Paul Auster - La música del azar

Здесь есть возможность читать онлайн «Paul Auster - La música del azar» весь текст электронной книги совершенно бесплатно (целиком полную версию без сокращений). В некоторых случаях можно слушать аудио, скачать через торрент в формате fb2 и присутствует краткое содержание. Жанр: Современная проза, на испанском языке. Описание произведения, (предисловие) а так же отзывы посетителей доступны на портале библиотеки ЛибКат.

La música del azar: краткое содержание, описание и аннотация

Предлагаем к чтению аннотацию, описание, краткое содержание или предисловие (зависит от того, что написал сам автор книги «La música del azar»). Если вы не нашли необходимую информацию о книге — напишите в комментариях, мы постараемся отыскать её.

Cuando Jim Nashe es abandonado por su mujer, se lanza a la vida errante. Antes ha recibido una inesperada herencia de un padre que nunca conoció y que le permitirá vagabundear por América en un Saab rojo, el mejor coche que nunca tuvo. Nashe va de motel en motel, goza de la velocidad, vive en una soledad casi completa y, como otros personajes caros a Auster, experimenta la gozosa y desgarradora seducción del desarraigo absoluto.
Tras un año de esta vida, y cuando apenas le quedan diez mil dólares de los doscientos mil que heredara, conoce a Jack Pozzi, un jovencísimo jugador profesional de póquer. Los dos hombres entablan una peculiar relación y Jim Nashe se constituye en el socio capitalista de Pozzi. Una sola sesión de póquer podría hacerles ricos. Sus contrincantes serán Flower y Stone, dos curiosos millonarios que han ganado una fabulosa fortuna jugando a la lotería y viven juntos como dos modernos Buvard y Pecuchet.
A partir de aquí, de la mano de los dos excéntricos, amables en un principio y progresivamente ominosos después, la novela abandona en un sutil giro el territorio de la “novela de la carretera” americana, del pastiche chandleriano, y se interna en el dominio de la literatura gótica europea. Un gótico moderno, entre Kafka y Beckett. Nashe y Pozzi penetran en un ámbito sutilmente terrorífico, y la morada de los millonarios, a la cual llegaron como hombres libres y sin ataduras, se convertirá en una peculiar prisión, en un mundo dentro del mundo, cuyos ilusorios límites y leyes no menos ilusorias deberán descubrir.
“Este es un escritor en cuya obra resplandecen la inteligencia y la originalidad. Paul Auster construye maravillosos misterios sobre la identidad y la desaparición” (Don Delillo).
“Auster puede escribir con la velocidad y la maestría de un experto jugador de billar, y en sus novelas los más extraños acontecimientos colisionan limpia e inesperadamente contra otros no menos extraños” (Michiko Kakutani, New York Times).
“La originalidad de Auster es el resultado de su magistral utilización de las técnicas de la literatura de vanguardia europea -Perec, Calvino y Roussel, por ejemplo- aplicadas a la mitología americana. Auster es una de esas rara avis, un escritor experimental que es, a la vez, de lectura compulsiva. Sus mejores novelas, El Palacio de la Luna y La música del azar, operan en una multiplicidad de niveles, pero ambas son imposibles de abandonar a media lectura” (MarkFord, The Times Literary Supplement).
“Auster trabaja su escritura con los ojos de un poeta y las manos de un narrador, y produce páginas prodigiosas. La música del azar es otra rara muestra de la más exaltante literatura contemporánea” (Guy Mannes-Abbott, New Statement and Society).

La música del azar — читать онлайн бесплатно полную книгу (весь текст) целиком

Ниже представлен текст книги, разбитый по страницам. Система сохранения места последней прочитанной страницы, позволяет с удобством читать онлайн бесплатно книгу «La música del azar», без необходимости каждый раз заново искать на чём Вы остановились. Поставьте закладку, и сможете в любой момент перейти на страницу, на которой закончили чтение.

Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

La tercera mañana se despertó hambriento, instintivamente se levantó de la cama y se dirigió a la cocina, y aunque sus pasos eran visiblemente inseguros, sabia que el hambre era una buena señal, que significaba que se estaba poniendo bien. Revolviendo en uno de los cajones en busca de una cuchara limpia encontró un pedazo de papel con un número de teléfono, y mientras estudiaba la caligrafía infantil y desconocida se encontró de pronto pensando en la chica. Recordó que ella le había apuntado su número en algún momento de la fiesta del dieciséis, pero pasaron varios minutos hasta que logró traer el nombre a su memoria. Hizo un inventario de aproximaciones (Tammy, Kitty, Tippi, Kimberly), luego se quedó en blanco durante treinta o cuarenta segundos y entonces, justo cuando estaba a punto de renunciar, lo encontró: Tiffany. Comprendió que ella era la única persona que podía ayudarle. Le costaría una fortuna conseguir esa ayuda, pero ¿qué importaba si al fin sus preguntas obtenían respuesta? A la chica le había gustado Pozzi, de hecho parecía loca por él, y en cuanto se enterara de lo que le había ocurrido después de la fiesta lo más probable era que estuviese dispuesta a llamar al hospital. Eso era todo lo que haría falta: una llamada telefónica. Preguntaría si Jack Pozzi había estado ingresado allí y luego le escribiría a Nashe una carta breve contándole lo que hubiera averiguado. Podría haber algún problema con la carta, por supuesto, pero era un riesgo que tendría que correr. No creía que le hubiesen abierto las cartas de Donna. Por lo menos los sobres no parecían haber sido manipulados. ¿Por qué no habría de llegarle también la carta de Tiffany? En cualquier caso valía la pena intentarlo. Cuanto más pensaba en el plan, más prometedor le parecía. ¿Qué podía perder aparte del dinero? Se sentó a la mesa de la cocina y empezó a beber el té, tratando de imaginar qué sucedería cuando la chica fuera a verle al remolque. Antes de que pudiera pensar en las palabras que le diría, descubrió que tenía una erección.

Sin embargo, le costó convencer a Murks. Cuando Nashe le explicó que quería ver a la chica, Calvin reaccionó con sorpresa, y casi inmediatamente después una expresión de profunda decepción apareció en su cara. Era como si Nashe le hubiese fallado, como sí hubiese traicionado algún entendimiento tácito entre ellos, y no estaba dispuesto a permitirlo sin presentar batalla.

– No tiene sentido -dijo Murks-. Novecientos dólares por un revolcón en el heno. Eso son nueve días de trabajo, Nashe, noventa horas de sudor y esfuerzo por nada. No es lógico. Un poco de carne de chica a cambio de todo eso. Cualquiera vería que no es lógico. Tú eres un tipo listo, Nashe, no es que no sepas de lo que te estoy hablando.

– Yo no te pregunto cómo gastas tu dinero -le respondió Nashe-. Y no es asunto tuyo cómo gasto yo el mío.

– Lo que pasa es que detesto ver a un hombre haciendo el ridículo, nada más. Especialmente cuando no hay necesidad.

– Tus necesidades no son mis necesidades, Calvin. Mientras haga el trabajo, tengo derecho a cualquier cosa que quiera. Está escrito en el contrato, y tú no eres quién para decir nada.

Así que Nashe ganó la discusión, y aunque Murks continuó refunfuñando, organizó la visita de la chica. Tenía que ir el día diez, menos de una semana después de que Nashe encontrara su número de teléfono en el cajón, y el hecho de no tener que esperar más tiempo no le vino mal, porque una vez hubo convencido a Murks de que la llamara le resultó imposible pensar en otra cosa. Mucho antes de que llegara la chica, por lo tanto, sabía que sus razones para invitarla sólo en parte tenían que ver con Pozzi. Aquella erección (junto con las que vinieron después) se lo había demostrado, y pasó los siguientes días alternando entre ataques de miedo y de excitación, paseando por el prado como un adolescente enloquecido por sus hormonas. Pero no había estado con una mujer desde mediados del verano -desde aquel día en Berkeley en que había tenido entre sus brazos a la sollozante Fiona-, y probablemente era inevitable que la inminente visita de la chica le llenase la cabeza de pensamientos eróticos. Ésa era su profesión, después de todo. Follaba con los hombres por dinero, y puesto que él ya estaba pagando, ¿qué había de malo en aprovecharse de ello? Eso no le impedía pedirle ayuda, pero para ello no necesitaba más de veinte o treinta minutos, y si la hacía ir hasta allí con el fin de pasar ese rato con él tenía que contratar sus servicios para toda la noche. Sería una tontería desperdiciar esas horas. Le pertenecían, y el hecho de que quisiera ver a la chica para una cosa concreta no significaba que estuviera mal quererla también para otra cosa.

La del diez fue una noche fría que más parecía de invierno que de otoño, con fuertes vientos que barrían el prado y un cielo lleno de estrellas. La chica llegó vestida con abrigo de pieles, las mejillas rojas y los ojos llorosos a causa del frío, y Nashe pensó que era más guapa de lo que la recordaba, aunque tal vez fuera el color de su cara lo que le dio esa impresión. Llevaba una ropa menos provocativa que la otra vez -un jersey blanco de cuello vuelto, pantalones vaqueros con calentadores de lana y los omnipresentes tacones de aguja-, y en conjunto le quedaba mejor que el llamativo atuendo que lucía en octubre. Ahora representaba su verdadera edad, y, por lo que fuera, Nashe llegó a la conclusión de que la prefería de aquel modo, que se sentía menos incómodo cuando la miraba.

El que ella le sonriera al entrar en el remolque contribuyó a ello, y aunque a él le pareció que la sonrisa era un tanto fingida y teatral, había suficiente cordialidad en ella como para convencerle de que a la chica no le desagradaba volver a verle. Se dio cuenta de que ella esperaba que Pozzi también estuviera allí, y cuando miró a su alrededor y no le encontró, era natural que le preguntase a Nashe dónde estaba. Pero Nashe no fue capaz de decirle la verdad, al menos todavía.

– Jack ha tenido que marcharse para hacer otro trabajo -le dijo-. ¿Recuerdas el proyecto de Texas del que te habló la última vez? Pues nuestro magnate del petróleo tenía algunas dudas respecto a los planos, así que anoche se llevó a Jack a Houston en su avión particular. Fue una cosa totalmente imprevista. Jack lo sintió mucho, pero así es nuestro trabajo. Tenemos que tener contentos a nuestros clientes.

– Lástima -dijo la chica, sin intentar disimular su desilusión-. Me gustó muchísimo ese tipo tan bajito. Me apetecía volverle a ver.

– De esos hay uno en un millón -dijo Nashe-. No los hacen mejores que Jack.

– Sí, es un tío fantástico. Cuando das con un tío así ya no te parece que estés trabajando.

Nashe sonrió a la chica y alargó la mano tímidamente para tocarle un hombro.

– Me temo que esta noche tendrás que conformarte conmigo -le dijo.

– Bueno, hay cosas peores -respondió ella con expresión juguetona, recobrándose rápidamente. Para poner más énfasis gimió suavemente y empezó a pasarse la lengua por los labios-. Puede que me equivoque, pero creo recordar que de todas formas nosotros teníamos un asunto pendiente del que ocuparnos.

Nashe empezó a pensar en decirle que se quitara la ropa ya, pero de pronto se sintió tímido, enmudecido por su propia excitación, y en lugar de abrazarla se quedó parado donde estaba, preguntándose qué hacer en aquel momento. Deseó que Pozzi se hubiera dejado un par de chistes que él pudiera usar, unas cuantas bromas que animaran el ambiente.

– ¿Ponemos un poco de música? -sugirió, agarrándose a lo primero que se le ocurrió. Antes de que la chica pudiera responder él ya estaba tirado en el suelo, rebuscando entre las pilas de cassettes que guardaba bajo la mesita del café. Después de apartar ruidosamente las óperas y la música clásica durante cerca de un minuto, al fin sacó su cinta con las canciones de Billie Holiday, Billie’s Greatest Hits .

Читать дальше
Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Похожие книги на «La música del azar»

Представляем Вашему вниманию похожие книги на «La música del azar» списком для выбора. Мы отобрали схожую по названию и смыслу литературу в надежде предоставить читателям больше вариантов отыскать новые, интересные, ещё непрочитанные произведения.


Paul Auster - Invisible
Paul Auster
Paul Auster - Lewiatan
Paul Auster
Paul Auster - Mr. Vértigo
Paul Auster
Paul Auster - Sunset Park
Paul Auster
Paul Auster - Timbuktu
Paul Auster
Paul Auster - Leviatán
Paul Auster
Paul Auster - City of Glass
Paul Auster
Paul Auster - Brooklyn Follies
Paul Auster
Manuel José Fernández Márquez - El silencio es la música del alma
Manuel José Fernández Márquez
Отзывы о книге «La música del azar»

Обсуждение, отзывы о книге «La música del azar» и просто собственные мнения читателей. Оставьте ваши комментарии, напишите, что Вы думаете о произведении, его смысле или главных героях. Укажите что конкретно понравилось, а что нет, и почему Вы так считаете.

x