Alejandro Romera Guerrero - Kichay

Здесь есть возможность читать онлайн «Alejandro Romera Guerrero - Kichay» — ознакомительный отрывок электронной книги совершенно бесплатно, а после прочтения отрывка купить полную версию. В некоторых случаях можно слушать аудио, скачать через торрент в формате fb2 и присутствует краткое содержание. Жанр: unrecognised, на испанском языке. Описание произведения, (предисловие) а так же отзывы посетителей доступны на портале библиотеки ЛибКат.

Kichay: краткое содержание, описание и аннотация

Предлагаем к чтению аннотацию, описание, краткое содержание или предисловие (зависит от того, что написал сам автор книги «Kichay»). Если вы не нашли необходимую информацию о книге — напишите в комментариях, мы постараемся отыскать её.

¿Es posible enamorarse de unos pies? ¿Puede un pequeño niño transformar el mundo? ¿Podría ser capaz un león de abrir cerraduras? ¿Qué harías si en tus manos cayese un libro infinito? Las cosas no siempre son lo que parecen. El mundo está lleno de sucesos sin sentido y nos aferramos a la lógica con frecuencia para intentar comprenderlos, pero ¿dónde está la frontera entre lógico e ilógico, entre fantasía y realidad? El conformismo, la obsesión, la rebeldía o el arrepentimiento son algunos de los temas que encontraremos en estas páginas. Quince textos para bucear en lo más hondo de nosotros mismos y reflexionar sobre nuestra esencia y nuestros actos.

Kichay — читать онлайн ознакомительный отрывок

Ниже представлен текст книги, разбитый по страницам. Система сохранения места последней прочитанной страницы, позволяет с удобством читать онлайн бесплатно книгу «Kichay», без необходимости каждый раз заново искать на чём Вы остановились. Поставьте закладку, и сможете в любой момент перейти на страницу, на которой закончили чтение.

Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

La incertidumbre, la desgana, los miedos… todo ha desaparecido y solo queda la calma.

Desde mi posición, aún veo la ventana, cerrada, claro está. La migración otoñal llena los cristales de vida. Algunos pájaros sobrevuelan muy cerca y puedo verlos segundos antes de que desaparezcan. Parecen querer golpearme en las narices con su libertad. Pero yo no siento envidia, sino pena, pena por ellos. No cambiaría jamás mi sofá por su cielo, no tengo ninguna duda.

En ocasiones, me pregunto si él me atrapó a mí o fui yo quien lo atrapó a él. Nos fundimos el uno con el otro, es lo único que sé. No podría distinguir ya entre su tela y mi piel. Todo ha desaparecido, nada importa. Solo queda la calma.

Y aquí sigo, viendo pasar las horas, sin prisas, hasta que al fin decida un día venir a buscarme. Y aquí me encontrará entonces, cómodamente atrapado, para siempre, en mi postura preferida.

La mirada de Amanda

Ya ve, padre, no le pido que disculpe lo que he hecho, solo le pido que al menos intente entenderlo. Madre no creo que pueda aunque en el fondo una parte de ella quizá llegue a estar orgullosa de mí. No lo sé en realidad, me duele la cabeza y no puedo pensar, desearía que todo esto hubiese terminado ya.

Amanda me contó todo, padre. Se lo explico ahora para que comprenda usted el porqué de mis actos ya que antes no tuve tiempo. Ya lo sabe usted, siempre he sido muy impulsivo, debí haberle explicado todo antes. Pero al menos lo hago ahora, mejor tarde que nunca, dicen.

Quizá tenga usted frío, padre, ¿quiere que le traiga una manta?

Quiero que sepa que usted siempre ha sido mi referencia. Miro hacia atrás y en todos los buenos momentos que observo en mi vida está usted presente, apoyando su mano sobre mi hombro.

Recuerdo aquel día, siendo yo un adolescente, en que resbalé junto a la orilla y mi cuerpo cayó al Miño con violencia. Aunque ya sabía nadar, mis brazos no eran tan fuertes para resistir aquella corriente y usted no vaciló ni un segundo en lanzarse tras de mí y poner en juego su propia vida. Recuerdo su abrazo salvador cuando ya estaba convencido de que moriría ahogado en aquellas aguas.

Salimos del río y yo no paraba de darle besos, ¿recuerda? Amanda mientras nos observaba a lo lejos. Ella no sonreía y yo pensé que eran los celos. Hoy sé con certeza que no se trataba de eso. En realidad, nunca me planteé el porqué del carácter tan serio de mi hermana. Supongo que lo achaqué a algo innato, probablemente a los genes de la abuela.

No entiendo cómo no me di cuenta. Me siento tan estúpido, padre, no se lo imagina, estúpido y culpable. ¿Cómo pude no percibirlo? Fue demasiado tiempo.

Ahora que ella misma me lo ha contado esta mañana, todo encaja a la perfección. Sus llantos en mitad de la noche, sus ojeras, los suaves ruidos de puertas que se abren y se cierran. Todas esas señales, que no fui capaz de interpretar, adquieren hoy todo su significado, como una revelación que jamás hubiese querido escuchar.

La mirada de Amanda fue siempre tan triste, ¿verdad, padre?

Es curioso que dos hermanos podamos ser tan diferentes, ¿usted y madre nunca lo han hablado? Yo siempre de broma, sin dar a nada la importancia que se merece, y ella tan seria, ajena a todo, solitaria.

Y yo culpaba a los genes de la abuela, ¿no lo entiende? Nunca me senté a escucharla. Bueno, hoy sí, y quizá no debí haberlo hecho. Me contó todo y yo me quedé sin habla, ¿qué podía decirle? Me dijo que jamás se lo contó a nadie, ni siquiera a madre, aunque imagino que ella notaría su ausencia en la cama por las noches. ¿De verdad jamás intentó impedírselo? No está bien todo esto que hizo usted, padre.

No nos queda mucho tiempo, por eso le cuento esto, para intentar que me comprenda. No quiero que me perdone, ya se lo he dicho, imagino que eso es imposible.

Shhh, calle un momento, ¿no lo oye? Creo que suena el ascensor allá fuera. Sí, parece que sube. Imagino que serán ellos. La vecina les habrá llamado al escuchar sus gritos.

Espero que cuando madre regrese, todo esté ya recogido. No me gustaría que nos viese así. Ya ve, padre, menuda la hemos liado entre los dos.

Escuche un momento. Sí, son pasos allá fuera, alguien se acerca. Dios, como odio el sonido de este timbre, nunca me gustó. No se lo dije por no ofenderlo ya que sé que usted lo escogió con cariño, pero imagino que ahora todo eso da igual.

Están a punto de entrar. Supongo que, cuando no abramos, terminarán por forzar la puerta. Iré a buscar una manta para cubrirlo antes de que entren, no quiero que lo vean así.

Lo siento, padre, pero no podía hacer otra cosa. Cuando Amanda me contó su calvario, salí de su casa y vine directo hasta aquí. Fue hace menos de una hora, aunque parezca ya una eternidad. Cuando me abrió usted la puerta, su habitual sonrisa de bienvenida me hizo estremecer. Usted no podía imaginarlo, claro, pero yo ya sabía que era la última.

¿De verdad no los oye? Estos últimos años se ha ido usted quedando sordo. Nos gritan que abramos o echaran la puerta abajo. Ya ve, padre, la que hemos liado. Madre se va a quedar de un plumazo sin hijo y sin marido, no se lo merece, uno entre rejas y otro bajo tierra.

Tengo que encontrar una manta antes de que entren, no soporto verlo así, padre, humillado, bañado en su propia sangre.Escuche, están forzando la puerta, nuestro tiempo se agota. Imagino que nos separarán para siempre. ¿Cómo pudo hacer usted todo eso? ¿Es que no era su hija acaso?

Lo hice por ella, aunque quizá esto le haga aún más daño, no sé cómo podrá sentirse Amanda después de todo.

¿Se acuerda usted del paseo que dimos la semana pasada por el parque de Rosalía? Fue la última vez que lo vi hasta hoy. Recuerdo el abrazo con el que me despidió aquel día. Aún puedo notar sus brazos rodeándome, la calidez de su cuerpo junto al mío.

Aún puedo notar sus manos agarrando mis hombros, suplicando que parase, que no le clavase más veces este maldito cuchillo. Sé que he hecho lo que debía, pero me duele tanto.

Aquí tiene su manta, padre. Espero que comprenda que no tenía otra salida, y si algún día volvemos a cruzarnos, podamos abrazarnos como aquel día en el parque de Rosalía, y olvidemos el pasado, padre e hijo, como si nada de esto hubiese ocurrido nunca.

¿Qué tiene de malo?

«Quizá no sea del todo correcto traerle tantas veces», Diana piensa a menudo en voz alta mientras conduce.

Es domingo y, como tantos otros domingos, han decidido salir de excursión aprovechando un estupendo día de sol. En la carretera apenas hay coches. Alberto duerme agarrado a su osito en el asiento de atrás mientras su madre conduce y su padre intenta, sin mucho éxito, encontrar en la radio una emisora de deportes. En el interior del vehículo todo parece ordenado al milímetro, no hay trapos sucios ni botellas vacías en el salpicadero, tan solo un calendario caduco cuelga del retrovisor. El azul cielo de la tapicería lo inunda todo.

—¿Por qué dices eso, cariño? —pregunta su marido— ¿Qué tiene de malo traer al niño al zoo? Bueno, excepto porque vuelvo a perderme un partido.

—Ay, Ernesto, que pesado eres con el fútbol, si además hace tanto que pasó de moda —se queja ella.

Él ignora este último comentario y continúa concentrado en buscar una emisora de deporte.

—No sé —insiste Diana—, anoche después de ver el documental, estuve pensando.

—¡Por fin! —Ernesto recuesta su cabeza con gesto triunfal, feliz de haber encontrado la emisora que buscaba.

—A veces pienso que quizá sea un poco cruel tenerles encerrados en jaulas. —Diana mantiene la mirada fija en la carretera mientras habla—. Antes vivían en libertad en sus propios países y ahora...

—Oye y todavía muchos siguen haciéndolo —la interrumpe Ernesto—, solo hemos traído aquí unos pocos para poder verlos en vivo.

Читать дальше
Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Похожие книги на «Kichay»

Представляем Вашему вниманию похожие книги на «Kichay» списком для выбора. Мы отобрали схожую по названию и смыслу литературу в надежде предоставить читателям больше вариантов отыскать новые, интересные, ещё непрочитанные произведения.


Отзывы о книге «Kichay»

Обсуждение, отзывы о книге «Kichay» и просто собственные мнения читателей. Оставьте ваши комментарии, напишите, что Вы думаете о произведении, его смысле или главных героях. Укажите что конкретно понравилось, а что нет, и почему Вы так считаете.

x