invitaré formalmente a tomar una copa por la tarde. El teléfono de mi estudio ya lo tienes, ¿verdad?

—Sabes perfectamente que no.

—¡Uy, no caigas en la tentación de sobrevalorarme! —protestó—. Yo casi nunca sé nada de nada.

Entonces me dio el número, y nos despedimos como lo harían dos viejos amantes, sin palabras de más, ni de menos, en un tono cálido, risueño, nada solemne, que parecía descartar por sí mismo cualquier contratiempo, pero no pude apreciar entonces ninguno de estos matices porque, antes de que me diera tiempo a colgar, Ana estaba ya en la puerta exigiendo novedades.

—Ya está —resumí, con una sonrisa que no me cabía en la boca—. Hemos quedado pasado mañana.

—¿Sí? ¡Qué envidia, tía!

—¡Anda ya!

—Que sí, de verdad… —suspiró—. Un rollo primaveral en pleno invierno siempre es una cosa estupenda —entonces se detuvo un instante para mirarme de reojo—, si lo aguantas, claro está.

—¿A qué te refieres con lo de aguantar?

—No lo sé, Rosa, pero antes, cuando te has ido, me he quedado pensando y, la verdad… — parecía repentinamente preocupada por algo, pero yo no alcanzaba a imaginar la razón—. A lo mejor me he pasado, ¿no? Al fin y al cabo, tú estás casada, tienes dos hijos, yo qué sé… Debe ser que llevo tantos años viviendo sola que me cuesta trabajo ver las cosas de otra manera, pero no me gustaría que pensaras que disfruto metiendo en líos a los demás, porque no es eso, yo solo…

—¡Ana, por favor! —la miré a los ojos para subrayar el encendido asombro de mi protesta—. ¿Cómo puedes pensar así de mí? No necesito que me des ninguna explicación. Ya soy mayorcita, ¿sabes? Si no me apeteciera volver a ver a Nacho no te hubiese dejado llamarle por teléfono, y todo lo demás es asunto mío. Él está separado, así que…

—¿Separado? —ahora era ella la sorprendida—. ¿En serio? No me había enterado.

Hasta aquel momento aún no había juzgado necesario pararme a pensar en serio sobre el papel que mejor le sentaría a Nacho Huertas en el reparto de mi vida, y sin embargo, las palabras de Ana actuaron como un disolvente capaz de abrir un agujero en el suelo, justo debajo de mis pies.

—Bueno —continué, apretando firmemente los tacones contra la moqueta—, por lo menos, eso fue lo que me dijo él.

—Ya —dijo solamente—, puede ser…

No quiso añadir nada más y yo me atreví a terminar la frase por ella.

—Pero tú no te lo crees, ¿verdad?

—Pues… Sinceramente, Rosa —me miró de tal forma que a partir de entonces podría haberse ahorrado el cuidado con el que escogía cada palabra—, me imagino que ya te habrás dado cuenta de qué tipo de hombre es Nacho. Muy listo, muy guapo, muy divertido, muy mujeriego… Para tener una aventura tonta, así, sin consecuencias, pues… no hay un tío mejor, eso desde luego. Y en un momento dado supongo que sería capaz de decirte cualquier cosa, pero no creo que te convenga tomártelo muy en serio…

Aunque en teoría yo misma estaba de acuerdo en aquella inconveniencia, la verdad es que la última observación de Ana no me sentó demasiado bien, pero ni su previsible escepticismo ni mi sorprendente reacción llegaron a interesarme más allá de un par de minutos, porque cuarenta y ocho horas son muy pocas cuando se pretende rozar la perfección, y yo, después de haber fantaseado durante tanto tiempo con el perfil ideal de un amante imaginario, no estaba dispuesta ahora a conformarme con menos. Pero la vida, o el azar, o el destino, perpetuos recursos contra la arbitraria incertidumbre de cada día entre los que algunos se empeñan en incluir a Dios, se resisten a jugar limpio, y a veces urden trampas más complejas, pegajosos encajes de hilos invisibles, abismos camuflados en los huecos de los ascensores, esperanzas que se desvanecen al simple contacto con el aire contaminado de las ciudades modernas, y así, ni el martes, mientras me encerraba en mi dormitorio para escoger la ropa que mejor me sentaba, ni el miércoles, mientras iba a la peluquería y me pintaba las uñas a la francesa, ni el jueves, mientras saltaba de la cama media hora antes para arreglarme, por si no me daba tiempo a volver a casa después del trabajo, quise distraer un solo minuto para meditar sobre las consecuencias de lo que estaba a punto de ocurrir, y sin embargo, la voz de Nacho Huertas en el contestador automático, a las once de la mañana del día acordado, inauguró precisamente el tiempo de pensar.

Читать дальше
Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Похожие книги на «Atlas de geografía humana»

Представляем Вашему вниманию похожие книги на «Atlas de geografía humana» списком для выбора. Мы отобрали схожую по названию и смыслу литературу в надежде предоставить читателям больше вариантов отыскать новые, интересные, ещё непрочитанные произведения.


Отзывы о книге «Atlas de geografía humana»

Обсуждение, отзывы о книге «Atlas de geografía humana» и просто собственные мнения читателей. Оставьте ваши комментарии, напишите, что Вы думаете о произведении, его смысле или главных героях. Укажите что конкретно понравилось, а что нет, и почему Вы так считаете.

x