Dios no eligió a ningún pecador porque previó que creería, por la sencilla y suficiente razón de que ningún pecador cree jamás hasta que Dios le da fe; de la misma manera que ningún hombre puede ver antes de que Dios le otorgue la vista. La vista es un don de Dios, y ver es la acción consecuente de usar ese don. Asimismo, la fe es el don de Dios (Efesios 2:8–9); y creer es la consecuencia de utilizar ese don. Si fuera cierto que Dios eligió a algunos para ser salvos porque a su debido tiempo éstos creerían, eso convertiría el creer en un acto meritorio y, en este caso, el pecador tendría razón de jactarse, lo cual la Escritura niega enfáticamente (Efesios 2:9).
En verdad la Palabra de Dios es suficientemente clara al enseñar que creer no es un acto meritorio. Afirma que los cristianos son aquellos que “ por la gracia [han] creído” (Hechos 18:27). Por lo tanto, si han creído “por la gracia”, no hay absolutamente nada meritorio, el mérito no puede ser la base o causa que movió a Dios a escogerlos. No, la elección de Dios no procede de nada que exista en nosotros o de nada que proceda de nosotros, sino únicamente de Su propia y soberana buena voluntad. Una vez más, en Romanos 11:5, leemos de “un remanente escogido por gracia”. Ahí está suficientemente claro; la misma elección es por gracia, y gracia es favor inmerecido , algo a lo que no tenemos derecho alguno.
Vemos por tanto la importancia de que tengamos ideas claras y bíblicas sobre la presciencia de Dios. El mantener concepciones erróneas sobre este tema llevará inevitablemente a tener ideas deshonrosas sobre Él. La idea popular sobre la presciencia de Dios es totalmente inadecuada. Dios no solamente conoció lo por venir desde el principio, sino que planeó, fijó y predestinó todo desde el principio. Por tanto, si el lector es un cristiano verdadero, lo es porque Dios lo escogió en Cristo antes de la fundación del mundo (Efesios 1:4) y lo hizo no porque previó que creería , sino porque, simplemente, así le agradó hacerlo; te escogió a pesar de tu incredulidad natural. Siendo así, toda la gloria y la alabanza le pertenece solo a Él. No tienes base alguna para atribuirte ningún mérito. Has creído “ por la gracia ”, y eso porque tu misma elección fue “por gracia” (Romanos 11:5).
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