Francisco Ayala - Los usurpadores

Здесь есть возможность читать онлайн «Francisco Ayala - Los usurpadores» весь текст электронной книги совершенно бесплатно (целиком полную версию без сокращений). В некоторых случаях можно слушать аудио, скачать через торрент в формате fb2 и присутствует краткое содержание. Жанр: Классическая проза, на испанском языке. Описание произведения, (предисловие) а так же отзывы посетителей доступны на портале библиотеки ЛибКат.

Los usurpadores: краткое содержание, описание и аннотация

Предлагаем к чтению аннотацию, описание, краткое содержание или предисловие (зависит от того, что написал сам автор книги «Los usurpadores»). Если вы не нашли необходимую информацию о книге — напишите в комментариях, мы постараемся отыскать её.

El tema central, en palabras del prólogo, demuestra que el `poder ejercido por el hombre sobre su prójimo es siempre una usurpación`. Mediante una amplia gama de tonalidades que va desde lo expositivo y narrativo hasta lo lírico, desde un tono grave de sobriedad hasta el de la más desenfrenada pasión, Francisco Ayala nos ofrece aquí unos cuadros o «ejemplos», inspirados en el pasado español que sirven de espejo para cualquier época y lugar.

Los usurpadores — читать онлайн бесплатно полную книгу (весь текст) целиком

Ниже представлен текст книги, разбитый по страницам. Система сохранения места последней прочитанной страницы, позволяет с удобством читать онлайн бесплатно книгу «Los usurpadores», без необходимости каждый раз заново искать на чём Вы остановились. Поставьте закладку, и сможете в любой момент перейти на страницу, на которой закончили чтение.

Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

"Padre Miguel: perdóneme que con tanto apuro le haya hecho venir; la madrugada vuestra es para mí desvelo; vuestra prisa, demora mía. Como confesor os he llamado, en una agonía de mi alma… Ya, ya leo en esa sonrisa indulgente; bien sé cuánto ha hecho por asegurarme, por tranquilizar mi ánimo. Lo sé. Pero ¡hábleme, hábleme de don Sebastián! Dígame: ¿cómo puedo yo estar segura?, ¿cómo voy a saber? Vuestra merced es confesor suyo; tuvo la dicha de conocer el interior de sus pensamientos como conoce los míos propios, cuando todavía tenía él los años que yo tengo, y aún no había sido maltratado por el infortunio. Y luego, vuestra merced ha conversado con él hasta saciarse, le ha escuchado el relato de sus desventuras… No se impaciente, padre mío: cierto es que me ha trasladado ese relato y ha tenido la paciencia de responder a todas mis preguntas, por más que fueran nimias o necias. Pero comprenda; yo misma no he hablado con él sino algunos instantes, y no he podido escuchar de sus labios sino aquellas frases ceremoniosas, fría corteza de cuanto acerca de él sé por referencia vuestra. Y puesto que sólo eso he recibido de él… Piense, padre, que yo soy una princesa, y tengo derecho a saber, tengo derecho a estar segura. Quiero saber, sin duda alguna, que él es en verdad el rey don Sebastián. ¿Cómo puedo alcanzar tal certidumbre? ¡Ay, padre! Quisiera seguir todos sus pasos; y no ya los actuales, sino poder acompañarlo hacia atrás, en su aventura por Europa, hasta adueñarme de cada una de sus penalidades, y acompañarlo al cautiverio; más todavía: retroceder en su compañía al palacio de Lisboa, cuando, lleno de entusiasmo, preparaba la expedición que tan funesta había de serle… Pero estoy desvariando, padre mío: desde la cumbre fría de vuestra edad, esa sonrisa me lo dice. Sí, mis años todos no alcanzan a tan lejanos acontecimientos. Pero ¿no puede acaso remontarse la noticia a donde la memoria no llega y la eternidad entera no se agolpa en el soplo de un alma? El pasado que sus manos hicieron, podemos tocarlo al estrechar sus manos. Saber, estar segura es lo que yo pido. Si pudiera adentrarme en sus pensamientos. ¡Ay en el movimiento de su corazón ha de conocerse su ánimo real! Si él es, como parece y creo, no puede esconder ningún engaño, maldad ninguna; sólo nobleza puede haber en su pecho, y verdad en su boca…"

…Mientras congojas tales ahogaban a doña Ana, y cuando fray Miguel procuraba tranquilizar su agitado corazón, ya el hombre que era causa de ellas se precipitaba desde la cima soberbia de sus pretensiones a la oscuridad de un calabozo. Aquella misma noche habían ido a prenderle en su posada, con oficiales de justicia, bajo acusación de impostura, y se le tomaba la primera declaración indagatoria. Tras ella siguiéronse sin demora las diligencias de trámite, y cuatro días más tarde era ya reo de muerte por delito de traición. Aunque no pudo obtenerse de parte suya confesión alguna, consta por sentencia firme que quien osaba hacerse pasar por el rey don Sebastián era en verdad un pastelero de la villa de Madrigal, llamado allí Gabriel Espinosa.

Llegó el plazo fijado para ejecución de la pena, y él, rechazando toda compañía, prefirió esperar a solas: quiso estar a solas consigo mismo. A solas pasó la noche. La noche pasó; sonó la hora; se oyeron pasos afuera, crujieron los escalones, chirrió un cerrojo, gimió la puerta, y el angosto calabozo se llenó de hombres; le ligaron las manos, lo bajaron al zaguán, lo montaron a lomos de una mula y, bien custodiado, comenzó a avanzar, como en vilo, por entre la multitud, despacio, tieso y oscilante en su cabalgadura, cual máscara solemne en las apresuras de un carnaval, precedido por el redoble del pregonero.

Entró luego la comitiva en la plaza mayor y, abriéndose paso entre el pueblo, se fue acercando al tablado, a la horca: todo discurría con la lentitud extrema de los sueños… Y ya el reo, arrastrando los pies, había subido los escalones del estrado, cuando un revuelo conmovió la plaza. ¿Qué era? ¿Qué sucedía? ¿Qué soplo de qué pulmón gigantesco había soplado sobre las cabezas de la muchedumbre? "¡Es la madre, que llega!", se oyó repetir. Como en volandas, habían traído de Madrigal a la madre del pastelero Gabrielillo Espinosa, que, escondida en el fondo de su casa, se obstinaba en ignorarlo todo. Pero un grupo de aldeanos, entre compasivos y brutales, fueron a sacarla de su madriguera para que presenciara las honras fúnebres de un rey; y la vieja, arrebujada en su manto de viuda, se había dejado llevar sin resistencia. Ahora se la veía aparecer, estúpida, en el hueco de una ventana, frente al patíbulo. "¡Es la madre!", explicaban por todas partes; y, tras el espeso rumor, otra vez silencio. El reo levantó la vista hacia la ventana, e hizo una extraña mueca: unos pensaron que de cínica burla; algunos que de dolor; mientras que otros creyeron interpretar en ella quién sabe qué oscuro mensaje… A lo último, una frase salió de sus labios; dijo como hablando consigo: "¡Pobre don Sebastián, en qué viniste a parar!"

El resto, fue todo muy rápido. Con el aliento contenido de quienes observan al halcón precipitarse sobre su presa y, prendido a ella, vacilar un momento en el espacio, así vio el pueblo cómo el verdugo se mecía en el aire prendido al reo. Mas cuando lo hubo soltado, y dejó ahí, colgando de la horca, aquel flojo muñeco de trapo, hubiérase dicho que la escena toda no había sido otra cosa que una mala broma de cómicos lugareños.

(1947)

El Hechizado

Después de haber pretendido inútilmente en la Corte, el Indio González Lobo -que llegara a España hacia finales de 1679 en la flota de galeones con cuya carga de oro se celebraron las bodas del rey- hubo de retirarse a vivir en la ciudad de Mérida, donde tenía casa una hermana de su padre. Nunca más salió ya de Mérida González Lobo. Acogido con regocijo por su tía doña Luisa Álvarez, que había quedado sola al enviudar poco antes, la sirvió en la administración de una pequeña hacienda, de la que, pasados los años, vendría a ser heredero. Ahí consumió, pues, el resto de su vida. Pasaba el tiempo entre las labranzas y sus devociones, y, por las noches, escribía. Escribió, junto a otros muchos papeles, una larga relación de su vida, donde, a la vuelta de mil prolijidades, cuenta cómo llegó a presencia del Hechizado. A este escrito se refiere la presente noticia.

No se trata del borrador de un memorial, ni cosa semejante: no parece destinado a fundar o apoyar petición ninguna. Diríase más bien que es un relato del desengaño de sus pretensiones. Lo compuso, sin duda, para distraer las veladas de una vejez toda vuelta hacia el pesado, confinada entre los muros del recuerdo, a una edad en que ya no podían despertar emoción, ni siquiera curiosidad, los ecos -que, por lo demás, llegarían a su oído muy amortiguados- de la guerra civil donde, muerto el desventurado Carlos, se estaba disputando por entonces su corona.

Alguna vez habrá de publicarse el notable manuscrito; yo daría aquí íntegro su texto si no fuera tan extenso como es, y tan desigual en sus partes: está sobrecargado de datos enojosos sobre el comercio de Indias, con apreciaciones críticas que quizá puedan interesar hoy a historiadores y economistas; otorga unas proporciones desmesuradas a un parangón -por otra parte, fuera de propósito- entre los cultivos del Perú y el estado de la agricultura en Andalucía y Extremadura; abunda en detalles triviales; se detiene en increíbles minucias y se complace en considerar lo más nimio, mientras deja a veces pasar por alto, en una descuidada alusión, la atrocidad de que le ha llegado noticia o la grandeza admirable. En todo caso, no parecía discreto dar a la imprenta un escrito tan disforme sin retocarlo algo, y aliviarlo de tantas impertinentes excrecencias como en él viene a hacer penosa e ingrata la lectura.

Читать дальше
Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Похожие книги на «Los usurpadores»

Представляем Вашему вниманию похожие книги на «Los usurpadores» списком для выбора. Мы отобрали схожую по названию и смыслу литературу в надежде предоставить читателям больше вариантов отыскать новые, интересные, ещё непрочитанные произведения.


Отзывы о книге «Los usurpadores»

Обсуждение, отзывы о книге «Los usurpadores» и просто собственные мнения читателей. Оставьте ваши комментарии, напишите, что Вы думаете о произведении, его смысле или главных героях. Укажите что конкретно понравилось, а что нет, и почему Вы так считаете.

x