Resistir en tiempos de pandemia. Relatos sanadores
© Editorial Kushe, junio de 2020
Coihueco
1era. edición chilena
© Ziley Mora Penrose
Nro. Registro de propiedad intelectual: 2020-A-4360
ISBN edición impresa: 978-956-7124-11-4
ISBN edición digital: 978-956-7124-12-1
Diseño general de la obra: Ziley Mora
Diseño y diagramación de portadas e interior: Carolina Varela
Fotografía: Ziley Mora
Diagramación digital: ebooks Patagonia
www.ebookspatagonia.com info@ebookspatagonia.com
Quedan prohibida la reproducción parcial o total de esta obra por cualquier medio y procedimiento, ya sea digital, electrónico o mecánico, sin la autorización previa y por escrito del autor o de los titulares que acrediten el Copyrigtht
DEDICATORIA
Al personal de los servicios de salud, quienes entregaron su vida por causa de cuidar la vida de los otros. Sólo con traje de héroe se puede servir bien a Dios.
ÍNDICE
PRESENTACIÓN del Dr. Sebastián Urgarte
¿Llegó la hora de la “filosofía de la urgencia”?
PRÓLOGO
Una brújula, un mapa orientador para la inmunidad en medio de la niebla
I PARTE: Un testimonio
Bitácora de una peste global
II PARTE: Herramientas estratégicas
1. Cómo procesar el día y meditar en tiempos de pandemia
2. Protocolo para el autocuidado humano
3. 21 requisitos legales para bien morir (y de paso derrotar al virus)
III PARTE: Una propuesta
Rehumanizar la vida desde la pequeña comuna
Propuesta de modelo de rehumanización postpandemia
POSTSCRIPTUM
Una nota inquietante
“- ¿Y cómo lograste llevar tantas almas al infierno en aquella época?
- Por el miedo.
- Ah, sí. Excelente estrategia; vieja y siempre actual. ¿Pero de qué tenían miedo? ¿Miedo a ser torturados? ¿Miedo a la guerra? ¿Al hambre?
- No. Miedo a enfermarse.
- ¿Pero entonces nadie más se enfermaba en esa época?
- Sí, se enfermaban.
- ¿Nadie más moría?
- Sí, morían.
- Pero, ¿no había cura para la enfermedad?
- Había.
- Entonces no entiendo.
- Como nadie más creía o enseñaba sobre la vida eterna y la muerte eterna, pensaban que solo tenían esa vida, y se aferraron a ella con todas sus fuerzas, incluso si les costaba su afecto (no se abrazaban ni saludaban, ¡no tenían ningún contacto humano durante días y días!); su dinero (perdieron sus trabajos, gastaron todos sus ahorros, ¡Y aún se creían afortunados siendo impedidos de ganarse el pan!; su inteligencia (un día, la prensa decía una cosa y al día siguiente, se contradecía, ¡Y aún así se lo creían todo!), su libertad (no salían de la casa, no caminaban, no visitaban a sus parientes...¡Era un gran campo de concentración para prisioneros voluntarios! ¡Jajajajajaja!). Aceptaron todo, todo, siempre y cuando pudieran prolongar sus vidas miserables un día más. Ya no tenían la más mínima idea de que Él, y solo Él, es quién da la vida y la termina. Fue así. Tan fácil como nunca había sido.”
[“Cartas del diablo a su sobrino”,
C.S. LEWIS, Inglaterra, 1942]
PRESENTACIÓN
¿LLEGÓ LA HORA DE LA “FILOSOFÍA DE URGENCIA”?
La historia de la humanidad puede entenderse como una especie de carrera contra lo que no podemos controlar. A estas alturas del tiempo hemos conseguido un enorme poder científico y tecnológico, aunque eso tiene un efecto perverso: cuando creíamos que podíamos controlar todo, la naturaleza a través de una simple hebra de ácido nucleico nos pone contundentemente en nuestro sitio.
Esta hora de la desesperación planetaria trajo consigo “la hora de los expertos”, del reconocimiento “del conocimiento sólido y preciso” y de que, en medio del barullo de los opinólogos, se empezara al fin a escuchar la voz de profesionales calificados. Pero en este momento, en que por primera vez yo y otros colegas médicos y científicos hemos sido consultados por muchos, debo advertir con humildad que no tenemos todas las respuestas. Lo que buscáis es una quimera, como si el conocimiento fuera uno y uniforme, como si hubiera una lectura científica unificada de todo lo que está ocurriendo. Este, quizás, es un momento donde la ciencia no basta, y lo dice quien se nutre cada día de ella, y en su honor entrega cada hálito de vida, este es un tiempo donde también necesitamos de la filosofía.
La filosofía se distingue de otro tipo de ciencias en tanto que no busca respuestas prácticas o concretas, sino que busca ampliar el campo de nuestra reflexión humana, ni nada más, ni nada menos. Probablemente la primera filosofía data de la primera madre sapiens en el pleistoceno que, cargando en sus brazos a su hijo recién muerto, víctima de una plaga prehistórica se preguntaba ¿qué es la vida?
La filosofía nos ayuda a pensar, y eso es algo que necesitamos mucho en un momento de pandemia, que por definición es una época de profundos dilemas, ¿pero, qué es un “dilema”? Un dilema es algo que tiene tres características: es inevitable, trágico y moralmente irresoluble. Estar conscientes de que estamos lidiando con dilemas nos puede ayudar a entender por qué ninguna solución, en los amargos días de esta devastadora pandemia, nos deja tranquilos, y, contradictoriamente, cualquier propuesta merece ser considerada pues no disponemos de soluciones ni de verdades absolutas. Una manera bella para describir estos dilemas es que ahora “estamos obligados a decisiones imposibles”. Esto es tan cierto para mí, como médico que atiende pacientes con neumonía vírica al borde de la muerte, como para el hijo que debe decidir si visitar a su madre anciana o debe dejarla sola… con el fin de protegerla.
Estos días miramos las noticias en busca de luz y no encontramos ninguna respuesta. Y la razón no es un déficit de los noticiarios, pues ellos sí nos entregan los hechos genuinos, o al menos lo intentan. El problema es que estos días no sólo están llenos de hechos; están llenos de “acontecimientos”. Un acontecimiento se distingue de un hecho porque no admite una sola visión. Un acontecimiento es algo que excede nuestras capacidades interpretativas, y él mismo va cambiando lo que es junto al mundo en el que habita. Entenderlo nos prepara para lo que viene. Y nos recuerda que la responsabilidad social y la solidaridad nunca van dejar de ser necesarias cuando finalmente podamos estar a menos de dos metros de distancia de otro ser humano, en algún día de una futura primavera. Al respecto el esloveno Slavoj Zizek pronosticó que el virus provocará una explosión de la solidaridad; el pensador sudcoreano Byung-Chul Han estima, en cambio, que la enfermedad Covid-19 más bien nos aislará como unos individuos egoístas. Nuevamente, ningún periódico nos proporcionará la estadística precisa, el titular correcto que nos devele el futuro. Aquí necesitamos de los pensadores.
Entre los muchos dilemas que deberemos enfrentar en estos días duros de pandemia está la dicotomía entre la deontología o el utilitarismo. ¿Acaso matar es lo mismo que dejar morir, algo que podría decirse de la decisión de no darle cuidados intensivos a quienes lo necesiten? Y si abandonas las altas aspiraciones de los deontólogos y te aferras a los utilitarios, ¿cómo decidir quiénes deberían ser sacrificados por el bien de la mayoría?
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