– ¿Cómo vamos, colegas? -gritó amistosamente.
– No parece negro -comentó uno.
– Demasiado alto para ser minero -dijo otro.
– Y va armado. Me parece que lo he visto en un cartel por algún sitio.
– ¿Qué hacemos? ¿Le disparamos?, ¿le colgamos?
– Le clavamos la picha a un tocón y luego le prendemos fueeego -comentó uno acompañando impacientemente sus palabras con baba que le empapaba visiblemente la capucha.
– Estáis haciendo un buen trabajo de seguridad aquí -dijo sonrien_te Lew, conduciendo su caballo entre ellos tan tranquilamente como entre un rebaño de ovejas-, y me encargaré de hacérselo saber a Buck Wells la próxima vez que lo vea.
El nombre del gerente de la mina y comandante de caballería de Telluride tuvo un efecto mágico.
– ¡No te olvides de mi nombre! -aulló el baboso-. ¡Clovis Yutts!
– ¡Chisst! Clovis, cabeza de chorlito, se supone que no debes de_cirles tu nombre.
Qué coño estaba pasando ahí, Lew no podía ni imaginarlo. Sin__biera acabado. Fuera lo que fuese. Desde luego que parecía una guerra, y eso debía de ser lo que le retenía aquí, reflexionó, esa posibilidad. Algo así como querer descubrir de qué bando estaba sin todas esas dudas…tió la apremiante necesidad, nítida y abrumadora, de sentar su trasero en el tren, no parar hasta Denver y sólo regresar una vez que todo hu
* * *
De regreso en Denver otra vez, Lew volvió tarde a su habitación y supo ya en el vestíbulo que el día distaba de haber acabado, pues desde el montante de la puerta le llegó flotando el aroma de una hoja quemándose que despertó en él, como siempre, sentimientos contra_dictorios. Era Nate Privett, con uno de sus sempiternos puros Key West, que había venido desde Chicago en su gira de inspección anual; aunque le costaba creer que hubiera transcurrido ya un año desde su última visita.
Abajo, en la cantina anarquista, ya estaban divirtiéndose ruidosa____________________marse una cerveza y hacer un poco de vida social, y poco a poco se había ido sintiendo seducido en un sentido político y es posible que hasta romántico, pues había varias chiquitas anarquistas por allí a las que nada gustaba más que ver cómo eran esos ásperos tipos pinkertonianos. Hoy tendría que renunciar a eso por Nate, un cambio en el que salía claramente perdiendo.quirido la costumbre de pasarse por allí al final de la jornada para toteaban el suelo en extraños ritmos nada americanos. Lew había admente, más temprano de lo habitual. Como un vulgar coro de congregacionalistas, cantaban en tempos y claves tan diferentes que costaba reconocer la canción. Chicas cuyas audibles notas agudas delataban que eran unas simples aficionadas coqueteando y que hubieran preferido bailar a destrozar la canción como lo estaban haciendo. Botas que pa
Con gesto cansino, Lew hizo una mueca y abrió la puerta.
– Vaya, Nate, buenas noches. Espero no haberte hecho esperar.
– Siempre hay algún informe que repasar. Nunca se pierde el tiem_po, Lew, si se acuerda uno de llevar encima algo que leer.
– Veo que has encontrado el Valley Tan.
– He registrado la habitación, y era la única botella. ¿Cuándo te pa_saste al whisky mormón?
– Cuando empezaron a devolverme tus cheques del banco. Esa bo_tella parece haber bajado seis dedos o más desde la última vez que la vi.
– Un hombre desesperado buscará consuelo en cualquier cosa, Lew.
– ¿Cómo de desesperado, Nate?
– He estado leyendo tu último informe sobre el asunto del Kiesel__gendario Butch Cassidy y a su banda de Hole-in-the-Wall, aunque tú no mencionaste esos nombres explícitamente.guhr Kid. De hecho, lo he leído dos veces, y me recordó mucho al le
El día se le había hecho muy largo a Lew. Nate Privett era uno de esos agentes de despacho que sostenían la irracional creencia de que en algún lugar de los interminables montones de libros de cuentas re____________________siera el Cielo que nadie se viera en la necesidad de ensillar y salir a un mundo a media luz.tas se revelarían por sí solas como una deslumbrante visión, no quiclamados, itinerarios, cuadernos de operaciones y demás, las respues
– Es curioso -dijo Lew intentando que la irritación no se le no__vados semi-imaginarios; tal vez haya incluso más de un Kid solitario, tal vez se trate detara en la voz-, pero las situaciones que vivió Butch Cassidy se están volviendo bastante frecuentes por aquí últimamente (¿te importa acercarme esa botella?, gracias): delitos perversos cometidos por mal múltiples conspiraciones de dinamiteros, por no mencionar ese pequeño ejército de locos que siempre nos acompaña, incitando constantemente a cometer actos, o, si no a cometerlos, al menos a rei_vindicarlos, en el nombre del Kid…
– ¿Lew?
– Sinceramente, este caso es un lío, y cada día se vuelve más enre_vesado. Allí trabajo solo, y hay veces en que no me importaría que El Ojo Insomne, con todos sus recursos, se ocupara del asunto entero otra vez…
– Eh, eh, para el carro, Lew, así no es como va la cosa y, además, los clientes todavía están pagando, ¿sabes?, cada mes… y están satisfe_chos, te lo aseguro, no hay motivo para no seguir adelante, tal como hasta ahora…
Se interrumpió como si se hubiera dado cuenta de que había sido indiscreto.
– ¡Vaya! Así que se trata de eso -dijo fingiendo que se le acababa de ocurrir en ese momento-. Sois unos cabrones.
– Mira…, no hace falta…
– Todo este tiempo perdido por aquí, lejos, lejísimos de las luces de Michigan Avenue sin sospechar ni una vez…, vaya, así que nunca se tra_tó más que de una mierdosa cortina de humo cargado de opio…
– No estarás resentido, ¿verdad que no, Lew?
– Estoy sonriendo, ¿no me ves?
– Mira, en Chicago sólo valemos tanto como nuestra credibilidad, que es lo que el Agente Regional al Mando, Lew Basnight, nos ha es_tado dando, con el respeto que te has ganado en la profesión…
– Que enculen a tu madre, Nate. O a ti, ya puestos. Sin rencores.
– A ver, Lew…
– Buena suerte, Nate.
La noche siguiente, en el Walker's, de la calle Arapahoe, mientras in____________________ces el punto en que nadie tenia una oportunidad frente altavos, encajado entre otros cinco bebedores rápidos, que eran todos los que podía acoger aquel local de bolsillo, comprendió en un sentido casi religioso que eso tendría que haber sucedido hacía años, que él o lo que fuera que estaba viviendo su vida se había tomado un tiempo excesivo, que podría haber trabajado para el bando correcto desde hacía mucho; ahora tal vez fuera ya demasiado tarde, tal vez hubiera superado con crehalaba, uno tras otro, chupitos de bourbon de un dólar veinticinco cen juggernaut que se había abatido sobre el país y lo había confiscado por la cara.
Más tarde regresó a la cantina de los anarquistas, y allí, casi como había esperado, estaba aquel cliente clavándole una de esas miradas que indican que se tiene un asunto pendiente con alguien. Probablemen__mido en un estado de ánimo experimental, decidió comportarse como si lo fuera.te no era el Kieselguhr Kid, pero Lew, que a esas alturas se sentía su
– ¡Te invito a una cerveza!
– Sólo si has recuperado ya la sensatez.
– Pongamos que sí.
– Pues entonces muy pronto se enterarán todos, y para ti la vida será, como la de todos los anarquistas, una huida perpetua, Hermano Basnight.
– ¿Te importa que te haga una pregunta? No es que lo tenga muy claro todavía, pero debes de haber prendido un par de cartuchos de dinamita con, digamos, ciertas intenciones concretas. ¿Te arrepientes de ello?
– Sólo si hubieran caído vidas inocentes. Pero nunca ha pasado; al menos, no a mí.
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