Francois Mauriac - Nudo De Viboras
Здесь есть возможность читать онлайн «Francois Mauriac - Nudo De Viboras» весь текст электронной книги совершенно бесплатно (целиком полную версию без сокращений). В некоторых случаях можно слушать аудио, скачать через торрент в формате fb2 и присутствует краткое содержание. Жанр: Классическая проза, на испанском языке. Описание произведения, (предисловие) а так же отзывы посетителей доступны на портале библиотеки ЛибКат.
- Название:Nudo De Viboras
- Автор:
- Жанр:
- Год:неизвестен
- ISBN:нет данных
- Рейтинг книги:4 / 5. Голосов: 1
-
Избранное:Добавить в избранное
- Отзывы:
-
Ваша оценка:
- 80
- 1
- 2
- 3
- 4
- 5
Nudo De Viboras: краткое содержание, описание и аннотация
Предлагаем к чтению аннотацию, описание, краткое содержание или предисловие (зависит от того, что написал сам автор книги «Nudo De Viboras»). Если вы не нашли необходимую информацию о книге — напишите в комментариях, мы постараемся отыскать её.
Nudo De Viboras — читать онлайн бесплатно полную книгу (весь текст) целиком
Ниже представлен текст книги, разбитый по страницам. Система сохранения места последней прочитанной страницы, позволяет с удобством читать онлайн бесплатно книгу «Nudo De Viboras», без необходимости каждый раз заново искать на чём Вы остановились. Поставьте закладку, и сможете в любой момент перейти на страницу, на которой закончили чтение.
Интервал:
Закладка:
Volví a la habitación donde Janine continuaba sentada, y le dije:
– Cuando quieras, querida…; serás bien recibida siempre.
No dio señal de haberme comprendido. Genoveva volvió y me preguntó recelosa:
– ¿Qué le decías?
Supe después que me había acusado de haber cambiado a Janine durante aquellos instantes y de haberme divertido "metiéndole un montón de ideas en la cabeza". Pero yo bajé la escalera recordando que la joven me había dicho: "Llévame"… Me había pedido que me la llevara. Instintivamente, había pronunciado acerca de Phili las palabras que ella tenía necesidad de oír. Tal vez fuera yo el primero que no la había herido.
Caminé por un Burdeos iluminado como en un día solemne. Las aceras del Cours de L’lntendance brillaban, húmedas de niebla. Los clamores del mediodía ahogaban el alboroto de los tranvías. El aroma de mi infancia se había perdido; lo hubiese hallado en los barrios más sombríos de la calle Dufour-Dubergier y de la Grosse Cloche. Tal vez allí, una anciana, parada en la esquina de una negra calle, estrechara aún contra su pecho un humeante bote lleno de castañas hervidas con sabor a anís. No, no estaba triste. Alguien me había escuchado, comprendido. Nos habíamos unido: era una victoria. Pero me había estrellado ante Genoveva: nada podía hacer yo contra cierta clase de tonterías. Se llega fácilmente a un alma a través de los crímenes, de los más tristes vicios, pero la vulgaridad es infranqueable. ¡Tanto peor! Sabría a qué atenerme. No se podía romper la losa de todas las tumbas. Podía considerarme muy dichoso si lograba antes de morirme penetrar en el interior de un solo ser.
Dormí en el hotel y al día siguiente por la mañana volví a Cálese. Pocos días después me visitó Alfredo, y supe por él que mi visita había tenido funestas consecuencias: Janine había escrito a Phili una carta disparatada en la que se reconocía culpable de todo, se acusaba y le pedía perdón. "No se puede esperar otra cosa de las mujeres"… El buen gordo no se atrevía a decírmelo, pero pensaba, sin duda: "Empieza con las estupideces de su abuela".
Alfredo me dijo, además, que el proceso estaba perdido de antemano y que Genoveva me hacía responsable: con toda intención había hecho que Janine se indispusiera con ellos. Sonriendo, le pregunté a mi yerno cuáles habían podido ser los móviles que me habían impulsado a ello. Me contestó, protestando, que compartía la opinión de su mujer, que creía que yo había procedido por travesura, por venganza o tal vez por "pura maldad".
Mis hijos no iban a verme. Una carta de Genoveva me hizo saber semanas más tarde que se había visto en la necesidad de encerrar a Janine en una clínica. Naturalmente, no estaba loca. Se esperaba mucho de aquella cura de reposo.
También yo estaba solo, pero no me encontraba mal. Nunca me había dejado mi corazón gozar de tan largo sosiego. Durante esta quincena y un poco más el radiante otoño se demoró en el mundo. Ninguna hoja se había desprendido aún; florecían de nuevo las rosas. Volvía a sufrir el apartamiento de mis hijos. Huberto sólo iba a verme para hablar de negocios. Estaba muy seco y afectaba gravedad. Sus maneras eran muy corteses, pero se mantenía a la expectativa. La influencia que mis hijos me acusaban de haber ejercido en Janine me había hecho perder todo el terreno que había ganado. A sus ojos, había vuelto a convertirme en el enemigo, en el anciano pérfido y capaz de todo. En fin, la única que hubiera podido comprenderme había sido encerrada y separada de los vivos. Sin embargo, experimentaba la sensación de una profunda paz. Desprovisto de todo, aislado, bajo la amenaza de una muerte horrible, permanecía en calma, atento y con el espíritu despierto. La idea de mi triste vida no me abrumaba. No sentía el peso de aquellos años desiertos…, como si yo no fuera un anciano muy enfermo, como si yo hubiese tenido aún ante mí toda una vida, como si esa paz que me poseía hubiera sido alguien.
Capítulo veinte
Al cabo de un mes de haber huido de la clínica y de haberla recogido yo, Janine no ha curado todavía. Cree haber sido víctima de una intriga y afirma que se la ha encerrado porque se negaba a atacar a Phili y a pedir el divorcio y la anulación. Los demás imaginan que soy yo quien le mete estas ideas en la cabeza y quien la lanza contra ellos, a pesar de que gradualmente, en el curso de las interminables jornadas de Cálese, lucho contra tales ilusiones y quimeras. Afuera, la lluvia mezcla las hojas con el barro, las pudre. Pesadas botas hacen crujir la gruesa arena del patio; pasa un hombre protegiéndose la cabeza con un saco. El jardín está tan desnudo que nada oculta lo poco que se concede aquí al placer. Los esqueletos de los cenadores, los pobres bosquecillos, tiritan bajo la lluvia eterna. La penetrante humedad de las habitaciones nos deja sin ánimo, por la noche, para abandonar el brasero del salón. Llega la medianoche y no podemos resignarnos a subir; y los tizones, pacientemente acumulados, se desmoronan en la ceniza. Además, hay que volver constantemente a convencer a la pobre niña de que sus padres, su hermano y su tío no la quieren mal. Aparto cuanto puedo su pensamiento de la clínica. Siempre concluimos hablando de Phili.
– Usted no puede imaginarse qué clase de hombre era… Usted no puede suponer qué ser…
Y estas palabras anunciaban indistintamente una censura o un elogio, y el tono con que las pronunciaba me bastaba para adivinar si se disponía a elogiarlo o a maldecirlo. Pero le glorificara o le denigrase, los hechos de que ella me daba cuenta me parecían insignificantes. El amor comunica a esta pobre mujer, tan desprovista de imaginación, un asombroso poder de deformar las cosas o de amplificarlas. Yo he conocido a tu Phili, uno de esos inútiles a quienes la rápida juventud convierte en un momento en seres brillantes, a ese muchacho mimado, acariciado, pagado de todo, a quien atribuyes intenciones delicadas o perversas, meditadas maldades; pero que son sólo reflejos.
No comprendíais que, para respirar, tenía necesidad de sentirse el más fuerte. No había por qué hacerle pagar con las setenas. Así no se satisfacen los perros de su especie; buscan por el suelo una pitanza menos cara.
La desventurada no conocía a su Phili ni de lejos. ¿Qué representaba él a sus ojos, fuera de la angustia de su presencia, de las caricias aplazadas, de los celos, del horror de haberlo perdido? Sin ojos, sin olfato, sin antenas, corre y enloquece tras ese ser, sin nadie que le explique lo que es realmente el objeto de su persecución… ¿Existen padres ciegos? Janine es mi nieta; pero si fuese mi hija no la vería sino como lo que es: una criatura que nada puede recibir de otro. Esta mujer de regulares rasgos, gruesa, pesada, de voz estúpida, está marcada con el sello de aquellos que no se detienen ni a ver ni a pensar. A lo largo de estas noches me ha parecido bella, sin embargo, con una belleza extraña a sí misma, impresa en su desesperación. ¿No existe hombre alguno a quien atraiga este incendio? Pero la desgracia arde en las tinieblas y en un desierto, sin otro testigo que este anciano…
Al mismo tiempo que, durante aquellas largas veladas, sentía piedad de ella, no me cansaba de comparar a Phili, ese muchacho semejante a tantos otros, como una vulgar mariposa blanca se parece a las demás mariposas blancas, con aquella pasión que había desencadenado en su mujer y que para ella había aniquilado el mundo visible e invisible: nada subsistía, a los ojos de Janine, sino aquel macho, algo deslucido, inclinado a preferir el alcohol a lo demás y a considerar el amor como un trabajo, una obligación, una fatiga… ¡Cuánta miseria!
Apenas miraba a su hija, que se deslizaba en la estancia al anochecer. Posaba los labios, al azar, sobre los rizos de la niña, y no porque la criatura careciera de poder ante su madre, puesto que en ella hallaba Janine la fuerza necesaria para no partir en persecución de Phili. Era una mujer capaz de hostigarle, de provocarle y de hacerle escenas en público. No, yo no hubiera bastado para detenerla; quedábase por la hija, pero no recibía de ella consuelo alguno. La niña se refugiaba por la noche en mis brazos o en mis rodillas, hasta el momento en que servían la cena. Hallaba en sus cabellos ese olor a pájaro, a nido, que me recordaba los de María. Cerraba los ojos y apoyaba la boca en aquella cabeza, y procurando no abrazar demasiado fuerte a aquel cuerpecillo, llamaba en mi corazón a mi hija perdida. Y, al mismo tiempo, era a Lucas a quien creía abrazar. Cuando había jugado mucho, sus mejillas tenían ese sabor salado de las de Lucas, cuando se dormía en la mesa, cansado de correr… No podía esperar al postre y, uno a uno, nos ofrecía su cara extenuada de sueño. Así soñaba yo, y Janine vagaba por la habitación, andando, andando, insistiendo en su amor.
Читать дальшеИнтервал:
Закладка:
Похожие книги на «Nudo De Viboras»
Представляем Вашему вниманию похожие книги на «Nudo De Viboras» списком для выбора. Мы отобрали схожую по названию и смыслу литературу в надежде предоставить читателям больше вариантов отыскать новые, интересные, ещё непрочитанные произведения.
Обсуждение, отзывы о книге «Nudo De Viboras» и просто собственные мнения читателей. Оставьте ваши комментарии, напишите, что Вы думаете о произведении, его смысле или главных героях. Укажите что конкретно понравилось, а что нет, и почему Вы так считаете.