Gareth examinó las caras de los consejeros del rey detrás de ella—su general en jefe, Brom, y su jefe de la Legión, Kolk, y detrás de ellos estaban los interminables consejeros de su padre. Todos fingían dolor, pero Gareth sabía que no era así. Sabía que toda esa gente, todos los miembros del consejo y asesores y generales—y todos los nobles y lores detrás de ellos—apenas si les importaba. Vio la ambición en sus rostros. La lujuria por el poder. Mientras veían hacia abajo al cadáver del rey, sintió que cada uno se preguntaba quién sería el próximo a ocupar el trono.
Era justamente el mismo pensamiento que tenía Gareth. ¿Qué sucedería después de un asesinato tan caótico? Si hubiera sido limpio y fácil, y hubieran culpado a otra persona, entonces el plan de Gareth habría sido perfecto—el trono sería para él. Después de todo, él era el hijo legítimo primogénito. Su padre había cedido el poder a Gwendolyn, pero nadie estuvo presente en esa reunión, excepto sus hermanos, y sus deseos nunca fueron ratificados. Gareth conocía al Consejo y sabía cuán en serio se tomaban la ley. Sin una ratificación, su hermana no podría gobernar.
Lo cual, de nuevo, lo llevaba hacia él. Si se seguía el proceso debido—y Gareth estaba decidido a que así fuera—entonces el trono sería para él. Ésa era la ley.
Sus hermanos pelearían con él, de eso no tenía ninguna duda. Recordarían su encuentro con su padre, y tal vez insistirían en que Gwendolyn gobernara. Kendrick no intentaría ir por el poder—era muy honesto. Godfrey era apático. Reece era demasiado joven. Gwendolyn era su única verdadera amenaza. Pero Gareth se sentía optimista; no creía que el Consejo estuviera listo para tener a una mujer—mucho menos a una adolescente—para gobernar el Anillo. Y sin la ratificación del rey, tenían la excusa perfecta para excluirla.
La verdadera amenaza que quedaba en la mente de Gareth era Kendrick. Después de todo, él, Gareth, era odiado universalmente, mientras que Kendrick era amado entre los plebeyos, entre los soldados. Dadas las circunstancias, siempre existía la posibilidad de que el Consejo entregara el trono a Kendrick. Mientras más pronto tomara Gareth el poder, más rápido podría utilizar sus poderes para anular a Kendrick.
Gareth sintió un jalón en su mano, y miró hacia abajo a la cuerda anudada que quemaba la palma de su mano. Se dio cuenta de que empezaron a bajar el ataúd de su padre; miró alrededor y estaban sus otros hermanos, sosteniendo cada uno la cuerda igual que él, bajándola lentamente. El extremo de la cuerda de Gareth se inclinó, ya que se demoró en bajarla, y extendió la mano y la agarró con su otra mano hasta que se estabilizó. Era irónico, incluso en la muerte, no podía agradar a su padre.
Las campanas repicaban a lo lejos, procedentes del castillo y Argon dio un paso adelante y levanto la palma de su mano.
“Itso ominus domi ko resepia…”
El lenguaje perdido de los Anillos, el lenguaje real, usado por sus antepasados durante mil años. Era un lenguaje que los profesores particulares de Gareth habían practicado con él desde niño y que necesitaría cuando asumiera sus poderes
Argon se detuvo de repente, miró hacia arriba y se le quedó viendo a Gareth. Hizo que un escalofrío llegara a la columna de Gareth, mientras los ojos translúcidos de Argon parecían arder a través de él. La cara de Gareth se ruborizó y se preguntó si todo el reino los estaban observando y si alguien sabía lo que significaba. Con esa mirada, sintió que Argon sabía de su participación. Sin embargo, Argon era misterioso, siempre negándose a participar en los serpenteos del destino humano. ¿Se quedaría callado?
“El Rey MacGil era bueno y justo”, dijo Argon lentamente, con una voz ronca y sobrenatural.
“Trajo el orgullo y el honor de sus antepasados y las riquezas y la paz a su reino a diferencia de todo lo que habíamos conocido. Le arrebataron la vida antes de tiempo, como Dios lo quiso. Pero dejó un legado profundo y rico. Ahora depende de nosotros cumplir con ese legado”.
Argon hizo una pausa.
“Nuestro reino del Anillo está rodeado de amenazas profundas y siniestras por todos lados. Más allá de nuestro Barranco, protegido solo por nuestro escudo de energía, se encuentra una nación de salvajes y criaturas que pueden separarnos. Dentro de nuestro Anillo, frente a nuestras montañas, se encuentra un clan que nos haría daño. Vivimos en una prosperidad sin igual y en paz; sin embargo, nuestra seguridad es fugaz.
"¿Por qué los dioses se llevan a uno de nosotros en su mejor momento— un rey bueno y sabio y justo? ¿Por qué fue su destino ser asesinado de esta manera? Todos somos meros peones, marionetas en manos del destino. Incluso en el apogeo de nuestro poder, podemos terminar debajo de la tierra. La pregunta con la que debemos lidiar no es: ¿para qué nos esforzamos?—sino ¿para quién nos esforzamos?".
Argon bajó la cabeza, y Gareth sintió sus palmas ardiendo mientras bajaban el ataúd hasta el final; que finalmente cayó al suelo con un ruido sordo.
"¡NO!", se oyó un grito.
Era Gwendolyn. Histérica, corrió por el borde de la fosa, como si fuera a arrojarse; Reece corrió hacia ella y la agarró, la retuvo. Kendrick se acercó a ayudarles.
Pero Gareth no sintió ninguna compasión por ella; más bien, se sentía amenazado. Si ella quería estar debajo de la tierra, podía arreglar eso.
Sí, por supuesto que podía hacerlo.
*
Thor se quedó a sólo unos metros del cadáver del rey MacGil mientras observaba cómo bajaba a la tierra, y se sintió abrumado por lo que veía. Situada en el borde del acantilado más alto del reino, el rey había elegido un lugar espectacular para ser enterrado, un lugar alto, que parecía llegar a las mismas nubes. Las nubes se teñían de naranjas y verdes y amarillos y rosas, mientras el primero de los soles de la mañana se arrastraban a lo alto del cielo. Pero el día estaba cubierto de una niebla que no se levantaba, como si el reino mismo llorara. Krohn, a su lado, gimió.
Thor oyó un chillido, y levantó la vista para ver a Estopheles, dando vueltas en lo alto, mirándolos a ellos hacia abajo. Thor todavía estaba adormecido; casi no podía creer los acontecimientos de los últimos días, que estaba de pie aquí ahora, en medio de la familia del rey, viendo a este hombre que había llegado a amar rápidamente, ser bajado hacia la tierra. Parecía imposible. Apenas había comenzado a conocer al primer hombre que había sido para él como un padre de verdad, y ahora se lo estaban llevando. Más que nada, Thor no podía dejar de pensar en las palabras finales del rey:
Tú no eres como los demás. Tú eres especial. Hasta que entiendas quién eres, nuestro reino nunca tendrá descanso”.
¿Qué había querido decir el rey con eso? ¿Quién era él, exactamente ¿En qué era especial? ¿Cómo sabía eso el rey? ¿Qué tenía que ver el destino del reino con Thor ? ¿Había estado delirando el rey?
“Hay una gran tierra, lejos de aquí. Más allá del Imperio. Más allá de la tierra de los dragones. Es la tierra de los druidas. De donde es tu madre. Tienes que ir allá, a buscar las respuestas”.
¿Cómo había sabido MacGil de su madre? ¿Cómo había sabido dónde vivía? ¿Y qué tipo de respuestas tenía ella? Thor siempre había supuesto que ella había muerto—la idea de que ella pudiera estar viva, le electrificaba. Se sintió más decidido que nunca, a ir a buscarla, a encontrarla. Para encontrar las respuestas, para descubrir quién era y por qué él era especial.
Mientras sonaba la campana y el cadáver de MacGil comenzaba a bajar, Thor se puso a pensar en los crueles serpenteos del destino; en por qué se le había permitido ver el futuro, ver cómo era asesinado este gran hombre—pero no había podido hacer algo al respecto. De alguna manera, él deseaba no haber visto nada de esto, no haber sabido de antemano lo que iba a pasar; quisiera haber sido un espectador inocente, como los demás, despertar un día para descubrir que el rey había muerto. Ahora se sentía como si fuera parte de ello. De alguna manera, se sentía culpable, como si debiera haber hecho algo más.
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