Paullina Simons - Tatiana y Alexander

Здесь есть возможность читать онлайн «Paullina Simons - Tatiana y Alexander» весь текст электронной книги совершенно бесплатно (целиком полную версию без сокращений). В некоторых случаях можно слушать аудио, скачать через торрент в формате fb2 и присутствует краткое содержание. Жанр: Современная проза, на испанском языке. Описание произведения, (предисловие) а так же отзывы посетителей доступны на портале библиотеки ЛибКат.

Tatiana y Alexander: краткое содержание, описание и аннотация

Предлагаем к чтению аннотацию, описание, краткое содержание или предисловие (зависит от того, что написал сам автор книги «Tatiana y Alexander»). Если вы не нашли необходимую информацию о книге — напишите в комментариях, мы постараемся отыскать её.

Tatiana, embarazada y viuda a sus dieciocho años, huye de un Leningrado en ruinas para empezar una nueva vida en Estados Unidos. Pero los fantasmas del pasado no descansan: todavía cree que Alexander, su marido y comandante del Ejército Rojo, está vivo. Entre tanto, en la Unión Soviética Alexander se salva en el último momento de una ejecución.
Tatiana viajará hasta Europa como enfermera de la Cruz Roja y se enfrentará al horror de la guerra para encontrar al hombre de su vida… Dolor y esperanza, amistad y traición se mezclan en esta conmovedora novela protagonizada por dos personajes entrañables y llenos de coraje, capaces de desafiar por amor al destino más cruel.

Tatiana y Alexander — читать онлайн бесплатно полную книгу (весь текст) целиком

Ниже представлен текст книги, разбитый по страницам. Система сохранения места последней прочитанной страницы, позволяет с удобством читать онлайн бесплатно книгу «Tatiana y Alexander», без необходимости каждый раз заново искать на чём Вы остановились. Поставьте закладку, и сможете в любой момент перейти на страницу, на которой закончили чтение.

Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

– Y lo haremos, pero por el flanco. Llevamos dos semanas en la montaña y nos hemos quedado sin nada, no podemos sustituir a los soldados caídos ni expulsar a los alemanes. Déjeme que vaya en busca de su jefe, ya verá cómo se repliegan. Los alemanes no saben combatir sin alguien que les dé órdenes. Y cuando se replieguen, avanzaremos por el flanco.

– ¿Por qué no le explica que son rusos, capitán? -susurró Ouspenski, en un aparte.

– ¿Cree que Yermenko cambiaría de idea? -susurró a su vez Alexander.

Alexander se abalanzó hacia el recién adquirido teléfono de campaña para contactar con el capitán Gronin, jefe del Batallón 28 que estaba a cuatro kilómetros. No le dijo nada de los milicianos del NKGB y le pidió más refuerzos. Sin embargo, entre Gronin y Alexander se interponía una avanzadilla alemana.

– ¿Que le mande refuerzos, dice? -exclamó Gronin, en tono desdeñoso-. ¿Es una broma? ¿Quién se cree que es? ¡Los recibirá cuando las vacas vuelen! Luchen con lo que les queda hasta que el resto del ejército alcance su posición.

Y colgó de golpe.

Alexander colocó el receptor en la base y alzó la vista hacia Yermenko y Ouspenski, que lo miraban expectantes.

– ¿Qué le ha contestado, capitán? -preguntó Ouspenski.

– Ha dicho que los refuerzos llegarán dentro de unos días y que tenemos que resistir hasta entonces. -Bebió un sorbo de la cantimplora, soltó un gruñido (hasta el agua del NKGB tenía mejor sabor), y añadió-: Muy bien, Yermenko. Vaya en busca del capitán enemigo, pero llévese a alguien con usted.

– Señor…

– Es una orden. Quiero que lo acompañe alguien sigiloso y eficaz. Alguien leal, en quien se pueda confiar.

– Me gustaría ir con él, señor -dijo Yermenko, señalando a Ouspenski.

– ¿Se ha vuelto loco? Yo soy teniente…

– ¡Calle, teniente! -Era Alexander el que había hablado. Encendió un cigarrillo, miró a Ouspenski y a Yermenko, sonrió y añadió-: El teniente no puede acompañarlo, cabo. Es mío. Elija a otro. -Hizo una pausa-. Llévese a alguien mejor: a Smirnoff, por ejemplo.

– Gracias por su confianza, señor -dijo Ouspenski.

– No hay de qué, teniente.

Al cabo de una hora, el único que regresó fue Smirnoff.

– ¿Dónde está el cabo Yermenko?

– No lo ha conseguido -dijo Smirnoff.

Alexander calló un momento.

– No le he preguntado eso, cabo -dijo al final-. Le he preguntado dónde estaba.

– Se lo he dicho. Está muerto, señor.

– Y yo le he preguntado dónde está, y se lo seguiré preguntando hasta que me lo diga. ¿Dónde está Yermenko?

Smirnoff miró a Alexander con expresión perpleja y hastiada.

– No entiendo…

– ¿Dónde está su compañero muerto, cabo?

– Donde cayó, señor. Tropezó con una mina.

Alexander enderezó la espalda y se apoyó en el tronco del árbol.

– ¿Ha abandonado en terreno enemigo a su compañero de batalla, al hombre encargado de protegerlo?

– Sí, señor -balbuceó Smirnoff-. Tenía que volver.

– No es usted digno del uniforme que lleva puesto, cabo. No es digno del arma que le entregaron para defender a su patria. ¡Abandonar a un soldado caído en territorio enemigo!

– Estaba muerto, señor -respondió nerviosamente Smirnoff.

– ¡Y usted no tardará en estarlo! -gritó Alexander-. ¿Quién recogerá su cadáver para enterrarlo en nuestro bando? No será su compañero muerto. ¡Fuera de mi vista! -gritó, agitando la mano.

Cuando el cabo ya se retiraba, lo llamó otra vez:

– Antes de irse, dígame si ha descubierto algo que pueda sernos de utilidad. ¿O ha entrado en territorio enemigo sólo para dejar abandonado a un compañero?

– No, señor.

Smirnoff desvió la mirada.

– No ¿qué?

– Señor, he descubierto que su jefe no es alemán sino ruso. Creo que también había algunos alemanes; al menos he oído hablar en alemán. Pero su superior es ruso. Cuando da órdenes a sus tropas habla en alemán, pero cuando habla con su asistente lo hace en ruso. Les quedan unos cincuenta soldados.

– ¡Cincuenta!

– Eso es. Y antes de hacer nada, lo miran a él. -Smirnoff hizo una pausa-. Lo sé porque nos acercamos bastante antes de descubrir que habían puesto minas alrededor de la tienda. Pero ahora ya sé por dónde se puede pasar. Puedo acercarme por la parte donde está el cadáver de Yermenko, esa mina ya estalló, y lanzar una granada a la tienda del jefe. Cuando vuele por los aires, el enemigo se rendirá.

– ¿Está seguro de que es ruso? -preguntó Alexander tras una pausa.

– Totalmente.

Smirnoff partió hacia el campamento alemán. No había vuelto al cabo de media hora, y tampoco al cabo de una hora. Después de hora y media, cuando ya había oscurecido y era imposible ver nada entre los árboles, Alexander lo dio por perdido. Era obvio que ese estúpido también había muerto y su baja había alertado a los alemanes. «Y ahora está caído en terreno enemigo, esperando a que vaya a buscarlo», pensó.

– Voy para allá, teniente -dijo Alexander-. Si me pasa algo, queda usted al mando de esta unidad.

– No vaya, teniente.

– Voy a ir, y no pienso volver hasta que su jefe o yo estemos muertos. ¡Ese cabrón de Smirnoff, dejar al pobre Yermenko abandonado en el bosque! -maldijo Alexander-. Al menos ahora hay dos cadáveres señalando por dónde se puede pasar. Ojalá tuviera un puto tanque. No estaría en esta situación.

– Ya lo tenía. Y aún lo tendría si no hubiera insistido en atravesar el río sin refuerzos.

– Cierre el pico -protestó Alexander.

Cogió la metralleta, se metió una pistola y cinco granadas dentro de la camisa y se ajustó el casco.

– Lo acompañaré, señor -se ofreció Ouspenski, incorporándose.

– Claro, para que lo oigan resollar desde Cracovia -se burló Alexander-. Quédese aquí y espere a que le crezca un pulmón nuevo. Estaré de vuelta en una hora.

– Eso espero, capitán.

Con el sigilo de un tigre siberiano, Alexander avanzó entre los árboles hasta llegar al claro donde parpadeaban las luces del campamento alemán. Sostenía una delgada linterna entre los dientes y apuntaba a la maleza en busca de un cuerpo, un trozo de tierra removida, cualquier señal… Tenía un dedo en el gatillo de la pistola y con la otra a mano empuñaba el cuchillo de combate.

Se topó con Smirnoff, que se había topado con una mina. A un metro de distancia vio a Yermenko. Con la punta de la pistola dibujó la señal de la cruz sobre los cuerpos de los dos soldados.

Apagó la linterna y entrecerró los ojos hasta distinguir la tienda del comandante a menos de cinco metros, en el claro. También vio las minas que la rodeaban. Con las prisas, ni se habían molestado en cubrirlas de tierra. Ojalá sus hombres hubieran ido con menos prisas y no hubieran tropezado con ellas.

Vio el destello de una linterna y una sombra delante de la tienda. Un soldado carraspeó y dijo:

– ¿Está usted despierto, capitán?

Alexander oyó a alguien que decía algo en alemán y después en ruso. En ruso, el capitán pidió al soldado que le trajera algo de beber y le dijo que no se alejara ni un metro de la tienda.

– Ya han muerto dos al tropezar con una mina. Y vendrán más, Borov. Estoy bien escondido, pero no podemos arriesgarnos.

Alexander pensó que el dato era interesante, sujetó el cuchillo entre los dientes y sacó la granada. Tenía que apuntar bien para que cayera sobre la tienda.

El soldado salió e hizo el saludo reglamentario antes de cerrar los faldones de la tienda. Alexander estaba a punto de arrancar la espoleta.

– Ahora vuelvo, capitán Metanov… -dijo el soldado.

Alexander se sentó en el suelo sin hacer ruido. Soltó la granada mientras el soldado se alejaba.

Читать дальше
Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Похожие книги на «Tatiana y Alexander»

Представляем Вашему вниманию похожие книги на «Tatiana y Alexander» списком для выбора. Мы отобрали схожую по названию и смыслу литературу в надежде предоставить читателям больше вариантов отыскать новые, интересные, ещё непрочитанные произведения.


Paullina Simons - Inexpressible Island
Paullina Simons
Paullina Simons - The Tiger Catcher
Paullina Simons
Paullina Simons - Tully
Paullina Simons
Paullina Simons - Red Leaves
Paullina Simons
Paullina Simons - Eleven Hours
Paullina Simons
Paullina Simons - A Song in the Daylight
Paullina Simons
Paullina Simons - Bellagrand
Paullina Simons
Paullina Simons - Lone Star
Paullina Simons
Paullina Simons - The Summer Garden
Paullina Simons
Paullina Simons - Tatiana and Alexander
Paullina Simons
Paullina Simons - Road to Paradise
Paullina Simons
Paullina Simons - The Girl in Times Square
Paullina Simons
Отзывы о книге «Tatiana y Alexander»

Обсуждение, отзывы о книге «Tatiana y Alexander» и просто собственные мнения читателей. Оставьте ваши комментарии, напишите, что Вы думаете о произведении, его смысле или главных героях. Укажите что конкретно понравилось, а что нет, и почему Вы так считаете.

x