• Пожаловаться

Isabel Allende: Hija de la fortuna

Здесь есть возможность читать онлайн «Isabel Allende: Hija de la fortuna» весь текст электронной книги совершенно бесплатно (целиком полную версию). В некоторых случаях присутствует краткое содержание. категория: Историческая проза / на испанском языке. Описание произведения, (предисловие) а так же отзывы посетителей доступны на портале. Библиотека «Либ Кат» — LibCat.ru создана для любителей полистать хорошую книжку и предлагает широкий выбор жанров:

любовные романы фантастика и фэнтези приключения детективы и триллеры эротика документальные научные юмористические анекдоты о бизнесе проза детские сказки о религиии новинки православные старинные про компьютеры программирование на английском домоводство поэзия

Выбрав категорию по душе Вы сможете найти действительно стоящие книги и насладиться погружением в мир воображения, прочувствовать переживания героев или узнать для себя что-то новое, совершить внутреннее открытие. Подробная информация для ознакомления по текущему запросу представлена ниже:

Isabel Allende Hija de la fortuna

Hija de la fortuna: краткое содержание, описание и аннотация

Предлагаем к чтению аннотацию, описание, краткое содержание или предисловие (зависит от того, что написал сам автор книги «Hija de la fortuna»). Если вы не нашли необходимую информацию о книге — напишите в комментариях, мы постараемся отыскать её.

Eliza Sommers es una joven chilena que vive en Valparaíso en 1894, el año en que se descubre oro en California. Su amante, Joaquín Andieta, parte hacia el norte decidido encontrar fortuna, y ella decide seguirlo. El viaje infernal, escondida en la cala de un velero, y la búsqueda de su amante en una tierra de hombres solos y prostitutas atraídos por la fiebre del oro, transforman a la joven inocente en una mujer fuera de lo común. Eliza recibe ayuda y afecto de Tao Chi`en, un médico chino, quien la conducirá de la mano en un itinerario memorable por los misterios y contradicciones de la condición humana.

Isabel Allende: другие книги автора


Кто написал Hija de la fortuna? Узнайте фамилию, как зовут автора книги и список всех его произведений по сериям.

Hija de la fortuna — читать онлайн бесплатно полную книгу (весь текст) целиком

Ниже представлен текст книги, разбитый по страницам. Система сохранения места последней прочитанной страницы, позволяет с удобством читать онлайн бесплатно книгу «Hija de la fortuna», без необходимости каждый раз заново искать на чём Вы остановились. Поставьте закладку, и сможете в любой момент перейти на страницу, на которой закончили чтение.

Тёмная тема

Шрифт:

Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

A la semana, cuando pudo ponerse en pie y se miró al espejo, comprendió que no podía presentarse con ese aspecto ante Miss Rose: había perdido varios kilos, estaba demacrado y no podía dar dos pasos sin caer jadeando sobre una silla. Cuando estuvo en condiciones de mandarle una nota para agradecer que le salvara la vida y chocolates para Mama Fresia y Eliza, supo que la joven había partido con una amiga y su mucama a Santiago en un viaje arriesgado, dadas las malas condiciones del camino y del clima. Miss Rose hacía el trayecto de treinta y cuatro leguas una vez al año, siempre a comienzos del otoño o en plena primavera, para ver teatro, escuchar buena música y hacer sus compras anuales en el "Gran Almacén Japonés", perfumado a jazmín e iluminado con lámparas a gas con globos de vidrio rosado, donde adquiría las bagatelas difíciles de conseguir en el puerto. Esta vez, sin embargo, había una buena razón para ir en invierno: posaría para un retrato. Había llegado al país el célebre pintor francés Monvoisin, invitado por el gobierno para hacer escuela entre los artistas nacionales. El maestro sólo pintaba la cabeza, el resto era obra de sus ayudantes y para ganar tiempo hasta los encajes se aplicaban directamente sobre la tela, pero a pesar de esos recursos truhanes, nada daba tanto prestigio como un retrato firmado por él. Jeremy Sommers insistió en tener uno de su hermana para presidir el salón. El cuadro costaba seis onzas de oro y una más por cada mano, pero no se trataba de ahorrar en un caso así. La oportunidad de tener una obra auténtica del gran Monvoisin no se presentaba dos veces en la vida, como decían sus clientes.

– Si el gasto no es problema, quiero que me pinte con tres manos. Será su cuadro más famoso y acabará colgado en un museo, en vez de hacerlo sobre nuestra chimenea -comentó Miss Rose.

Ése fue el año de las inundaciones, que quedaron registradas en los textos escolares y en la memoria de los abuelos. El diluvio arrasó con centenares de viviendas y cuando finalmente amainó el temporal y empezaron a bajar las aguas, una serie de temblores menores, que se sintieron como un hachazo de Dios, acabaron de destruir lo reblandecido por el aguacero. Rufianes recorrían los escombros y aprovechaban la confusión para robar en las casas y los soldados recibieron instrucciones de ejecutar sin miramientos a quienes sorprendieran en tales tropelías, pero entusiasmados con la crueldad, empezaron a repartir sablazos por el gusto de oír los lamentos y se debió revocar la orden antes que acabaran también con los inocentes. Jacob Todd, encerrado en el hotel cuidándose un resfrío y todavía débil por la semana de cólicos, pasaba las horas desesperado por el incesante ruido de campanas de las iglesias llamando a penitencia, leyendo periódicos atrasados y buscando compañía para jugar naipes. Hizo una salida a la botica en busca de un tónico para fortalecer el estómago, pero la tienda resultó ser un sucucho caótico, atestado de polvorientos frascos de vidrio azules y verdes, donde un dependiente alemán le ofreció aceite de alacranes y espíritu de lombrices. Por primera vez lamentó encontrarse tan lejos de Londres.

Por las noches apenas lograba dormir debido a las parrandas y riñas de borrachos y a los entierros, que se realizaban entre las doce y las tres de la madrugada. El flamante cementerio quedaba en lo alto de un cerro, asomado encima de la ciudad. Con el temporal se abrieron huecos y rodaron tumbas por las laderas en una confusión de huesos que emparejó a todos los difuntos en la misma indignidad. Muchos comentaban que mejor estaban los muertos diez años antes, cuando la gente pudiente se enterraba en las iglesias, los pobres en las quebradas y los extranjeros en la playa. Éste es un país estrafalario, concluyó Todd, con un pañuelo atado en la cara porque el viento acarreaba el tufo nauseabundo de la desgracia, que las autoridades combatieron con grandes hogueras de eucalipto. Apenas se sintió mejor se asomó a ver las procesiones. En general no llamaban la atención, porque cada año se repetían iguales durante los siete días de la Semana Santa y en otras fiestas religiosas, pero en esa ocasión se convirtieron en actos masivos para clamar al cielo el fin del temporal. Salían de las iglesias largas filas de fieles, encabezadas por cofradías de caballeros vestidos de negro, cargando en parihuelas las estatuas de los santos con espléndidos trajes bordados de oro y piedras preciosas. Una columna cargaba un Cristo clavado en la cruz con su corona de espinas en torno al cuello. Le explicaron que se trataba del Cristo de Mayo, traído especialmente de Santiago para la ocasión, porque era la imagen más milagrosa del mundo, única capaz de modificar el clima. Doscientos años antes, un pavoroso terremoto echó por tierra la capital y se desplomó enteramente la iglesia de San Agustín, menos el altar donde se encontraba aquel Cristo. La corona se deslizó de la cabeza al cuello, donde aún permanecía, porque cada vez que intentaban ponerla en su lugar, volvía a temblar. Las procesiones reunían innumerables frailes y monjas, beatas exangües de tanto ayuno, pueblo humilde rezando y cantando a grito herido, penitentes con burdos sayos y flagelantes azotándose las espaldas desnudas con disciplinas de cuero terminadas en filudas rosetas metálicas. Algunos caían desmayados y eran atendidos por mujeres que les limpiaban las carnes abiertas y les daban refrescos, pero apenas se recuperaban los empujaban de vuelta a la procesión. Pasaban filas de indios martirizándose con fervor demente y bandas de músicos tocando himnos religiosos. El rumor de rezos plañideros parecía un torrente de agua brava y el aire húmedo hedía a incienso y sudor. Había procesiones de aristócratas vestidos con lujo, pero de oscuro y sin joyas, y otras de populacho descalzo y en harapos, que se cruzaban en la misma plaza sin tocarse ni confundirse. A medida que avanzaban aumentaba el clamor y las muestras de piedad se volvían más intensas; los fieles aullaban clamando perdón por sus pecados, seguros que el mal tiempo era el castigo divino por sus faltas. Los arrepentidos acudían en masa, las iglesias no daban abasto y se instalaron hileras de sacerdotes bajo tenderetes y paraguas para atender las confesiones. Al inglés el espectáculo le resultó fascinante, en ninguno de sus viajes había presenciado nada tan exótico ni tan tétrico. Acostumbrado a la sobriedad protestante, le parecía haber retrocedido a plena Edad Media; sus amigos en Londres jamás le creerían. Aun a prudente distancia podía percibir el temblor de bestia primitiva y sufriente que recorría en oleadas a la masa humana. Se encaramó con esfuerzo sobre la base de un monumento en la plazuela, frente a la Iglesia de la Matriz, donde podía obtener una visión panorámica de la muchedumbre. De pronto sintió que lo tironeaban de los pantalones, bajó la vista y vio a una niña asustada, con un manto sobre la cabeza y la cara manchada de sangre y lágrimas. Se apartó bruscamente, pero ya era tarde, le había ensuciado los pantalones. Lanzó un juramento y trató de echarla con gestos, ya que no pudo recordar las palabras adecuadas para hacerlo en español, pero se llevó una sorpresa cuando ella replicó en perfecto inglés que estaba perdida y acaso él podía llevarla a su casa. Entonces la miró mejor.

– Soy Eliza Sommers. ¿Se acuerda de mí? -murmuró la niña.

Aprovechando que Miss Rose estaba en Santiago posando para el retrato y Jeremy Sommers escasamente aparecía por la casa en esos días, porque se habían inundado las bodegas de su oficina, había discurrido ir a la procesión y tanto molestó a Mama Fresia, que la mujer acabó por ceder. Sus patrones le habían prohibido mencionar ritos católicos o de indios delante de la niña y mucho menos exponerla a que los viera, pero también ella moría de ganas de ver al Cristo de Mayo al menos una vez en su vida. Los hermanos Sommers no se enterarían nunca, concluyó. De modo que las dos salieron calladamente de la casa, bajaron el cerro a pie, se montaron en una carreta que las dejó cerca de la plaza y se unieron a una columna de indios penitentes. Todo habría resultado de acuerdo a lo planeado si en el tumulto y el fervor de ese día, Eliza no se hubiera soltado de la mano de Mama Fresia, quien contagiada por la histeria colectiva no se dio cuenta. Empezó a gritar, pero su voz se perdió en el clamor de los rezos y de los tristes tambores de las cofradías. Echó a correr buscando a su nana, pero todas las mujeres parecían idénticas bajo los mantos oscuros y sus pies resbalaban en el empedrado cubierto de lodo, de cera de velas y sangre. Pronto las diversas columnas se juntaron en una sola muchedumbre que se arrastraba como animal herido, mientras repicaban enloquecidas las campanas y sonaban las sirenas de los barcos en el puerto. No supo cuánto rato estuvo paralizada de terror, hasta que poco a poco las ideas empezaron a aclararse en su mente. Entretanto la procesión se había calmado, todo el mundo estaba de rodillas y en un estrado frente a la iglesia el obispo en persona celebraba una misa cantada. Eliza pensó encaminarse hacia Cerro Alegre, pero temió que la sorprendiera la oscuridad antes de dar con su casa, nunca había salido sola y no sabía orientarse. Decidió no moverse hasta que se dispersara la turba, tal vez entonces Mama Fresia la encontraría. En eso sus ojos tropezaron con un pelirrojo alto colgado del monumento de la plaza y reconoció al enfermo que había cuidado con su nana. Sin vacilar se abrió camino hasta él.

Читать дальше
Тёмная тема

Шрифт:

Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Похожие книги на «Hija de la fortuna»

Представляем Вашему вниманию похожие книги на «Hija de la fortuna» списком для выбора. Мы отобрали схожую по названию и смыслу литературу в надежде предоставить читателям больше вариантов отыскать новые, интересные, ещё не прочитанные произведения.


Isabel Allende: Eva Luna
Eva Luna
Isabel Allende
Susan Mallery: La amante cautiva
La amante cautiva
Susan Mallery
Colleen McCullough: El Desafío
El Desafío
Colleen McCullough
Isabel Allende: La Suma de los Días
La Suma de los Días
Isabel Allende
Отзывы о книге «Hija de la fortuna»

Обсуждение, отзывы о книге «Hija de la fortuna» и просто собственные мнения читателей. Оставьте ваши комментарии, напишите, что Вы думаете о произведении, его смысле или главных героях. Укажите что конкретно понравилось, а что нет, и почему Вы так считаете.