Indira Córdoba Alberca - Hecatombes

Здесь есть возможность читать онлайн «Indira Córdoba Alberca - Hecatombes» — ознакомительный отрывок электронной книги совершенно бесплатно, а после прочтения отрывка купить полную версию. В некоторых случаях можно слушать аудио, скачать через торрент в формате fb2 и присутствует краткое содержание. Жанр: unrecognised, на испанском языке. Описание произведения, (предисловие) а так же отзывы посетителей доступны на портале библиотеки ЛибКат.

Hecatombes: краткое содержание, описание и аннотация

Предлагаем к чтению аннотацию, описание, краткое содержание или предисловие (зависит от того, что написал сам автор книги «Hecatombes»). Если вы не нашли необходимую информацию о книге — напишите в комментариях, мы постараемся отыскать её.

Hecatombes no es solo la historia de una mujer intoxicada de realidad, es sobre todo una sucesión de vidas en la que cualquiera podría reconocer la suya. Una mujer aprende desde el horror que le está negada la posibilidad de ser madre, un juego de poderes desata el crimen pasional que impulsa la carrera de un inexperto periodista, un incidente cotidiano revela realidades insospechadas entre vecinos, la desesperación por conseguir un premio lleva a un joven pintor a trabajar con recursos nada convencionales, el estudiante que gana una batalla en la miseria y un femicidio son algunas de las catorce historias enlazadas por el amor, la desgracia y los sacrificios que forman parte de este libro.
La narrativa de Indira Córdoba Alberca es efectiva y perturbadora en la medida en que los temas, personajes y acciones que aparecen en sus relatos revelan un mundo que trastoca el orden social establecido; lo sobrevuela y, en ocasiones, muestra otra cara de lo real. El ruido en la cabeza del lector se apaga mucho después de vivir estas ficciones breves, crueles y hermosas.

Hecatombes — читать онлайн ознакомительный отрывок

Ниже представлен текст книги, разбитый по страницам. Система сохранения места последней прочитанной страницы, позволяет с удобством читать онлайн бесплатно книгу «Hecatombes», без необходимости каждый раз заново искать на чём Вы остановились. Поставьте закладку, и сможете в любой момент перейти на страницу, на которой закончили чтение.

Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

La escena de Felisa y Remigio en las mañanas se repitió cada vez con más frecuencia. Un día nos anunció que su hermana no se haría más cargo de él. Ni Paco ni yo pusimos ninguna objeción para que Remigio viniera a diario, pues no había causado molestias y, al igual que a la madre, rara vez se lo sentía.

Empecé a sentirme más cómoda en mi hogar. En lugar de quedarme a corregir exámenes en la universidad, los llevaba para hacerlo en casa. Por la tarde, disfrutaba de los programas culturales de Radio Concierto: de su ópera, su música clásica, semiclásica e instrumental.

A Paco le extrañó que yo ya no estuviese pendiente de él, preocupada por lo que podría necesitar ni tratando de encender una pasión que, tal vez, nunca existió. Hasta insinuó que sospechaba de un amante, mi indiferencia lo perturbó. “¡Al menos hubiese preferido que te ofendieras!”, me dijo inquiriendo una reacción. Mi silencioso ladeo de cabeza dio por terminada esa conversación absurda. Ni yo sabía qué había cambiado. Esa escena debió ser una pura formalidad de Paco, apegado como es a jugar el papel que corresponde. No tardó en volver a ser el mismo. Hacía tiempo que yo había dejado de indagar sobre nuestra situación. Por protegerme, más que por respeto, me abstuve de revisar sus bolsillos y billetera. Si Paco me era infiel, habría llevado el asunto con mucha reserva, porque, de no ser por la falta de sexo, él era el esposo ejemplar.

Felisa también estaba distinta, seguía silenciosa pero la ternura de la maternidad a mis ojos le había dado otro semblante o… tal vez era admiración… ¿Envidia? A pesar de sus respuestas cortantes y su evidente desinterés de entablar un diálogo, yo insistía en preguntarle cómo le sentaba a Remigio esta nueva rutina; en preocuparme por los dos. Le aumenté el sueldo sin que me lo pidiera; adopté la costumbre de comprar ropa, juguetes y golosinas para el nene. Ella no rechazó nada ni impidió que Remigio y yo estrecháramos nuestra amistad. Él me recibía en la puerta cuando yo llegaba del trabajo; había instalado en un rincón de mi estudio sus autitos; jugaba en silencio mientras yo trabajaba. A veces tomaba una siesta en mi sofá. Por las mañanas, su carita aplastada en la ventana era lo último que yo veía al sacar el auto del garaje. ¿Cómo se puede amar a alguien que no lleva tu sangre más allá de la vida y de la muerte?

Cierta tarde Remigio no me recibió. Lo busqué. Su madre estaba en el cuarto de planchar. Le pregunté por el nene, pero al parecer no me escuchó. Instintivamente fui a mi estudio y lo encontré con Paco jugando a gatas con los autitos en gran confianza y complicidad. En menos de tres segundos la escena me provocó ternura, rabia y la tristeza tan grande que llevaba aletargada adentro. Esa tarde no trabajé, me encerré a llorar en mi dormitorio… Maldije a Paco, a mí misma por no tener valor de acostarme con cualquiera que me hiciera un hijo. A Paco le deseé lo peor que se le puede desear a un ser humano. No sé cuánto tiempo pasó. Ya estaba oscuro. Felisa tocó la puerta y pidió permiso para entrar. Me limpié la cara como pude y le dije que pasara.

–Dime, Felisa, ¿todo bien?

–Sí, señora, usted perdone, pero este no se quiso ir sin despedir.

Los bracitos de Remigio me rodearon el cuello y un besito pegajoso y achocolatado me quedó en la mejilla. Otra vez sentí un golpe en el estómago que retumbó en el pecho… Pero ya más entera, dije: “Hasta mañana. Vayan con cuidado”. Desde el umbral, escuché la voz impasible de la madre:

–¿Señora…?

–Dime, Felisa.

–Aunque mañana usted tampoco trabaje… ¡No se vaya a olvidar de poner esa música bonita…!

Sin esperar mi respuesta se fue con su hijo de la mano, dejándome en completo estupor. Yo jamás hubiese imaginado que Felisa pondría atención a otra cosa más allá de sus tareas, ni menos a ese tipo de música. Hasta gente de mi entorno me había pedido que pusiera algo más alegre, que no provocara sueño. “¡Qué rara mujer!”, me dije.

Remigio también se había transformado. A medida que crecía se parecía menos a su madre, era más sociable. No paraba de hablar; no se separaba de Paco ni de mí. “Hasta parece hijo de ustedes”, comentó mi prima con descuido. El dolor que ese desatino me causó solo se eclipsó con la furia con que los ojos de Felisa nos acribillaron desde la cocina. Esperé a que mi prima se marchara para decirle a Felisa que la gente muchas veces habla por hablar. Ni saben lo que dicen y una no debe prenderse de esos absurdos… Que Paco y yo la respetábamos mucho; que Remigio solo nos traía alegrías; que, a nuestra manera, los cuatro éramos felices… De sus labios fijos solo logré escuchar: “Si la señora dice…”. En mi palabreo no me había dado cuenta de que, mientras me escuchaba, Felisa limpiaba un charquito de sangre en la cocina, tenía la mano izquierda cubierta de un envoltorio exagerado y ni parecía dolerle. “¿Qué le pasó? Déjeme ayudarla, acá hay agua oxigenada, gasa y…” “No es nada señora, me corté los dedos sin querer con ese vaso que se rompió”. Más por su tono tajante que por la impresión que me causa la sangre, salí de la cocina sin agregar nada más. Y hasta allí llegó el asunto.

La serenata de Schubert… Nota a nota me duele en la piel y en los oídos. Me amenazan cada invierno esos constantes silencios en la melodía. Vuelven a mí como ese día cuando la escuché a todo volumen desde la calle al llegar del trabajo… Paco está loco, ¿cómo se le ocurre prender todas las luces de la casa, abrir puertas y ventanas y poner la música en semejantes decibeles? ¡Cada vez lo desconozco más! Ya preparaba mi discurso de hartazgo cuando noté que su auto no estaba en el garaje… Dejé el coche en medio de la vereda y entré a casa a toda velocidad. Cerraba ventanas. Apagaba luces a mi paso. Quería llamar a Felisa, a Remigio, pero los gritos no me salían.

En la planta baja no los encontré por ningún lado. Imaginé que si hubieran entrado los ladrones, los habrían amordazado. La música se esparcía por cada rincón. Venía del estudio. Empujé la puerta con cuidado, pero tampoco había nadie. Me descalcé para subir las escaleras. La puerta de mi dormitorio estaba entreabierta. Me apresuré a entrar. Sobre mi cama estaba Felisa acunando a Remigio en brazos, con los ojos entrecerrados tarareaba la música que venía desde abajo. Su mano izquierda acariciaba el cabello de su hijo y la derecha sostenía el cuchillo ensangrentado que minutos antes había atravesado ese cuello pequeñito que tantas veces yo besé.

Técnica mixta

Riverense gana Bienal de París.

El riverense Bernardo La Guardia gana el primer lugar de Bienal de París.

Pintor riverense triunfa en París.

Конец ознакомительного фрагмента.

Текст предоставлен ООО «ЛитРес».

Прочитайте эту книгу целиком, купив полную легальную версию на ЛитРес.

Безопасно оплатить книгу можно банковской картой Visa, MasterCard, Maestro, со счета мобильного телефона, с платежного терминала, в салоне МТС или Связной, через PayPal, WebMoney, Яндекс.Деньги, QIWI Кошелек, бонусными картами или другим удобным Вам способом.

Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Похожие книги на «Hecatombes»

Представляем Вашему вниманию похожие книги на «Hecatombes» списком для выбора. Мы отобрали схожую по названию и смыслу литературу в надежде предоставить читателям больше вариантов отыскать новые, интересные, ещё непрочитанные произведения.


Отзывы о книге «Hecatombes»

Обсуждение, отзывы о книге «Hecatombes» и просто собственные мнения читателей. Оставьте ваши комментарии, напишите, что Вы думаете о произведении, его смысле или главных героях. Укажите что конкретно понравилось, а что нет, и почему Вы так считаете.

x