Sinclair Lewis - Eso no puede pasar aquí

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Eso no puede pasar aquí" es una sátira política en la que se describe la América rural y provinciana que surge tras el crac bursátil de 1929. Los personajes y los hechos que se relatan en la novela son como juegos de espejos de los reales en una América en la que Roosevelt pierde las elecciones presidenciales, y un partido totalitario toma el poder en un momento decisivo de la historia del siglo xx, con el auge de los totalitarismos en Europa y el New Deal aún sin terminar de implantarse. La novela cuenta la historia del director de un periódico de Vermont, Doremus Jessup, y de su oposición al candidato a la presidencia Buzz Windrip, quien detrás de un discurso populista y demagógico, sustentado por los supuestos ideales americanos, oculta su verdadera intención de crear una sociedad totalitaria a imagen de las europeas pero con rasgos norteamericanos. El libro incluye un detallado glosario realizado por Amaya Bozal en el que deconstruyendo el juego de espejos podemos apreciar la gran variedad de nombres, hechos y fechas que hacen de esta novela casi una historia subterránea y contracultural de los EEUU. Cuando Sinclair Lewis escribió Eso no puede pasar aquí tenía buenas razones para creer que lo que oía, veía o leía podía acabar como esta fábula fascista en el país de la Libertad.

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La noche pasó mientras los ocho (ya que Foolish también disfrutó de una ración de leche) bebían alcohol y escuchaban cómo votaba la convención, frenética e inútilmente..., aquel congreso a seiscientas millas de distancia, seiscientas millas de noche neblinosa, aunque cada discurso y cada grito burlón llegaban al gabinete del sacerdote en el mismo segundo en que se escuchaban en la sala de Cleveland.

El ama de llaves del padre Perefixe (tenía sesenta y cinco años, a diferencia de los treinta y nueve de él, para gran decepción de todos los protestantes locales, amantes de los escándalos) trajo huevos revueltos y cerveza fría.

“Cuando mi querida esposa estaba en este mundo, solía mandarme a la cama a medianoche”, suspiró el Dr. Falck.

“¡Mi mujer lo hace ahora!”, contestó Doremus.

“La mía también. ¡Y eso que es de Nueva York!”, apuntó Louis Rotenstern.

“El padre Steve y yo somos los únicos que llevamos un estilo de vida acertado”, alardeó Buck Titus. “Célibes. Podemos irnos a la cama sin quitarnos los pantalones o incluso pasar toda la noche en vela.” El padre Perefixe murmuró: “Pero resulta curioso, Buck, de lo que alardea la gente. Tú te enorgulleces de estar libre de la tiranía de Dios y de poder irte a dormir con los pantalones puestos. El Sr. Falck, el Dr. Greenhill y yo de que Dios sea tan indulgente con nosotros y que algunas noches nos deje irnos a la cama sin tener que atender llamadas de enfermos o moribundos. Y Louis... ¡Escuchad! ¡Escuchad! ¡Parece que van al grano!”

El coronel Dewey Haik, promotor de la candidatura de Buzz, estaba anunciando que el senador Windrip consideraba que ya era hora de retirarse a su hotel, pero había dejado una carta que él, Haik, leería a continuación. Y la leyó, inexorablemente.

Windrip manifestaba que, en caso de que alguien no hubiera entendido totalmente su programa, quería aclararlo del todo.

En resumen, la carta explicaba que estaba en contra de los bancos, pero a favor de los banqueros, excepto de los banqueros judíos, que debían ser completamente expulsados del mundo de las finanzas; que había analizado rigurosamente varios planes (sin especificar) para aumentar mucho todos los salarios y disminuir de forma considerable los precios de todos los artículos producidos por esos mismos trabajadores que ganaban sueldos elevados; que estaba a favor del trabajo al 100%, pero en contra de todas las huelgas al 100%; y que estaba a favor de que los Estados Unidos se armaran y prepararan para producir su propio café, azúcar, perfumes, tweed y níquel, en lugar de importarlos, y poder así desafiar al mundo..., y si ese mundo era tan impertinente como para desafiar a su vez a los Estados Unidos, Buzz insinuó que quizá tendría que asumir su control y gobernarlo adecuadamente.

La estridente insistencia de la radio le parecía a Doremus cada vez más ofensiva, mientras la ladera dormía bajo la pesada noche de verano. Pensó en la mazurca de las luciérnagas, el ritmo de los grillos como el de la mismísima tierra girando y las voluptuosas brisas que se llevaban el hedor de los puros, el sudor y los alientos con olor a whisky y chicle de menta, que parecían emanar de la convención a través de las ondas sonoras, junto con la oratoria.

Ya había amanecido y el padre Perefixe (desvestido de forma poco clerical hasta quedarse en mangas de camisa y zapatillas) acababa de traerles una bandeja de agradecimiento, compuesta por sopa de cebolla y un pedazo de hamburguesa para Foolish, cuando la oposición a Buzz se desplomó y, rápidamente, en la siguiente votación, el senador Berzelius Windrip fue nominado como candidato demócrata para la presidencia de los Estados Unidos.

Durante un tiempo, Doremus, Buck Titus, Perefixe y Falck estuvieron demasiado bajos de moral como para soltar un discurso; quizá el perro Foolish también, pues al apagar la radio agitó la cola de un modo bastante vacilante.

R. C. Crowley se regodeó: “Vaya, toda la vida he votado a los republicanos, pero aquí hay un hombre que... ¡Bueno, voy a votar a Windrip!”

El padre Perefixe replicó de manera cortante: “Y yo he votado a los demócratas desde que llegué de Canadá y me nacionalicé, pero esta vez voy a votar a los republicanos. ¿Y vosotros, chicos?”

Rotenstern no abrió la boca. No le gustaban las referencias a los judíos que hacía Windrip. Los que conocía mejor... ¡No! ¡Eran estadounidenses! Lincoln también era su dios tribal, se juró a sí mismo.

“¿Yo? Votaré a Walt Trowbridge, por supuesto”, gruñó Buck.

“Yo también”, dijo Doremus. “¡No! ¡Tampoco pienso votarle! Trowbridge no tiene nada que hacer. Creo que me daré el lujo de ser independiente por una vez y votaré al partido de la Ley Seca, a la lista para el Fomento del Salvado y las Espinacas de Battle Creek (Michigan) ¡o a cualquier otra cosa que tenga sentido!”

Habían pasado las siete de la mañana cuando Doremus volvió a casa y, sorprendentemente, Shad Ledue, que debía llegar a trabajar a las siete, estaba trabajando a las siete. Normalmente nunca salía de su casucha de soltero en la parte baja del pueblo hasta las ocho menos diez, pero esta mañana estaba allí trabajando, cortando astillas. (¡Ah, ya!, pensó Doremus, quizá esa fuera la razón. Si cortaba astillas temprano, despertaría a todo el mundo en la casa.)

Shad era alto y grandote; su camisa estaba manchada de sudor y, como siempre, necesitaba un afeitado. Foolish le gruñó. Doremus sospechaba que le había maltratado alguna vez. Quería rendir homenaje a Shad por su camisa sudada, su trabajo honrado y sus toscas virtudes, pero incluso siendo un liberal humanitario estadounidense, a Doremus le costaba mantener con constancia la actitud de tener en mente al herrero de la aldea de Longfellow 2y a Marx sin caer a veces en la creencia de que debía haber algunos sinvergüenzas y canallas entre los trabajadores, ya que, como bien sabía, había un número increíble de ellos entre las personas que ganaban más de 3.500 $ al año.

“He estado toda la noche escuchando la radio”, susurró Doremus. “¿Sabes que los demócratas han presentado al senador Windrip como candidato?”

“¿Ah, sí?”, gruñó Shad.

“Sí. Hace poco. ¿A quién piensas votar?”

“Bueno, se lo voy a decir, Sr. Jessup.” Shad adoptó una pose, apoyándose en el hacha. A veces podía ser bastante agradable y condescendiente, incluso con este hombrecito que lo ignoraba todo sobre la caza de mapaches, los juegos de dados y el póquer.

“Voy a votar a Buzz Windrip. Va a arreglar la situación para que todo el mundo reciba cuatro mil dólares inmediatamente y yo voy a abrir una granja de pollos. ¡Puedo ganar cantidad de dinero con los pollos! ¡Ya verán todos esos que se creen tan ricos!”

“Pero, Shad, no tuviste mucha suerte con los pollos cuando intentaste criarlos en el cobertizo, ahí atrás. Tú... bueno... me temo que dejaste que el agua se les congelara en invierno y murieron todos. ¿Te acuerdas?”

“Ah, ¿esos pollos? ¿Y qué? Había muy pocos. ¡No voy a malgastar mi tiempo haciendo el tonto con un par de docenas de pollos! Cuando consiga cinco o seis mil como para que merezca la pena, ¡entonces verá lo que es bueno! ¡Sí, señor!” Y luego, con condescendencia: “Buzz Windrip, está bien.”

“Me alegra que tenga tu visto bueno.”

“¿Eh?”, respondió Shad frunciendo el ceño.

Pero mientras Doremus subía pesadamente al porche trasero pudo escuchar una burla apenas audible que salió de la boca de Shad:

“¡Está bien, jefe!”

Notas al pie

1“To Wash.”, ir a Washington, “to wash”, lavarse.

2Poema de Henry Wadsworth Longfellow (1807-1882), fue un poeta estadounidense muy popular en su tiempo que ayudó a crear toda una mitología americana. El texto se refiere a uno de sus poemas, “El herrero de la aldea”, donde se muestra una visión idealizada del trabajador.

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