Array Array - Atlas de geografía humana
Здесь есть возможность читать онлайн «Array Array - Atlas de geografía humana» весь текст электронной книги совершенно бесплатно (целиком полную версию без сокращений). В некоторых случаях можно слушать аудио, скачать через торрент в формате fb2 и присутствует краткое содержание. Жанр: Современная проза, на русском языке. Описание произведения, (предисловие) а так же отзывы посетителей доступны на портале библиотеки ЛибКат.
- Название:Atlas de geografía humana
- Автор:
- Жанр:
- Год:неизвестен
- ISBN:нет данных
- Рейтинг книги:3 / 5. Голосов: 1
-
Избранное:Добавить в избранное
- Отзывы:
-
Ваша оценка:
- 60
- 1
- 2
- 3
- 4
- 5
Atlas de geografía humana: краткое содержание, описание и аннотация
Предлагаем к чтению аннотацию, описание, краткое содержание или предисловие (зависит от того, что написал сам автор книги «Atlas de geografía humana»). Если вы не нашли необходимую информацию о книге — напишите в комментариях, мы постараемся отыскать её.
Atlas de geografía humana — читать онлайн бесплатно полную книгу (весь текст) целиком
Ниже представлен текст книги, разбитый по страницам. Система сохранения места последней прочитанной страницы, позволяет с удобством читать онлайн бесплатно книгу «Atlas de geografía humana», без необходимости каждый раз заново искать на чём Вы остановились. Поставьте закладку, и сможете в любой момент перейти на страницу, на которой закончили чтение.
Интервал:
Закладка:
Bajé las escaleras sin encender la luz y, todavía en el portal, me parapeté tras las gafas de sol con el mismo gesto ansioso de una diva sedienta de intimidad, pero al abrir la puerta no llegué a acusar
siquiera la claridad de un cielo despejado, que ya presentía al sol. Los gritos y las risas de la despiadada turba de adolescentes que había escogido el fragmento de acera situado exactamente delante de mi casa para darse cita a la hora más absurda —las ocho y diez—, me aturdió mucho antes de que mis maltrechos reflejos averiguaran si iba a sentarme bien o mal sacar a la resaca de paseo. Tras un instante de indecisión, que consumí parada en el umbral, tratando de encontrar algún sentido al hermético discurso que parecía aglutinar a toda aquella gente, decidí abrirme paso igual que en las rebajas.
—… farolas, por ejemplo —decía un misterioso gurú cuando di el primer codazo—, de varios tipos, la más altas, destinadas a iluminar la calzada, y las que forman parte propiamente del mobiliario urbano, tanto las exentas como las adosadas a los inmuebles. A ver…, ¿quién quiere ocuparse del alumbrado?
—¡Nosotros! —alguien gritó con un entusiasmo atroz en el borde de mi oreja.
—Perdón… —yo en cambio susurraba, casi sería mejor decir que suplicaba, en el tono más cortés que conozco—, perdón… ¿Me dejas pasar, por favor?
—Resumiendo… —a medida que avanzaba por la acera llena de gente me iba acercando más y más a aquella extraña voz cantante, que trinaba con un vigor intolerable en mis circunstancias—. Farolas, papeleras, bancos y otras dotaciones públicas o municipales, y después, sector terciario… Oye, perdona… Hola… —no se me pasó por la cabeza que aquel saludo tuviera nada que ver conmigo, pero alguien me retuvo, sujetando mi brazo izquierdo, cuando ya creía haber roto definitivamente el cerco—. Yo te conozco…, ¿no?
Me quité las gafas de sol con la mano libre, miré hacia delante, y me bastó un poco de interés para descifrar la mitad del enigma de una simple ojeada. Aquella pequeña tropa de jovencitos armados con bolígrafos y carpetas eran desde luego estudiantes, seguramente universitarios, aunque no se me ocurría muy bien qué tenían que ver los bancos y las farolas con ninguna asignatura, sobre todo después de reconocer a su profesor, Javier Álvarez, aquel energúmeno que me había echado una bronca por teléfono un año y medio antes, por lo menos, y con quien no había vuelto a cruzar una palabra, a pesar del tímido intento de reconciliación que había detectado en las sonrisas que me dedicaba cuando nos encontrábamos, de Pascuas a Ramos, por los pasillos de la editorial. Lo que me faltaba, me dije, sin decidirme a contestar o a salir corriendo, tropezarme en ayunas precisamente con éste.
—Tú eres Ana Hernández… —se encasquilló en mi segundo apellido, pero compensó su distracción con una sonrisa que me dejó ver todos sus dientes, y comprendí que no tenía más que una opción.
—Peña —completé, mientras estrechaba la mano que me tendía—. Sí, soy yo. ¿Cómo estás?
—Bien…
En la editorial le llamábamos el riguroso autor, aunque después de su explosiva presentación no había dado la lata mucho más de lo que es habitual entre los profesores universitarios, que siempre son los autores que menos colaboran y mejor se quejan. De todas formas, le teníamos mucha manía, porque Fran se ponía sistemáticamente de su parte en cualquier conflicto, y porque resultaba demasiado joven para ser catedrático y hasta demasiado listo en general, un tanto repelente, sobre todo en mi opinión, porque a mí me gustaba desde la primera vez que le vi, y no le podía perdonar que se hubiera dado tanta prisa en desmentirme. Aquella mañana, en cambio, se comportaba como si pretendiera más bien dejarme en ridículo conmigo misma.
—¿Qué haces por aquí, a estas horas? —me preguntó sin dejar de sonreír, mientras los estudiantes comenzaban a alborotarse.
—Eso deberías decírmelo tú a mí… Yo vivo en esa casa.
—¿En serio? —parecía sorprendidísimo—. ¡Qué casualidad!, ¿no?
—Pues… supongo que sí —retrocedí dos o tres pasos para iniciar la maniobra de retirada, que ejecuté moviendo mucho las manos—. En fin, me voy corriendo porque no he desayunado todavía, ¿sabes?, y yo, hasta que no me tomo un café…
—Voy contigo —aseguró, con un acento tan rotundo que a él mismo debió de parecerle inconveniente—. Bueno, si no te importa…
—No, no, no… —Le aseguré a mi vez, mientras un indeseable tono rojizo se hacía cargo de mis mejillas, y luego mentí con un estilo espléndido—. Claro que no me importa, pero… ¿y tus alumnos?
—¡Oh! Ellos tienen mucho trabajo —y sonrió de nuevo—. Espérame aquí un momento, voy a ponerles a contar farolas…
Se alejó unos metros para organizar a los estudiantes en grupos y le oí repetir una extravagante lista de objetos —farolas, papeleras, bancos, árboles, columpios, contenedores de vidrio para reciclaje, depósitos de pilas, relojes digitales, paneles de información municipal, garajes, zonas peatonales, vados permanentes, accesos dotados de rampas para sillas de ruedas, accesos inaccesibles para minusválidos y un montón de cosas por el estilo— a la que puso fin con dos palmadas y una expresión de ánimo, como si fuera un entrenador de baloncesto.
—Ya está —dijo simplemente al volver a mi lado, y no pude resistir la curiosidad ni un minuto más.
—¿Qué es exactamente lo que hacen? —pregunté, mientras echaba a andar.
—Prácticas de Geografía Urbana —me contestó—. Tienen que anotar todas las características de un tramo concreto de una calle concreta, describirla, enumerar sus dotaciones, medir la frecuencia con la que se repiten, registrar cualquier accidente singular… y luego, interpretar los datos que resulten, es decir, tratar la ciudad como un paisaje más. Esta plaza es estupenda para ellos, porque tiene de todo, una boca de metro, un mercado, un colegio, una zona arbolada con juegos para los niños, una fuente, un aparcamiento subterráneo, un monumento histórico–artístico y varios edificios protegidos.
—El Cine Barceló —sugerí, pero él me miró frunciendo las cejas como un signo de perplejidad—. Pacha era antes el Cine Barceló. Lo sé porque vine alguna vez, de pequeña, a ver Sissi Emperatriz, por ejemplo. Me imagino que te refieres a él.
—Sí. Y a tu casa, sin ir más lejos.
—Ya… Creía que lo tuyo eran las plataformas continentales.
—Más bien los relieves kársticos, pero sí, tienes razón, me dedico sobre todo a la Geografía Física. En realidad este grupo no es mío, sino de un amigo que se ha cogido algo así como un año sabático por su cuenta. Yo estoy dando sus clases de primero, Geografía General, o sea, un poco de todo.
—¿Y tu asignatura?
—La doy yo también.
—¿Pero eso se puede hacer?
—Bueno, en teoría… no, pero si el departamento se muestra comprensivo y los alumnos no protestan..,
—Pues vaya morro que tiene tu amigo, ¿eh? —concluí empujando la puerta de una cafetería bastante fina, a la que nunca hubiera ido para desayunar yo sola, pero que resultaba mucho más acogedora y silenciosa que la barra del bar del mercado, donde jamás he logrado invertir más de tres minutos en despachar un desayuno.
—No creas —dijo él, dejando caer su cartera en una mesa pequeña, al lado de una ventana. Luego, con mucha parsimonia, se sentó en una silla y esperó a que yo me sentara enfrente—. No le quedaba otro remedio.
—¿Ha matado a alguien?
—No. Mucho peor —y sin embargo volvió a sonreír—. Se ha enamorado de una chica que vive en Valencia… Y de momento se ha ido a vivir allí, claro. Ella no podía venir, tiene dos niños y trabaja en el Ayuntamiento, me parece… En fin, que son muy felices, por eso el departamento se ha mostrado tan comprensivo, como lo de los traslados está tan mal últimamente… Un café por favor —le escuchaba con tanta atención que ni siquiera me había dado cuenta de la aparición del ca–marero— y dos porras.
Читать дальшеИнтервал:
Закладка:
Похожие книги на «Atlas de geografía humana»
Представляем Вашему вниманию похожие книги на «Atlas de geografía humana» списком для выбора. Мы отобрали схожую по названию и смыслу литературу в надежде предоставить читателям больше вариантов отыскать новые, интересные, ещё непрочитанные произведения.
Обсуждение, отзывы о книге «Atlas de geografía humana» и просто собственные мнения читателей. Оставьте ваши комментарии, напишите, что Вы думаете о произведении, его смысле или главных героях. Укажите что конкретно понравилось, а что нет, и почему Вы так считаете.