Morgan Rice - La Esfera de Kandra

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Un poderoso primer libro de una serie mostrará una combinación de protagonistas enérgicos y circunstancias desafiantes para involucrar plenamente no solo a los jóvenes adultos, sino a los adultos aficionados a la fantasía que buscan historias épicas avivadas por poderosas amistades y adversarios. Midwest Book Review (Diane Donovan) (re Un trono par alas hermanas) ¡La imaginación de Morgan Rice no tiene límites! Books and Movie Reviews (re Un trono par alas hermanas) De la autora de fantasia #1 en ventas Morgan Rice llega una nueva serie para jóvenes lectores -¡y también para adultos! Los fans de harry Potter y Percy Jackson ¡no busquéis más! En LA ESFERA DE KANDRA: OLIVER BLUE Y LA ESCUELA DE VIDENTES (LIBRO DOS), Oliver Blue, de 11 años, vuelve al presente y corre a salvar a Armando antes del momento en el que está destinado a morir. Pero cuando Oliver descubre que la sagrada Esfera de Kandra ha sido robada, sabe que depende de él – y solo de él- salvar la escuela. Y la única manera es viajando atrás en el tiempo, a la Inglaterra de 1690, y salvar a una persona muy importante: Sir Isaac Newton. Mientras tanto, la escuela Obsidiana tiene sus propios videntes poderosos, y todos quieren la destrucción de Oliver. Y cuando reclutan y transforman al hermano abusón de Oliver, Chris, eso solo puede significar una lucha a muerte. Una novela de fantasía inspiradora, LA ESFERA DE KANDRA es el libro#2 en una nueva y fascinante serie llena de magia, amor, humor, desamor, tragedia, destino y una serie de giros sorprendentes. Hará que te enamores de Oliver Blue y no podrás ir a dormir hasta tarde. ¡El Libro#3 (LOS OBSIDIANOS) ahora está también disponible! El principio de algo extraordinario está aquí. San Francisco Book Review (re La senda de los héroes) También están disponibles muchas series de fantasía de Morgan Rice, incluida LA SENDA DE LOS HÉROES (LIBRO#1 EN EL ANILLO DEL HECHICERO), ¡una descarga gratuita con cerca de 1. 300 críticas de cinco estrellas!

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Pensó en que todos los chicos de la escuela estaban solos, apartados de su familia para formarse. En ese momento, se había preguntado por que ninguno de ellos parecía solo o nostálgico. Quizá fuera porque ninguno de ellos venía de un hogar feliz. Quizá ser vidente implicaba que se separaran del resto, volvía recelosos a sus padres e infelices sus hogares.

Entonces Ester alzó la mirada hacia él.

—Tus verdaderos padres. ¿Estás seguro de que te aceptarán tal y como eres?

Oliver se dio cuenta de que ni tan solo había pensado en ello. Para empezar, lo habían abandonado, ¿verdad? ¿Y si se habían asustado tanto con su extraño bebé que lo habían dejado y se habían ido corriendo?

Pero entonces recordó las visiones en las que sus padres habían venido hacia él. Eran cariñosos. Amables. Agradables. Le habían dicho que lo amaban y que siempre estaban con él, observando, guiando. Él estaba seguro de que estarían encantados de reunirse con él.

¿O no?

—Estoy seguro —dijo. Pero, por primera vez, no estaba tan seguro. ¿Y si toda esta misión estaba mal concebida?

—¿Y qué harás cuando los encuentres? —añadió Ester.

Oliver reflexionó sobre sus palabras. Debía de haber alguna buena razón por la que lo habían abandonado de bebé. Alguna razón por la que no habían venido a buscarlo. Alguna razón por la que actualmente no estaban en su vida.

Miró a Ester.

—Esa es una buena pregunta. Sinceramente, no lo sé.

Se quedaron en silencio, el tren los balanceaba suavemente de un lado a otro mientras atravesaba el paisaje.

Oliver miró por la ventana cuando la histórica Boston apareció ante su vista. Se veía maravillosa, como sacada de una película. Una ola de emoción lo abrumó. Aunque puede que no supiera lo que haría cuando encontrara a su madre y a su padre verdaderos, estaba impaciente por encontrarlos.

Justo entonces, una voz anunció por el altavoz:

—Próxima parada: Boston.

CAPÍTULO SIETE

Cuando el tren paró en la estación, Oliver sintió que su pecho daba un brinco por la emoción. Él nunca había viajado –los Blue nunca iban de vacaciones- así que estar en Boston era muy emocionante.

Ester y él bajaron del tren y se dirigieron hacia la muy concurrida estación. Tenía un aspecto lujoso con columnas de mármol y esculturas esparcidas por todas partes. Gente con trajes formales pasaban por allí a toda velocidad hablando en voz alta en sus móviles. A Oliver, todo eso le parecía bastante agobiante.

—Bueno, desde aquí a la Universidad de Harvard hay un poco más de tres kilómetros —explicó—. Tenemos que dirigirnos hacia el norte y cruzar el puente.

—¿Cómo lo sabes? —preguntó Ester—. ¿Tu brújula también da direcciones?

Oliver soltó una risita y negó con la cabeza. Señaló hacia un gran mapa de colores vistosos que estaba colgado en la pared de la estación. Mostraba todos los lugares turísticos, incluyendo la Universidad de Harvard.

—Oh —dijo Ester, sonrojándose.

Cuando salieron de la estación, una suave brisa de otoño revolvía las hojas caídas en la acera y había un destello dorado en el cielo.

Empezaron a caminar en dirección a Cambridge.

—Se ve muy diferente a mi época —comentó Ester.

—¿De verdad? —preguntó Oliver, recordando que Ester venía de la década de los setenta.

—Sí. Hay más tráfico. Más gente. Pero todos los estudiantes se ven iguales —Sonrió con satisfacción—. La pana marrón se debe haber puesto de moda otra vez.

De hecho, había muchos estudiantes universitarios caminando por las calles, con un aspecto decidido con los libros en los brazos. A Oliver le recordó a los chicos de la escuela de Videntes, que siempre iban a toda prisa a algún lugar con un gesto serio y estudioso en sus caras.

—¿Cómo crees que están todos en la escuela? —preguntó—. Los echo de menos.

Pensaba en Hazel, Walter y Simon, los amigos que había hecho en la Escuela de Videntes. Pero por encima de todo echaba de menos a Ralph. Ralph Black era lo más cerca que había estado de tener un mejor amigo.

—Estoy segura de que están bien —respondió Ester—. Estarán ocupados con las clases. La Doctora Ziblatt estaba empezando sus clases de proyección astral cuando yo me fui.

Oliver abrió los ojos como platos.

—¿Proyección astral? Me sabe mal perdérmelo.

—A mí también.

Oliver oyó un toque de melancolía en la voz de Ester. Se preguntó de nuevo qué había empujado a Ester a seguirlo hasta aquí. Tenía la sensación de qué en aquella historia había más, algo que ella no le contaba.

Llegaron al puente que cruzaba el río Charles. Estaba atestado de estudiantes universitarios. Abajo en el agua veían botes de remos, canoas y kayaks. Parecía un lugar muy alegre y animado.

Empezaron a andar por el puente.

—¿Ha cambiado en algo tu brújula? —preguntó Ester.

Oliver lo comprobó.

—No. Todavía muestra los mismos cuatro símbolos.

Ester extendió la mano y Oliver se la pasó. La inspeccionó con una mirada de asombro.

—Me pregunto qué es. De dónde viene. me sorprende que Armando no lo supiera, siendo inventor.

—Creo que es tecnología de videntes —dijo Oliver—. Es decir, solo el universo conoce las líneas temporales y puede guiar por ellas a alguien, así que debe de serlo.

Ester se la devolvió a Oliver, que se la metió en el bolsillo con cuidado.

—Me pregunto si el Profesor Ruiseñor lo sabrá —dijo ella—. Dijiste que era un vidente, ¿verdad?

Oliver asintió. Tenía curiosidad por la brújula, y aún más curiosidad por conocer al Profesor Ruiseñor.

—¿Crees que sabrá algo de tus padres? —preguntó Ester.

Oliver notó que se le formaba un pequeño nudo en la garganta. Tragó saliva.

—No quiero hacerme ilusiones. Pero todas las señales me llevan aquí. Así que soy optimista.

Ester sonrió.

—Esa es la actitud.

Llegaron al final del puente y anduvieron por la calle principal. Allí había mucho tráfico, así que tomaron una de las muchas calles laterales que van paralelas a ella.

Cuando estaban solo a media calle, Oliver vio a un grupo de chicos, un poco mayores que Ester y él, merodeando juntos en las sombras. Al instante, sintió una puñalada de peligro.

Cuando Ester y él se acercaron al grupo, los chicos levantaron la mirada de repente y la fijaron en ellos. Empezaron a darse empujoncitos entre ellos y a susurrar, evidentemente hablando de Oliver y de Ester. Sus malvadas miradas de odio dejaban claro que no eran amables.

—Oh, oh, parece que hay problemas —dijo Ester, que evidentemente también los había visto.

Oliver se acordó de los abusones con los que había lidiado en Campbell Junior High. No se sentía ni de cerca tan atemorizado acercándose a los chicos como lo hubiera estado antes. Pero notaba que Ester se acercaba más a él. Parecía acobardada.

—¡Bonito mono! —dijo uno de los chicos con desprecio.

Los otros empezaron a reírse.

—¿Qué eres? —se metió el siguiente—. ¿Un limpiachimeneas o algo así?

Oliver mantenía la vista apartada. Aceleró el paso. A su lado, Ester hizo lo mismo.

—¡Eh! —gritó el primer chico—. ¡Te estoy hablando!

De repente, el grupo los rodeó. En total, eran cinco chicos, formando un círculo alrededor de Oliver y Ester. Ester parecía sumamente agobiada con la situación.

—Por favor —le susurró a Oliver en voz baja—. Nada de peleas. No creo que mi escudo sea lo suficientemente fuerte para cinco.

Pero Oliver estaba tranquilo. Había visto la fuerza de Ester. Y él también tenía sus poderes. Entre los dos, nadie podría hacerles daño. Bueno, ningún mortal.

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