Entró una banda de jóvenes chinos, todos al paso, silenciosos, con trajes oscuros americanos y el pelo engominado, con las patillas muy rasuradas o inexistentes, que se dirigieron hacia la trastienda del esta__ción su desatenta charla.blecimiento mientras los clientes acaudalados proseguían sin interrup
– Son los chicos de Mock Duck -susurró Katie-, Los de verdad. No los imitadores de tres al cuarto con los que te relacionarás.
– Si consigo el empleo -le recordó Dally-, ¿Seguro que no lo quie_res tú? ¿Aunque no sea en un escenario?
– Querida, tú eres exactamente lo que están buscando.
– Ojalá eso sonara más tranquilizador, Kate. ¿Tú qué les dirías?
– Oh…, más bien dejaría caer que tienes algo de experiencia como actriz, ¿es así?
– Ja. Sí, con los sheriffs y los cobradores de impagados, tal vez.
– Pues éste es peor sitio.
Cuando la numerosa clientela empezó a disminuir, dijo Katie:
– La matinal empieza dentro de un par de minutos. Vamos, iremos por el atajo.
Tomó a Dally del brazo y la condujo hacia la salida trasera. Los hombres de Mock Duck se habían desvanecido. Fuera, las chicas re__nos y recaderos diurnos, guiadas al poco por los oportunos gritos que, desde más adelante, profería una atractiva joven rubia americanacorrieron varias calles estrechas entre la agitación de comerciantes chi en déshabillé, forcejeando con dos matones locales, quienes, al parecer, que_rían arrastrarla hasta una tapa de alcantarilla.
– Esa es Modestine. Tiene que tomarse, digamos, unas breves vaca_ciones, y tú la sustituirás.
– Pero ellos son…
– Son actores. La trata de blancas como negocio sólo se recomien_da a aquellos que se crecen ante las dificultades sin fin. Aquí es. Saluda de mi parte al señor Hop Fung.
Hop Fung, vestido de negro de pies a cabeza, las miró con el ceño fruncido y empezó a mascullar algo en chino.
– Eso significa hola -susurró Katie.
El emprendedor Celestial había empezado su carrera como un corriente recadero o guía turístico, pero Chinatown quedaba dema____________________do para adivinar qué captaría la imaginación del mirón occidental.te, pues por aquel entonces su despacho era un fumadero de opio junto a Pell Street) breves melodramas que mostraban un instinto muy aguvos del negocio del espectáculo, y al poco empezó a soñar (literalmensiado cerca del Bowery para que no se sintiera tentado por los atracti
– ¡Historias de chop suey! -informó a Dally y Katie-, ¡A monto_nes! ¡Calientes y picantes! ¿OK? ¡Empiezas mañana!
– ¿Sin hacer ninguna prueba? -preguntó Dally, y sintió que Katie le tiraba de la manga.
– Un pequeño consejo -murmuró Katie-, si es que tienes claro que quieres entrar en el negocio…
– ¡Pelo rojo! ¡Pecas! Con esa prueba basta. ¡OK!
Y así fue como Dally entró en la industria de la simulación de tra____________________da demo gitano con Merle le habían hurtado… Cada mañana subía al Tren Elevado en la Tercera Avenida, tomaba café en una carreta aparcada bajo las vías y paseaba hasta la oficina de Hop Fung para revisar la agengunos de sus casi incomprensibles signos y códigos, una región de la vida oculta, esa vida secreta de las ciudades que los años de nomadista de blancas y en los túneles de Chinatown, y empezó a aprender al comediettas, que solía variar de un día para otro, teniendo cuidado cuando se acercaba a la esquina de Mott con Canal de mirar arriba y abajo y a los lados, pues ahí se encontraba la sede de una banda chi_na, la tong de Tom Lee, los On Leong, y procurando mantenerse ale_jada de Doyers Street, que era una especie de tierra de nadie entre los On Leong y su tong rival a muerte, los Hip Sing, que tenían su cuar____________________pó Pell Street. No había manera de saber cuándo ni dónde estallarían las desavenencias armadas, aunque Doyers parecía el campo de batalla preferido, y la curva que describía el centro de la calle se conocía como «el ángulo sangriento».dió el dormitorio de los On Leong en el número 18 de Mott y ocubían empezado a pelearse en serio alrededor de 1900, cuando el ruin pistolero Mock Duck llegó a la ciudad y atacó a los Hip Sing, incentel general en la esquina de Doyers con Pell. Las dos organizaciones ha
A esas alturas, se había mudado con Katie, que vivía en pleno barrio irlandés del centro, entre las paradas del Tren Elevado de la Tercera y la Sexta Avenidas. Al cabo de un par de semanas ya tenía visitantes de la ciudad que la admiraban, asombrados y boquiabiertos, desde sus carruajes turísticos con asientos, acompañados por damas de fuera de la ciudad que aferraban sus sombreros como si las agujas no cumplieran la función que tenían asignada. Los vecinos del barrio, que podían o no formar parte del espectáculo, se quedaban quietos como en un tableau vivant , sin hacer el menor ademán de intervenir.
– ¡Oh, malvados! -gritaba Dally. Y-: ¡Soltadme! -Y-: ¡Si vuestras madres lo supieran!
Ante lo cual, sus secuestradores se limitaban a sonreír y carcajear_se más repugnantemente, arrastrándola hacia el ineluctable agujero de hierro de la calle. Cuidándose, eso sí, de recoger para usos posterio__pectáculo.res cualquier pieza «arrancada» del atuendo de la víctima, piezas que, de hecho, se hilvanaban por encima antes de cada actuación para que se separaran a propósito y añadieran un elemento «picante» al es
Corrió la voz. Todo tipo de empleados del mundo del espectácu____________________tas chinos se movían a su alrededor con impaciencia, esperando para preparar la siguiente función.zá poco atenuado de su sombrero matinal aguamarina hizo que Dally se equivocara en un par de frases, aunque nadie se dio cuenta. Después fue a verla con una timidez desacostumbrada, mientras los tramoyisble empresario teatral R. Wilshire Vibe, siempre a la búsqueda de nuevos talentos, que llevaba semanas dando vueltas por Chinatown. A veces se presentaba disfrazado, encarnando su concepto de lo que era un trabajador corriente, que incluía polainas y corbatas a medida de Londres, aunque al poco recuperó su propio estilo, y el brillo quilo se acercaron a observar la actuación de Dally, incluido el infatiga
– Estoy pensando en incluir un número como éste en un próximo proyecto, Los correteos de Shanghai, y puede que haya un papel para ti.
– Ajá. -Ella miró a su alrededor para ver quién andaba cerca, por si ese tipo resultaba ser el pelmazo habitual con el que se topaba cual_quier chica en Nueva York cada minuto y medio.
– Se trata de algo enteramente serio -le dijo entregándole su tar_jeta-; pregúntale a cualquiera de este mundillo. O date un paseo por Broadway, veris dos o tres de mis pequeñas producciones en teatros con todo vendido. La pregunta que importa en este momento es: ¿tienes contrato aquí?
– Firmé algo, pero estaba en chino.
– Para variar. Pero, bien mirado, la lengua china es de una simple____________________rida, lo arreglaremos.táculo corrientes y molientes en inglés. Nada de que preocuparse, queza inocente en comparación con los contratos del mundo del espec
– Ya, aquí viene mi socio, el señor Hop Fung, y debo apresurarme, me alegro de haberle conocido.
Estuvo a punto de tenderle la mano como imaginaba que haría una actriz, pero se sobresaltó al ver que aquel petimetre se ponía a hablar en lo que parecía auténtico chino. Hop Fung, que casi nunca cam____________________ma persona.sa tan deslumbrante que por un momento ella dudó que fuera la misbiaba su expresión multiuso con el ceño fruncido, esbozó una sonri
Poco después, empezaron a llegar misteriosamente cantidades in____________________bres de laspido de lo que se tardaba en decir «chop suey», chapurreando a toda prisa en aquella incomprensible jerga suya. Jóvenes y siniestros homtasía sobre el escenario. De repente, había miembros de las bandas chinas entrando y saliendo por puertas y tapas de alcantarillas más rágentes de dinero para la producción, habitualmente entregadas en forma de oro. Se amplió el reparto y se añadieron más efectos de fan tong con cotas de malla bajo sus trajes occidentales apare_cían corriendo, esquivando tiros y disparando con sus revólveres del calibre 44, y el humo no tardó en dotar a la escena de una vaporosa y pintoresca imprecisión. Los caballos, ya amaestrados, retrocedían y relinchaban. Una pequeña escuadra de policías corría por Pell Street hacia la escena, mientras otro grupo, supuestamente en nómina de la tong rival, irrumpía por Mott agitando sus porras, y ambos grupos se topaban en la esquina, donde, porras en ristre, discutían sobre quién tenía jurisdicción sobre el delito, el cual, por descontado, proseguía pese a todo. Los cascos con forma de glande caían y rodaban por los canalones.
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