Jana Aston - Navidad en Reindeer Falls

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Navidad en Reindeer Falls: краткое содержание, описание и аннотация

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Seis personas. Tres historias de amor. ¡Ya es Navidad en Reindeer Falls! La Navidad ha llegado al pueblecito de Reindeer Falls y, para las hermanas Winter, este será un año de regalos inesperados y magia. Holly quiere un jefe que no se parezca al Grinch; el sueño de Ginger es abrir una pastelería, y Noel quiere encontrar el amor. ¿Conseguirán las hermanas Winter que Papá Noel les conceda sus deseos navideñoTres relatos divertidos y emocionantes para disfrutar de la magia de la Navidad. «Jana Aston tiene una habilidad maravillosa para crear historias que encarnan el espíritu de la Navidad, dulces y llenas de amor.» She Reads Romance Books

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En eso no se equivoca. Debería atraerme. Me atrae.

Lo que me incomoda en sitios que no debería es la idea de estar en su compañía durante buena parte de la semana.

Bajo la mirada al escritorio antes de lanzarme a por la siguiente excusa de mi lista.

—A lo mejor no lo sabes, pero este año la cadena Food Network va a grabar El maestro del jengibre en Reindeer Falls, y mi hermana tiene muchas posibilidades de ganar. Tengo que estar aquí para verlo.

—La final se graba en directo en Nochebuena desde la plaza —responde Nick sin inmutarse—. Te aseguro que para entonces ya habremos vuelto.

Su silla elegante emite un chirrido cuando gira un par de centímetros para mirarme. Disfruta de lo lindo de cada segundo.

Pero, además…

Hijo del cascanueces, ¿cómo lo sabía? ¿Cómo estaba al tanto de lo de El maestro del jengibre? Contaba con que no tuviera ni idea del calendario de fiestas locales. No tardo en pasar al siguiente argumento.

—No tengo pasaporte —anuncio. Hasta me las apaño para añadir un tinte falso de tristeza a mi mentira.

Nick me observa un buen rato. El silencio pesa entre los dos hasta que casi empiezo a moverme inquieta por la mentira. Nerviosa por tener su atención. Pasan las horas. Eones. Da tiempo a hacer la masa de las galletas para Papá Noel, hornearlas, dejar que se enfríen y emplatarlas en el tiempo que Nick me mira a la espera de que confiese.

—Entonces —dice finalmente; habla despacio y de manera deliberada—, ¿debo asumir que el mes pasado saliste y volviste al país de forma ilegal cuando te tomaste tres días de vacaciones para ir a la boda de tu prima en México?

Se me abren los ojos como platos y me ruborizo. Estoy segura de que nunca le dije que la boda era en México. Miro fijamente a la pared, detrás de su mesa. Al suelo. Al póster enmarcado de un juguete de madera que la empresa sacó en los setenta. Es uno de nuestros juguetes más populares y todavía se fabrica. Miro a todas partes excepto a Nick.

—Mi novio tiene previsto dar una fiesta de Navidad muy importante a la que iba a asistir —escupo. Esto se sale un poco del guion, pero lo cierto es que no esperaba tener que llegar tan lejos con la lista de excusas y me estoy poniendo nerviosa.

—No tienes novio —responde Nick y, cuando me arriesgo a mirar en su dirección, veo que sus ojos se han reducido a dos rendijas y que tensa las manos sobre los reposabrazos.

—¿Y tú qué sabes?

—¿Cómo se llama? —pregunta y desvío la mirada de la moqueta para mirarlo a la cara.

«Piensa, Holly, piensa. Un nombre de hombre. Cualquiera menos Nick».

—Sant… ana. Santana. —Me repongo—. Como el grupo de música.

—¿De qué trabaja? —Percibo un atisbo de sonrisa en su rostro, pero es difícil estar segura porque rara vez sonríe.

Quizá sea una mueca. O gases.

—Toca en un grupo. —Me quiero morir. No acabo de decir que mi novio falso Santana toca en un grupo, ¿verdad? Pero vérselas con Nick es como vérselas con un perro rabioso. Es mejor no mostrar miedo.

Me llevo una mano a la cadera en actitud desafiante y mantengo mi postura. Apuesto a que Santana me trata muy bien y sonríe todo el tiempo.

—Holly. —Nick dice mi nombre con un suspiro. Cierra los ojos un momento y mira al techo como si le pidiera fuerzas a la luz de la lámpara. No suele llamarme por mi nombre, tiene la extraña manía de llamarme señorita Winter. En realidad, lo prefiero, porque cuando me llama por mi nombre siempre lo pronuncia de modo que me hace pensar en sexo.

En acostarme con él.

Y eso es muy inquietante a varios niveles. Muchos niveles. ¿Por qué querría alguien acostarse con una persona que no le gusta? ¿Con alguien mezquino? Lo más probable es que critique la forma en que levanto las caderas o me exija que me corra cuando él me lo pida. Seguro que quiere una hoja de cálculo con tablas dinámicas que documenten mi grado de flexibilidad por extremidades. A lo mejor quiere bocetos que muestren cuánto puedo acercar las rodillas a la cabeza.

Madre mía, la idea me pone. Lo de ser flexible, no que sea mezquino.

Me pregunto si Ebenezer Scrooge era atractivo de joven. Si causó estragos en el corazón y en las entrañas de dulces jovencitas mientras ladraba órdenes y fruncía el ceño. Si el joven Ebenezer estaba cachas, tenía pelazo y era alto. Si desprendía un aroma sutil a árbol de Navidad y nieve recién caída.

Lo más probable es que Ebenezer fuera horrible en la cama. Apuesto a que por eso se volvió tan gruñón. Lo más seguro es que se corriera muy rápido y no supiera qué hacer con la lengua.

—Hemos acabado —me espeta Nick. Parece resignado a pesar de que ha ganado. Me mira los pies antes de volver al ordenador. Es evidente que me está despachando—. Llévate calzado adecuado —añade—. Las calles están adoquinadas y lo último que necesito es llevarte a cuestas si te rompes un tobillo.

No añado nada más. Dejo caer la mano, derrotada. Me doy la vuelta con mis tacones no adecuados para las calles adoquinadas y me encamino hacia la puerta del despacho de Nick. En la entrada, me fijo en el tablón de anuncios. Por fin ha puesto algo. Alargo el momento de salir lo justo para ver de qué se trata.

Es una carta escrita a mano.

De una niña.

Va dirigida a la empresa de juguetes El Reno Volador y está escrita con tinta rosa y una letra infantil ensortijada. Katlyn de Conroe, Texas, quiere que sepamos que nuestro juego de mesa Detectives Perrunos es su juego preferido del mundo mundial, pero también quiere saber por qué todos los perros son chicos y nos pregunta si podríamos incluir una perrita llamada Chloe. También sugiere que Chloe sea la detective perruna principal.

Hace unos meses, Nick estuvo en pie de guerra durante una reunión semanal sobre los estereotipos de género y pidió un análisis detallado a todos los jefes de productos de cada juguete. Los informes debían incluir la franja de edad a la que iba dirigido cada producto, el género implícito del juguete y un registro de los últimos cinco años de materiales de marketing que señalasen cualquier sesgo de género.

—Mandadle los datos a Holly —dijo, a pesar de que yo no estaba a cargo de nadie. Quería que organizara la información en una hoja de cálculo. Con tablas dinámicas.

Me molestó que me tratase como a una secretaria, como la responsable de recopilar el trabajo de todos, pero lo cierto es que hago magia con las hojas de cálculo de Excel y él es el jefe. Así que lo hice, por supuesto. Además, dos de los jefes de productos hacen las cosas un poco… a su manera. Con eso quiero decir que les falta poco para jubilarse y que no entienden mucho de tecnología. Ni están abiertos a juguetes para ambos sexos. Esa semana hubo algunas quejas sobre el sexo de los robots, he de decir.

Actualizamos el juego Detectives Perrunos justo a tiempo para que la nueva versión llegase a los vendedores para el cuarto trimestre, el más importante de todos. También gastamos una buena cantidad de dinero para que la nueva edición entrara en la promoción del Black Friday del mayor distribuidor nacional: KINGS.

La nueva edición incluye dos detectives perrunas principales: Chloe y Katlyn.

Me atrevo a mirar a Nick por encima del hombro. No está mirando a la pantalla, sino a mí.

Capítulo 4

—No me creo que te quejes por ir de viaje gratis a Europa con tu jefe, que además está bueno. Eres un desastre, Holly. —Mi hermana Ginger le frunce el ceño a, adivina, una porción de masa para hacer galletas de jengibre.

—No son unas vacaciones, ¡es un viaje de trabajo! —protesto—. ¡Con el Grinch de Reindeer Falls! —añado, porque está claro que se ha olvidado del detalle más importante y el peor de todos.

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