¿Cómo Glorificamos a Dios?
John D. Hannah
Publicaciones Faro de Gracia
P.O. Box 1043
Graham, NC 27253
www.farodegracia.org
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ISBN: 978-1-629461-36-6
Agradecemos el permiso y la ayuda brindada por el autor y la editorial, P&R Publishing, P.O. Box 817; Phillipsburg, NJ, 08865-0817, para traducir y publicar este libro al español.
© 2000 por John D. Hannah.
© Traducción al español por Publicaciones Faro de Gracia, Copyright 2013. Todos los Derechos Reservados.
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Las citas marcadas por un asterisco son la traducción del autor. Las itálicas en las citas de la Escritura indican un énfasis añadido.
© Las citas bíblicas son tomadas de la Versión Reina-Valera © 1960 Sociedades Bíblicas en América Latina. © renovada 1988, Sociedades Bíblicas Unidas. Utilizado con permiso. Todos los derechos reservados.
¿CÓMO
GLORIFICAMOS
A DIOS?
John D Hannah
Contenido
¿Cómo Glorificamos a Dios? ¿Cómo Glorificamos a Dios? UNA PERSPECTIVA RADICAL No hace mucho, estaba en una iglesia para el inicio del culto de adoración. Con exuberancia y manos levantadas, el coro nos llamaba a un culto “celebrativo”, cantando “Me siento bien.” Estaba profundamente perturbado porque me parecía que tal llamamiento a la adoración estaba suponiendo que nosotros no necesitamos realmente venir hasta Dios, y que Él debería apreciar el hecho de que tomásemos tiempo de nuestras cargadas agendas para reconocer su existencia. En contraste, la validez de la fe verdadera y la razón para reunirnos corporativamente es celebrar las glorias de Dios, al confesar su gracia hacia nosotros en la adoración de su persona. Muchas iglesias han sido presas de la asimilación cultural. Ellas han degenerado hasta convertirse en unas empresas que se sirven a sí mismas, cuya primera celebración es exaltar a Dios como dador y validar un mensaje de narcisismo cultural y ventajas personales. Tales iglesias se han acomodado a las cosas que no son eternas. La adoración genuina no es así. Esta se da cuenta de la dignidad de Dios y de nuestra dependencia de Él. No es una celebración de una posición socioeconómica favorecida dentro de un decadente estado capitalista. Cualquier persona sana podría inclinar su alegórico sombrero a un Dios que es meramente un provisor cósmico, pero las comunidades cristianas no existen para maravillarse de su propia abundancia material. Ellas existen para adorar al Dios que es abundante en misericordia y perdón.
Una perspectiva radical
La erosión del teocentrismo
El modelo de la Reforma
Ser teocéntricos
La gloria de Dios: su significado
La gloria de Dios, el fin principal de Dios
Objeciones respondidas
La gloria de Dios: el propósito de la creación
La gloria de Dios y el mundo físico
La gloria de Dios y la creación de la humanidad
La gloria de Dios y la horrorosa Maldad del pecado
La gloria de Dios: el fin principal del hombre
Lo que no es agradar a Dios
Lo que significa agradar a Dios
La gloria de Dios: el significado de la salvación
Una visión arrebatadora de Dios
Implantación de un nuevo principio
La transformación de la vida
Tres implicaciones importantes
La gloria de Dios: la creación de un estilo de vida
Piedad personal
Piedad pública
El Llamamiento a una Visión Teocéntrica
¡Sólo a Dios sea la gloria!
Para leer más
Otros Tratados de la Misma Serie: Cuestiones Básicas de la Fe Cristiana
¿Cómo Glorificamos a Dios?
UNA PERSPECTIVA RADICAL
No hace mucho, estaba en una iglesia para el inicio del culto de adoración. Con exuberancia y manos levantadas, el coro nos llamaba a un culto “celebrativo”, cantando “Me siento bien.” Estaba profundamente perturbado porque me parecía que tal llamamiento a la adoración estaba suponiendo que nosotros no necesitamos realmente venir hasta Dios, y que Él debería apreciar el hecho de que tomásemos tiempo de nuestras cargadas agendas para reconocer su existencia. En contraste, la validez de la fe verdadera y la razón para reunirnos corporativamente es celebrar las glorias de Dios, al confesar su gracia hacia nosotros en la adoración de su persona.
Muchas iglesias han sido presas de la asimilación cultural. Ellas han degenerado hasta convertirse en unas empresas que se sirven a sí mismas, cuya primera celebración es exaltar a Dios como dador y validar un mensaje de narcisismo cultural y ventajas personales. Tales iglesias se han acomodado a las cosas que no son eternas. La adoración genuina no es así. Esta se da cuenta de la dignidad de Dios y de nuestra dependencia de Él. No es una celebración de una posición socioeconómica favorecida dentro de un decadente estado capitalista.
Cualquier persona sana podría inclinar su alegórico sombrero a un Dios que es meramente un provisor cósmico, pero las comunidades cristianas no existen para maravillarse de su propia abundancia material. Ellas existen para adorar al Dios que es abundante en misericordia y perdón.
La erosión del teocentrismo
La situación de hoy es resultado de las fuerzas del siglo XVII que crearon una espiral descendente de la vida y los valores en la cultura occidental. El centrarse en Dios y en su Palabra tiene un efecto liberador en la gente, pero un alejamiento de la Palabra con un énfasis en sí mismo conduce a la esclavitud. Con raíces en la Ilustración, que subrayaba la supremacía de la razón y la revelación natural, la Era Moderna (1750-1900) hacía hincapié en la perfectibilidad humana a través de la educación y los avances en la ciencia, al mismo tiempo que negaban la doctrina bíblica de la insuficiencia humana. La racionalidad de la humanidad llegó a ser la esperanza de un mundo que mejoraría siempre y que sería cada vez más benevolente. Esta visión del mundo y la vida se colapsó bajo el peso de la evidencia contraria. Dos guerras mundiales y genocidas masivas nos han demostrado que, mientras que los avances de la ciencia pueden mejorar la vida de muchas maneras maravillosas, la educación secular no puede mejorar el lado oscuro de la especie humana. De hecho, el conocimiento cada vez mayor lo hace aun más oscuro y más peligroso.
La Era Moderna ha finalizado. Sin embargo, lo que la ha reemplazado no ha sido una vuelta al mundo bíblico del primer siglo o de la Reforma del siglo XVI, sino a la desesperación humana. La Era moderna abrazó la posibilidad de alcanzar la cohesión corporativa a través de una perspectiva moral común, pero resultó ser un mito, y lo que lo ha reemplazado es una insistencia en el yo, los derechos personales y la moralidad privada. Así nació la Era Posmoderna con su llamamiento a un egocentrismo radical.
El fruto de la posmodernidad ha sido una revisión de la sociedad. Los comentadores sociales ya lo advirtieron, desde el secular Christopher Lasch ( La cultura del narcisismo , 1969) y el apologista cristiano Francis Schaeffer, hasta una letanía de escritores recientes tales como George Barna, Michael Horton y David Wells. Entre sus muchas características se encuentran estas:
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