Según el explorador Jeremiah Reynolds
esta ballena respiraba diferente al resto,
su chorro de agua se elevaba en otro ángulo
y llevaba una corona de percebes en la cabeza.
La segunda navega los mares imaginarios de 1851,
navega las páginas de un libro,
navega la furia de un capitán cojo,
loco, vengativo, un capitán del silencio.
Dicen los libros que un cachalote pesa cuarenta toneladas.
Eso no puede ser cierto:
un cachalote es ligero y blando
como todo lo que no sabe tener dueño.
Una ballena es un país:
no pesa porque no tiene anatomía, tiene geografía.
Ballena azul ballena gris ballena de Groenlandia
ballena minke ballena
piloto ballena franca
ballena jorobada
beluga
cachalote enano
pigmeo ballena
narval ballena.
Las nombramos pero no sabemos cómo son.
Las ballenas siempre están en otra parte.
Nadie sabe por qué los cachalotes tienen en la cabeza una sustancia parecida al esperma. Los científicos adivinan que la voluminosa cavidad en su frente es un balastro biológico, un contendor de aceite que cambia de densidad según la temperatura. Tal vez es el centro del sistema de sonido que usan para navegar y comunicarse. O el aceite sirve a los machos para amortiguar los golpes que se dan en la cabeza unos a otros o contra los barcos balleneros.
¿Es la cabeza de las ballenas un mecanismo de flotación?
Sí.
Y es una bocina.
Y es un tope.
¡Apretar, apretar, apretar, durante toda la mañana! Apreté aquel aceite de esperma hasta que casi me fundí en él, hasta que me invadió una extraña suerte de locura y me encontré, sin darme cuenta, apretando en él las manos de los que trabajaban conmigo, confundiéndolas con suaves glóbulos.
Las ballenas también son suaves glóbulos.
En 1989 los hidrófonos de la marina estadounidense
detectaron un sonido en las profundidades:
una ballena que canta a 52 hercios,
mucho más alto que otras ballenas,
un poco más alto que la nota más baja de una tuba.
Nadie responde, nadie sabe quién es.
Esta ballena está deforme,
es un híbrido, está sorda,
su canción está rota,
es una tuba.
La última ballena de su especie, ballena tuba.
No sabemos qué cosa aman las ballenas, pero sabemos
que el corazón de un cachalote es del tamaño de un coche pequeño.
Las ballenas se parecen a nosotros.
Lloran cuando secuestran a sus hijos,
son 97% agua,
cada familia habla su propio lenguaje,
tiene caries, son polígamas,
permanecen horas suspendidas en diagonal,
acurrucadas unas sobre otras.
Cuando sueñan las ballenas
son delicadas flores de pétalos de carne.
Hay una escultura ecuestre de Teddy Roosevelt a la
entrada del Museo Americano de Historia Natural.
Cazador conservacionista, dice la placa.
¿Qué dice de nosotros que asesinemos lo que deseamos conservar?
Las ballenas fueron animales terrestres,
caminaron en tierra firme en forma de pakicétidos:
zorritos peludos con pezuñas y cola gruesa
que podían escuchar debajo del agua.
No todas las ballenas tienen dientes.
Las ballenas azules no comen,
absorben, filtran,
tienen dos filas de barbas de queratina,
dos peines paralelos de cuatro metros.
Abren la boca y entra el mundo.
Rompen el mundo.
Así como nosotros tenemos muelas del juicio,
tenemos apéndice, se nos pone la carne de gallina,
ellas tienen un hueso donde estuvo alguna vez
la pelvis de sus peludos antepasados.
El esqueleto de la ballena no se parece a la ballena.
Pero la diferencia no le estorba.
Así como las frutas se bastan a sí mismas
las ballenas no necesitan nada que no contengan.
Las ballenas no se parecen a nosotros.
Cada familia habla su propio lenguaje,
pero no cantan para lastimar.
Son polígamas, pero no saben mentir.
Sus dientes son troncos:
si cortas uno a la mitad puedes leer en él la edad de la ballena.
Las ballenas se parecen más a las secuoyas de California que a nosotros.
¿En qué piensa el carnicero que destaza al cerdo?
Del cerdo se aprovecha todo.
Y con la visión del animal servido en un trompo adobado
hace un corte seco en la cabeza para separarla del tronco.
La densidad del cerdo disminuye con la lumbre,
el hambre en cambio siempre aumenta.
Arder en la parrilla es propio de la carne que se agota
sobre el fuego que inventamos para ella.
Se levanta un monumento en todas partes: jamón serrano, butifarra, chorizo de Cantimpalo, Pamplona, Salamanca, tocino ahumado, las manitas, el salami, injertos de piel, gelatina de pata, las chuletas ahumadas, las tortas de pierna, las carnitas, islotes pancreáticos, cerdas para cepillos, el frijol con puerco, la manteca para cocinar y hacer jabón, la papada, el pozole, la piel para practicar tatuajes, chicharrón, espinazo en verdolagas, el sebo para hacer velas y engrasar los carros, patitas en vinagre, los cueritos, cochinita pibil, la vejiga llena de aire para usarla como pelota, válvulas cardiacas, las gomitas.
¿Existe otro animal que nos dé tanto?
En la carnicería duermen cerdos con los ojos abiertos.
Que su mirada fluya para siempre en ese sueño.
En el Códice Dresde aparecen cuatro tlacuaches
cargando en sus espaldas a los dioses del maíz, de la
lluvia, de la muerte y a la figura de un jaguar.
Sus cuerpos breves soportan al mundo.
Tla, fuego; cua, masticar; tzin, pequeño.
Tla-cua-tzin: pequeño comefuego,
El tlacuache toma una chispa de la hoguera,
enciende con ella la brasa en su marsupio
y se hace el muerto para engañar a los dioses.
Prometeo de cola pelona.
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