Javier Marías - Los Enamoramientos

Здесь есть возможность читать онлайн «Javier Marías - Los Enamoramientos» весь текст электронной книги совершенно бесплатно (целиком полную версию без сокращений). В некоторых случаях можно слушать аудио, скачать через торрент в формате fb2 и присутствует краткое содержание. Жанр: Современная проза, на испанском языке. Описание произведения, (предисловие) а так же отзывы посетителей доступны на портале библиотеки ЛибКат.

Los Enamoramientos: краткое содержание, описание и аннотация

Предлагаем к чтению аннотацию, описание, краткое содержание или предисловие (зависит от того, что написал сам автор книги «Los Enamoramientos»). Если вы не нашли необходимую информацию о книге — напишите в комментариях, мы постараемся отыскать её.

«La última vez que vi a Miguel Desvern o Deverne fue también la última que lo vio su mujer, Luisa, lo cual no dejó de ser extraño y quizá injusto, ya que ella era eso, su mujer, y yo era en cambio una desconocida…» Así comienza Los enamoramientos, la nueva novela de Javier Marías, consagrado como uno de los mejores novelistas contemporáneos. María Dolz, la protagonista de esta novela, sólo supo su nombre «cuando apareció su foto en el periódico, apuñalado y medio descamisado y a punto de convertirse en un muerto, si es que no lo era ya para su propia conciencia ausente que nunca volvió a presentarse: lo último de lo que se debió de dar cuenta fue de que lo acuchillaban por confusión y sin causa».

Los Enamoramientos — читать онлайн бесплатно полную книгу (весь текст) целиком

Ниже представлен текст книги, разбитый по страницам. Система сохранения места последней прочитанной страницы, позволяет с удобством читать онлайн бесплатно книгу «Los Enamoramientos», без необходимости каждый раз заново искать на чём Вы остановились. Поставьте закладку, и сможете в любой момент перейти на страницу, на которой закончили чтение.

Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Me preguntaba en mi insomnio si debía hablar con Luisa, con la que ya no coincidía nunca en el desayuno de la cafetería, habría abandonado la costumbre para no aumentarse la pena o para ir olvidando mejor, o quizá iría más tarde, cuando yo ya estuviera en el trabajo (acaso era a su marido al que le tocaba madrugar más y ella sólo lo acompañaba para retrasar la separación). Me preguntaba si no era mi obligación prevenirla, ponerla al tanto de quién era aquel amigo, su pretendiente quizá inadvertido y su constante protector; pero carecía de pruebas y podría tomarme por loca o por despechada, por vengativa y desquiciada, resulta complicado irle a nadie con un cuento tan siniestro y turbio, cuanto más exagerada y alambicada una historia más difícil de creer, en eso confían, en parte, quienes cometen atrocidades, en que costará darles crédito precisamente por su magnitud. Pero no era tanto eso cuanto algo más extraño, por su escasez: la mayoría de la gente está dispuesta, a la mayoría le encanta señalar con el dedo a escondidas y acusar y denunciar, chivarse a sus amistades, a los vecinos, a sus superiores y jefes, a la policía, a las autoridades, descubrir y exponer a culpables de cualquier cosa, aunque lo sean sólo en su imaginación; hundirles la vida si pueden o por lo menos dificultársela, procurar que haya apestados, crear desechos, desprendidos, causar bajas a su alrededor y expulsar de su sociedad, como si la reconfortara decirse tras cada víctima o pieza cobrada: ‘Ese ha sido desgajado, apartado, ese ha caído y yo no’. Entre toda esa gente hay unos pocos -a diario vamos menguando- que sentimos, por el contrario, una indecible aversión a asumir ese papel, el papel del delator. Y tan al extremo llevamos esa antipatía que ni siquiera nos es fácil vencerla cuando conviene, por nuestro bien y el de los demás. Hay algo que nos repugna en marcar un número y decir sin confesar nuestro nombre: ‘Mire, he visto a un terrorista al que buscan, su foto está en los periódicos y acaba de entrar en tal portal’. Probablemente lo haríamos en un caso así, pero pensando más en los crímenes que podríamos evitar con ello que en el castigo de los ya pasados, porque esos nadie es capaz de remediarlos y la impunidad del mundo es tan inabarcable, tan antigua y larga y ancha que hasta cierto punto nos da lo mismo que se le añada un milímetro más. Suena raro y suena mal, y sin embargo puede ocurrir: quienes sentimos esa aversión preferimos a veces ser injustos y que algo quede sin castigo antes que vernos como delatores, no lo podemos soportar -al fin y al cabo la justicia no es cosa nuestra, no nos toca actuar de oficio-; y todavía nos es más odioso ese papel cuando se trata de desenmascarar a alguien a quien se ha querido, o peor: a quien, por inexplicable que sea -pese al horror y la náusea de nuestra conciencia, o es de nuestro conocimiento, que sin embargo se sobresalta menos cada día que se completa y se va-, no se ha dejado enteramente de querer. Y entonces pensamos algo que no llega a formularse del todo, un balbuceo incoherente y reiterativo, casi febril, algo semejante a esto: ‘Sí, es muy grave, es muy grave. Pero es él, aún es él’. En aquel tiempo de espera o de adiós no pronunciado no lograba ver a Díaz-Varela como un peligro futuro para nadie más, ni siquiera para mí, que le había tenido momentáneo temor y aún se lo tenía intermitente en ausencia, en mi recuerdo o en mis anticipaciones. Quizá pecaba de optimista, pero no lo veía capaz de repetir. Para mí seguía siendo un aficionado, un intruso ocasional. Un hombre normal en esencia, que había hecho una sola excepción.

Al decimocuarto día me llamó al móvil, cuando yo estaba en la editorial reunida con Eugeni y con un autor semijoven que nos había recomendado Garay Fontina en premio a la adulación con que aquél lo obsequiaba en su blog y en una revista literaria especializada que dirigía, es decir, pretenciosa y más bien marginal. Me salí del despacho un momento, le dije que lo llamaría más tarde, él pareció no fiarse y me retuvo un instante.

‘Es sólo un minuto’, dijo. ‘¿Qué tal te va que nos veamos hoy? He estado fuera unos días y tengo ganas de verte. Si te parece, te espero en casa cuando salgas del trabajo.’

‘No sé si hoy me voy a retrasar, hay mucho lío aquí’, improvisé sobre la marcha; quería pensármelo, o por lo menos tener tiempo para hacerme a la idea de ir a verlo otra vez. Seguía sin saber qué prefería, su esperada e inesperada voz me trajo alarma y alivio, pero en seguida prevaleció el envanecimiento de sentirme requerida, de comprobar que todavía no me había dado carpetazo, que no se había desentendido de mí ni me dejaba desaparecer en silencio, aún no era la hora de mi difuminación. ‘Déjame que te diga algo por la tarde. Según cómo vayan las cosas, me paso o te aviso de que no podré.’

Entonces dijo mi nombre, lo que no solía hacer.

‘No, María. Pásate.’ E hizo una pausa, como si en verdad quisiera sonar imperativo, y así sonó. Como yo no respondí nada en el acto, añadió algo para rebajar esa impresión. ‘No es sólo que tenga ganas de verte, María.’ Dos veces mi nombre, eso ya era insólito, un mal augurio. ‘Tengo que consultarte algo urgente. Aunque sea tarde, no me importa, yo no me voy a mover de aquí. Te esperaré en todo caso. Y si no, te iré a buscar’, terminó con resolución.

Tampoco yo pronunciaba mucho su nombre, lo hice esta vez por mimetismo o para no quedarme atrás, es frecuente que oír el nuestro nos ponga en estado de alerta, como si estuviéramos recibiendo una advertencia o fuera el preámbulo de una adversidad o de un adiós.

‘Javier, hace un montón de días que no nos vemos ni hablamos, tan urgente no será, podrá esperar un día o dos más, ¿no? Si al final me es imposible, quiero decir.’

Me estaba haciendo de rogar pero deseaba que no desistiera, que no se conformara con un ‘veremos’ o un ‘quizá’. Su impaciencia me halagaba, pese a notar que no se trataba, aquel día, de una impaciencia meramente carnal. Incluso era probable que no hubiera en ella ni un ápice de carnalidad, sino que obedeciera tan sólo a la prisa por poner y verbalizar un final: una vez que se decide que las cosas no floten, que no se diluyan ni se mueran calladas ni sea pálida su conclusión, entonces por lo general se hace arduo y casi imposible esperar; hay que decirlo y soltarlo en seguida, hay que comunicárselo al otro para zafarse de golpe, para que sepa lo que le toca y no ande engañado y ufano, para que no se crea que sigue siendo alguien en nuestra vida cuando ya no lo es, que ocupa un lugar en nuestro pensamiento y en nuestro corazón del que precisamente ha sido relevado por ellos; para que se borre de nuestra existencia sin dilación. Pero me daba lo mismo. Me daba lo mismo si Díaz-Varela me estaba convocando tan sólo para largarme, para despedirme, hacía catorce días que no lo veía y había temido no volverlo a ver yeso era lo único que me importaba: si él me veía de nuevo quizá le costara mantener su decisión, yo podría tentarlo, hacer que anticipara su futura añoranza de mí, persuadirlo con mi presencia para dar marcha atrás. Pensé eso y me di cuenta de lo idiota que era: son desagradables esos momentos, cuando ni siquiera nos avergüenza percatarnos de nuestra idiotez y nos abandonamos a ella de todas formas, con plena conciencia y a sabiendas de que nos diremos muy pronto: ‘Pero si lo sabía y estaba segura. Pero qué tonta he sido, por favor’. Y esta reacción como de hierro hacia el imán me vino, para mayor inconsecuencia y mayor idiotez, cuando ya estaba medio decidida a romper toda relación con él si él volvía a solicitarme. Había hecho matar a su mejor amigo, eso era demasiado para mi conciencia despierta. Ahora comprobaba que no lo era, o todavía no, o que mi conciencia se enturbiaba o adormecía al menor descuido, y eso me llevaba a pensar lo mismo: ‘Pero qué tonta soy, por favor’.

Читать дальше
Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Похожие книги на «Los Enamoramientos»

Представляем Вашему вниманию похожие книги на «Los Enamoramientos» списком для выбора. Мы отобрали схожую по названию и смыслу литературу в надежде предоставить читателям больше вариантов отыскать новые, интересные, ещё непрочитанные произведения.


Отзывы о книге «Los Enamoramientos»

Обсуждение, отзывы о книге «Los Enamoramientos» и просто собственные мнения читателей. Оставьте ваши комментарии, напишите, что Вы думаете о произведении, его смысле или главных героях. Укажите что конкретно понравилось, а что нет, и почему Вы так считаете.

x