La joven madre sostuvo a su hijo entre sus brazos, mientras que sus lágrimas de regocijo brillaban y surcaban sus mejillas sonrojadas, aquel niño era tan magnifico, sus cabellos rubios como él sol, sus ojos azules como el mismo cielo y sus labios tan rojos como la sangre misma —Uran, tu nombre será Uran —no se sintió ofendida ni mucho menos minimizada ante la ausencia de Sanel por ver a Deania y estar presente en el parto de su hijo, ella sabía a la perfección que ese niño sería el predilecto, mientras que el suyo solo crecería en la sombra, pero no importaba, era suyo y era único, nada importaba mientras tuviera un pedazo de ella misma, mientras tuviera entre sus brazos el fruto del intenso amor que tenía por Sanel.
Sanel sin consuelo, le entregó el niño a Milausky, aquella amiga y confidente de ojos lavanda —Cuídalo bien —le pidió mientras salía de la habitación.
—Adónde vas —preguntó ella, sosteniendo su brazo —Tienes a tu hijo, por que abandonarlo ahora más que te necesita.
—No lo abandono, solo necesito obtener respuestas.
—Las tienes, solo que te niegas a entender —exclamó.
—No las hay —respondió quitando con brusquedad la mano de Milasuky de su brazo y abandonando el hogar que una vez le perteneció, obtener las respuestas que necesitaba era algo importante para él, así que decidido y dolido ante la pérdida de su esposa, subió al templo una segunda vez, pero en esta ocasión no sería para aclarar sus dudas.
Empujando las puertas del templo con fuerza, se adentró a las profundidades de ese lugar sagrado, solo para ver que Dios le esperaba en esa ocasión, las nubes se arremolinaban en lo alto como la primera vez, la niebla espesa cubrió sus pies, pero se notaba que las nubes carecían de brillo y luz —Un heredero pedí, pero dos han nacido y el precio fue exacto el que dijiste, la vida de Deania a pago de dos hijos —le reclamó a su padre, esta vez no hizo la usual genuflexión, tan solo gritó con un odio y resentimiento.
—El destino ha hablado —su voz resonó con fuerza, obligando a Sanel a levantar la mirada al cielo —Y el precio ha sido pagado.
—¿A cual de esos dos niños deberé dejar mi legado? No podré elegir a uno sin que él otro crezca a la sombra del otro, cómo elegir un heredero y sucesor cuando uno podrá obtener las grandezas del reino que me entregaste mientras que él otro el vacío y el odio por el otro.
—Acércate a la mesa —le ordenó, quien por un momento dudó en acercarse a la mesa de piedra, dando pasos tentativos admiró que bajo la tela había un tesoro que Dios resguardaba —Lo que hay allí consérvalo, pero no le abras hasta que estés seguro de entregarlo al hijo correcto.
Quitando la seda, logró ver un cofre de madera labrado a la perfección, sus bordes eran dorados y con un sello extraño, un rombo perfectamente dibujado, con una x en su interior, dividida por el centro, por el lado de arriba la mitad de un redondo, un triángulo adentro, como una pirámide iluminada por la luna llena, en ambos extremos de la X se encontraban la luna a la izquierda y el sol a la derecha; debajo de la x, un rombo pegado a la base, unido con una base triangular de cabeza. Adornado con lanzas en cada punta del rombo, para los extremos curvas que daban una forma casi extraña, como una enredadera.
Sin embargo, el objeto que llamó más su atención, fue la daga que yacía en un cojín rojo, una daga de 25 cm de largo, con un mango de oro y bordes de titanio, incrustada por los bordes con piedras de colores rojo, azul, blanco y café, mientras que su cuerpo era una hoja de titanio reluciente y una inscripción con el nombre “ Bendora ”.
Su mano fue directamente hacia la daga, antes de que pudiera acariciarla por completo, su cuerpo experimentó cierto temor, soledad, un frío, un aroma nauseabundo, entre ellos a flores muertas, un suelo infértil, animales muertos; opacando su vista percibió en ella oscuridad, llanto y sufrimiento, sucumbiendo ante el miedo, no pudo aguantar las ganas de preguntar —¿Y está daga?
—No vuelvas a tocarla, en ella habita la muerte de mis hijos más fieles, en ella guarda la sangre de aquellos con noble corazón, un antiguo tesoro, es el inicio del mal convertido en sólido y guarda un poder incalculable, con ella podrás dar muerte al enemigo, dar muerte a todo aquel que intente dañarte. Solo un corazón puro podrá darle un buen uso, un corazón desinteresado podrá liberar su verdadero poder. Mis hijos, tus hermanos los humanos, probaron el poder de esa daga, sucumbiendo a los deseos más oscuros, destruyendo sueños, toda fuerza, bondad y compasión, necesitando de almas frescas para poder vivir, además de ser la única arma que podrá destruirte Sanel , destruir a los tuyos y tu generación, les quitara no solo la vida, sino también el alma, quedaran atrapados en la oscuridad. Es la única arma que podrá derrocarme de mi trono, su nombre es Bendora. En ella se encuentra la última gota de mi poder, en ella está mi esencia, tratando de neutralizar el mal que hay, si cae en manos equivocadas, traería al mundo la maldad, traería el juicio final, por eso te elegí a ti Sanel , tú eres el único que podrá ayudarme en este viaje al futuro, has sido elegido por el pueblo, elegido por mí —hizo una pausa intentando continuar —Pero no es lo único que te pediré resguardar, el mal se acerca y con ello mi derrota, pero para asegurar que mi creación quede intacta te haré entrega de mi poder, poder que conservaras hasta el fin de tus días y entregaras al hijo que sea digno de resguardar mi vida.
—¿Tu poder? —negó con la cabeza ante la idea, él no deseaba tener poder, solo ser feliz, pero fue demasiado tarde, un rayo cayó a los pies de Sanel, surgiendo de la tierra misma una enredadera de luz dorada que fue subiendo lentamente por las piernas del joven padre, sentía como las espinas de esas rosas se calvaban y adentraban con fuerza a su piel, gritó ante el dolor que rasgaba y cercenaba su cuerpo, apretó la mandíbula y cerró los puños con fuerza mientras que una luz intensa rodeo todo su cuerpo y de la nada todo cesó, cayendo rendido al suelo, trató de levantarse pero fue inútil, algo en su interior le daba un peso que ni el mismo podía cargar.
—Estoy débil hijo mío, el dolor que me causan mis primeros hijos está agotándome, no confió en nadie más, pásalo de generación en generación, asegúrate que el hijo que elijas para esa misión sea puro de corazón, ya que si elijes erróneamente las consecuencias de tu decisión será la destrucción de tu raza, de tu pueblo, de mi creación.
—No puedes hacerme elegir, tengo dos hijos —hundió su rosto entre sus manos.
—Pásalo de generación en generación, sé que hallarás la forma. Encontrará los secretos más profundos del poder, la mezcla de ciencia y creencia, dando un poder inimaginable, podrás tener el control de todo lo que se le antoje, yo estoy débil Sanel , los humanos han debilitado mi vida lentamente, con tantas guerras, con tanta maldad, por eso te digo, cuida el cofre, resguarda esa daga y resguarda mi poder y será como si cuidaras de mí.
—Padre, no me des esa carga tan pesada —suplicó el patriarca.
—Tu corazón es el que dictará la respuesta —se dio un silencio estremecedor entre los dos.
—Deberás decirme por quien elegir, darme una pista para no equivocarme —pidió una señal.
—Te la daré a su tiempo —sin más explicación el lugar se tornó oscuro ante los ojos de ese ángel desesperado, quien cayó rendido y sumido en un profundo sueño.
LA RIVALIDAD
Pero la memoria de dos grandes reyes marcaría el destino de su pueblo, memorias falsas llenas de rivalidad, egoísmo y orgullo mentiras que llenaron el reino de arrogancia hacia ellos mismos, hacia sus propios corazones. Perdiendo el sueño de ser libres, perdiendo la paz que supuestamente perduraría en su gente.
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