Santa Montefiore - A la sombra del ombú

Здесь есть возможность читать онлайн «Santa Montefiore - A la sombra del ombú» весь текст электронной книги совершенно бесплатно (целиком полную версию без сокращений). В некоторых случаях можно слушать аудио, скачать через торрент в формате fb2 и присутствует краткое содержание. Жанр: Современная проза, на испанском языке. Описание произведения, (предисловие) а так же отзывы посетителей доступны на портале библиотеки ЛибКат.

A la sombra del ombú: краткое содержание, описание и аннотация

Предлагаем к чтению аннотацию, описание, краткое содержание или предисловие (зависит от того, что написал сам автор книги «A la sombra del ombú»). Если вы не нашли необходимую информацию о книге — напишите в комментариях, мы постараемся отыскать её.

Hija de un hacendado argentino y una católica irlandesa, Sofía jamás pensó en que habría un momento que tendría que abandonar los campos de Santa Catalina. O quizás, simplemente, ante tanta ilusión y belleza, nunca pudo imaginar que su fuerte carácter la llevaría a cometer los errores más grandes de su vida y que esos errores la alejarían para siempre de su tierra.
Pero ahora Sofía ha vuelto y, con su regreso, el pasado parece cobrar vida. Pero ¿podrá ser hoy lo que no pudo ser tantos años atrás? Quizás sólo con ese viaje podrá Sofía recuperar la paz y cerrar el círculo de su existencia.

A la sombra del ombú — читать онлайн бесплатно полную книгу (весь текст) целиком

Ниже представлен текст книги, разбитый по страницам. Система сохранения места последней прочитанной страницы, позволяет с удобством читать онлайн бесплатно книгу «A la sombra del ombú», без необходимости каждый раз заново искать на чём Вы остановились. Поставьте закладку, и сможете в любой момент перейти на страницу, на которой закончили чтение.

Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

– No, déjame, quiero hacerlo. Tú y yo no nos entendemos, pero esa no es razón para que no seamos amigas. Sentémonos, ¿te parece? -sugirió.

Sofía se sentó sobre la hierba seca frente a su madre y pensó en lo apropiado que era que el abuelo O'Dwyer estuviera presente en la conversación.

– Cuando me casé con tu padre pensé que sería fácil empezar una nueva vida en un país hermoso con el hombre al que amaba. Pero me equivoqué. Las cosas no son nunca tan fáciles, y supongo que yo era mi peor enemiga. Ahora me doy cuenta. Supongo que a medida que nos hacemos viejos vamos adquiriendo sabiduría, la sabiduría que da el conocernos mejor. Eso es algo que me enseñó mi padre. Tenía razón en muchas cosas, pero nunca le presté demasiada atención. Ojalá lo hubiera hecho.

Anna se calló un instante y meneó la cabeza. Había decidido que iba a congraciarse con su hija. No podía echarse atrás. Volvió a tomar aliento y se pasó por detrás de la oreja el mechón de pelo que le había caído sobre los ojos.

– Oh, Sofía, no espero que lo entiendas. Ni siquiera somos capaces de entender nuestros propios sentimientos, o de dónde vienen, para intentar entender los de los demás. Pero nunca sentí que ésta fuera mi casa. Nunca. Lo intenté, pero simplemente no estaba hecha para esta vida de caballos y de temperamentos latinos. Encontré que aquí la sociedad era tremendamente implacable y, por mucho que intenté adaptarme a ella, nunca pude conseguirlo. No quería admitir que echaba de menos las verdes colinas de Glengariff, la cara malhumorada de mi tía Dorothy y mi dulce madre a la que… sí, a la que abandoné.

A Anna se le quebró la voz, pero siguió adelante. Tenía la mirada clavada en algún punto de la distancia y Sofía tuvo la sensación de que aquel monólogo iba más dirigido a sí misma que a su hija.

– Espero que mamá me haya perdonado -añadió en voz baja, alzando la vista al cielo.

Sofía la miraba con los ojos como platos, temerosa de que si los cerraba, la magia del momento se rompería. Nunca había oído hablar así a su madre. Si se hubiera abierto así con ella cuando Sofía estaba creciendo, quizá sí hubieran podido ser amigas. Entonces Anna se sorprendió incluso a sí misma.

– Te tenía envidia, Sofía -admitió. No podía ser más honesta. A Sofía se le hizo un nudo en la garganta.

– ¿Envidia?

– Porque hacías que todo pareciera muy fácil. Deseaba cortarte las alas e impedirte que volaras porque yo no podía hacerlo -dijo con voz ronca.

– Pero, mamá, me portaba tan mal porque quería que me prestaras atención. Sólo tenías ojos para mis hermanos -dijo Sofía, aunque su voz fue casi un sollozo.

– Lo sé. No podía acercarme a ti. Lo intenté.

– Deseaba tanto que fueras mi amiga. A menudo veía a María con Chiquita y me preguntaba por qué no podíamos ser nosotras así. Pero nunca nos acercamos. Cuando me fui a vivir a Londres quería herirte. Sabía que, si no volvía a casa, papá y tú se pondrían muy tristes. Quería que me echaras de menos, que te dieras cuenta del amor que sentías por mí.

A Sofía se le quebró la voz cuando pronunció la palabra «amor». No pudo continuar.

– Sofía, ven aquí. Deja que te diga lo mucho que te quiero y cuánto lamento el pasado y que me doy cuenta de que quizás esta sea mi última oportunidad para decírtelo.

Sofía se acercó tímidamente hasta donde su madre estaba sentada y, colocándose junto a ella, dejó que Anna la rodeara con el brazo y pegara su cara a la suya. Sintió las lágrimas de su madre en la mejilla.

– Te quiero, Sofía. Eres mi hija -dijo, riendo con tristeza-. ¿Cómo podría no quererte?

– Yo también te quiero, mamá -sollozó Sofía.

– Ya sabes que la enseñanza fundamental de la religión cristiana es el perdón. Tú y yo debemos aprender a perdonar.

– Lo intentaré -respondió Sofía-. Y también debes intentar perdonar a papá.

– ¿A Paco?

– A papá -repitió.

Anna la abrazó con más fuerza y suspiró.

– Tienes razón, Sofía. También intentaré perdonarle a él.

Más tarde, ese mismo día, Sofía salió a montar con Santi y Fernando. Pensaba en lo que le había dicho su madre. Recorriendo Santa Catalina con la mirada creyó poder empezar a comprender la sensación de aislamiento de Anna. Estaba empezando a darse cuenta de que tampoco su sitio estaba allí. Qué irónico que la envidia que su madre le tenía por el lugar que ocupaba en Santa Catalina hubiera sido la razón de sus problemas. En ese momento, la sensación de aislamiento que embargaba a Sofía era precisamente lo que las había unido.

Sofía tenía que fingir absoluta pasividad cuando Santi daba órdenes a Javier. Para él, Javier era como Pablo: un criado, nada más. Era amable pero firme con él, al igual que el resto de la familia. Fernando era un poco más gruñón, como su padre. Era su forma de ser. ¿Cómo podían saber que Javier llevaba su sangre? Sofía le sonrió cuando le ensilló el poni, lo llevó hasta ella para que montara y le devolvió la sonrisa. Pero su sonrisa no expresaba más afecto que el que sentía por cualquier otro miembro de la familia, probablemente incluso menos, ya que apenas la conocía. Javier no veía en ella el color de su pelo, ni en Santi su sonrisa o su forma de andar. No existía ningún lazo subconsciente que uniera a los tres. Sofía había soñado con que quizá la naturaleza permitiría a Javier darse cuenta de dónde venía, pero ese sueño no había sido más que una romántica fantasía. En realidad, conforme se había hecho mayor, cada vez se parecía más a Soledad y a Antonio. Sofía se preguntaba si su aspecto sería diferente de haber crecido con ella y con Santi. Nunca lo sabría.

– ¿Qué has hecho hoy? -le preguntó María más tarde cuando estuvieron a solas en la terraza después de la cena.

María tenía mejor aspecto y había podido comer en la mesa con ellos bajo las estrellas. La humedad del aire era casi insoportable. Presentían la tormenta que ya se acercaba por el horizonte.

– He ido a visitar la tumba del abuelo -respondió Sofía. María le sonrió. De repente Sofía lamentó haberle recordado la muerte-. ¿Cómo te sientes? -añadió, cambiando de tema.

– Mejor. Por primera vez no me siento enferma. Vuelvo a encontrarme bien. Puede que tu vela y la de Santi funcionaran -dijo, refiriéndose a su visita a la iglesia el día anterior.

– Eso sería fantástico. Rezamos mucho -respondió Sofía esperanzada. Se quedaron un rato en silencio. Sofía se daba cuenta de que los demás las habían dejado solas para que hablaran. Les agradecía que le hubieran dado ese momento de intimidad con su amiga.

– Sofía, ¿qué piensas hacer? -le preguntó María con sumo cuidado.

– ¿A qué te refieres? -dijo, haciéndose la inocente. Pero María podía leerle el pensamiento igual que Santi.

– Ya lo sabes. Al final tendrás que volver a casa.

Sofía tragó con esfuerzo.

– Ya lo sé. Pero ahora no puedo pensar en eso.

– Tendrás que hacerlo. Tienes un marido y dos hijas. ¿Acaso no los quieres?

– Claro que los quiero. Los quiero muchísimo. Simplemente están demasiado lejos.

– Santi también tiene hijos y una mujer a la que quiere.

– No como a mí -insistió Sofía, poniéndose a la defensiva.

– Pero a ti no puede tenerte. ¿Es que no lo ves? Es imposible.

Sofía sabía que María tenía razón, pero no quería enfrentarse a la verdad. Todo era perfecto. Eran felices juntos. No podía imaginar que fuera a terminar.

María le cogió la mano y la apretó con firmeza.

– Sofía -continuó-, ahora todo está bien. Están viviendo un sueño, pero ¿qué harán cuando yo ya no esté? Santi tendrá que volver a Buenos Aires, tiene que atender sus negocios. Cuando todo vuelva a la normalidad, ¿qué será de ti? ¿Qué es lo que quieren? ¿Huir juntos? ¿Abandonar a sus familias?

Читать дальше
Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Похожие книги на «A la sombra del ombú»

Представляем Вашему вниманию похожие книги на «A la sombra del ombú» списком для выбора. Мы отобрали схожую по названию и смыслу литературу в надежде предоставить читателям больше вариантов отыскать новые, интересные, ещё непрочитанные произведения.


Отзывы о книге «A la sombra del ombú»

Обсуждение, отзывы о книге «A la sombra del ombú» и просто собственные мнения читателей. Оставьте ваши комментарии, напишите, что Вы думаете о произведении, его смысле или главных героях. Укажите что конкретно понравилось, а что нет, и почему Вы так считаете.

x