—Y mucho tiempo —dijo Endi—, pero lo conseguiremos. Así debe ser.
Demostraría al mundo lo que Ishjemme puede ser. Demostraría a su familia lo mucho que la tradición había sido un lastre para ellos. Con un proyecto como este a su nombre, seguramente todos sus hermanos y hermanas reconocerían que él siempre debería de haber sido el heredero de su padre.
—Ya hemos tenido que desviar varias secciones —dijo Oli—. Por el camino hay varias granjas y la gente se muestra reacia a dejar sus casas.
—¿Les has ofrecido dinero? —preguntó Endi.
Oli asintió.
—Tal y como tu dijiste y algunos se fueron, pero hay gente que ha vivido allí durante generaciones.
—El progreso es necesario —dijo Endi, mientras el chasquido de los martillos continuaba—. Pero no te preocupes, pronto se resolverá el problema.
Dieron una vuelta por allí, donde había más hombres trabajando en los barcos. Endi insistía en conocer todos los barcos que ahora llegaban al puerto. Había pasado el tiempo suficiente tratando con espías y asesinos para saber lo fácilmente que podían colarse. Observaba el progreso de los hombres mientras estos trabajaban para recolocar algunas de las embarcaciones que todavía estaban atoradas en el agua. Tenían que defender Ishjemme.
—Endi, ¿puedo hacerte una pregunta? —dijo Oli.
—Claro que puedes, hermano —dijo Endi—. Aunque el listo eres tú. Supongo que no existen muchas cosas que puedas preguntarme que no hayas leído en uno de tus libros.
En realidad, Endi sospechaba que había un montón de cosas que él sabía y su hermano no, sobre todo acerca de los secretos que guardaba la gente o las cosas que hacía la gente para conspirar contra otros. Ese era su mundo.
—Se trata de Rika —dijo Oli.
—Ah —respondió Endi, ladeando la cabeza.
—¿Cuándo la dejarás salir de sus aposentos, Endi? —preguntó Oli—. Lleva semanas allí encerrada.
Endi asintió con tristeza. Su hermana pequeña estaba demostrando ser inesperadamente intransigente.
—¿Y qué quieres que haga? No puedo dejarla ir mientras esté así de rebelde. Lo mejor que puedo hacer es procurar que esté cómoda con la mejor comida y con su arpa. Si la gente ve su discrepancia a cada paso, esto nos hace parecer débiles, Oli.
—Aun así —dijo Oli—, ¿no ha sido suficiente?
—No es lo mismo que mandarla sin cenar a la cama porque ha robado una de las muñecas de Frig —dijo Endi, sonriendo al pensar en Frig jugando con muñecas en lugar de espadas—. No puedo dejarla salir hasta que haya demostrado que se puede confiar en ella. Hasta que me jure lealtad, se queda allí.
—Eso puede ser mucho tiempo —dijo Oli.
—Lo sé —respondió Endi, con un triste suspiro. No le gustaba encerrar a su hermana de esa manera, pero ¿qué otra cosa podía hacer?
Un soldado se acercó e hizo una reverencia.
—Hemos traído los soldados que usted ordenó, mi señor.
—Bien —dijo Endi. Miró hacia su hermano—. Parece que vamos a tener una solución para el problema del canal. Vamos, Oli.
Los dirigió hacia el lugar donde habían destrozado las estatuas, los escombros estaban en el suelo en fragmentos. Allí había unos cuantos hombres y mujeres, con las manos atadas.
—Me han dicho que vosotros sois los que tenéis granjas en la ruta de nuestro nuevo canal —dijo Endi—. Y que os negasteis a vender vuestras propiedades a pesar de que yo intenté ser generoso.
—¡Son nuestras granjas! —opinó un hombre.
—Y se trata de la prosperidad de todo Ishjemme —replicó Endi—. Todas las familias se beneficiarán, incluidas las vuestras. Quiero ofreceros de nuevo el dinero. ¿No veis que no tenéis elección?
—Un hombre siempre es libre de escoger su camino en Ishjemme —replicó otro de los granjeros.
—Sí, pero ese camino tiene consecuencias —dijo Endi—. Os daré una última oportunidad. Como vuestro duque, os ordeno que abandonéis vuestras reclamaciones.
—¡Es nuestra tierra! —gritó el primer hombre.
Endi suspiró.
—Solo recordad que os dejé elegir. Negarse a acatar las órdenes de vuestro duque es traición. Hombres, ejecutad a los traidores.
Sus hombres avanzaron, con las mismas hachas y martillos que habían usado para destrozar las estatuas en las manos. Destrozaban la carne con la misma facilidad. Puede que las estatuas no chillen, ni supliquen, ni hagan ruidos húmedos como borboteos, pero el chasquido de un hueso se acercaba mucho al chasquido de una piedra. Endi buscó con la mirada a su hermano y no le sorprendió ver su cara pálida. Su hermano no era tan fuerte como lo era él.
—Ya sé que es duro, Oli —dijo, mientras se oían más gritos de fondo—, pero debemos hacer lo que sea necesario si queremos hacer que Ishjemme sea fuerte. Si yo no hago las cosas crueles que deben hacerse, vendrán otros y harán cosas peores.
—Como… como tú digas, hermano.
Endi cogió a su hermano por los hombros.
—Por lo menos esto significa que ahora el camino está despejado para los proyectos de construcción. Tengo razón al pensar que las tierras de un traidor son una prenda, ¿verdad?
—Yo… yo pienso que hay precedentes —dijo Oli. Endi podía oír el temblor en su voz.
—Encuéntramelos —dijo Endi.
—¿Qué sucede con las familias de estas personas? —dijo Oli—. Algunos tendrán hijos. O padres.
—Haz lo que creas que es mejor para cuidar de ellos —dijo Endi—. Siempre y cuando puedas apartarlos del camino antes de que empiece el trabajo.
—Así lo haré —dijo Oli. Parecía pensativo por un instante—. Mandaré… mensajes a las escuadras enseguida.
—Procura que así sea —dijo Endi.
Observó cómo su hermano se marchaba a toda prisa, a sabiendas que Oli realmente no comprendía la necesidad de todo esto. Este era el lujo que conllevaba el saber que nunca tendría poder. Rika tenía el mismo lujo. Seguramente ellos dos habían sido los únicos de sus hermanos que nunca habían sido guerreros, que nunca habían tenido que lidiar con las duras realidades del mundo. Parte de la razón por la que Endi había hecho todo esto delante de Oli era para asegurarse de que su hermano aprendiera lo que hacía falta a veces.
Era por su propio bien. Era por el bien de todos. Con el tiempo lo verían y, cuando lo hicieran, se lo agradecerían. Incluso la bondadosa de Rika haría una reverencia y admitiría que todo lo que Endi había hecho era para bien. En cuanto a todos los demás, o aceptaban lo que era necesario hacer o…
Endi se levantó y escuchó el ruido de los martillos al caer un poco más. Al final, se lo agradecerían.
Jan Skyddar debió de haber sido la única persona en toda Ashton que estaba triste el día de la boda de Sofía y que tuvo que forzar una sonrisa, con el fin de no estropearles las cosas a Sebastián y a ella, y que tuvo que fingir que se alegraba por ella a pesar de que el dolor en su corazón amenazaba con romperlo en pedazos.
Ahora que se habían ido a toda prisa porque iba a nacer su hijo, su hijo y el de Sebastián, era incluso peor.
—¿Querría bailar conmigo? —preguntó una noble. La fiesta parecía continuar alrededor de Jan, la música volvía a estar en su apogeo pues había pasado de celebrar la boda de Sofía a festejar a la inminente heredera al trono.
La mujer era hermosa y grácil y vestía de forma elegante. Si la hubiera conocido un año atrás, Jan podría haber dicho que sí al baile y casi a todo lo que ella sugiriera. Hoy en día, no podía forzarse a hacerlo. No podía sentir nada al mirarla, pues hacerlo era como mirar una vela y compararla con el sol. Sofía era la única que importaba.
—Lo siento —dijo, intentando ser amable, ser bueno, ser todas las cosas que debía ser—. Pero existe… alguien de quien estoy profundamente enamorado.
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