1 ...7 8 9 11 12 13 ...21 Uran no se quedaba atrás, buscaba la manera de romper sus propias reglas, aunque Dios se encargó que ninguno cruzara los mundos a su antojo, aunque las búsquedas frenéticas de ambos hermanos para hallar una salida y seguir con sus planes iniciales, no descansaron hasta encontrar la puerta que les abriría el camino a varios mundos, incluyendo el de los humanos.
En uno de sus tantos paseos, Uran se encontraba caminando por los pequeños bosques al norte de su palacio, cuándo encontró lo que buscó por años, caminó con descuido resbalando por una senda de arbustos, chocándose con una tapa de concreto que estaba oculta entre las ramas.
— ¡Uran! ¿Uran? —gritó desesperado Odotnet al verle caer y rodar por los arbustos.
Su mirada se posó en el sello labrado en la tapa, era la misma forma labrada del cofre que le fue encomendado, pero estaba en desorden, las piezas no concordaban con la del cofre. No recordaba que esa imagen la tenía en su propia casa, solo recordaba que la había visto en algún lugar, dándose cuenta que debajo de ese sello una puerta se escondía.
—Estoy... Estoy bien —respondió acariciando el sello, sintiendo el calor y la fuerza que desprendía con un solo toque.
Simultáneamente, Hadeo cabalgaba por sus bosques, su caballo se detuvo de repente, negándose a continuar —¡Harre! Vamos…Anda —pero se negó a cooperar, bajándose de su caballo vio las ramas secas y hojas marchitas ocultar algo de concreto, era extraño, era un bosque con ramas y hojas secas, oscuridad y piedras, pero concreto no era parte de las tierras que él poseía.
Quitando las ramas y las hojas, encontró el sello, el mismo sello. Su mano acarició los bordes, sintiendo que una fuerza extrema estaba en medio de la piedra y el sello, ya nada podría detenerlos, ya nada se interpuso en el camino de ambos hermanos.
El poder los oprimió de tal manera que ambos no pudieron encontrar la paz que necesitaban, no pudieron encontrar paz en sus familias, en su hogar, en su mundo. Pasaron tres años en una larga búsqueda de una llave que pudiera abrir la puerta, la solución perfecta para poder armar el rompecabezas, pero nada, no había nada que les pudiera ayudar a abrir esa puerta, pasaba horas de horas en las noches tratando de descifrarlo, hasta que una de esas tantas, Uran recordó el cofre que sus guardianes resguardan en el interior del palacio —¡Señor mío! —subiendo de nuevo a su caballo, galopo de regreso, cruzando los pasillos de su hogar, abrió las inmensas puertas que resguardaban los tesoros que había heredado, se acercó a la gran mesa de concreto y logró ver el sello del cofre, era el mismo, solo que el orden estaba alterado, mientras él estaba demasiado ocupado con la puerta y la manera de abrirla. Regresando en su caballo, logró mover piedra por piedra, hasta que el sello estuvo completo, pero nada paso, estuvo a punto de regresar a casa, pero de pronto el sello dio un brillo deslumbrante, el ruido fue como cristal romperse, la tapa de concreto quedo destrozada dando paso a un camino lleno de árboles gigantes, tétricos y sombríos.
Sin miedo, apretó las riendas de su caballo y le obligó a seguir por ese camino que él no conocía y que podría correr peligro, adentrándose a las profundidades de ese bosque mesófilo, lleno de niebla, las ramas caían y los árboles morían al paso de la niebla, los ruidos eran estremecedores, ya que al pasar los crujidos de los árboles daban la sensación de que estos cobraban vida mientras se seguía el camino, ese era el mundo de los demonios, aquel mundo condenado, aquel mundo donde vivía su hermano, donde todo a su paso llegaba a morir, sin embargo logró ver un segundo camino que daba a una pradera de altas montañas, un camino exhaustivo y largo que lo llevaba al mundo de sus hermanos humanos, aquellos que decepcionaron al Padre como ellos también lo llegaron a decepcionar.
EL PODER DE MATAR
Uran siguió observando con detenimiento, su caballo desacelero el ritmo, caminando con cuidado por las anchas ramas y raíces de los árboles, tomando uno de los caminos más tétricos, siguió galopando con cuidado, hasta que la presencia de alguien siguiendo sus pasos lo hizo desenvainar su espada, bajar del caballo y esperar a la presencia que sigilosamente lo espiaba —¡ Uran ! ¿Qué crees que estás haciendo? —preguntó su guardián y amigo Odotnet.
—¡Cielos! —cerró los ojos y guardó su espada al ver al tigre caminando hacia él mientras que un grupo de soldados escoltaba al tigre —¿Qué rayos haces aquí? —le preguntó hosco —No era necesario traer una escolta.
—Creo que esa pregunta debería hacerla yo, has roto la puerta que impedía el paso de nuestros enemigos a nuestro reino, sabes que eso no se puede deshacer, estaremos vulnerables a ataque y todo por tu necedad.
—Sabes a la perfección que es algo que debí haber hecho hace ya mucho tiempo —guardó su espada y volvió a montar su caballo, apretó las riendas y continuo con su camino.
—Eres vulnerable Uran, si llegas a morir todo estará perdido, no has dejado un heredero que siga con la tradición que tu padre encomendó, cómo dejarás que el poder de Dios caiga en manos enemigas —le reprendió.
—No hay enemigo que pueda conmigo, si acabo con Hadeo todo acabará, tendremos paz.
—¡Te equivocas! Tú obtendrás paz, nosotros la guerra.
—Si has venido solo a molestar, regresa por dónde has venido, no te necesito —siguió su camino por el largo camino de la oscuridad.
—Siquiera sabes que tus poderes son obsoletos aquí, es un lugar neutro, por lo visto este camino impide que canalicemos nuestros poderes —le explicó Odotnet a lo que Uran solo respondió con un simple ¡Uhm!
Claro que lo sabía, ya que deseó utilizar su poder para iluminar más su camino pero se dio con la sorpresa que era mortal, además de que su nariz extrañamente sangrara —Sabes que he esperado muchos años, demasiado años para poder encontrar este camino.
—Peor te arriesgas a adentrarte a las profundidades de un mundo que no es conocido por nosotros.
—Vale la pena.
—¡Vale la pena morir por nada!
—No moriría por nada, moriría vengando a mi madre, destruyendo al enemigo y obteniendo de una vez por todas, la paz que todos necesitamos.
—Tenemos paz, solo que tú te empeñas a desatar una guerra.
—No interesa ya —respondió Uran sin mirar a su guardián y siguiendo su camino.
—Si no valoras tu vida valora la vida de tus soldados, velos —gritó, haciendo que Uran volviese el rostro mirando a sus soldados que cabalgaban detrás de ellos los habían seguido —¡Míralos!, valora por piedad sus vidas, son jóvenes al igual que tú, pero si no aprecias vivir, ellos sí, regresa y cuando estés preparado busca tu absurda venganza, pero ahora solo regresa.
—¿Absurda? —sé detuvo para enfrentar a su guardián —¿Absurda has dicho? —sus ojos se llenaron de un destello de ira, un tono desdeñoso y la boca en un gesto hosco —Mató a mi madre y aun así llamas absurda al querer obtener justicia —trató de explicar sus motivos.
Odotnet sabía bien la respuesta —¡Justicia! Llamas a esto justicia, no lo es ¡Te equivocas! Es venganza lo que deseas —miró a los soldados —Regresaremos ahora —rugió.
Volviéndose para mirar a sus soldados, supo que no estaban preparados para una batalla como esa, así que dio vuelta a su caballo y regresó a paso lento —Lo hago solo por ello.
—Si respetas a tu pueblo, olvida esa venganza.
—Yo respeto a mi pueblo, pero también amé a mi madre ¿Acaso eso no me da motivo para obtener justicia?
—Sí, pero no por tu propia mano —le miró de reojo con una expresión dura y eso era un mal presagio, tendría problemas.
Читать дальше