– Si pudiera obtener únicamente el amor de la hermana…
Y añade:
– Este agente jamás requeriría otro amor…
En lugar de fecundar a la hermana-gata, en lugar de asesinarla con cianuro, los pies del agente-yo emprenden un pequeño desfile hasta posicionarse junto al padre-huésped dormido. Los dedos de este agente se enredan entre los cabellos de la cabeza del padre-vaca y tiran de ellos para levantar de la mesa el cráneo del padre-huésped. El inconveniente es que los pelos de su cabeza se desprenden del cuero cabelludo. Los mechones se revelan como artificiales. A modo de solución, el agente-yo le engancha dos dedos en los orificios nasales y los usa como anclas para levantarle el cráneo. La boca del padre emite un ronquido estridente hacia el techo. Cuando la pechera del blusón del padre queda expuesta, este agente le sustrae la insignia de seguridad.
Utilizando la cuchara de metal bruñido, y mientras mantiene enganchados con una mano los orificios nasales para levantarle la cabeza al padre-vaca, el agente-yo usa la otra mano para encajarle la cuchara en el borde inferior de la prótesis ocular. Mete la cazoleta de la cuchara en las profundidades de la ranura que queda entre el ojo y la cuenca de carne del cráneo del padre. Menea la cuchara para encajarla más adentro y por fin incrementa la presión sobre el mango del utensilio hasta que la presión causa que el ojo sobresalga. Haciendo palanca con la cuchara para forzar la escapatoria del ojo, por fin este ya casi ha emergido de la cuenca gracias al aumento de los suaves tirones. El ojo es muy realista y está recorrido por incontables túneles para la sangre que parecen grietas. El iris está fabricado en todos los tonos del verde.
– ¿Pigmeo? -dice una voz femenina.
El ojo artificial del padre-huésped ya está casi a punto de soltarse. Ya sobresale antes del momento crucial del desprendimiento ocular.
La hermana-gata ha levantado un poco la cabeza de la mesa y ahora frunce los ojos para enfocar con ellos y dice con los labios negros:
– Ese es su ojo bueno … -Dice la hermana, con las cubiertas de piel de los ojos cerrándose-: Prueba el otro … -Dice-: Capullo.
El cráneo de la hermana-huésped se vuelve a desplomar en la superficie de la mesa y dice con voz amortiguada:
– Róbame unos cuantos cartuchos de impresora, ¿vale?
Y al momento siguiente se derrumba, embrujada por los sedantes, caída de pleno en un sueño sumergido.
Es posible que la hermana-gata haya percibido la declaración oral de amor de este agente.
Es posible que la hermana-huésped haya estado consciente durante la confesión del peor de los secretos del agente-yo.
Cita: «El futuro pertenece a quienes lo preparan en el día de hoy».
Al momento siguiente, la cuchara adopta una nueva posición en el otro ojo del padre-huésped. Se hunde para encajarse entre el borde del ojo y la cuenca. Aplica presión en el mango de la cuchara.
Dentro de su cabeza, el agente-yo recita en secreto: «… estroncio… plutonio… uranio…».
En el mismo momento, la prótesis ocular de cristal sale disparada haciendo una carambola en el costado del vaso de agua, vuelve a rebotar en el cráneo del hermano-puerco dormido, chapotea en la salsa con cloruro sódico de las patatas pulverizadas y por fin el ojo verde se queda mirando con desprecio en dirección a este agente.
COMUNICADO VIGESIMOQUINTO
Empieza aquí el informe vigesimoquinto del agente-yo, número 67, rememorando un entrenamiento encubierto llevado a cabo en el año formativo pasado XXXXX. En ese día, se imparte filosofía sigilosa de batalla en compañía del muy estimado mariscal de campo XXXXX. Se explica la utilidad secreta de los genitales de los agentes de cara al espionaje, a fin de hacer avanzar el poder mundial de la patria XXXXX.
Para que conste en acta, se repite aquí la narración de una historia de la primera infancia. Para reforzar una antigua lección importante de este agente, cuyo yo pasado tenía entonces ocho años vividos desde su nacimiento.
De acuerdo con el afamado mariscal de campo, todos los miembros adultos sin excepción de Estados Unidos prefieren por encima de todo las relaciones sexuales con niños. Los ciudadanos americanos son pedófilos babeantes y ansiosos por consumir tiernos genitales infantiles.
Durante la conferencia presente del distinguido y reverenciado mariscal de campo, este se posiciona delante de todos los estudiantes. Con las botas de color negro muy separadas sobre el suelo y el pantalón del uniforme metido dentro de la parte superior del cuello de las botas de cordones, según dictan las ordenanzas. El mariscal de campo tiene las dos manos unidas detrás de la espalda. El blusón negro de su uniforme muestra muchas medallas de oro cubriendo la ubicación del músculo cardíaco. Una gruesa capa de medallas. Medallas al valor. Medallas que recompensan por el sufrimiento. La voz del reverenciado mariscal de campo emite con estruendo las palabras de la lección. Las cubiertas de piel de sus ojos no parpadean ni una vez.
Sentados en posición de atentos, los agentes Magda, Tanek y Otto, todos los agentes, Tibor, Bokara y Ling. En el momento anterior, mientras el mariscal de campo emprendía un pequeño desfile para penetrar en la sala, todos los agentes han hablado al unísono con una sola voz, diciendo:
– Saludos, educador muy estimado y reverenciado.
Con una sola oleada de voz, todos los agentes han dicho:
– Acepte, por favor, nuestro agradecimiento por la sabiduría que nos imparte.
El mariscal de campo ha llevado a cabo una inclinación de la cabeza.
Y todos los agentes han inclinado la cabeza.
De acuerdo con las explicaciones del mariscal de campo, en el pasado todos los ciudadanos americanos eran homosexuales escondidos. Todos ansiaban la masturbación clandestina dentro de los orificios de sus conciudadanos del mismo género. A fin de poder disfrutar más de la degradación mutua. Así pues, a fin de obtener con mayor facilidad acceso al gobierno y de adquirir poder sobre los individuos, los agentes simplemente tenían que practicar la sodomía con los americanos. Y al momento siguiente, tenían que amenazar con denunciar a dichos ciudadanos como pervertidos subrepticios. Siguiendo dicha estrategia, la víctima debía suministrar al agente información confidencial sobre el gobierno y proporcionarle dinero. Y debía satisfacer todas estas demandas por terror a ser denunciado públicamente como sodomita.
Mientras recita esta profunda conferencia, las manos del aclamado mariscal de campo manipulan la hebilla del cinturón propio. Liberan el cinturón. Extraen la correa de cuero del cinturón por completo de la cintura de los pantalones. Los dedos de su mano agarran la tela del blusón allí donde se encuentra constreñida dentro de la cintura. Tiran de los bajos del blusón hacia arriba hasta que lo liberan del pantalón y los faldones del blusón quedan colgando sueltos, afectados por muchas arrugas.
El distinguido mariscal de campo narra una lección valiosa cosechada durante incontables violaciones dolorosas. Ensamblada durante degradantes cópulas mantenidas con un número enorme de senadores americanos, gobernadores estatales y jefes del Estado mayor de la defensa.
Las medallas de oro que le cubren el músculo cardíaco le reconocen al mariscal de campo el haber soportado tantas humillaciones.
Al momento siguiente, las rodillas del mariscal de campo se flexionan y su torso se inclina para que sus manos puedan desatar los cordones de una bota. Las manos desanudan los cordones de la segunda bota. Los pies del reverenciado mariscal de campo se elevan para liberarse y abandonar ambas botas vacías.
Desde la era moderna, explica el reputado mariscal de campo, la depravada nación de Estados Unidos da acogida a semejantes degenerados. América se jacta mediante frecuentes desfiles públicos que hacen ostentación de la sodomía. Si no se genera vergüenza ni miedo, la amenaza histórica de sacarlos a la luz ya no es eficaz para producir la extorsión.
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