– ¡Prepara a ti mismo para morir, camarada!
Durante esos mismos instantes, los estudiantes americanos abandonan la pista del ritual. Los adolescentes-estudiantes retroceden hasta quedar meramente observando la melé de golpes de brazos y piernas. El destello de los momentos repetidos que casi obtienen el asesinato del agente-yo.
Al momento siguiente, una voz femenina dice:
– Qué baile tan raro … -La voz de la señora Zeppelines dice-: ¡Están haciendo una de esas danzas nativas de la lluvia!
La señora Mamellas dice:
– ¡Mola!
Y comienza a intentar replicar el baile, con unos puños que no golpean nada y con unos pies que no impactan contra nada. Todas las mujeres se enrolan en la misma imitación frenética. Mimetizando todas las técnicas implacables de batalla. Y al momento siguiente, empiezan a inmiscuir sus cuerpos esbeltos entre la multitud de agentes asesinos. La invasión de estudiantes femeninas núbiles empieza a repartir codazos de señorita para desplazar a los agentes asesinos. Y mientras lo hacen, las hembras adolescentes fértiles se acercan al agente-yo y lo rodean hasta constituir una muralla entera de carne deseable, un baluarte que me separa de todos mis atacantes.
La barrera suculenta de multitud de glándulas mamarias escuda al agente-yo, las nalgas bamboleantes de señoritas entorpecen los ataques pendientes. Me aíslan y me excluyen de agresiones futuras de mis compañeros-agentes. Las damas azotan con sus largas melenas del cabello capilar propio, un cabello muy saludable, de peso denso, usado como brutal látigo. Sus glándulas infladas aporrean a los agentes letales hasta obligarlos a retirarse.
Albergado en las profundidades de su interior, en el cálido santuario resultante de carne femenina suave, de labios fugaces, de lenguas que lamen, del mejor despliegue posible de material genético robusto y seleccionado, este agente continúa bailando frenéticamente con una gran seguridad garantizada de momento.
COMUNICADO VIGESIMOOCTAVO
Empieza aquí el informe vigesimoctavo del agente-yo, número 67, en plena misión encubierta, consistente en incursión en el centro de distribución de propaganda religiosa de la ciudad de XXXXX. Con el objeto de poner a prueba los efectos de la neurotoxina XXXXX. No es el día semanal de liturgia. El sujeto experimental destinado a ser víctima de la toxina letal es XXXXX.
Este agente llega en solitario y descubre que la puerta de la capilla del culto está afianzada con un robusto mecanismo de cerradura. Cerradura de seguridad tipo estándar. Los ojos del agente-yo se proyectan en sentido lateral hacia un lado, y luego se proyectan hacia el otro para asegurarse de que la calle está vacía de testigos posibles. Solo se perciben los movimientos helados de este agente. El viento de noviembre. Los estratos de las nubes, que sugieren un lúgubre vientre, un abdomen negro listo para depositar sus precipitaciones heladas. Todos los testigos creíbles se encuentran asistiendo a lecciones educativas, o tal vez trabajando en su ubicación de empleo, o bien atrapados por la programación televisiva diurna delante del aparato de visionado.
Para que conste en acta, los dientes del agente-yo van masticando los labios propios de manera que este agente se ve inundado del rubor de la sangre y sus labios inflados presentan un atractivo edema de poca importancia. El resultado son unos labios infantiles suculentos y seductores que ningún pedófilo podría resistir. Los dedos del agente-yo pellizcan la piel de las mejillas faciales propias para infundirles un rubor de sangre radiante. El efecto es la cara de un niño inocente ansioso por deshacerse de su virginidad.
En un solo instante veloz, las manos del agente-yo extraen una púa fina del pantalón e invaden el orificio de la llave a fin de violar la cerradura. Dan una violenta sacudida al agujero diminuto. Retuercen y aplican presión al interior de la estrecha ranura. Abusan de ella hasta que el cerrojo es engañado. La puerta ya no está encajada en la pared. Los ojos de este agente revisitan la ausencia de testigos posibles, y sus pies se aventuran en el interior de la capilla del culto. Cierro la puerta para sellar a este agente en el interior.
No está presente el esqueleto putrefacto viviente Doris Lilly. No están presentes los conciudadanos de la congregación.
La capilla del culto está vacía de sonidos. Silencio completo. Despojada de toda iluminación salvo la luz del sol contaminada a través de los tonos rojos y los intensos colores azules de la ventana de vidrios tintados. Que componen un crepúsculo perpetuo de santuario.
Hedor dulzón a numerosos genitales de plantas de crisantemo. Tonos vivos de penes y vaginas de plantas de clavel. Impregnados de los pigmentos procedentes de los vidrios de las ventanas. Con el resultado de que en cada inhalación respiratoria abundan los tonos del arcoíris y los aromas perfumados.
Los cordeles ardientes de los cilindros de parafina están apagados.
El único testigo es la estatua de yeso del falso hombre muerto, la falsa víctima de torturas subida a dos palos cruzados, con su sangre falsa de pintura roja en las manos y los pies.
Los pies del agente-yo emprenden un pequeño desfile hasta acercarse al altar del culto, la cuba de agua en la que Magda intentó ahogar al reverendo Tony. Al diablo Tony. Posicionado debajo de los pies del hombre de yeso que sangra pintura roja, este agente flexiona las piernas propias para ponerse en cuclillas. Al momento siguiente los músculos de sus piernas salen disparados, zip-bang, ejecutando el Brinco del Lémur, y su brazo se estira para agarrar los pies de yeso.
Para que conste en acta, no hay éxito. Se repite a continuación el Brinco del Lémur.
No se consigue alcanzar la estatua montada en lo alto de la pared.
Y dando botes dentro del pantalón, la ampolla de cristal que contiene la neurotoxina letal.
Sería posible para este agente introducir la toxina en la cuba de agua y asesinar a todos los individuos que en el futuro vayan a ser iniciados por el diablo Tony. Sería posible contaminar el libro de escrituras, la Santa Biblia, y de esa manera exterminar a todos sus lectores. Sería posible envenenar el cáliz compartido, el borde de la copa que utiliza la totalidad de los congregantes durante el ritual del vino, e infectarlo para que todos ingieran la toxina perniciosa.
Actos abyectos. Que hacen a este agente merecedor del futuro trauma del cáncer, que lo condenan ya por adelantado a un accidente aéreo fatídico. Que provocan que este agente se merezca el sufrimiento de todas esas torturas y ese asesinato premeditados por la deidad superior.
Recitando en secreto, este agente cita al magnífico estadista y valeroso magistrado supremo Joseph Stalin: «Una sola muerte es una tragedia; un millón de muertes son una simple estadística».
Con las piernas comprimidas, este agente hace un intento más del Brinco del Lémur. Sus manos agarran las puntas de los pies de yeso de la estatua y se aferran al clavo de yeso que atraviesa el pie. El músculo del brazo del agente levanta a pulso al resto del cuerpo, y este trepa a la estatua que hay montada en lo más alto de la pared de la capilla. El individuo masculino desnudo y torturado está cubierto de una gruesa capa de mucho polvo. Este agente queda manchado y asfixiado por semejante densidad de polvo durante la escalada por la enorme figura de yeso. Cada muslo de yeso es el equivalente a un mortero de asedio de calibre 914 milímetros Little David de la artillería de Estados Unidos. Los brazos de yeso de la estatua son tan grandes como un mortero de asedio de calibre 800 milímetros Schwerer Gustav de la Alemania nazi.
Trepo por la estatua igual que si estuviera subiendo por el tronco principal y las ruinas de una Castanea dentata .
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