Array Array - Atlas de geografía humana
Здесь есть возможность читать онлайн «Array Array - Atlas de geografía humana» весь текст электронной книги совершенно бесплатно (целиком полную версию без сокращений). В некоторых случаях можно слушать аудио, скачать через торрент в формате fb2 и присутствует краткое содержание. Жанр: Современная проза, на русском языке. Описание произведения, (предисловие) а так же отзывы посетителей доступны на портале библиотеки ЛибКат.
- Название:Atlas de geografía humana
- Автор:
- Жанр:
- Год:неизвестен
- ISBN:нет данных
- Рейтинг книги:3 / 5. Голосов: 1
-
Избранное:Добавить в избранное
- Отзывы:
-
Ваша оценка:
- 60
- 1
- 2
- 3
- 4
- 5
Atlas de geografía humana: краткое содержание, описание и аннотация
Предлагаем к чтению аннотацию, описание, краткое содержание или предисловие (зависит от того, что написал сам автор книги «Atlas de geografía humana»). Если вы не нашли необходимую информацию о книге — напишите в комментариях, мы постараемся отыскать её.
Atlas de geografía humana — читать онлайн бесплатно полную книгу (весь текст) целиком
Ниже представлен текст книги, разбитый по страницам. Система сохранения места последней прочитанной страницы, позволяет с удобством читать онлайн бесплатно книгу «Atlas de geografía humana», без необходимости каждый раз заново искать на чём Вы остановились. Поставьте закладку, и сможете в любой момент перейти на страницу, на которой закончили чтение.
Интервал:
Закладка:
—¿Qué te pasa, Marisa? —Fran puso fin abruptamente a mis reflexiones—. ¿No te apetece?
—Sí, sí… —y protesté con las dos manos para enfatízar mi afirmación—. Me apetece mucho. Es que… Bueno, estoy hecha un lío, últimamente. N–no lo entenderíais, pero… N–no sé. Tengo que hacer algo, y no sé qué…
—Ya me había dado cuenta —dijo Ana.
—Yo también —asintió Rosa—. Estás rarísima, hija… ¿A que es un hombre?
El silencio interior que me había consentido reflexionar sobre las ventajas y los inconvenientes
de aquel auténtico desafío que me parecía de repente infinitamente trivial, se extinguió como por ensalmo cuando mis oídos captaron aquella pregunta, para que todas las voces que vivían dentro de mi cabeza chillaran súbita y simultáneamente una sola palabra, como una orden terminante, un despiadado ultimátum, una ruidosa fórmula de esperanza y de desprecio, cuéntaselo, eso gritaron, habla, insistieron, díselo, pronuncia su nombre y será verdad, sólo existe lo que se puede nombrar, cuéntaselo, habla, díselo, habla, atrévete, habla, cuéntaselo de una vez, habla, habla, habla…
—No estarás embarazada, ¿verdad?
Estaba a punto de tirar la toalla, de rendir definitivamente los castillos de mi conciencia, de abandonarme a la verdad como si fuera la droga más consoladora y mansa, cuando Fran me asaltó con una vehemencia más que extravagante en ella.
—N–no —contesté cuando pude hacerlo—. N–no es eso… —y entonces miré a Rosa—. Y sí. Es un hombre.
—¡ Ah! —mi mirada se concentró entonces en los ojos que esquivaban a los míos, estudiando atentamente el fragmento de mantel que se extendía a mi izquierda—. Pues yo sí.
—Yo sí estoy embarazada —repetí, alzando la cabeza, para disipar definitivamente cualquier duda—. Ésa es la segunda cosa que tenía que contaros. Por supuesto, no ha sido una casualidad, ni un error de cálculo, ni nada. Queríamos ese hijo, y bueno, hemos ido a por él. Es un niño, por cierto. Se va a llamar Martín, igual que su padre.
—¡Enhorabuena, Fran! —Ana se inclinó sobre mí y me dio un beso en la cara. No esperaba aquel gesto, que demostró una eficacia ambigua, porque bastó para serenarme pero sólo al precio de encender mis mejillas, que se colorearon como las de una colegiala sin motivo alguno.
—¡Enhorabuena! —repitió Rosa, cogiéndome la mano a través de la mesa—. ¿Estás contenta?
—Sí —confesé, acatando ya sin resistencia mi sonrojo—. Mucho. Aunque al principio lo pasé regular. Tenía mucho miedo, ésa es la verdad. Bueno, cumplo cuarenta años dentro de quince días, y es el primero, así que… Pero me he hecho una amniocentesis y un montón de pruebas más, y ahora estoy mucho mejor. El niño está perfectamente. De todo. Hasta tiene el fémur más largo de la cuenta…
Ana se echó a reír.
—Pero si lo has hecho tú… —me dijo—. ¿Cómo iba a estar?
—Im–mpecable, como todo —añadió Marisa—. Es estupendo, Fran.
—Sí —admití—, la verdad es que sí. Y me alegro mucho de que os lo toméis así porque, bueno… Vais a tener que echarme una mano.
Entonces, Ana y Rosa se inclinaron sobre la mesa al mismo tiempo, dispuestas a procesar cualquier dato que quisiera confiarlas, como dos madres expertas y decididas a no consentir la menor duda acerca de su experiencia. En aquel momento tuve la sensación de que acababa de ingresar en un club cuya existencia nunca había llegado a sospechar hasta entonces, y la experiencia me resultó bastante extraña.
—¿Cuándo será el parto? —Ana preguntó primero.
—La primera semana de agosto —contesté, y me anticipé a su silencio con una sonrisa—. Nadie es perfecto. Yo tampoco.
—No pasa nada —Rosa volvió a cogerme la mano—. Yo tuve a Clara a mediados de septiembre, que es peor, porque me chupé el verano entero. Y por otra parte, te pilla en vacaciones, y eso está bien.
—Puedes irte a la playa a mediados de julio —sugirió Ana entonces.
—No —respondí, acompañando mi negativa con la cabeza—. Quiero que mi hijo nazca en Madrid. Aunque me tenga que tirar dos meses con las piernas en alto.
—Haces muy bien. A mí me sigue jodiendo que Amanda sea parisina…
—Eso es lo de menos —Rosa nos regañó con un acento blando e impaciente a la vez—. ¿Vas a
coger el…?
—Ya–a me había da–ado yo cuenta de que estabas muy guapa, Fran —interrumpió Marisa, y se defendió de Rosa antes de que tuviera tiempo de regañarnos de nuevo—. Eso n–no es lo de menos. Es importante…
—Y además es verdad —Ana le daba la razón con la cabeza—. Eso pasa siempre. Si los llevas bien, los embarazos sientan maravillosamente, en serio…
—¿Puedo hablar un momento? —Rosa volvió a la carga, para demostrar que había recuperado íntegramente ese fervor por la organización y el mando que me había recordado tanto los fervores de Marita durante los primeros tiempos del Atlas —. ¿Vas a cogerte el permiso de maternidad?
—Sí —respondí—. Entero.
—Por supuesto —aprobó Marisa.
—Desde luego —añadió Ana.
—Y la gente del consejo… ¿lo sabe? —contesté a Rosa con la cabeza, todos lo sabían desde aquella misma tarde—. ¿Y cómo se lo han tomado?
—Bueno… —respondí—. Ha habido de todo. A mi hermano Miguel, por ejemplo, no le parece mal. Antonio en cambio se ha rebotado mucho, porque opina que no nos lo podemos permitir… — ¡que se joda!, dijo alguna, yo insistí—. A mí me da lo mismo. Me lo voy a coger entero, digan lo que digan. Quiero darle el pecho todo el tiempo que pueda. Pero eso nos va a complicar las cosas.
—N–no —Marisa se inclinó sobre mí con los ojos brillantes, como si hubiera escuchado algo capaz de estirar su lengua, un misterioso remedio para esa especie de aturdimiento que la mantenía muy lejos de aquella mesa, muy dentro de sí misma, desde que había anunciado que la historia de la música sería nuestra propia historia en los próximos años—. ¿Por qué? Te puedo montar un puesto de trabajo en casa en menos de lo que se tarda en decir amén.
—¿Eso puede ser? —le pregunté, sin acabar de decidir si me gustaba la idea.
—¡Anda, pues claro! En tu casa hay teléfono, ¿no? Pues no necesitamos nada más. Cuando dejes de venir a la oficina, cojo tu ordenador, te lo monto donde tú me digas, y en un cuarto de hora te tengo conectada a todas las terminales de la planta. No hace falta ni que llames. Podrás comunicarte con nosotras por la red. Y ver cada página, cada portada, cada texto, antes de lo que tardaríamos en llegar a tu despacho andando por el pasillo. Eso está hecho. Es facilísimo.
—Y te advierto que los recién nacidos son los que menos guerra dan… —Rosa me daba ánimos desde la otra punta de la mesa—. Entre toma y toma, tienes dos horas y media para hacer lo que quieras. Están todo el día dormidos.
Hasta aquel momento, no se me había pasado ni siquiera por la cabeza compatibilizar la lactancia con el trabajo. Pensaba más bien en una ruptura total, cuatro meses de ausencia absoluta, un plazo mínimo pero imprescindible para un aprendizaje que me daba mucho más miedo que el parto, por más que todo el mundo sacara siempre a relucir esa muy dudosa teoría del instinto en todas las conversaciones. No contaba con trabajar entre toma y toma, y ni siquiera sabía si quería hacerlo. Intenté decidirme en silencio y Ana acabó por darse cuenta.
—Eso, si tú quieres —me dijo—. Si prefieres desaparecer, podemos hacerlo todo nosotras.
—No —contesté por fin, reconociéndome—. Creo que sería incapaz. Lo de llevarme el ordenador a casa me parece muy bien. Si no quiero, siempre puedo no encenderlo.
Читать дальшеИнтервал:
Закладка:
Похожие книги на «Atlas de geografía humana»
Представляем Вашему вниманию похожие книги на «Atlas de geografía humana» списком для выбора. Мы отобрали схожую по названию и смыслу литературу в надежде предоставить читателям больше вариантов отыскать новые, интересные, ещё непрочитанные произведения.
Обсуждение, отзывы о книге «Atlas de geografía humana» и просто собственные мнения читателей. Оставьте ваши комментарии, напишите, что Вы думаете о произведении, его смысле или главных героях. Укажите что конкретно понравилось, а что нет, и почему Вы так считаете.